En el dolmen de Las Agulillas

martes, 19 de enero de 2021

Construcción del pórtico de la ermita de San Sebastián, 1782

 Los primeros habitantes de Villanueva de Córdoba, en los últimos años del siglo XV, construyeron una iglesia con la advocación de San Miguel y, poco después, una ermita a San Sebastián  en el otro extremo del incipiente poblado. Desde entonces, las modificaciones en una y otra fueron a la par.

En 1500 ya estaba la iglesia de San Miguel, en la plaza, y el 1534 se citaba a una casa que lindaba con la ermita de San Sebastián, en el camino Real. La ermita continúa en el mismo lugar casi cinco siglos después, en lo que se sigue llamando entre la gente del pueblo Alto del Santo.

Hacia la década de 1560 hubo de reconstruirse la iglesia de San Miguel. Terminada esta obra, en 1585, también se había rehecho la ermita a San Sebastián, que tomaba en su interior la forma que conserva hoy.

A mediados del siglo XVIII la parroquial de San Miguel estaba muy deteriorada. Se decidió conservar las puertas laterales del XVI y ampliarla por la cabecera y el pie, con una nueva cubierta, construyendo un nuevo presbiterio, sacristía y torre. Las obras se prolongaron cuatro décadas, desde 1743 a 1780, año en que se concluyó la nueva torre.

Dos años después, la Hermandad de San Sebastián decidió hacer en la ermita de su titular unas remodelaciones que mejoraran su aspecto. Para ello contrataron a Esteban Díaz de Luna, maestro de alarife, quien hizo el 21-09-1782 una escritura de obligación de obra ante el escribano José Antonio de Contreras. Conocemos este documento gracias a la generosidad de José Luis González Peralbo, que es quien lo localizó y me ha facilitado para que sea dado a conocer, además de volver a ir al archivo para rellenar partes poco legibles en el documento original.

La escritura de obligación firmada por Esteban Díaz de Luna está avalada por Alfonso López Cañuelo, de una relevante familia local. Una nieta suya, Ana María López Cañuelo, contraería matrimonio el 25-08-1798 con el escribano de Belmez Antonio de Abalos Lozano.

La hermandad, con su capitán Francisco Fernández Torrico al frente, se había planteado la construcción de un pórtico como adorno y para preservar las puertas de los temporales de lluvia. En la escritura el maestro alarife detallaba cómo había de ser y había de hacerse. Debía tener ocho varas y media por tres varas y media [1 vara = 83,59 cm]. Para la construcción de los arcos de medio punto se empleaban cerchas de madera, que debía ser aportada por el maestro alarife. La argamasa debía ser de cal y arena, excepto en los cimientos y tejado. Las basas toscanas, los medios capiteles y medias columnas adosadas serían de cantería. El tejado debía estar cubierto de tiguillos y amarrado por una cadena al testero.

El precio fijado fue 1.400 reales, realizado en cuatro entregas, y la obra debía estar finalizada a finales de ese año de 1782, con lo que Esteban Díaz de Luna contaba con poco más de tres meses.

El resultado fue satisfactorio, y desde entonces lleva 238 años cumpliendo su función de “adorno de dicha Hermita y liverttar las puertas de los temporales de llubias y otros perjuicios”, creando el paisaje urbano más característico de lo Alto el Santo.

 

CONSTRUCCIÓN DEL PÓRTICO DE LA ERMITA DE SAN SEBASTIÁN DE VILLANUEVA DE CÓRDOBA. 21-09-1782.

 

(Escribano José Antonio de Contreras.

Protocolos de Villanueva de Córdoba, caja PC-566-1, folios 88r-89v. 

Archivo Histórico de Pozoblanco.)

 

(fol. 88rº) Septiembre, 21 de 1782.

Esscritura de obligazion de obra por Esteban Diaz de Luna Maestro Alarife.

Sepase por esta publica escritura de obligazion y fianza como nos, Esteban Diaz de Luna, Maestro de Albañil, como principal, y Alphonso Lopez Cañuelo el Maior como fiador, vezinos de esta villa de Villanueba de Cordova, dezimos: que por quantto yo, el dicho Esteban Diaz, he tratado y conzertado de hazer una obra en la Hermita de San Sebastian de esta villa apreziada en cierta cantidad de maravedis que se expresara con Francisco Fernandez Torrico, Capittan, y demas oficiales y soldadesca de dicho Santo y para la maior seguridad y cumplimiento de ello me han pedido otorgue esscritura de obligazion y fianza correspondiente y poniendolo en junto ambos otorgantes, principal y fiador, junttos y de mancomunadamente y cada uno de nos por si y por el todo y renunziando como expresamente renunziamos las leyes y derechos de mancomunidad y fianza, como en ellas se conttiene y demas que en este caso hablan para que no nos balgan bajo de dicha rrazzon, otorgamos que nos obligamos a hacer y que haremos yo el dicho Esteban Diaz de Luna como tal Maestro de Albañileria la obra en la dicha Hermita de San Sebastian en la forma siguiente = Un nuevo portico para adorno de dicha Hermita y liverttar las puertas de los temporales de llubias y otros perjuizios, que ha de tener de largo ocho varas y media ynclusos los gruesos de paredes, y de ancho tres baras y media ahondando los zimienttos hasta la tierra firme con tres quartas y media de ancho y luego (fol 88vº) se han de mazizar hasta la superfizie de tierra formando dos esquinas con zinco quarttas de largo por cada lado y de grueso dos terzias ynclusas las medias columnas y en la mediazion una enttera, ttodo de cantteria con sus basas toscanas, capittel y sus medios cappiteles mettidos en el testero de la nominada Hermitta, con sus arcos de medio puntto que son quattro; dos por linea y dos al testero, y han de guardar el perfil de las pilastras, y su altura ha de ser de quattro baras ynclusos sus gruesos con todas desde el empedrado; sus tejados han de ser de limazon senttado enzima de soleras con sus cadenas correspondientes amarradas a dicho testero, y las hombreras han de ser tapadas con tiguillos bien labrados, siendo la construczion de dicha fabrica con cal y arena, a exzepcion de las zanjas y tejado, siendo asimismo de mi cargo todos los matteriales y al porteanar que se ofrezca gastar en la zittada obra, y me he de enttregar en la madera que se nezesitte por aprezio que de ella se haga de la que esta prevenida y destinada, quedando sujeta la referida obra para que sea reconozida por Maestro yntelijentte que declare si esta hecha segun arte y la bueltta de los arcos han de ser de ladrillo finjido de canteria; cuya obra hemos de ejecutar por la cantidad de un mil y quatrozientos reales de bellón que (fol. 89rº) nos ha de entregar el dicho Francisco Fernandez Torrico, Capitan, de esta forma = quinientos reales de prompto, los doszientos al entregar la madera; treszienttos al empezar la obra; treszienttos al echar las piedras; y los treszienttos restantes al finalizar dicha obra que hemos de concluir en el resto de este presente dicho año, siendo como ba expresado de toda firmeza y seguridad, arreglada al arte, y si asi no lo hizieremos por qualquiera faltta que se experimente, consentimos se nos pueda ejecutar y apremiar por todo rigor de derecho hasta que se berifique esttar cumplido ttodo lo esttipulado por nuesttra quentta, costa y riesgo, con solo esta escriptura y el juramento y declarazion de la parte que lo fuere lejittima en quien lo diferimos dezisorio y le reclamamos de juramento y prueba por solemne y que de derecho se requiera; y al cumplimiento de todo lo referido nos obligamos con nuestras personas y vienes havidos y por haver, damos poder cumplido a las Justizias de Su Majestad de todas partes para que a ello nos apremien como por sentenzia pasada, en auttoridad de cosa juzgada. Renunciamos las leies, fueros, y derechos de nuestro favor, y la Jeneral en forma con la que prohibe la general renunziacion, y lo otorgamos asi, ambos otorganttes ante el presente escrivano por si y el Rey Nuestro Señor que Dios guarde, publico perpetuo del numero y comisiones de esta menzionada villa de Villanueva de Cordova, en (fol. 89vº) ella a veinte y un dias del mes de septiembre de mill setezientos ochenta y dos años, siendo presentes por testigos Agustin Escudero, Franzisco Muñoz de la Camara Mendez y Miguel Caietano de Rrueda vezinos de esta dicha villa. Firmaron los otorgantes, a quienes yo el escribano doi fé conozco.

Esteban Diaz de Luna.

Alfonso Cañuelo.

Ante mi, Jose Antonio de Contreras (rúbrica).

 

miércoles, 26 de agosto de 2020

LOS PRIMEROS APELLIDOS DE VILLANUEVA DE CÓRDOBA (SIGLOS XVI-XVII)

     Encina Enana comienza a ser un lugar poblado permanentemente hacia finales de la década de 1480, y en 1499 cambia su nombre por el de Villanueva de Córdoba. En 1500 adquiere sus primeras autoridades, aunque bajo la jurisdicción de Pedroche.

      Durante su primer siglo de existencia el crecimiento demográfico de Villanueva fue muy acentuado, pasando los primeros 30-40 vecinos de 1500 a 536 en el año 1595. Recordemos que “vecino” era entonces sinónimo de unidad familiar contributiva, y para establecer una equivalencia con habitantes los especialistas multiplican el número de vecinos por 3,7, es decir, se pasó de un centenar de habitantes aproximadamente a dos millares en un siglo.

Tabla 1:

Años

Vecinos

Habitantes (aprox. 1 vecino = 3,7)

1500

30-40

100

1529

150

555

1553

280

1.036

1595

536

1.983

      Este aumento no pudo deberse solo al crecimiento natural (la diferencia entre nacimientos y defunciones), sino que tuvo que existir un fuerte componente migratorio, de personas y familias que decidieron asentarse definitivamente en Villanueva. Nuestro objetivo es conocer los apellidos de los primeros habitantes de Villanueva, para lo que contamos con varios documentos, algunos de los cuales ya se han mostrado en el blog.

 

APELLIDOS EN 1500

     La primera relación de personas es la que figura en el acta del concejo abierto que celebraron las autoridades locales y vecinos en la iglesia de San Miguel el 30-09-1500 para elegir representantes legales:

     “Sepan quantos esta carta de poder vieren como nos el Conçejo de Villanueva de Cordova villa de la muy noble e muy leal çibdad de Cordova estando ayuntados en la yglesia de San Miguel desta dicha villa a campana tannyda e a Conçejo llamados segund que lo avemos de uso y buena costumbre conviene a saber Miguel Martin Pozuelo, e Benito Garçia, e Gonçalo Garçia Odrero, e Juan Lopez çapatero, e Juan Garçia Cavallero mayordomo del Conçejo, Hernando Lopez del Castillo, Bartolome Sanchez (fol. 21vº) el Rrico, Benyto Rruyz de Torremilano alcallde de la Hermandad, Pero Martinez Pozuelo alguazil de la Hermandad, Françisco Diaz mayordomo de la yglesia, Miguel Sanchez Cancho, Diego Garçia de Sanbenyto, Juan Perez de Pozoblanco, Rruy Lopez alcallde de la Hermandad, Pero Lopez de los Rrios alguazil del obispo, Juan Marques de Lerma, vesinos e moradores de la dicha Villanueva asy como Conçejo y en nombre del Conçejo otorgamos y conosçemos que damos e otorgamos todo nuestro poder complido… all liçençiado Sevastian vesyno de la dicha çibdad de Cordoba e a Juan Rruyz de la Cruz el Moço vezyno de la dicha Villanueva e a cada uno por sy de esta presente carta de poder espeçial para que por nos y en nuestro nombre se puedan juntar con el Conçejo e ofiçiales e omes buenos de la dicha villa de Pedroche asy en la dicha villa como en otras partes qualesqyuer e conçertar e ygualar qualquyer o qualesquyer diferençias e pleitos e debates questan entre esta dicha Villanueba e la dicha villa de Pedroche…

     Entre los diecisiete vecinos citados de tres de ellos consta su procedencia expresa: Torremilano, Pozoblanco y San Benito. Algo lógico, para que el pueblo aumentara tenían que venir habitantes de otros sitios. También aparecen apellidos que se han mantenido hasta la actualidad: Pozuelo, García, Caballero, López, (del Castillo), Sánchez, Rico, Díaz, Martínez, López, de la Cruz, Ruiz, Pérez.

     Debe aclararse que entonces no existían los dos apellidos actuales, reglados desde la implantación del Registro Civil en 1871, y que había una auténtica liberalidad en cuanto a la transmisión de los apellidos. Viendo un linaje desde una perspectiva amplia se observa una tendencia en la conservación de los apellidos (especialmente de abuelos a nietos), pero, hasta bien entrado el siglo XIX, entre una generación y otra hasta los apellidos podían cambiar. Sobre la transmisión de los apellidos hemos tratado en el blog:

https://sibulquez.blogspot.com/2013/08/transmision-de-los-apellidos-s-xvii-y.html

 https://sibulquez.blogspot.com/2015/08/la-liosa-transmision-de-apellidos-ii.html

     Existían apellidos compuestos, como Díaz de Luna, en realidad un único apellido, y del que derivan personas en la actualidad con los apellidos Díaz y Luna. También se ha tratado en el blog el caso de los Gutiérrez y Blanco, ambos con el mismo origen. Igual ocurrió con López del Castillo, que se transmitió bien en forma compuesta o en alguna de sus dos partes.

     Igualmente, se constata que a lo largo del tiempo se transmitió solo una parte de un apellido compuesto: de los Sánchez Pedraza se pasó al actual Pedraza. Ximénez Palomo fue la forma original del apellido durante varias generaciones, hasta que a nosotros solo llegó el Palomo.

APELLIDOS EN 1541

     En 1539 y 1541 el Concejo de Villanueva había contraído deudas por valor varios miles de maravedíes. Para saldarlas decidió que se hiciera un repartimiento entre los vecinos, pagando cada uno en función de su capacidad. Se estableció un listado de contribuyentes, con la cantidad a satisfacer de cada uno.

     Este listado se convierte en un auténtico filón genealógico, al recoger nombres y apellidos de los vecinos de Villanueva. Hemos seleccionado el tercero de estos censos, fechado el 20-02-1451 y con doscientos vecinos inscritos, cuya relación completa también ha sido publicada en el blog: https://sibulquez.blogspot.com/2020/03/censo-de-poblacion-en-1541-de.html. Bastantes de aquellos apellidos han llegado hasta la actualidad:

 Tabla 2. Apellidos en el censo de 20-02-1541 que se mantienen.

Buenestado

Caballero

Cámara

Capitán

Carbonero

Castillo (del)

Cerro (del)

Copado

Cruz (de la)

Díaz

Fernández

Gañán

García

Gómez

Gordo

Hernández

Herrero

Leal

López

Luna

Molinero

Moreno

Muñoz

Navas (de las)

Palomo

Panadero

Pedrajas

Pérez

Pozo (del)

Pulido

Pozuelo

Prieto

Pulido

Ramírez

Redondo

Rey

Rico

Rodríguez

Ruiz

Sánchez

Torralbo

 

 

 

 

     Otros de aquellos apellidos se perdieron con el tiempo. Es el caso de Allozo, usado en los siglos XVI y XVII, y que no ni siquiera consta en la relación de apellidos españoles del Instituto Nacional de Estadística.

 Tabla 3: apellidos de 1541 que se han extinguido

Álamo

Allozo

Barrios

Bermejo

Brahones

Calvo

Fustero

Juanagil

Llorente

Obejo

Silletero

Velasco

 

     Algunos apellidos estaban muy implantados a medidos del XVI, como Torralbo. Cualquier persona de Villanueva que lo porta hoy desciende de alguno de los seis Torralbo existentes en 1541. Otro apellido era el Díaz de Luna, del que había cuatro personas ese año: Isabel; y tres hermanos, Alonso, Rodrigo (jurado de la población), y Pedro Diaz de Luna, alcalde de 1539; también aparece en el censo Francisco Díaz, hijo de Alonso Díaz de Luna. Como ocurrió en otros casos, con el tiempo solo nos ha llegado hasta hoy “Díaz”.

 

APELLIDOS ENTRE 1541-1591

     La tercera gran fuente para conocer los apellidos de las personas de Villanueva son los protocolos notariales, en la que los escribanos anotaban documentos como testamentos, compraventas, inventarios de bienes dotales… Los más antiguos conservados son de 1591 y 1592 del escribano Antón Martínez Moreno. De este año saltan a 1610 en adelante.

     Resulta algo evidente: los apellidos de las personas que entablaron algún documento público ante el escribano en 1591-1592, y que no constaban en la detallada relación del vecindario de 1541, llegaron a Villanueva en este periodo. Si vemos la tabla 1 se constata el gran crecimiento del vecindario, pasando de 200 ese año de 1541 a 536 en 1595.

     Complementa esta información la de los libros sacramentales de la parroquia de San Miguel, que comienzan a registrar los bautismos en 1571. Los matrimonios se han conservado parcialmente, estando completos a partir de 1595.

     Es en este tiempo, durante la segunda mitad del XVI, cuando llegan a Villanueva apellidos tan característicos de ella actualmente como Cano, Cantador, Cañuelo, Coleto o Higuera. Solo en el caso del apellido de la Huerta se hace mención a su origen, El Guijo. Estos apellidos se muestran en la tabla 4.

 Tabla 4: apellidos llegados a Villanueva entre 1541-1591.

Agenjo

Blanco

Cabezas

Calle (de la)

Cano

Cantador

Cañuelo

Castro

Cepas

Coleto

Contreras

Galán

Gutiérrez

Higuera

Huerta (de la), [El Guijo]

Lozano

Madueño

Martínez

Molina

Pastor

Romero

Sánchez Pescuezo

Serrano

Tamaral

Vacas

Vizuete

 

 

 

 

 

ALGUNOS APELLIDOS QUE VINIERON EN EL SIGLO XVII

     A comienzos del siglo XVII aparecen nuevos apellidos en los libros parroquiales, aunque no indican su origen. Son Illescas y Toril (en principio Gutiérrez Toril)

Ayala: El 30-10-1672 contraía matrimonio Fernando Sánchez Caballero, hijo de Martín Sánchez de Ayala y Catalina Fernández la Toledana (todos naturales de Alcaracejos), con Francisca Fernández la Caballera, natural de Villanueva. El matrimonio tuvo al menos un hijo llamado, como su abuelo paterno, Martín Fernández de Ayala, el primero de tal apellido nacido en Villanueva. Todos los Ayala de la actualidad descienden del matrimonio entre Fernando y Francisca.

Bustos: el origen es similar al anterior. El 28-07-1667 Juan Sánchez de Bustos, hijo de Jerónimo Sánchez y Catalina de Bustos, naturales de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), se casaba con Catalina Sánchez la Coba, natural de Villanueva. Las personas con apellido Busto de hoy en día de Villanueva provienen de este matrimonio.

sábado, 1 de agosto de 2020

Antonio de Espejo: de Torremilano a Texas.

(Grabado de Tom Lee, 1947. En http://www.texasescapes.com/Byron-Browne/Don-Antonio-de-Espejo.htm )

     En la colonización española del Nuevo Mundo participaron personas nacidas en los pedroches. Algunas fueron especialmente relevantes, como Sebastián Moyano o de Belalcázar, uno de los personajes más destacados de los primeros tiempos; o Pedro de Moya y Contreras, nacido en Pedroche, quien llegó a ser arzobispo de México e, incluso por un tiempo, Virrey de Nueva España. También se puede recordar a Francisco Fernández de Contreras, fundador de la ciudad de Ocaña (Colombia).

     Aunque menos conocido, otro natural de las Siete Villas que dejó su impronta en América, siendo uno de los primeros exploradores del sur de los actuales Estados Unidos fue Antonio de Espejo, natural de Torremilano. Siendo este un blog dedicado a la historia de los Pedroches, es justo que divulguemos su historia, pues en Nuevo México o Texas en más conocido que en la tierra donde vio la luz.

     En algunas biografías se le hace natural de Córdoba, en general, pero él mismo declaraba el 30-05-1578 ante el tribunal del Santo Oficio de México ser natural de Torremilano, del Obispado de Córdoba.

     No se sabe cuándo nació Antonio de Espejo. En 1572 declaraba tener 34 años, por lo que habría nacido en 1538. En 1578 decía ser de 36 años, por lo que habría nacido en 1542. Por último, en 1584, manifestaba tener 50 años, y que ya llevaba 24 en Nueva España. Se puede establecer su fecha de nacimiento entre 1534 y 1542, aproximadamente.

     Tampoco se sabe cuándo llegó a América. En general se data su llegada a América en 1571, coincidiendo con la de don Pedro de Moya y Contreras, primer inquisidor en el virreinato de Nueva España y, como se ha dicho, también luego arzobispo de México. Al instaurarse la Inquisición en América con don de Pedro de Moya llegaron los integrantes necesarios del tribunal, como el fiscal y el secretario. Antonio de Espejo podría haber llegado como “Familiar del Santo Oficio” acompañando a su paisano don Pedro de Moya.

     Se conoce poco de su vida personal, excepto su localidad de nacimiento y que estaba casado con Juana de la Vega, que había venido con él a México. Espejo tuvo una hija, llamada también Juana, nacida fuera del matrimonio en México, a quien reconoció legalmente en 1575, cuando tenía tres años. Los documentos también nombran a un hermano de Antonio, Miguel Muñoz de Espejo, y a un tío, Francisco de Santiago. Su mayordomo, o criado de confianza, era Francisco Muñoz Colchado, cuñado de su hermano Miguel y “natural de Santofimia en el Obispado de Córdoba”.

     Uno de las primeras tareas de Espejo como familiar de la Inquisición mexicana fue la aprehensión de Morgan Dilbert, alias Miguel Morgan, un corsario inglés que había sido forzado a tierra en septiembre de 1568, cuando los asaltantes de Hawkins fueron derrotados en San Juan de Ulúa. Morgan pasó unos años aparentemente desapercibido, hasta que el recién llegado inquisidor decidió hacer un auto de fe con los “luteranos ingleses” que vivían en México. La detención de Morgan por Antonio de Espejo, y el interrogatorio posterior en 1572 fueron recogidos por G. R. Conway (New Mexico Historiacal Review, vol. VI, enero 1931, nº 1) y que se pueden leer en este artículo.

     Antonio de Espejo prosperó notablemente tras su llegada, habiendo acumulado una fortuna considerable en mayo de 1578, cuando se vio envuelto en el primer choque serio con la autoridad civil en México. Era dueño de un negocio mercantil en Ciudad de México y otro en Texcoco, y tenía corrales en Tacuba “donde tenía el contrato para el suministro de carne al matadero del municipio”. En sus tiendas vendía ganado, lana y otros productos procedentes de las seis haciendas que poseía junto a su hermano Miguel.

     En esa fecha, mayo de 1578, comenzó el primer conflicto de Antonio de Espejo con la justicia, al enterarse que un rebaño de 44 reses que tenía en sus corrales de Tacuba había sido incautado por orden del Corregidor de la ciudad de México, Lorenzo Sánchez Obregón. Hubo una escasez de alimentos y el Corregidor y Pedro de Oro, contratista para el suministro de carne, habían secuestrado el rebaño en nombre del bienestar público, procediéndose al sacrificio de las reses para su distribución en los mercados de carne en el capital virreinal. Los registros del juicio sugieren que Espejo pudo haber estado reteniendo la venta del ganado hasta que los precios alcanzaron su pico.

     Al tener conocimiento de los hechos Antonio de Espejó, que parecía ser hombre de carácter, se presentó en el matadero con un indio y su criado de confianza, Francisco Muñoz, y espada en mano sacó a las vacas del lugar.

      El Corregidor de Su Majestad en la ciudad de México ordenó su detención, pero al ser familiar del Santo Oficio fue este tribunal el que vio el asunto. También ordenó el Corregidor el secuestro de sus efectos personales para asegurarse el pago de las costas judiciales, cuya relación nos demuestran que Antonio de Espejo era una persona refinada que vivía con gran comodidad y lujo: por ejemplo, poseía ocho tapices de cuero en relieve con diseños en oro, y otros seis tapices de cuero con relieve en oro.

     Poco después de superado este conflicto con la justicia, comenzó el segundo, mucho más grave. En la primavera de 1581 se presentaron dos cargos de asesinato contra Antonio de Espejo y su hermano. Varios de sus vaqueros se habían negado a recoger el ganado de los dos hermanos por la amenaza de los indios chichemecos. Se enfrentaron con los desertores, con las funestas consecuencias dichas.

     A Antonio le pareció lo mejor dirigirse del centro de México a la frontera norte, mientras su tío Francisco de Santiago intentaba en la capital que, al ser familiar del Santo Oficio, fuera de nuevo la Inquisición quien se encargara de la cuestión. Pero la autoridad civil actuó antes de que lo hiciera el Santo Oficio, quien finalmente envió a un comisario especial, Gerónimo Luguín, para investigar las acusaciones de asesinato. Los autos del proceso han sido investigados por Richard E. Greenleaf (“Antonio de Espejo and the Mexican Inquisition”, The Americas Vol. 27, No. 3 (Jan., 1971), pp. 271-292), y también pueden consultarse.

     Finalmente, fue la Audiencia de México, la jurisdicción civil, la que emprendió el juicio que concluyó el 24 de mayo de 1582. En el veredicto se consideraba a Miguel Muñoz de Espejo como el autor material de los disparos, y su hermano Antonio de Espejo condenado como acompañante. Las penas fueron condena de cinco años de prisión para Miguel, y una fuerte multa para Antonio.

     Pero, mientras se solventaba la cuestión, Antonio, como se dijo, se dirigió al norte, a las minas de Santa Bárbara, en Nueva Vizcaya, a unas 160 leguas de México. Allí conoció a unos frailes franciscanos, quienes le mostraron su pesar por no tener noticias de tres hermanos suyos de religión, quienes hacían marchado al norte en una expedición comandada por Francisco Sánchez Chamuscado en 1581, para cristianizar a las tribus indígenas. Bien fuera por colaborar y hacer méritos, bien por poner tierra por medio, Antonio de Espejo se mostró dispuesto a ir en la búsqueda y auxilio de los franciscanos. Obtuvo permiso para equipar una expedición que dejó San Bartolomé, Chihuahua el 10 de noviembre de 1582, y regresó el 10 de septiembre de 1583.

     La expedición al mando de Espejo estaba formada por franciscanos fray Bernardino Beltrán y fray Pedro de Heredia,  catorce soldados, algunos indios, y unos 115 mulas y caballos de transporte.

      Uno de estos soldados era Diego Pérez de Luján, que escribió una “Relación” de la expedición de Antonio de Espejo, con la forma de un diario escrito en la marcha, que complementa el relato que hizo el propio Espejo.

     Se encaminaron hacia el norte por las márgenes del río Conchos, hasta llegar al río Grande. En febrero de 1583 supieron de la muerte de los frailes que buscaban. Aun así decidió proseguir su expedición, hasta que el 12 de abril de 1583 el franciscano Bernardino Beltrán, disgustado con la gran distancia que habían recorrido y porque ya conocían el destino de sus compañeros, decidió regresar con gran parte de la escolta. Antonio de Espejo prosiguió con nueve españoles y algunos indios zuñis, pero al encontrar resistencia en el país de los tamos también decidió retornar, siguiendo el curso del río Pecos (al que llamó “de las Vacas”), por la abundancia de bisontes que había en sus orillas hasta llegar al río Grande, que cruzó hasta llegar a su punto de partida tras diez meses de viaje. Según los cálculos del propio explorador habían andado unas ochocientas leguas, unos 4.500 km. Espejo denominó a la tierra que había explorado Nueva Andalucía, en homenaje a su tierra natal, pero el nombre no prosperó y se impuso el que aún mantiene, Nuevo México.

(Mapa de la expedición de Antonio de Espejo. En Craddock, J. R, & De Marco, B. (2013). Diego Pérez de Luján, Relación de la expedición de Antonio de Espejo a Nuevo México, 1582-1583. UC Berkeley: Research Center for Romance Studies. https://escholarship.org/uc/item/5313v23h )

     La expedición de Espejo, con la anterior de Sánchez Chamuscado, despertaron el interés en Nueva España por las tierras norteñas, envueltas en leyendas de fabulosos tesoros. Antonio de Espejo le dirigió una carta al rey el 23 de abril de 1584, solicitando el derecho a la conquista del territorio de Nuevo México y sus partes adyacentes al Norte que fueron exploradas por él. Pero su reciente condena prácticamente impedía que se le concediera, por lo que solicitó al rey el indulto, apoyándolo en su intento varios frailes franciscanos, agradecidos por la búsqueda de sus hermanos. Espejó embarcó en 1586 rumbo a España para defender sus intereses en la Corte, pero murió en el barco antes de llegar a la Habana.

      En la carta al rey incluía una detallada "Relación" de su exploración, en la que Antonio de Espejo se muestra como un gran observador, recogiendo una detallada descripción de la gente, la fauna, la flora… de los lugares por donde pasó. Detalla las formas de vida, costumbres, vestimentas, rituales de las tribus que conoció, a la par que se interesaba por los recursos naturales y posibilidades de explotación de los nuevos territorios. Al final mostramos unos fragmentos de su “Relación”.
      Es un excelente documento para conocer de lo que hoy es el sur de Estados Unidos antes de la llegada de los europeos, aportando datos que van desde la etnografía a la geografía, y que muestran que Antonio de Espejo está al mismo nivel de otros exploradores más conocidos de esos lugares como Coronado o Cabeza de Vaca.

(Agradezco la colaboración de Fabián Pulido Díaz para la elaboración de este artículo.)

[Fragmentos del] Expediente y relación del viaje que hizo Antonio Espejo con catorce soldados y un religioso de la orden de San Francisco, llamado Fray Agustín Rodríguez; el cual debía de entender en la predicación de aquella gente. (1582-1583.)

[Salimos] a diez de noviembre de mil e quinientos e ochenta e dos años, con ciento y quince caballos y mulas, y con alguna gente de nuestro servicio, y cantidad de armas, municiones y bastimentos, fuimos caminando, derechos hacia el Norte, y a dos jornadas de a cinco leguas, hallamos mucha cantidad de indios, de nación conchos, en rancherías, y muchos dellos, nos salieron a recibir en cantidad de más de mil, a los caminos por donde íbamos; estos hallamos que se sustentan de conejos, liebres y venados que cazan y hay en mucha cantidad, y de algunas sementeras de maíz y calabazas y melones de Castilla; y sandías, que son como melones de invierno, que siembran, labran y cultivan; y de pescado y mascale, que son pencas de lechuguilla, que es una planta de media vara de alto con unas pencas verdes; las cepas desta planta cuecen y hacen una conserva a manera de carne de membrillo muy dulce, que llaman mascale; andan desnudos, tienen unos jacales de paja por casas, usan por armas, arcos y flechas; tienen caciques a quien obedecen; no les hallamos que tuviesen ídolos ni que hiciesen sacrificios algunos…

Acabados de salir desta nación, entramos en otra que se llama de los xumarias, que por otro nombre los llamaban los españoles, los patarabueyes, en que parecía había mucha gente y con pueblos formados, grandes, en que vimos cinco pueblos con más de diez mil indios y casas de azutea, bajas, y con buena traza de pueblos; y la gente desta nación está rayada en los rostros; y es gente crecida, tienen maíz y calabazas, y caza de pie y vuelo, y frísoles y pescados de muchas maneras, de dos ríos caudalosos, que es el uno que dicen derechamente del norte y entra en el río de los Conchos, que este será como la mitad de Guadalquibí, y el de Conchos será como Guadalquibí, el cual entra en la mar del Norte; tienen salinas de lagunas de agua salada, que en tiempos del año, se viene a cuajar y a hacer sal como la de la mar…

prosiguiendo el dicho río arriba, en dos días, hallamos diez pueblo poblados, riberas de este dicho río y de una y de otra banda junto a él, demás destos pueblos, que parecían desviados, en que pasando por ellos parecía haber más de doce mil ánimas, hombres y mujeres y niños; pasando por esta provincia, nos salieron a recibir de cada pueblo la gente dél, y nos llevaban a ellos y nos daban cantidad de gallina de la tierra, y maíz y frísol y tortillas y otras maneras de pan que hacen con más curiosidad que la gente mexicana; muelen en piedras muy crecidas y muelen maíz crudo, cinco o seis mujeres juntas en un molino, y desta harina hacen muchas diferencias de pan; tienen casas de dos y tres y cuatro altos y con muchos aposentos en cada casa, y en, muchas casas dellas, tienen sus estufas para tiempo de invierno; y en las plazas de los pueblos, en cada una dellas, tienen dos estufas que son unas casas hechas debajo de la tierra, muy abrigadas y cercadas de poyos, dentro dellas para asentarse; y asimismo tienen a la puerta de cada estufa una escalera para abajar, y gran cantidad de leña de comunidad, para que allí se recojan los forasteros, en esta provincia se visten algunos de los naturales, de mantas de algodón y cueros de las vacas, y de gamuzas aderezadas; y las mantas de algodón las traen puestas al uso mexicano, eceto que debajo de partes vergonzosas traen unos paños de algodón pintados, y algunos dellos traen camisas, y las mujeres traen naguas de algodón y muchas dellas bordadas con hilo de colores, y encima una manta como la traen los indios mexicanos, y atada con un paño de manos como toalla labrada, y se lo atan por la cintura con sus borlas, y las naguas son que sirven de faldas de camisa a raíz de las carnes, y esto cada una lo trae con la más ventaja que puede; y todos, así hombres como mujeres, andan calzados con zapatos y botas, las suelas de cuero de vacas, y lo de encima de cuero de venado aderezado; las mujeres traen el cabello muy peinado y bien puesto y con sus moldes que traen en la cabeza uno de una parte y otro de otra, a donde ponen el cabello con curiosidad sin traer nengún tocado en la cabeza; tienen en cada pueblo sus caciques conforme a la gente que hay en cada pueblo; así hay los caciques, y dichos caciques tienen sus tequitatos que son como alguaciles que ejecutan en el pueblo lo que estos caciques mandan, ni más ni menos que la gente mexicana; y en pidiendo los españoles a los caciques de los pueblos cualquier cosa, llaman ellos a los tequitatos y los tequitatos publican por el pueblo, a voces, lo que piden; y luego acuden con lo que se les manda, con mucha brevedad; tienen todas las pinturas de sus casas y otras cosas que tienen para bailar y danzar, así en la música como en lo demás, muy al natural de los mexicanos; beben pinole tostado, que es maíz tostado y molido y echado en agua, no se sabe que tengan otra bebida ni con que se emborrachen; tienen en cada uno destos pueblos una casa donde llevan de comer al demonio, y tienen ídolos de piedra pequeños donde idolatran; y como los españoles tienen cruces en los caminos, ellos tienen enmedio de un pueblo a otro, en medio del camino, unos cuizillos a manera de humilladeros hecho de piedras donde ponen palos pintados y plumas, diciendo, va allí a reposar el demonio y a hablar con ellos; tienen sementeras de maíz, frísol y calabaza, y piciere, que es una yerba muy sana; y de todo esto hay sementeras de riego y de temporal con muy buenas sacas de agua y que lo labran como los mexicanos; y cada uno en su sementera tiene un portal con cuatro pilares donde le llevan de comer a medio día y para la siesta, porque de ordinario están en sus sementeras desde la mañana hasta la noche a uso de Castilla; en esta provincia alcanzan muchos montes de pilares que dan piñones como los de Castilla, y muchas salinas de una parte y de otra del río, hay más de una legua y más de cada banda de arenales, natural tierra para coger mucho maíz; tienen por armas arcos y flechas, macanas y chimales, que las flechas son de varas tostadas y las puntas dellas de pedernal esquinadas, que con ellas fácilmente pasan una cota; y los chimales; son de cueros de vacas como adargas, y las macanas son un palo de media vara de largo, y al cabo del, muy gordo, con que se defienden en estando dentro de sus casas; no se entendió tuviesen guerra con ninguna provincia…