En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 28 de marzo de 2013

EL TESORILLO DE LOS ALMADENES DE ALCARACEJOS


Usualmente, figuró en libros y artículos como “Tesorillo de los Almadenes de Pozoblanco”, pero no existe duda alguna de que apareció en término de Alcaracejos.

             En 1925 Manuel Fernández, de Villaralto (Córdoba), se encontraba arando sus tierras del Cerro del Peñón, que corona el Barranco de los Arrabaleros -en el término de Alcaracejos-, a menos de medio kilómetro al oeste del arroyo García del Coso y apenas un kilómetro al sur de las minas de Chaparro Barrenado o de Los Almadenes. La reja del arado dejó medio al descubierto un recipiente metálico, pero Manuel, creyendo que se trataba de de esos tantos calderos de hierro que los mineros tiraban al convertirse en inservibles, no le prestó más atención.
Al año siguiente se encontraban en el mismo lugar sus hermanas Otilia y Catalina apacentando el ganado, y quizá para entretenerse decidieron acabar de desenterrar la olla con la ayuda de sus cayados. Su sorpresa fue grande cuando descubrieron en el interior del recipiente (que resultó ser una vasija de cobre) un gran número de monedas y otros objetos de plata. Salía así a la luz, más de dos milenios después de ser ocultado, uno de los atesoramientos romano-republicanos de la Bética más interesante, tanto por el número como por la calidad de sus piezas: el tesorillo de los Almadenes de Alcaracejos.
            El conjunto fue adquirido por el don Moisés Moreno Castro, farmacéutico de la localidad de Pozoblanco, entregándolo en el Museo Arqueológico de Córdoba en 1928 por mediación de don Antonio Carbonell, ingeniero de minas de profesión, pero también uno de los pioneros en el estudio de la Prehistoria y Antigüedad del norte de Córdoba. Cuando D. Samuel de los Santos dio a conocer el atesoramiento ese mismo año creyó que procedía del lugar de origen del donante, dando lugar al nombre inapropiado con el que fue conocido desde entonces.
            La zona de contacto entre el batolito granítico de los Pedroches cordobeses y los estratos sedimentarios que lo flanquean a norte y sur es especialmente pródiga en minas. La más cercana al lugar del hallazgo, Chaparro Barrenado o Los Almadenes, cuenta con cuatro filones BPGC (barita, pirita, galena y calcopirita) de galena argentífera y pirita, muy ricos en cobre y plata, con una riqueza del 63% de plomo y 9,240 kg de plata por tonelada de plomo, y contenidos extremos de 200 kg de plata por tonelada de plomo (García Romero, 2002, 132). Fue explotada a comienzos del pasado siglo para la obtención de galena, y de la importancia de las labores mineras da cuenta el que se instalase allí mismo una escuela, aunque también fue conocida y trabajada por los mineros romanos.
El hábitat romano se encuentra al NW de las rafas y en él se han encontrados cerámica tales como tégulas, ánforas Dressel 1A y 2 o fragmentos de terra sigillata itálica, sudgálica o hispánica de Andújar. Las labores romanas constan de rafas y pozos que llegaron hasta los 230 metros; los pozos se reaprovecharon en época contemporánea (García Romero, 2002, 133-134). Comentaba don Antonio Carbonell, un especialista en la materia, que uno de los mejores métodos para poder calibrar a priori la rentabilidad de una nueva explotación minera en los Pedroches era observar la magnitud de las labores de los mineros de la Antigüedad.
No deja de resultar curioso que quienes han tratado sobre este atesoramiento (Chaves Tristán, 1996; Vaquerizo Gil, 1999) sigan el comentario que le remitió en 1928 el farmacéutico don Moisés Moreno Castro a don Samuel de los Santos de que “el vestigio más importante de restos de viviendas romanas o prerromanas que se conoce es el cerro situado junto a la Virgen de las Cruces…” (de los Santos, 1928, pág. 30), y colocan este “cerro junto a la Virgen de las Cruces” como un sitio próximo al lugar de aparición del atesoramiento. No es así, en absoluto están próximos pues ese lugar, también conocido como “Majadalaiglesia”, está en el término de El Guijo, a 29 km al NE de Los Almadenes, y es presumiblemente el lugar donde se asentó la ciudad romana de Solia.
            El atesoramiento está compuesto por monedas y distintos objetos de plata.

Monedas.
            Don Samuel de los Santos comentaba en 1928 que habían aparecido unas 200 monedas, pero sólo se conservan 106 en el Museo Arqueológico de Córdoba. En 1976 se publicaban otras trece monedas procedentes del tesorillo de los Almadenes, en una colección particular. Con estas fuentes y las citas de don Samuel, Francisca Chaves Tristán (1993) ha podido clasificar 129, todos denarios oficiales romanos excepto un dracma de Arse y siete denarios ibéricos acuñados en Iltirta, Bolskan (2), Ikalesten (3) y Arsaos. El estado de conservación de las piezas es deficiente, tanto por haber pasado un año a la intemperie desde que el caldero de cobre con el conjunto afloró a la luz como por no haber tenido muchas de ellas una limpieza adecuada.
            El denario más antiguo está acuñado entre los años 169 a 158 a. C., mientras que el más reciente lo es en 108 ó 107 a. C., es decir, en el periodo convulso para la República romana que transcurre entre la muerte de los Gracos y la dictadura de Sila. También en la época de esta última acuñación es cuando cimbrios y teutones realizan unas incursiones al interior del territorio romano, siendo derrotados los cimbrios por los celtíberos al intentar penetrar en la Península Ibérica, y derrotados definitivamente por Mario en Varcellae en el año 101 a. C. Igualmente, es un periodo de crisis para las oligarquías indígenas locales, quizá el aspecto más determinante para comprender el motivo de su ocultación.

Elementos de adorno personal y vajillas.
            El tesorillo de Los Almadenes de Alcaracejos es, con diferencia, el más importante de los hallados en el sur de Hispania en cuanto al número de joyas (treinta y dos) y vajillas (ocho) que acompañan a la tesaurización.

Torques. Se conservan tres, y fragmentos de otros cuatro, formados por varios hilos van sogueados entre sí, fundiéndose en los extremos que rematan en forma de ojal.
El collar rígido que denominamos torques gozó de gran estima entre la población ibérica. Su técnica de elaboración está en relación especialmente con la joyería hallstática de la Téne característica de la Edad del Hierro peninsular y de fuerte raíz centroeuropea, pero el tipo más abundante en la Península es poco usado en los torques de tipo céltico, siendo desconocido en el centro de Europa el remate en ojal. Así pues, el torques ibérico es de factura local, y en su desarrollo tuvieron influencias tanto tipos greco-romanos como la tradición del Bronce Final y Orientalizante de la Península Ibérica (de la Bandera, 1996).

Imagen 1: Torques sogueado.

Brazaletes. Hay dos íntegros y fragmentos de otros dos. Los brazaletes o pulseras son el objeto de adorno más común en las tesaurizaciones junto a los torques. Responden a prototipos orientales en aspectos técnicos, formales o estilísticos, aunque en muchos casos estas relaciones son de hecho demasiado parciales. Como afirma María Luisa de la Bandera, “todos los brazaletes son fruto de una producción local que alcanza un estilo ibérico muy marcado, distinguiéndose claramente de piezas similares del Mediterráneo, o Centroeuropa, por series de elementos característicos”, viéndose la pervivencia de tradiciones greco-orientalizantes e influencias de Hallstatt y La Tène (de la Bandera, 1996, pág. 656).

Imagen 2: Brazalete rematado en forma de cabeza de serpiente.

Fíbulas. Es el tercer objeto más común en los atesoramientos que contienen joyas, aunque en número menor a los dos anteriores (de hecho, sólo se conocen completos diez ejemplares de las tesaurizaciones del periodo que se estudia en el territorio de la Bética). Las fíbulas eran como una especie de grandes imperdibles, empleadas para sujetar las distintas piezas del vestido, pues hay no existían los botones.
            En el tesorillo de los Almadenes de Alcaracejos que tratamos hay siete fíbulas íntegras, y fragmentos de otras dos. Hay dos del tipo III, variantes de La Tène I; del tipo IV con escenas zoomorfas y siguiendo el esquema de La Tène Medio; y del tipo V, más esquematizadas que el anterior.
            Aunque su esquema sea típicamente centroeuropeo, son de factura local: “técnica y tipológicamente, pues, son fíbulas de esquemas célticos, pero escasean los paralelos y relaciones vinculantes a esa cultura, ya que son inexistentes fuera de la Península, e incluso en parte de ella” (de la Bandera, op. cit., pág. 657)

Imagen 3: Fíbulas de estilo La Tène.



Anillos. Son escasos en los atesoramientos de los siglos II y I a. C. Sólo se conocen en este de Los Almadenes (tres ejemplares) y otro encontrado en un atesoramiento de Azuel (uno). Los de Los Almadenes son del tipo I (un simple aro) y del tipo II B (espiral con representación de serpiente), modelo conocido en todo el Mediterráneo desde la Edad del Bronce hasta época romana.

Colgantes o collares. Sólo están representados en los atesoramientos de la Bética en nueve plaquitas circulares que aparecen este tesorillo de Los Almadenes. Son discos recortados y troquelados a punzón y decorados a buril o cincel. Son verdaderamente raros: “No se conocen otros ejemplares ni en la región ni en la Península, ni fuera de ella, que puedan guardar unas relaciones culturales claras” (Bandera, 1996, 659). Los tres motivos que aparecen en ellos (Jano bifronte, toro y ave) los vinculan a la fase Plena y Final de la cultura ibérica.

Vajilla. También son abundantes en este conjunto, pues hay íntegros siete cuencos y vasos, y fragmentos de otros seis. Por la analogía que presenta con vasos representados en el Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete), se considera que algunos de estos cuencos, más que un uso de vajilla doméstica de lujo, pudieran tener un carácter sacro.

Imagen 4: Vajillas y otros objetos del tesorillo de Los Almadenes.

Cronología y consideraciones finales:
            Para este conjunto que tiene monedas, la cronología viene dada por ellas, marcando una fecha a partir de la cual se produjo el ocultamiento, pero es más difícil establecer para las joyas y vajillas de lujo. En el caso concreto de uno de estos tipos, “según el método comparativo y estilístico, todas las fíbulas de las tesaurizaciones andaluzas quedarían encuadradas en un periodo desde el siglo IV al II a. C. aunque es probable que el momento de desarrollo fuera los siglos III-II a. C.” (Bandera, 1996, 680). La fecha en que se ocultó sería a finales del siglo II a. C. F. Chaves Tristán, que ha estudiado todos los atesoramientos de esta época aparecidos en la Bética, considera que el motivo de las ocultaciones estuvo relacionado con el declive de las oligarquías indígenas, que a finales del siglo II a. C. habían perdido su papel de intermediarios con los conquistadores romanos, y que además tenían una competencia en esta función con la de emigrantes itálicos. En esta pugna se produjo algún suceso que impidió que la persona o personas que lo habían enterrado volvieran a por él.
            El que las fíbulas sean de esquema de La Tène ha sido causa de consideraciones étnicas, sobre la presencia de célticos en las tierras del norte de Córdoba a comienzos de la romanización, pues La Tène (con centro en los Alpes) es considerada el paradigma de la cultura celta. Pero, aunque su esquema sea el mismo que el de las más típicas fíbulas celtas de Centroeuropa, es una forma regional de la Península, en exclusiva. Poniendo un ejemplo actual, el que alguien conduzca en España un Toyota no quiere decir que sea japonés, mas es lógico que alguna relación hay. Y es bien cierto que esta zona más septentrional de la actual Andalucía, conocida como Baeturia en la Antigüedad, tiene en el registro arqueológico otros elementos que la vinculan más con la Hispania indoeuropea que con la ibérica típica del Sur y Levante peninsular; a la par que hay significativas ausencias, por ejemplo no se conoce en el norte de Córdoba ni la característica cerámica de bandas ibérica, ni esculturas zoomorfas ni necrópolis de tipo ibérico. (Esto es algo que se observa en la actualidad, la comarca andaluza de Los Pedroches tiene mucha más afinidad cultural -habla, arquitectura tradicional, folclore…- con la Meseta que con el Valle del Guadalquivir.)
            Sí parece claro que el atesoramiento se produjo en un área minera. Don Samuel de los Santos consideró que el tesoro perteneció a un taller de orfebrería, destinado para fabricar objetos más modernos, pero es una hipótesis tan buena como otra cualquiera. María Luisa de la Bandera analiza la totalidad de atesoramientos con objetos de lujo aparecidos en la Bética, y encuentra diferencias entre aquellos que pueden pertenecer a una persona de otros como este de Los Almadenes que tienen una cantidad de joyas que sobrepasa el límite personal, por lo que considera que “bien pudiera tratarse de una vajilla y objetos distintivos perteneciente a un grupo, casta o comunidad de carácter público, civil o sacro, mientras que los fragmentos de objeto y los trozos de metal fundido de plata pudieran corresponder al pago de servicios religiosos (¿ceremonias o rituales?), o a transacciones comerciales realizadas por esa comunidad con una parte de la población que careciera de otro tipo de dinero (moneda)” (Bandera, 1996, 687).

Crédito de las imágenes:
1, 2 y 3: de la Bandera, 1996.
4: Vaquerizo, 1999.