En el dolmen de Las Agulillas

martes, 16 de abril de 2013

Ordenación territorial del norte de la provincia de Córdoba durante el imperio romano: LAS CIUDADES.


     “Intentar reconstruir este mosaico [el conjunto de los millares de ciudades que conformaban el imperio romano] es tarea difícil, y más aún demarcar los límites entre estas ciudades, ya que son demasiados los factores de tipo natural… y de tipos humano e histórico... que han influido en, y contribuido a, la formación de estas entidades y a su ordenación espacial. No es sino utilizando todas las fuentes e indicios disponibles que, a veces, logramos ganar una idea más acertada de la situación existente en una región en una determina época histórica” (Stylow, 1985, 657). Por lo menos, vamos a intentarlo.
     Para el caso concreto del cuadrante NE de la provincia de Córdoba, el primer paso sería establecer qué ciudades o municipios romanos tenían aquí su territorio, o parte de él, para posteriormente intentar establecer las delimitaciones entre los mismos.
     En el tiempo de la conquista romana la actual comarca de los Pedroches estaría integrada en una región denominada Beturia por Plinio y Estrabón. El pasaje de Plinio (NH, III, 13-14) es el que más datos nos ofrece de ella, de la que nos dice estuvo poblada por dos etnias, los celtas y los túrdulos. Por las ciudades del texto de Plinio se desprende que los Pedroches estarían en la más oriental, en la Baeturia turdulorum (algunos, basándose en “evidencias” arqueológicas la sitúan el la Beturia céltica, cuestión sobre la que hay que volver). Los límites de las Beturia de los túrdulos, en opinión de Stylow, serían Sierra Morena al sur; Sierra Madrona y Sierra de Almadén al este; el río Guadiana al norte y una línea aproximada entre Magacela y Llerena al oeste. Comprendería las actuales comarcas de Los Pedroches en Córdoba; Valle de Alcudia en Ciudad Real; Campo de Azuaga, de la Serena y de la Siberia Extremeña en Badajoz (Stylow, 1991: 17-18).
     De los oppida non ignobilia que cita Plinio en la Beturia túrdula, sólo Mellaria se encuentra en la actual provincia de Córdoba (Mellaria se sitúa en Cerro de Masatrigo, Fuenteobejuna, Córdoba). Arsa estaría en la zona de Azuaga (Badajoz); Migrobiga, cerca de Capilla (Badajoz); Regina, en Casas de la Reina (Badajoz); y Sisapo, ciudad a la que tradicionalmente se había ubicado en Almadén (Ciudad Real), la documentación epigráfica la sitúa más al este, en La Bienvenida -Almodóvar del Campo, Ciudad Real- (Fernández, Caballero y Morano, 1982-1983). Sosintigi presenta muchos más problemas para poderla localizar, pues Plinio la sitúa claramente en el conventus Cordubensis, al norte del Guadalquivir y en la Beturia túrdula, pero los documentos epigráficos relativos a ella la sitúan al sur de la Beturia: “Sosintigi incluso hay que buscarlo al sur del Guadalquivir, en o cerca de Alcaudete, Jaén” (Stylow, 1985: 658-659). “Incluso cabe pensar que Plinio confundió las localizaciones de Sosontigi/Sosintigi y Baedro/Baebro” (Stylow, 1985: 658, nota 6), pues es también es confusa la mención que hace Plinio (NH, III, 10) sobre la ciudad de Baebro, que sitúa al sur del Guadalquivir. Pero la publicación (Ocaña, 1962: 132) de una inscripción encontrada en El Viso (NW de Córdoba), por la cual el ordo Baedronensis decretaba los habituales honores tras la muerte de dos ciudadanos, hizo que la práctica totalidad de estudiosos (Tovar, 1962; Stylow, 1985, 1987, 1991; Iglesias, 1996) situasen el territorio de Baedro en el NW de la actual provincia cordobesa (hacia El Viso – Hinojosa del Duque – Belalcázar, esto es, al NE de Mellaria y al W de Solia), aunque no existe consenso sobre la ubicación concreta de su pomerio (Iglesias, 1996). Las menciones expresas a la tribu Quirina hacen que se considere que Baedro es un municipio flavio (Stylow, 1987).
     Resumiendo, las dos ciudades romanas que citan, con mayor o menor precisión, las fuentes literarias y que confirma la epigrafía (Mellaria y Baedro) hay que situarlas al norte de la provincia de Córdoba. Ante esta escasez de datos hay que acudir, como indica Stylow, a todo tipo de fuentes e indicios que puedan dar información sobre la ordenación territorial en el cuadrante nororiental de Córdoba. De aquí se desprende la importancia que, en este sentido, tiene el trifinio de Villanueva de Córdoba.
     El territorio objeto de estudio, el NE cordobés, estaría ocupado, o al menos una parte de él, durante el periodo romano-imperial por el ager de las tres ciudades citadas en el trifinio de Villanueva de Córdoba: Sacili, Epora y Solia. También debe considerarse el amplio territorio de Corduba, que se adentraba hacia el norte (Cortijo, 1993: 216 y mapa en 217).

Sacili: (Martialis para unos, Martialium para otros, entre ellos Plinio) suele situarse junto al Guadalquivir, en el Cortijo de Alcurrucén (Pedro Abad, Córdoba), lugar de un asentamiento desde la primera mitad del I milenio a.C. Ya en periodo romano, es nombrada por Plinio (NH III, 10); por la epigrafía (CIL, II, 218) se conoce el nombre de dos duunviros, de la tribu Galeria, y una flamínica, a quienes la curia local honró con los honores de laudación fúnebre, pago de los costos, lugar de sepultura y estatua. Esto indica que obtuvo el rango de municipio, probablemente de derecho latino, en periodo de César (Cortijo, 1993: 189).

Epora: Tampoco hay discrepancias entre los estudios para ubicar a Epora en la actual Montoro (Córdoba), asimismo junto al Guadalquivir, aguas arriba de Sacili y a unos diez kilómetros de ésta. La arqueología ha revelado una ocupación ininterrumpida en este lugar desde la Edad del Bronce, y su mismo nombre es de origen prerromano.
     El origen del topónimo ha generado diversas opiniones, sobre “si es indígena ibero-turdetano o tiene otra procedencia. A. Tovar sugiera que el nombre puede ser céltico. Por su parte, J. M. Blázquez señala un origen indoeuropeo para los topónimos en –‘Hipo’–” (Rodríguez, 1990: 217). A nuestro entender, existen numerosos paralelismos en Hispania, la Galia o Britania que indican que el topónimo Epora tiene un origen lingüístico indoeuropeo. El nombre de Epora muestra un ensordecimiento de la labial respecto a la posible forma original Ebora por influencia autóctona ibérica, apareciendo como Ipora en la leyenda del dupondio acuñado en esta ceca hacia el 50 a. C. (Álvarez, 1992: 197). Este topónimo pertenece a una familia indoeuropea con base en el celta –aunque también se han visto reminiscencias ilirias–; proviene del radical *eburo- “árbol del tejo”, “ciprés”, derivado a su vez de la raíz indoeuropea *ereb(h)- con significado de “tonalidad rojiza o marrón” (Pokorny, 1959: 334). Es un radical muy extendido por la Galia, Germania, Britania e Hispania: en la Bética, además de Epora Foederatorum, se encontraban Ebora (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz) y Ebura Cerialis (Alcalá la Real, Jaén); en la Lusitania, Ebora (Evora, Portugal) y Eburobrittium (Evora de Alcovaça, Portugal); la Ebora citada por Mela (3, 1) en la región galaica, junto al Tambre; en territorio de los celtíberos existía otra Ebora no lejana de Caesaraugusta; a los carpetanos pertenecía Aebura, Yebra, Guadalajara (Díez Asensio, 1994: 82). En los Comentarios a las Guerras de las Galias de César encontramos igualmente etnónimos relacionados con este elemento, como el pueblo de los eburones, quienes destruyeron la guarnición romana de Aduatuca, y los eburóvices; y antropónimos como el eduo Eporedórix y el jefe helvio Caburo (BG, II, 3, 10. BG, III, 17, 3. BG, V, 24, 4. BG, V, 25-37. BG, III, 17, 3. BG, VII, 37, 2. BG, VII, 65, 2). En Gran Bretaña estuvo Eburacum, la actual ciudad de York. Dado el característico color rojizo de la arenisca del Triásico tan peculiar de Montoro, conocida popularmente como “piedra molinaza”, es probable que su nombre derivase de ella y que Epora viniera a significar “Ciudad Roja” en una lengua del tronco indoeuropeo.
     Plinio (NH III, 10) la califica de federada, estatus que podría ser consecuente con la actitud favorable de la ciudad a la causa romana durante la Segunda Guerra Púnica (Rodríguez, 1990: 218). Plinio escribió su Historia Natural en los años setenta del siglo I d.C., pero recurriría a documentación más antigua, en concreto a una formula provinciarum incluida en los comentarios geográficos elaborados por Agripa, y publicados por Augusto tras en muerte en el 12 d.C. Poco después, también durante el reinado de Augusto, cambió su categoría político-administrativa pasando a ser municipio, probablemente, de derecho latino (Rodríguez, 1990: 226-234).

Solia: Ciudad que no es nombrada en las fuentes literarias de la Antigüedad, se tuvo conocimiento de ella a partir del siglo XVI gracias al trifinio de Villanueva de Córdoba. Otra inscripción (CIL II2/7,770) descubierta en 1982 en la ermita de Santa Eufemia (unos cinco kilómetros al este de la localidad homónima junto al río Guadalmez, frontera septentrional de Andalucía) confirma su existencia. Se trata de la inscripción funeraria de Sempronia Viniopis, en la que se expresa su origo como soliensis, con lo que se conoció el nombre de la primera ciudadana de Solia. Se data entre la segunda mitad del siglo I d.C. y la segunda del II d.C. Para Stylow se trata de una mujer libre que parece ciudadana romana de primera o segunda generación (Stylow, 1986: 250).
A pesar de que para Solia no contamos, como en el caso de Baedro, con menciones al ordo o tribu (por lo que ignoramos su estatus), Stylow considera que la ciudad de Solia fue probablemente también municipio (Stylow, 1985: 662), posiblemente consecuente a la reforma flavia, como Baedro o Mellaria. En el Concilio de Iliberris, celebrado a comienzos del siglo IV, firma las actas el presbítero de Solia, Eumancius, “lo que parece indicar que la ciudad alcanzó el rango de municipio” (Stylow, 1991: 18). Como se ha dicho ya en este blog, los estudiosos de la materia la sitúan en Majadaiglesia, El Guijo. La tercera parte de las inscripciones romanas de los Pedroches proceden de ahí, aunque falta por salir una que afirmara rotundamente que fue en ese lugar donde tuvieron su residencia los solienses.