En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 17 de marzo de 2013

Claudia: etimología e historia de un nombre latino.

            Una amiga de mi hermana tuvo una niña a la que puso por nombre Claudia. El nombre me encantó, no sólo por su sonoridad agradable, también por estar cargado de Historia y porque por su origen latino pertenece por derecho propio a nuestro acervo cultural.

Etimología:
La etimología de “Claudia” deriva del vocablo latino claudus,a,um, que significa “cojo”. También puede relacionarse con el verbo claudo,is,ere,clausi,clausum, con significado de “cerrar”. Me decanto por esta segunda, pues el nombre sabino primigenio era “Clausus”.
Su origen como nombre de pila de la actualidad está en el nomen romano Claudius, Claudia. (El nomen era el segundo del tria nomina de los romanos: Apio Claudio Pulcro, por ejemplo, haciendo referencia a la familia a la que pertenecía la persona; podría ser como nuestro apellido. El primero [Apio en nuestro ejemplo] era el praenomen, equivalente a nuestro nombre de pila; aunque, en realidad, los nombres personales de los romanos eran escasísimos. El tercero, el cognomen [Pulcro], era como un mote, digamos.)

Festividades:
En el santoral cristiano existen dos santas con este nombre:
 * Claudia, mártir: 20 marzo.
 * Claudia, virgen y mártir: 18 mayo.

Frecuencia y distribución del nombre Claudia en España
            En el censo de población de 2010 había en España 59.628 mujeres con el nombre de Claudia, con una edad media de 13,7 años, lo que indica que su popularización como nombre de pila en España es bastante reciente. De ellas, 800 nacieron en la provincia de Córdoba.

Origen e historia de la gens Claudia romana.
               Nuestro nombre actual de Claudia tiene su origen en la gens romana del mismo nombre, una de las más principales y relevantes durante el periodo de la República romana. (La gens era una agrupación suprafamiliar -podría decirse que similar a los clanes escoceses-, de varias familias que portaban el mismo nomen, y estaban bajo la autoridad de una persona. El sistema gentilicio o de gens fue el modo de articulación social de Roma en sus inicios, hasta ir adoptando nuevos modelos de Estado.)
               En puridad, su origen no es latino, sino sabino. La sabina fue una etnia que habitaba al noroeste de Roma, entre los Apeninos y el Tíber. Parece que su lengua pertenecía al grupo osco-sabélico, -aunque pronto influenciada por el latín-, pero desde los mismos orígenes (legendarios o históricos) de la ciudad de Roma hubo una gran imbricación entre latinos y sabinos. Entre esas leyendas es muy conocida la del rapto de las sabinas.


             Roma, según la tradición una ciudad recién fundada compuesta casi exclusivamente por hombres, necesitaba mujeres para sobrevivir como ciudad, y para ello urdieron una trampa: invitaron a sus vecinos sabinos a una fiesta, en el transcurso de la cual raptaron a las mujeres y echaron a los hombres (de lo que se presupone que las sabinas eran muy monas). Los hombres sabinos, mosqueadísimos, volvieron a Roma con las armas en la mano a recuperar a sus mujeres, pero, durante la batalla, éstas, ante la disyuntiva de perder a sus nuevos maridos o sus padres y hermanos, se interpusieron entre los combatientes, logrando la paz entre ellos. Es la escena que reflejó Jacques Louis David (1799) en su conocidísimo cuadro (y que tanta influencia ha tenido en la estética de la película 300, por ejemplo, donde los -presuntos- hoplitas espartanos son clónicos de los -presuntísimos- soldados romanos). En la tradición recogida por Tito Livio en tiempos del emperador Augusto, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, tenía orígenes sabinos.
               Según los especialistas, estas leyendas y tradiciones que se mantuvieron reflejaban una realidad histórica real, la de unas relaciones muy fluidas entre latinos y sabinos, aunque parece lo más probable que fuera un proceso lento y que tuviera especial importancia tras la caída de la monarquía romana (finales del siglo VI a.C.). Es en este momento, en el año 504 a. C., cuando Tito Livio (Ad urbe condita, II, 16:5.) escribe que un importante personaje sabino, Attus Clausus, se asentó en Roma con toda su clientela, es decir, con toda su gens, cinco mil personas en conjunto.
               Latinizó su nombre a Appius Claudius y se integró por completo en la sociedad romana. A partir de entonces, y durante cinco siglos, la familia, la gens, Claudia fue una de las más importantes de la ciudad que entonces crecía, pero que acabó convirtiéndose en la potencia hegemónica que acabó unificando política, social y culturalmente a todo el mundo mediterráneo. Son muchos los personajes llamados Apio Claudio en la historia de Roma, siendo quizá el más importante Apio Claudio el Censor (340-273 a. C.), uno de los mejores estadistas de la República romana y con más visión de futuro.

               El cuarto emperador romano, comúnmente conocido como Claudio (10 a.C. – 54 d.C.) y en puridad llamado Tiberio Claudio César Augusto Germánico, debía su nomen a que su abuela Livia antes de casarse con el emperador Octavio Augusto lo hizo con Tiberio Claudio Nerón, y su padre, Druso, era hijo de Livia y Claudio Nerón. A pesar del mal trato con que se le ha considerado historiográfica y popularmente, Claudio, emperador por rebote, se mostró como un muy eficaz gobernante: se encontró un estado en bancarrota tras el paso del crápula de su sobrino Calígula y lo dejó con las arcas llenas. Reformó la administración para hacerla más eficaz, consolidó y amplió el dominio de Roma: por ejemplo, conquistó Britania, empresa que no pudo culminar Julio César. Un buen emperador.
               En resumen, Claudia es un precioso nombre latino repleto de historia.