En el dolmen de Las Agulillas

miércoles, 20 de marzo de 2013

Patena litúrgica del siglo VII procedente de Majadaiglesia.


Divulgamos en este blog una interesante pieza de Majadaiglesia (El Guijo, Córdoba), considerada desaparecida por quienes han tratado este yacimiento (a excepción de los investigadores del Instituto Arqueológico Alemán). En este lugar, y a falta de confirmación epigráfica, los estudiosos sitúan la población romana de Solia.


Hace ya un siglo que el epigrafista jesuita P. Fidel Fita (1913, 221) daba a conocer lo que definió como una “pátera de barro saguntino”, descubierta en una sepultura de El Guijo. Lo hizo a partir de una fotografía que le envió su corresponsal en la zona, el erudito natural de Belalcázar D. Ángel Delgado. Damos por supuesto, al igual que quienes han citado a este objeto, que procedía concretamente del yacimiento de Majadaiglesia, unos 5,5 km al NE de El Guijo (el lugar también es conocido como santuario de la Virgen de las Cruces, aunque en puridad eso es la ermita, el nombre del pago en general es el de Majadaiglesia, Majada Iglesia o Majadalaiglesia).

Imagen 1: Fotografía de la patena de Majadaiglesia en la publicación del P. Fita (1912, 221).


Pasado el tiempo, y sin más referencias sobre ella, se dio como desaparecida, y así consta en el Catálogo artístico y monumental de la provincia de Córdoba (AA. VV., 1986, Vol. 4, 160) o en la sección de arqueología de El Guijo en Los pueblos de Córdoba (AA. VV., 1993, Vol. 3, 750).
En realidad, y como el Niño Jesús, la pieza no estaba desaparecida, aunque no se encontrase en el templo (algo que no hubiera sido impropio en un objeto litúrgico), sino en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, siendo publicada, descrita y fotografiada, por D. Pedro de Palol a mediados del siglo XX (Palol, 1950, 86-87, y lámina XLVI).
El P. Fita la describió erróneamente como de terra sigillata y atribuyéndola una inscripción en griego, como consecuencia de que no pudo verla personalmente. D. Pedro de Palol, que la tuvo delante, nos aclara que es una patena de bronce, que define del siguiente modo:
4.- Patena muy afín a la anterior, pero conserva el mango largo, que han perdido las dos piezas citadas [anteriormente]. Tiene pie cilíndrico, en forma de anillo soldado a la parte inferior del plato, como es característico de todas las patenas hispánicas de ese momento. Está decorada con un motivo central muy parecido a la patena anterior: un botón con agujero pequeño en el centro sin flor, con decoración de radios arqueados; y una zona circular alrededor del mismo, limitada por un cordón de puntos incisos, franja que tiene casetones separados por doble línea incisa paralela y una estilización geométrica o floral en cada uno de ellos, lo cual hemos visto también en los vasos citados de León y del Museo Británico. El borde del plato presenta decoración muy clásica de ovas, pero solamente señaladas por líneas incisas, a la vez que la parte interna del mismo limita con un cordón de fino sogueado. Tiene asa de sección semicircular hueca terminada en una especie de estilización animal y está sujeta al plato mediante un ensanchamiento en forma de tres hojas estilizadas. Por el reverso lleva inscrita la palabra VITA (Lám. XLVI).
Mide 20.3 cm. diámetro borde; 33 cm. longitud total con el mango; 4,2 cm. altura y 9,4 cm. diámetro base.
Procede de Guijo de los Pedroches, Belalcázar, Córdoba.
Instituto Valencia de D. Juan. Madrid”.

Imagen 2: fotografía de la patena en el estudio de D. Pedro de Palol (1950, lámina XLVI).


            Quizá contribuyera a que la pieza estuviera tanto tiempo oculta para los investigadores cordobeses el hecho de que D. Pedro de Palol la atribuyera a Belalcázar, confundiendo el origen de su descubridor, D. Ángel Delgado, y el lugar donde apareció la patena. Como procedente de Belalcázar consta en la lámina XLVI. El profesor Palol es uno de los grandes investigadores del complejo periodo de la Antigüedad Tardía, y un auténtico maestro de maestros. El que fuera él quien estudiara la patena es como garantía de trabajo bien hecho.
            Este tipo de platos con pie y mango fueron empleados en la liturgia cristiana. A partir de modelos mediterráneos los talleres de la península pronto comenzaron a fabricarlas, según concluía el profesor de Palol tras estudiar sus formas y paralelos estilísticos. Su cronología se sitúa en la segunda mitad del siglo VII, pues han aparecido con objetos típicos de ese tiempo como son las placas de cinturón liriformes (sobre estas hebillas de cinturón hay intención de volver sobre ellas en otras entradas del blog, pues en nuestra tierra del NE de Córdoba han aparecido en una notable cantidad).
            Sobre el origen de estos platos eucarísticos tampoco el profesor de Palol tiene duda ninguna: no derivan de los productos de la toréutica tardorromana oriental, finos y delicados, sino que “existe una extraña afinidad de las paternas litúrgicas hispanovisigodas con los platos de sacrificio romanos de bronce, extendidos por todo el orbe romano y tan abundantes en España” (Palol, 1950, 164). Esta característica las hace diferentes de otras formas de patenas contemporáneas de otros lugares del mundo cristiano.
            El uso que tenía ha suscitado diversas opiniones entre los estudiosos, considerándolos que serían empleados bien en el bautismo, bien en la eucaristía. En alguna patena aparece un nombre, como Ellani aguamanus, aguamanil de Elanio, o en un jarro Giveldi diaconi, del diácono Gibeldo, lo que recuerda al profesor de Palol el canon 28 del Cuarto Concilio de Toledo, donde es estipulaba que se entregase al subdiácono en su ordenación el lavabo, la patena, y el cáliz y el libro de las Epístolas de San Pablo (Palol, 1950, 26). Hoy en día, durante la ordenación sacerdotal el obispo hace una entrega simbólica al nuevo sacerdote del cáliz para celebrar la misa, pero entonces parece que no era sólo algo simbólico, sino que el diácono Gibeldo recibió al ser consagrado diácono un jarro. Esto no excluye que esos jarros y patenas fueran posteriormente empleados durante la liturgia cristiana en bautismos o eucaristías.
Me resulta muy significativo que se encontrara en el interior de una tumba, siendo un precioso objeto litúrgico, y no demasiado frecuente según los que nos han llegado hasta el presente. Pero si la patena se le entregó a un diácono durante su consagración como tal, quiere decirse que la patena habría acompañado al religioso durante toda su vida, siendo un objeto plenamente personal. Al morir su poseedor, la patena también habría “muerto” simbólicamente, depositándose en la sepultura. Sería algo similar a las armas encontradas en tumbas de guerreros de diversas culturas, como las falcatas dobladas en tumbas ibéricas. No estaban destruidas, porque cualquier herrero podría haberles dado de nuevo su forma en la forja, sino que lo que importaba es que el objeto que había estado junto a esa persona toda su vida, que identificaba y caracterizaba su estatus (sea patena o sea espada), lo seguía al otro mundo.
Si en Majadaiglesia estuvo la ciudad romana de Solia, esta patena atestigua la presencia de una basílica cristiana en el siglo VII, que se habría mantenido desde que el presbítero Eumancio de Solia asistió al Concilio de Iliberris a comienzos del siglo IV. El baptisterio tetralobulado también formaría parte de esa antigua basílica, pues el baptisterio estaba asociado a una iglesia. Con las reformas litúrgicas de hacia el año 600 los baptisterios son añadidos laterales en las iglesias de ábsides contrapuestos y adosados a sus testeros occidentales en las iglesias con coro occidental. En la basílica de El Germo (Espiel, Córdoba), de comienzos del siglo VII, el baptisterio (en este caso oval) estaba en un recinto anexo al de la basílica.