En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 26 de septiembre de 2013

¿Celtíberos en Majadaiglesia? (I) Uy, qué raro

Las lenguas indoeuropas


       Al contrario que las etapas Calcolítica, de la Antigüedad Tardía y del periodo visidogodo, de la Protohistoria de los Pedroches se conocen muy pocos documentos arqueológicos. Con el término Protohistoria se hace referencia a aquellas comunidades ágrafas que estuvieron en contacto con pueblos que ya conocían la escritura. No es exactamente igual que la Protohistoire de los franceses o la Frühgeschichte de los alemanes, que se equiparan a la Edad de los Metales. En España se emplea para el Bronce Final y la Edad del Hierro.

       Después de ver repetida tres veces la misma referencia sobre la presencia de célticos (o celtíberos) por el norte de Córdoba, en Majadaiglesia, pensé en escribir algo sobre la cuestión, pero me he dado cuenta de que el asunto requiere una faena larga, tanto por las connotaciones que se pudiera pensar que se traen (en nuestro caso, sólo son históricas) como por la confusión terminológica. Antes de entrar en la materia habría que definir antes qué es lo celta o lo céltico, pues ambos términos suelen confundirse como si definiesen a lo mismo. Y, para abundar más en el embrollo, también se emplea el vocablo "indoeuropeo" como sinónimo de "celta", cuando no lo es. Así que hay que obrar al contrario, primero, las lenguas indoeuropeas, pues la palabra "indoeuropeo" fue en principio de orden lingüístico y hacía referencia a un conjunto de lenguas con unas características comunes; después, los pueblos "indoeuropeos" que usaron esas lenguas ("indoeuropizados", como los llama con acierto el profesor Roldán Hervás); luego, los celtas, una gente que habló una lengua indoeuropea; y, por último, los (presuntos) célticos de los Pedroches.

        Vayamos al comienzo. En 1786 estaba destinado en Calcula un juez inglés, sir Willian Jones, persona con una gran erudición y orientalista por afición. Ese año dio a conocer en una conferencia algo que ya habían aventurado antes otros estudiosos, pero que él demostró fehacientemente: la lengua sánscrita (en la que estaban escritos los textos de los hindúes) y el griego y latín clásicos tenían una "afinidad tan fuerte que la que se hubiera podido quizá producir por mero accidente. Tan fuerte que ningún filólogo podría analizar las tres lenguas sin llegar a la convicción de que proceden de una misma fuente, que quizá ya no exista" (Renfrew, 1990, 17). Junto a estas tres lenguas podían unirse otras con características similares como las germánicas o el persa. En 1813 el erudito inglés Thomas Young empleó el término de "indoeuropeo" para referirse a este grupo de lenguas emparentadas (los alemanes prefirieron "indogermánico" para expresar lo mismo).
         Si se compara el presente de indicativo del verbo to bear (llevar en inglés) en distintas lenguas indoeuropeas se comprueba claramente que es similar la forma de conjugar el verbo, y que existe también un gran parecido en la forma misma de la palabra:
(Fuente: Renfrew, 1990, 18.)
       
       También podemos cotejar determinados vocablos en distintos idiomas, en concreto aquellas palabras que "mejor se conservan en el transcurso del tiempo, como los números uno, dos y tres, los términos que designan las partes del cuerpo... Muchas de estas palabras son las primeras que aprende un niño, lo que contribuye a hacer que estén menos sujetas a variaciones" (Cavalli-Sforza, 1999, 188). En el siguiente cuadro se recogen los algunas de estas palabras en dieciocho lenguas indoeuropeas [azul]; tres europeas de la familia urálica [verde]; y en vasco [negro], idioma que no se ha adscrito a ninguna familia conocida, pero parece que emparentado con las lenguas habladas en el Cáucaso. De las lenguas indoeuropeas dos son de la familia celta (irlandés y galés); cuatro germánicas (danés, sueco, inglés y alemán); cuatro romances (italiano, francés, rumano y español en el primer renglón); tres eslavas (polaco, ruso y búlgaro); dos europeas aisladas de las demás (albanés y griego; véase la última tabla de esta entrada, tipo cladograma lingüístico); las dos lenguas tocarias que se hablaron en lo que es hoy el oeste de China, y el sánscrito en la India.
      (Fuente: Renfrew, 1960: 62; Cavalli-Sforza, 1999, 188; Mallory, 2002, 141)

       En el cuadro de arriba se aprecia la falta de parecido del vasco con el resto de lenguas. Las tres lenguas urálicas se parecen bastante entre sí (el húngaro, algo menos), pero en estos ejemplos casi nada a las indoeuropeas, que muestran una gran afinidad entre sí. 
       Los primeros estudios sobre la cuestión indoeuropea fueron de carácter lingüístico. Primero se compararon el vocabulario y la gramática de las lenguas indoeuropeas conocidas (como hemos visto en los dos cuadros anteriores), para entrar en otra fase: como se suponía que los parecidos entre estas lenguas podían explicarse por derivar todas de una lengua primigenia, los estudiosos se lanzaron a intentar reconstruir este idioma "protoindoeuropeo", por definir de algún modo a la posible lengua original de la que surgieron todas las indoeuropeas, estudiando en las palabras afines en los distintos idiomas los elementos comunes. Por ejemplo, está la palabra alemana"burg", la inglesa "borough" o la hispana "briga" para referirse a ciudades. Sabiendo las leyes que rigen la transmutación de sonidos en las distintas lenguas, la palabra originaria de la que habrían surgido ambas habría sido *bheregh [el asterisco es un signo convencional que indica que esa palabra ha sido reconstruida, y no existe en ninguna lengua conocida], "alto, elevado", con la idea de "elevación", "fortaleza", por lo que indicaría una "altura fortificada como lugar de refugio" (Pokorny, 1959, 140-141).
       En la reconstrucción del lenguaje protoindoeuropeo se observó que había palabras relacionadas con los animales domésticos, con la agricultura y con los carros, lo que indicaría que sus hablantes compartieron un vocabulario neolítico común; ergo, se consideró, mayoritariamente, que la dispersión lingüística habría sido posterior, o contemporánea, a esta época.
       Ha habido objeciones a este intento de buscar un lugar de origen para las lenguas indoeuropeas. Por ejemplo, el arqueólogo francés Jean-Paul Demoule ha negado que realmente exista un grupo de lenguas indoeuropeas, mas no ha recibido ninguna consideración porque las tablas comparativas, como las que se han puesto arriba, son muy elocuentes por sí solas.
       El soviético Troubetzkoy propuso que no es que hubiese una lengua protoindoeuropea originaria, sino que las similitudes entre las distingas lenguas se intensificaron con el tiempo, estableciéndose un proceso de convergencia a través del contacto. La verdad es que me parece otra frivolidad, aunque más elaborada que la de Demoule, porque sería muy extraño que todos esos contactos convergieran en unas lenguas con similares vocabularios o gramáticas. Más extraño aún es que hubiese habido en la Prehistoria contactos tan íntimos desde Irlanda al oeste de China. Y está en abierta contradicción de que sí sabemos a ciencia cierta de los contactos entre lenguas, como el vasco y las lenguas romances.
       La hipótesis más admitida es que la lengua vasca es anterior a la entrada en la península de las lenguas indoeuropeas. Durante milenios ha estado en contacto con ellas y entre una y otra se han establecido "préstamos" de vocablos. Por ejemplo, palabras castellanas con posible origen en el vasco son aquelarre, órdago, cencerro, urraca o chaparro. Pero aunque el vasco haya aumentado su vocabulario con términos de origen indoeuropeo, no por ello ha modificado ni su gramática ni su peculiar estructura verbal.
       Julio Caro Baroja explicó cuál era el carácter más identificativo de la lengua vasca: "En vasco no existe un verbo transitivo como el del latín y otras lenguas romances; hay, en cambio, unos verbos intransitivos y otros que en punto a su relación con su sujeto y complemento se comportan como el verbo pasivo o romance". Por ejemplo: "'El herrero ha vendido el caballo" y 'El herrero ha vendido los caballos'. En vasco la traducción es Arotzak zaldia saldu du y Arotzak zaldiak saldu ditu". En castellano el sujeto no es "caballo" ni "caballos", porque ninguna de estas palabras modifica al verbo, sino "herrero"... [En vasco] "las palabras que ejercen influencia preponderante sobre la forma verbal son zaldia = el caballo o zaldiak = los caballos, y no arotzak = herrero (agente(, ya que en la segunda frase el verbo ha tomado la forma ditu que expresa pluralidad, para estar acorde con zaldiak = los caballos. Los verdaderos sujetos son, pues, zaldia y zaldiak, que están en nominativo, mientras que arotzak tiene la k del activo, de otro caso de la declinación que en castellano puede interpretarse como equivalente a un complemento de agente precedido por la preposición por. Así, Arotzak zaldiak saldu ditu tendría su traducción literal en la que sigue: 'Por el herrero los caballos han sido vendidos" (Caro Baroja, 1975, 70).
       Sólo por sentido común la hipótesis más plausible es la que lanzó sir William Jones. Asumiendo que todas las lenguas indoeuropas, actuales o del pasado, procedían de una misma fuente, los estudiosos se lanzaron a buscar el lugar de su origen. Hubo muchas propuestas, aunque en la actualidad son tres los modelos fundamentales sobre los orígenes indoeuropeos.
       El primero de ellos sugiere que en el Paleolítico o Mesolítico (es decir, en el periodo inmediatamente anterior al Neolítico), por el interior de gran parte de Europa y Oriente Próximo, existió una gran patria indoeuropea. Esta propuesta parece hecha a medida de los arqueólogos alérgicos a explicar cambios culturales por migraciones de grupos humanos, pero tiene como principal inconveniente de que la lengua protoindoeuropea se hablaba al menos en los estadios finales del Neolítico, por su vocabulario de herramientas y plantas y animales domésticos.
       En 1987 el prestigioso arqueólogo británico sir Colin Renfrew exponía otra hipótesis diferente: las lenguas indoeuropeas se habrían difundido con los agricultores neolíticos desde la península anatólica. En su opinión, como había una muy baja densidad de población en las tierras europeas que encontraron los colonos, no tuvieron motivo para cambiar de lengua. Esto habría sucedido hacia el año 7500-7000 a.C., y esta alta cronología no ha sido acepta con alegría, precisamente, por la comunidad de estudiosos. Tampoco explica la existencia de las lenguas indias e iránicas. Para Renfrew, las lenguas europeas de la Antigüedad, o actuales, que no pertenecen a la familia indoeuropea serían las empleadas por los pueblos anteriores a la colonización neolítica: ibero y vasco en Hispania; etrusco en Italia; picto en Escocia. Se podría aceptar en los casos de los vascos y los pictos escoceses, pero es más difícil de admitir para los iberos y etruscos.
       La hipótesis que tuvo avales más prestigiosos y mayor número de adeptos es la que sitúa la cuna de las lenguas indoeuropeas en la parte de la inmensa estepa que está a caballo entre los continentes asiático y europeo. Una de las opiniones que tuvo más crédito fue la de Marija Gimbutas, quien consideró que el lugar de origen estuvo al norte del Mar Negro, asociando los (presuntos) primeros pueblos indoeuropeos con la civilización de los kurganes. En este lugar la domesticación del caballo habría permitido que estos pueblos sobrevivieran en la estepa, poco apta para el tipo de agricultura que se empleaba entonces. Además, el empleo del caballo y de carros de guerra habría dado a estos pueblos una ventaja guerrera. Desde el 4000 al 3000 a.C. estos pueblos se habrían expandido al sureste, hasta alcanzar Persia, Pakistán e India; y al oeste, para llegar a la Europa central y septentrional.
       El modelo más detallado de la "hipótesis kurgan" sugiere tres olas de expansión indoeuropea, y no depende tanto de movimientos de poblaciones como de cambios sociales. Las instituciones sociales indoeuropeas eran más agresivas que las que había entonces en Europa. La aristocracia indoeuropea que se desarrolló en la región del Volga y los Urales, y que combatía en carros, pudo imponerse militarmente al resto de las etnias vecinas, expandiéndose hacia el este y el sur, para formar las élites de la India e Irán durante la Edad del Bronce (Mallory, 2001, 143).
       El genetista Luigi Luca Cavalli-Sforza (uno de los pioneros en aplicar la genética al estudio de la Historia) consideró que las hipótesis de Gimbutas y la de Renfrew no eran contradictorias, sino que se reforzaran y complementaban (Cavalli-Sforza, 2000, 160-161). Es posible que las lenguas indoeuropeas procedieran de varias expansiones distanciadas en el tiempo, pero con un mismo origen. Es una hipótesis muy interesante, pues podría explicar las diferencias que existen entre las distintas lenguas indoeuropeas, dentro de su uniformidad. La forma de comprobar si esto pudo ser posible o no es comparando a las distintas lenguas.
       En 1992 un estadístico, Kruskal, y dos lingüistas, Dyen y Black, realizaron el primer análisis moderno cuantitativo y completo del parecido entre las lenguas indoeuropeas. A partir de estos datos Cavalli-Sforza y su equipo realizaron un árbol de relaciones entre las distintas lenguas indoeuropeas (similar a un cladograma de los seres vivos), obteniendo el siguiente resultado:
(Fuente: Cavalli-Sforza, 2000, 166).

       Las lenguas que están más alejadas del resto, albanés, armenio y griego, son precisamente las que están más cercanas al presunto lugar de origen, entre el Mar Negro y la península de Anatolia, y podrían deberse a la primera expansión de época neolítica. En el resto de lenguas se aprecia un agrupamiento entre las europeas y las asiáticas, quizá consecuente a una posterior expansión de la civilización de los kurganes, tanto al este como al oeste.

(Como en los folletines del XIX, Continuará...)

sábado, 21 de septiembre de 2013

Las épocas tardoantigua y visigoda en los Pedroches

       Junto al Calcolítico, el periodo del que más vestigios se conocen en el noreste de Córdoba corresponde a las épocas tardoantigua y visigoda. Del tiempo anterior, el imperio romano, algún hallazgo aislado como un enterramiento por cremación nos revela algunos datos, aunque es la epigrafía, la información escrita en la piedra, la que más nos ha ayudado a conocer este tiempo, sobresaliendo en este aspecto el trifinium de Villanueva de Córdoba por el que se supo de la existencia en nuestra comarca de la ciudad romana de Solia.
       El yacimiento más importante del periodo romano es Majadaiglesia (El Guijo) (donde se cree que estuvo ubicada precisamente Solia, y por esa razón le prestamos una gran atención en nuestro blog). Es también el único yacimiento donde se ha comenzado a limpiar, a la espera de que escampe la que nos está cayendo y se pueda comenzar a excavar en serio. Una importante novedad en este sentido es que el Instituto Arqueológico Alemán viene a trabajar en los Pedroches en el yacimiento de la Losilla (Añora), otro importante yacimiento con una necrópolis y posible basílica de los periodos tardoantiguo y visigodo, aunque también posee otros elementos anteriores de épocas anteriores como dos altares funerarios anepígrafos. Según Stylow (1986, 262-263) la forma baja de los altares sugiere una fecha temprana, de alrededor del siglo II d.C., mas no es posible una datación más precisa sin contar con más datos.
       Pero, como decía, es del periodo posterior al Alto Imperio romano, desde mediados del siglo III a comienzos del VIII, del que más testimonios materiales se conocen. No vamos a entrar ahora en las posibles causas, me limitaré a exponer el hecho.
       Al igual que con el megalitismo, su descubridor fue Ángel Riesgo Ordóñez, quien excavó más de trescientas sepulturas de esos siglos en medio centenar de pequeñas necrópolis. Eran sepulturas de inhumación, y la forma más frecuente era una fosa revestida por lajas verticales y cubiertas por varias grandes lajas horizontales. Cuando las tierras de los Pedroches fueron puestas mayoritariamente en explotación tras el proceso desamortizador de mediados del XIX, muchas de ellas salieron a la luz y los cortijeros, con una gran habilidad, transformaron las losas de las tumbas en pesebres para el ganado, como puede verse en la segunda fotografía (la primera corresponde a una sepultura en Venta Velasco, Cardeña):
(Fuente: Aulló, 1925, lámina XVI.)

       De estas tumbas obtuvo un nutrido "depósito ritual" que se conservan en la actualidad en los Museos Arqueológicos de Madrid y Córdoba: casi un centenar de objetos cerámicos (no sólo jarras, que es lo más usual, sino también ollas y platos), como se observa en estas fotos tomadas por el propio Á. Riesgo, junto a otros objetos como platos de vidrio, pendientes, sortijas, collares, clavos de los sarcófagos o lucernas (la llamada "A" de la tercera fotografía ya la conocemos y sabemos que procede de Majadaiglesia):
(Fuente: Ocaña Torrejón, 1962, 2ª página de fotografías.)

       La tercera parte de las piezas encontradas por Riesgo en las sepulturas pasó a poder de su jefe, el ingeniero Manuel Aulló Costilla, quien posteriormente las depositó en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Ricardo Izquierdo Benito publicó en 1977 un par de artículos sobre la cerámica de las sepulturas del periodo visigodo, empleando el material de la colección Aulló y la documentación gráfica del artículo del ingeniero de 1925. Durante mucho tiempo el ensayo de sistematización de la cerámica de necrópolis de época visigoda de Ricardo Izquierdo (1977b) fue el auténtico referente para quienes estudiasen esta materia, y en su elaboración no fue irrelevante la colección Aulló: de unas de las formas que estableció R. Izquierdo Benito, la nº 5, "Olla globular, de boca ancha, con dos asas... Solamente se conoce un ejemplar de esta forma. Se trata de una pieza procedente de Villanueva de Córdoba" (Izquierdo Benito, 1977b, 847).
(Fuente: R. Izquierdo, 1977b, 802. El círculo rojo ubicando correctamente nuestra tierra es mío.)

       Por los cuadernos de campo de Ángel Riesgo sabemos que procedía exactamente de Las Aguilillas, algo más de ocho kilómetros al este de Villanueva: "[Aguilillas. Tumba nº 152] 1 cacerola. Nº 21, de 12,5 cm, arcilla tosca sin tornear, con dos asas y casi cilíndrica. De Manuel Aulló".

       Quien fuera Directora del Museo Arqueológico de Córdoba, Ana María Vicent Zaragoza, inició el estudio de las piezas obtenidas por Ángel Riesgo y depositadas en el Museo Arqueológico Nacional (a las que se denomina "colección Aulló"). Desgraciadamente, el infortunio provocó que Ana María Vicent sólo pudiera publicar una parte de ellas (Vicent Zaragoza, 1999).
(Fuente: A. Mª. Vicent Zaragoza, 1999.)
      
       Además de lo aportado por Ángel Riego, sobre todo las labores agrícolas sacaron muchas más sepulturas de este tiempo. Por ejemplo, Ana María Vicent publicaba en 1983 la excavación de una tumba en plena sierra cordobesa, en el cortijo Maljago Bajo de Obejo, cuyo interior contenía una jarra de barro y un plato de vidrio:
(Fuente: A. Mª Vicent Zaragoza, 1982-1983.)

       Los depósitos rituales de muchas de estas sepulturas se conservan en parte en el Círculo de Bellas Artes de Pozoblanco, y en los museos de Torrecampo y Villanueva de Córdoba.

       Como podemos ver en la fotografía de arriba, además de los recipientes cerámicos, de todas las formas, son característicos de la comarca de los Pedroches los platos de vidrio. Sobre ellos tenemos que volver en el blog, pues en los cementerios de la época en la península los objetos de vidrio que se encuentran son jarras, vasos, cuencos o ungüentarios, pero estos platos son muy raros al sur de los Pirineos.
(Plato de vidrio descubierto por Riesgo y regalado a Martínez Santa-Olalla. Fuente: Marcos Pous y Vicent Zaragoza, 1988, 215.)

       Opina el codirector de la excavación de La Losilla, Jerónimo Sánchez, que los resultados tras su excavación "podrían dar un giro en la historia de los Pedroches". Que la Fortuna los guíe y saquen cosas maravillosas, pero si al final se trata de una basílica con necrópolis incorporada de periodo postrromano-preislámico, incluso si se asentase sobre una estructura anterior, sólo se ratificaría lo que ya se sabía. Lo que sí podría suponer un gran cambio, o mejor, un mayor conocimiento de la historia de los Pedroches es la existencia de un yacimiento con materiales y forma de destrucción similares a los de Cancho Roano, o un altar de sacrificios rupestre del tipo de los de Panóias o Ulaca que, como las meigas, haylos.
     

martes, 17 de septiembre de 2013

Inscripciones latinas de Majadaiglesia (I)

       Prácticamente, un tercio de las inscripciones latinas encontradas en los Pedroches pertenecen al ámbito de Majadaiglesia. Ella da pruebas de la importancia del yacimiento, y es uno de los argumentos para considerar que la ciudad romana de Solia estuvo enclavada en ese lugar. Ya hemos comentado que gracias al trabajo del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y de la Universidad de Alcalá de Henares tenemos un conocimiento actualizado, y revisado por los mejores especialistas, de las inscripciones latinas aparecidas en lo que fue el Conventus cordubensis. En la labor de recopilación ya hemos traído el trifinio de Villanueva de Córdoba, ahora le corresponde el turno a la epigrafía de Majadaiglesia. Como hay una docena de inscripciones, mejor hacerlo en dos entradas. Si no se indica lo contrario, las fotografías han sido tomadas de la página del CIL II de la Universidad de Alcalá de Henares.

CIL II2/7, 755

       Fragmento de Epistylium o arquitrabe funerario dedicado a una esposa difunta, en piedra caliza no local, con el campo de inscripción muy erosionado. Se encontraba empotrada en una cerca en las inmediaciones de la ermita de Nª Sª de las Cruces; a instancias de Ana María Vicent fue trasladada al Museo Arqueológico de Córdoba en 1969 (número de inventario: 24644). El texto es:
            Anniae · L(uci) · f(iliae) · Lucanae
uxori 
       La inscripción parece aparentemente completa, pero puede suponerse que perteneciera a un conjunto mayor en el figurara el nombre del dedicante y de otros difuntos. La onomástica es puramente romana. De acuerdo con la forma de las letras se puede datar entre los años 50 y 150 de nuestra era. Declarada como bien mueble en el el Decreto 62/2010 de la Junta de Andalucía.

CIL II2/7, 756             
       Esta inscripción fue recogida en el CIL II2 en 1995, es decir en una fecha posterior al estudio de Stylow, por lo que no aparece en éste. Su texto es: 
            Clodia Romana
        La única información que tengo de ella es que apareció en Majadalaiglesia. El nombre es también romano por completo.

CIL II2/7, 757

            Es un bloque de granito rojizo (no local), girado 180º y empotrado en una pared de la sacristía de la ermita de Nª Sª de las Cruces. Su carácter es funerario. El texto es el siguiente: 
− − − − − −?
Sex(tus) Fan[nius − − −]-
anus PRAE[−−−]
Modesti +V+[− − −]
+SA · PII++++A · ++[−−−]
             Ocaña y Rodríguez Adrados interpretaron la inscripción como perteneciente al periodo hispanogodo, datándola en el año 634 de la era, equivalente al año 596 de nuestro calendario, algo que Stylow excluye por completo, no sólo por la lectura que hace (muy diferente de la de Ocaña y R. Adrados), también por la forma de las letras, que se corresponden a los siglos II y III de nuestra era. Sin embargo, la errónea interpretación de Ocaña y Adrados se ha ido repitiendo en cada artículo dedicado a Majadaiglesia, siendo un argumento para considerar el uso del lugar durante el periodo hispanovisigodo. Pues por esta inscripción, precisamente, no se puede hacer tal relación, aunque sí existen otros elementos del periodo, como la patena litúrgica del siglo VII, o la inscripción CIL II2/7, 765 que después se verá.
            Ángel Riesgo ofrece más información en sus cuadernos de campo sobre esta inscripción: “Cuenta la tradición que esta lápida fue traída por Nª Sª de las Cruces y los fieles veneran como tal, sepultura y lápida, y bien pudiera ser fuesen las tales lápida y sepultura ser de venerable personaje de aquella época, quizás cristiano, y que al ser allí enterrado por su santidad, fue venerado construyéndose luego la ermita ante tal veneración”. Mas el estudio de Armin Ulrich Stylow es inapelable, datándose entre los años 101 y 300.

CIL II2/7, 758

            Cuenta también Ángel Riesgo en sus libretas de campo que al hacer los cimientos para el pajar del cortijo de Majadalaiglesia aparecieron varios objetos que fueron incluidos en la construcción. Tras picar y demoler algunos lienzos de la pared sacó un fragmento de mármol en el que aparecía esta inscripción. La conservó en su casa de Madrid hasta que tras su muerte pasó, con el resto de su colección, al Museo Arqueológico de Córdoba, donde se conserva en la actualidad (número de inventario 27752). El texto es: 
Q(uintus) · Fulvius · [− − −]
− − − − − −
             Es el fragmento de coronamiento de un ara funeraria que formó parte de un conjunto, en caliza gris. Sólo conserva el nombre y cuenta a la izquierda con una decoración floral. Es del primer siglo de nuestra era, probablemente de la segunda mitad, por lo que se data entre 51-100. También aparece recogida como bien mueble el Decreto 62/2010 de la Junta de Andalucía.
            En Mérida apareció un altar votivo dedicado a Cibeles por Valeria Avita (CIL II 5260) que tiene un motivo decorativo similar al de esta inscripción.


( Fuente de esta fotografía: http://eda-bea.es/images/medium/22051a.jpg )

CIL II2/7, 759


         Lápida de granito recortada a izquierda y derecha, pero probablemente completa de arriba abajo, que contiene un epitafio. Está puesta como umbral a la entrada de la ermita de la Virgen de las Cruces.
            El texto que puede leerse es:
[−] Porciu[s]
[−2−4]ricus
[p(ius) i]n suis
[an(norum) · LXXX
[h(ic) s(itus)] · e(st) · s(it) · t(ibi) · t(erra) [l(evis)]
       Dada la forma de las letras Stylow la ubica en el siglo II, es decir, entre 101-200.
       Recuerdo haber leído que el fragmento de un sarcófago cristiano fue puesto también como umbral es una casa cordobesa de al-Andalus, y que se interpretaba como un modo de execrar a la religión de los infieles. No sé si esto es lo que pasó también en la ermita de la Virgen de las Cruces, pero al menos dejo abierta la posibilidad.

CIL II2/7, 760

            Se encuentra en la pared izquierda del horno del cortijo de Majadaiglesia, y su texto es muy pequeño:
[P]orcia
− − −−−−
             Esta es otra de las inscripciones que Ocaña y Rodríguez Adrados dataron en los siglos III-IV, pero según el análisis de A. U. Stylow se fecha entre el último tercio del siglo I y el primero del II, es decir entre los años 71-130. Los Porcii están bien representados en la epigrafía de los Pedroches, con cinco inscripciones. En Hispania este nombre está concentrado en dos zonas bien definidas, entre la costa mediterránea de la Tarraconense y el Valle del Ebro, y la zona entre el Alto Guadiana y la costa malagueña, en la que se adscribe este yacimiento.

CIL II2/7, 761

            En el Cerro del Calvario, al norte de la ermita de Nuestra Señora de las Cruces, encontraba D. Ángel Delgado esta inscripción en 1912, de la que daba cuenta al Padre Fita. Se trata de una inscripción funeraria que datada entre los años 151 y 250, y que también se refiere a la gens Porcia. Su texto es éste:
P(orcia?) Ser-
toria-
na an(n)-
oru(m) se-
x h(ic) s(ita) e(st)
[− − −]VS[.]
[− − −]

domingo, 15 de septiembre de 2013

Inscripciones árabes de los Pedroches

Juan Antonio Souto Lasala fue el autor del favicon, del icono de página que representa a este blog. Gran arabista y mejor persona, en las I Jornadas de Historia de Pedroche, el 28 junio 2009, le pedí que me dedicara un libro suyo, lo que hizo tanto en castellano como en árabe; y como muestra de su sentido del humor, y de su saber, escribió mi nombre en árabe, Yahya Hamam, de un modo caligráfico que representa la silueta de un ave:


Desgraciadamente para nosotros, porque es por nosotros por quienes doblaron las campanas, Alá lo reclamó demasiado pronto para sí. Vaya esta entrada en su recuerdo y homenaje.


       De los cinco siglos en que los Pedroches estuvieron en el ámbito de al-Andalus sólo tengo conocimiento de tres inscripciones lapídeas. Tan reducido número contrasta, por ejemplo, con las más de tres decenas latinas. Puede haber varias explicaciones: una es que esta sociedad generase pocos documentos de este tipo; no parece un argumento sólido, pues dos de las que han llegado hasta nosotros tienen carácter funerario, y es de suponer que igual que ellas tuvieron que hacerse muchas más. Otra explicación es que cuando salieran a la luz y se comprobase que no estaban escritas en "cristiano", se destrozasen por considerarlas portadoras de mal fario. No sería extraño que la escasez de este tipo de fuentes se deba a la escasa implantación urbana de los Pedroches durante al-Andalus, con muy pocas ciudades y un poblamiento basado en pequeños asentamientos, pues es en las ciudades donde teóricamente podríamos encontrar más inscripciones, tanto funerarias como conmemorativas. La datada con más antigüedad procede de Villanueva de Córdoba y las otras dos de Pedroche, todas del siglo XI.

Nª 1.- Estela musulmana de Villanueva de Córdoba.
(Fuente: Frochoso Sánchez, 2005, 48.)

       Explicaba Juan Ocaña Torrejón en su Callejero de Villanueva de Córdoba (1972, 121) que en la fachada de la casa número 7 de la calle Ventura existió una piedra de granito con una inscripción árabe y una cruz de hierro rematándola (la cruz fue destruida en la guerra civil). Esto le dio nombre a la calle, conocida en el siglo XVIII como "Cruz de Ventura". Juan Ocaña consiguió en 1961 el permiso de la dueña de la casa para extraerla del lugar, resultando ser un monolito de 2,30 m de altura por 0,40 m de ancho y 0,38 m de grueso ( o sea, con un peso aproximado de unos mil cien kilos). Así pudo comprobarse que en su lateral derecho tenía otra inscripción en castellano con este texto: "Esta + // hizola Rº Ruizº". En la actualidad la pieza está depositada en el patio del Museo Arqueológico de Córdoba.
       Tras una primera valoración de Manuel Ocaña Jiménez de que podría ser de carácter sepulcral, Rafael Frochoso Sánchez, uno de los mejores especialistas en numismática de al-Andalus, realizó la lectura definitiva. En su interpretación, la primera línea ha desaparecido, y en la segunda se encuentra una palabra clave para la interpretación: amal, "obra de", seguido de un nombre que podría ser Kulayb, continuando en la siguiente línea con ibn Hasam  o ibn Halib. La siguiente línea que puede leerse contiene la fecha: año dos // y noventa // y tres // cientos, es decir, el año 392 de la hégira o calendario musulmán, que corresponde en el nuestro al espacio entre el 20 noviembre 1001 y 9 noviembre 1002. (En la referencia de Ocaña también se cita el año 392 de la hégira, pero se hace equivaler erróneamente al año 914 de nuestra era.)
       No se trata de una inscripción funeraria, algo que no encaja con este tamaño desmesurado. "Al interpretar su lectura con la palabra clave ... "obra de"... vemos que se trata de un monolito conmemorativo de la construcción de algún proyecto público como una torre, un puente, una fuente, un miliario, etc." (Frochoso Sánchez, 2005, 43). Se labró en el último año de vida de Almanzor (muerto en la noche del 10 al 11 de agosto de 1002), quien, además de su actividad guerrera, impulsó una gran labor edilicia, promoviendo la construcción de obras públicas (la más grandiosa fue la ampliación de la Mezquita Aljama de Córdoba).
       Otro elemento a tener en cuenta es que el lugar donde se encontró en la Edad Moderna, la calle Ventura, pertenecía al trazado del camino del Armillat, la vía de comunicación entre Córdoba y Toledo durante el Califato, y que dejó de emplearse tras la caída del mismo.

Nº 2.- Primera lápida árabe de Pedroche.
       También la primera referencia a esta pieza es de Juan Ocaña Torrejón (1962, 113): al hacerse en el verano de 1961 unas obras de replanteo en el Parque Municipal "El Salvador" de Pedroche, al sur de la población, los obreros encontraron una laja de pizarra. Al principio no se dieron cuenta de que estaba labrada, por lo que sólo se salvó un fragmento. Tras comprobarse que estaba escrita en lengua árabe, las autoridades locales la remitieron, por mediación de J. Ocaña, al Museo Arqueológico de Córdoba (nº de inventario 23.397).
       El profesor Juan Antonio Souto Lasala realizó el estudio de esta inscripción (y de otra más que se verá luego) con motivo de las I Jornadas de Historia Local de Pedroche realizadas en el año 2009. (Hay que felicitar al amigo Pedro de la Fuente por los excelentes "fichajes" que ha conseguido para las distintas ediciones de estas Jornadas. Se le insta a que continúe así.)
     
(Fuente: Souto Lasala, 2010, 35.)

       La lápida es de pizarra; sólo conserva una pequeña parte de su inscripción original, pero de lo conservado se desprende que tiene carácter funerario. Se trata de una lápida con el fragmento de un epitafio, es decir, de una inscripción funeraria. El tipo de escritura es incisa angular. "Es muy posible que el lapidario intentara imitar, lo mejor que podía pero sin lograrlo, el tipo oficial llamado 'cúfico'" (Souto Lasala, 2010, 23).
       Dado su estado de conservación, el profesor J. A. Souto establece distintas lecturas:

1    Y él [profesaba que no hay dios si]
2    no Dios Úni[co, sin compañero,]
3    y que Muhammad es Su siervo y Su En[viado; y e]
4a  llo en el mes de gumada la p[rimera
5a  del año oc]h[o y] c[uat]ro cien[tos] / 25 septiembre - 24 octubre 1017

4b  llo en el mes de gumada la p[ostrera
5a  del año oc]h[o y] c[uat]ro cien[tos] / 25 octubre - 22 noviembre 1017

4a  llo en el mes de gumada la p[rimera
5b  del año oc]h[o y] c[ua]re[nta] y c[uatrocientos] / 17 julio - 15 agosto 1056

4b  llo en el mes de gumada la p[ostrera
5b  del año oc]h[o y] c[ua]re[nta] y c[uatrocientos] / 17 julio - 15 agosto 1056

       La inscripción sólo conserva la profesión de fe islámica y parte de la fecha; en un epitafio andalusí típico de la época faltaría la invocación, la bendición al profeta Mahoma, aleyas coránicas sobre la vanidad terrenal y el nombre del difunto.

Nº 3.- Segunda lápida árabe de Pedroche.
       En la misma zona del hallazgo de la lápida anterior, durante las obras de construcción del colegio de Pedroche se halló otra lápida de pizarra, que permaneció olvidada en dependencias del Ayuntamiento hasta que en una reordenación de los almacenes volvió a aparecer de nuevo. En tanto que su propietario, el Ayuntamiento de Pedroche, cuente con un centro homologado y cualificado para su conservación y exhibición, está depositada en el Museo PRASA de Torrecampo, con número de inventario D/002 (Carpio Dueñas, 2010, 93).




(Fuente: J. A. Souto Lasala, 2010, 38 y 39.)

       Como la anterior, también está labrada en pizarra (ahora que caigo, no recuerdo que este material fuera empleado en la comarca de los Pedroches durante el periodo romano para realizar inscripciones, prefiriéndose sobre todo el granito, y también alguna en mármol y caliza), e igualmente sólo conserva parte de la profesión de fe y la datación, que tiene la particularidad de estar tanto según el calendario musulmán como el cristiano. De lo conservado hace la siguiente traducción el profesor Souto Lasala:

1 [...] m (?) / n (?) [...
2 compadézcalo / compadézcala D(?)ios el primero del mes de agosto que
3 [esta] ba (?) en el año ocho y setenta y cuatro cientos,
4 en la mitad última de rabi el postrero / 10 a 24 de agosto de 1085

       "Sólo conozco tres epitafios peninsulares en árabe y don data cristiana. Dos son de cristianos toledanos y posteriores a la conquista de la ciudad... El tercero es de un arráez musulmán de Jaén" (Souto Lasala, 2010, 26-27), aunque es frecuente en las fuentes escritas de al-Andalus que aparezcan ambas dataciones en mes cristiano y musulmán, aunque en el año únicamente se indique el de la hégira. El calendario lunar musulmán es muy variable en las estaciones, mientras que los meses cristianos se adaptan mejor al ciclo de las estaciones, algo muy práctico en el medio rural por las prácticas agrícolas.
       "Las lápidas estudiadas son dos documentos originales escritos en lengua árabe, datados en distintos momentos del siglo XI y procedentes de Pedroche. Constituyen, por lo tanto, restos materiales indiscutiblemente islámicos del lugar y prueba irrefutable de que en el solar o en las inmediaciones de la actual villa hubo pobladores musulmanes en dicha época. Ambas corresponden a a iniciativas privadas y de escasos recursos en un contexto rural, ya que contrastan con los epígrafes oficiales (o simplemente "ricos") andalusíes de la época, caracterizados por el empleo de materiales "nobles" y de escritura del tipo llamada "cúfico" hecha en caracteres excisos. Las diferencias de material, escritura, técnica y de talla y cronología permiten saber que no fueron hechas por una misma persona, ni siquiera por un mismo taller, de cuya propia existencia caben grandes dudas, dino que se trata de obras de dos lapidarios distintos y tal vez ocasionales" (J. A. Souto Lasala, 2010, 33). El lugar donde aparecieron las dos inscripciones, en las afueras del recinto andalusí de Pedroche y junto a un camino, era el frecuente en las almacabras o necrópolis islámicas de la época de al-Andalus, como se continúa haciendo hoy en día en las poblaciones islámicas tradicionales. En esto los cementerios musulmanes seguían las mismas pautas que los romanos, establecerlos fuera del pomerium urbano, y al contrario que la cultura cristiana, donde las ciudades de los vivos y las de los muertos compartieron el mismo espacio hasta el siglo XIX.

       Varias personas de Pedroche le informaron a J. A. Souto de la aparición de una tercera inscripción en el mismo solar y en años recientes, así como de su desaparición casi de forma inmediata. Como se dice por estas tierras, estaría de Dios. En este caso, de Alá.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Un dolmen que "mira" a Fuencaliente

       Faciendo la vía de Montoro a Conquista, por el término de Cardeña, tras cruzar el camino de Villanueva de Córdoba a Fuencaliente, entramos en el pago de Torrubia. Cerca de allí, al oeste, se encuentran los dos tholoi del Minguillo, a unos dos y cuatro kilómetros y medio; al este, Á. Riesgo descubrió unos cuantos dólmenes también. Una mañana me dirigía por ese camino hacia Conquista cuando vi a una oveja rumiar plácidamente al pie de una pequeña elevación.

       Frené y me bajé del coche, porque aquello tenía toda la pinta de ser el túmulo de un megalito. Y, efectivamente, no había duda ninguna de ello, pues alguien, sepa Dios cuándo, se había entretenido en excavar la cámara funeraria, dejándola al descubierto. No es raro, muchos de los monumentos megalíticos de la época calcolítica nos han llegado así, desvestidos de su túmulo, a nuestra época. Ángel Riesgo cuenta en sus cuadernos de campo que al excavar un dolmen en Las Navas, cerca de Villanueva de Córdoba, se encontró en la zona del corredor una lucerna de terra sigillata. Quizá fuera de un romano aficionado a las antigüedades...


       Bajo la atenta mirada de la oveja, me di cuenta de que este dolmen tenía algo que lo diferenciaba del resto de los que conocía de la comarca: su orientación. La inmensa mayoría de ellos tienen una apertura en el recinto orientada al este, pero éste, no. Su corredor no está ligeramente desviado del lugar de la salida del sol en el solsticio de verano, sino que está orientado claramente al NE, apuntando a la sierra de Fuencaliente (Ciudad Real), lugar donde existe una gran concentración de arte rupestre esquemático.

       Esto me hizo reflexionar sobre el carácter y la funcionalidad de estas estructuras, pues excepto ellas, y los depósitos rituales que contuvieron, no contamos con demasiada información que nos lo explique. Es lo malísimo que tiene tratar con sociedades prehistóricas que no conocieron o emplearon la escritura.
       En lo único que parece que hay unanimidad entre los expertos de la materia es que estas cámaras tuvieron un carácter funerario.
       En el área conocido como Creciente Fértil del Próximo Oriente, antes incluso de la aparición de la agricultura, aparecieron los primeros asentamientos sedentarios de cazadores-recolectores, que aprovecharon unas magníficas condiciones climáticas para obtener alimento de forma predecible y continua, lo que les evitó tener que nomadear. Debajo de las casas de estos asentamientos comenzaron a enterrar a sus difuntos, comenzando una costumbre que se perpetuaría. Tras un drástico empeoramiento del clima con el Dryas reciente (11.000a.C.-10.000 a.C.), se optó por la agricultura y ganadería como práctica prioritaria de subsistencia y la definitiva sedentarización de los humanos de la zona, trayendo consigo una nueva forma de espiritualidad: "Es posible que la relación con la tierra cambiara de forma profunda, antes de que comenzara la agricultura, en las sociedades en las que los asentamientos permanentes reemplazaron a los campamentos de caza temporales y unos territorios bien definidos pasaron a alimentar la existencia humana, a través de cosechas de cereales y frutos silvestres. Estas tierras se convirtieron en territorios tribales dotados de una continuidad histórica. Los antepasados se transformaron en los guardianes de la tierra y en intercesores entre las caprichosas fuerzas del ambiente, el reino de lo sobrenatural y el mundo de los vivos. El poder de los ancestros provenía de la tierra, que estaba dormida y cobraba vida, producía cosechas, parecía morir y luego repetía el mismo ciclo, tal como hacía la vida de los hombres. Cuando los humanos se transformaron en agricultores, estas relaciones se convirtieron en uno de los íntimos núcleos de la sociedad y las creencias espirituales" (Fagan, 2007, 161). En Jericó y otras ciudades de la región se continuó enterrando a los finados bajo el suelo de las viviendas, y esa costumbre perdurará durante muchos siglos en numerosos lugares durante el Neolítico.
       En cuanto a nuestros sepulcros megalíticos, se ha valorado que además de su carácter funerario pudieran ser algo más. Me explico: las iglesias cristianas, y sus inmediaciones, fueron los lugares para enterrar a la gente hasta comienzos, e incluso mediados, del siglo XIX. Si dentro de un par de milenios unos arqueólogos que no tuvieran fuentes escritas de nuestra sociedad excavaran en las iglesias, considerarían que eran necrópolis, al constatarse los enterramientos en ellas durante muchos siglos. Pero nosotros sabemos que eso no es así, que, ante todo, las iglesias cristianas son los edificios destinados al culto y a los actos religiosos, donde, además, durante mucho tiempo, se practicaron enterramientos; mas esto sería algo secundario, lo principal es su función religiosa.
       Los arqueólogos procesualistas, con sir Colin Renfrew a la cabeza, fueron los primeros en ampliar la visión funeraria de los dólmenes, como marcas territoriales de las sociedades segmentarias e igualitarias del Neolítico. Las sociedades agrícolas se vinculan a la tierra puesta en cultivo, materializando su presencia en los nuevos territorios ocupados por medio de las sepulturas megalíticas de enterramientos colectivos. Así, se patentiza "la 'identidad' de un grupo de parentesco en el que se incluyen tanto los vivos como los muertos legitimándose el orden social y el acceso a los recursos de grupo familiar" (Hurtado, 2008, 9).
       La visión del carácter colectivo de las cámaras sepulcrales megalíticas se vio muy matizada cuando se comprobó que en numerosas ocasiones eran muy pocos los individuos enterrados en una de esas estructuras. Por ejemplo, en el dolmen de Alberite (Cádiz), con una estructura de grandes dimensiones y numerosas representaciones grabadas y pintadas en su interior, sólo había dos personas inhumadas. En el magno complejo de Stonehenge durante su periodo de uso (del 3000 a.C. al 1500 a.C., aproximadamente), sólo se enterraron las cenizas de unas 240 personas, "lo cual sería indicio de que el monumento fue, al menos en parte, una especie de mausoleo para personajes de especial relevancia" (Parra, 2013, 75), pues supone la media de un enterramiento cada seis años. Esto indica que no toda la población tenía acceso a entrar en un sepulcro megalítico tras su muerte. Alejándose de la feliz concepción de unos neolíticos comunitarios e igualitarios, al interpretar Tilley las construcciones megalíticas de Suecia considera que se realizaron dentro de un contexto de desigualdad social, en el que el ritual colectivo era empleado para enmascarar las desigualdades en vida y poder así las élites legitimarse en el poder.
      Quizá la propia arquitectura de los recintos pueda contener información, aunque desconocemos su código. Por ejemplo, cerca del menhir de los Frailes, cercano a Villanueva, existen tres megalitos en menos de setecientos metros. Uno de ellos es un dolmen simple; otro un sepulcro con cámara y corredor diferenciado, y el tercero una galería (en la que no se distingue la cámara del pasillo):

       No sabemos si esta variedad se debe a "modas", a distintas maneras de hacer los sepulcros megalíticos en el tiempo. O si los tres fueron contemporáneos: en este caso podría ser indicativo de que pudieron ser empleados por distintos grupos, fuera cual fuese su naturaleza. También parece significativa esta diversidad en las proximidades de un menhir, muy escasos Andalucía (P. Bueno (2004, 34) sólo recoge cinco en la comunidad autónoma) y que, por lo general, se datan en el Neolítico. Esta inmediatez a un lugar cultual importante como el menhir podría interpretarse como la intención de estos diversos grupos en afianzar sus derechos sobre la posesión del territorio, grupos que se distinguirían entre sí por acceder a dólmenes de distintas tipologías.
       Este sepulcro megalítico de Torrubia con orientación a la Sierra de Fuencaliente no es el único motivo que vincula a los megalitos de los Pedroches con el arte esquemático de esas serranías. En el dolmen de El Torno, al sur de Villanueva de Córdoba se localizaron unas pinturas esquemáticas en la cara interior de uno de los ortostatos que forman la cámara. Según la descripción de P. Bueno Ramírez, se trata de "dos figuras humanas, una de mayor tamaño que la otra. La primera un cruciforme terminado en un círdulo superior, y la segunda de brazos de asa" (Bueno, de Balbín y Barroso, 2004, 50).





       La figura superior es idéntica a otras pinturas esquemáticas de la zona de Fuencaliente, como las de La Sierrezuela:
(Fuente: Dibujo de A. Caballero Klink en http://fuencaliente.net/pinturas.htm)

o en la Cerezuela:

(Fuente: Breuil, 1933-1935, fig. 38)

       El argumento parece lógico: si dos grupos humanos de lugares cercanos emplean el mismo signo iconográfico, es probable que esos grupos tengan relación entre sí, o compartan creencias o símbolos similares. Al menos, quienes levantaron el sepulcro de Torrubia lo hicieron con toda la intención de que estuviese orientado a la sierra de Fuencaliente.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Aproximación al megalitismo en los Pedroches

       En el NE de Córdoba son muy pocos los vestigios que nos han llegado del periodo Paleolítico, apenas algún útil. Igual ocurre con el Neolítico, casi no se conoce cerámica de ese periodo (quizá porque estas tierras del NE tienen una escasa fertilidad natural). Pero para la siguiente etapa, el Calcolítico, la situación cambia radicalmente, pues en ese tiempo docenas de monumentos megalíticos se erigieron en los Pedroches, especialmente en la zona granítica del batolito, como éste de El Torno,
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situado unos 9 km al sur de Villanueva de Córdoba.

       Es interesante la dicotomía que se advierte en Europa durante el Neolítico: en el sudeste europeo, Europa central y parte de la península itálica, las arquitecturas domésticas, granja o poblado, se muestran "visibles" arqueológicamente, aunque sus prácticas funerarias no han dejado demasiadas evidencias. Sin embargo, en la Europa occidental, atlántica y nórdica, los lugares donde vivió la gente, sobre todo a partir del Neolítico Medio, tuvieron estructuras muy débiles, y apenas si conocemos esos sitios. Sus prácticas funerarias, en cambio, sí estuvieron marcadas por la visibilidad y la monumentalidad de sus construcciones, algo que se ha conocido genéricamente como "megalitismo". Como se aprecia en el mapa de abajo, su presencia en la península es amplia, quedando excluida la Meseta oriental, la Mancha y los territorios levantinos desde Murcia al Llobregat (en estos lugares también se conocen enterramientos colectivos, pero con otras formas menos visibles en el paisaje externo, generalmente en cuevas naturales o artificales, en "silos" o bajo la propia arquitectura doméstica).
(Mapa de distribución del fenómeno megalítico en Europa. Marcado en rojo la comarca de los Pedroches.)

       Este término, megalitismo, no es demasiado adecuado, pues no toda la arquitectura se basó en "grandes" (mega) "piedras" (litos), y con este nombre se designa a diferentes construcciones, levantadas en un periodo de más de dos mil años, que con gran probabilidad tuvieron diferentes funciones o simbolismos a lo largo de los tiempos. Además de las construcciones funerarias, dentro del megalitismo se incluyen otras construcciones, como alineamientos o menhires (recordemos, esas grandes piedras alargadas que repartía Obélix), considerados como lugares cultuales. Los menhires son más frecuentes en el norte peninsular o europeo, pero también contamos en nuestra tierra con algún ejemplar, como el menhir de la fotografía de abajo, sito en Los Frailes, 5 km al SE de Villanueva.


       En función de la solución arquitectónica se han establecido diversas categorías. La primera es la que le dio nombre al término, formadas por ortostatos o grandes piedras que conforman la planta del edificio, y con cubierta generalmente adintelada. Según la forma de la planta se distingue entre:

* Dólmenes o cámaras rectangulares o poligonales, a modo de una "cista" (caja) de piedra con diferentes formas. Unos 250 m al este del menhir de Los Frailes hay un ejemplo de este tipo de dolmen con cámara simple, sin corredor. 


* Sepulcros de corredor: aquellos que tienen una cámara a la que se accede por un pasillo, pudiéndose distinguir perfectamente una de otro (la primera foto esta entrada, de El Torno, o la foto que encabeza el blog, en Las Aguilillas, corresponden a este tipo).
* Galerías cubiertas: cuando la cámara y el corredor no se pueden diferenciar, como en la foto de abajo, también en Los Frailes y a poco más de trescientos metros del menhir.

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* La segunda solución arquitectónica se basa en la construcción de una cámara de planta circular, con ortostatos o de mampostería, y la cubierta por aproximación de hiladas o en falsa cúpula. Por su similitud con los sepulcros micénicos, recibieron el nombre de tholoi. En los Pedroches conocemos dos, muy cercanos uno de otro, en la zona de El Minguillo, unos 12 km al E de Villanueva. En la fotografía de abajo, tholos de Minguillo IV.

       A veces, se aprovechaba el roquedo natural, incorporando ortostatos para conformar la cámara, como en este ejemplo del Peñasco de Navalmaestre, a 6,5 km al SE de Villanueva y a 3 km al NE del menhir de Los Frailes.

         Los sepulcros megalíticos de los Pedroches no son de un gran tamaño, los mayores, como el Atalayón o las Aguilillas, tienen cámaras de un par de metros. Muchos de ellos han llegado hasta nosotros al descubierto, aunque, quizá, todos estuvieron cubiertos por túmulos, acumulaciones de piedras y tierra, que ocultaban la mayor parte de la construcción. La mayor o menor monumentalidad de la estructura del túmulo tendría que destacar sobre el paisaje de ondulada penillanura de la antigua Fash al-Ballut, como se comprueba en el Atalayón de Navalmaestre
(este megalito, un sepulcro de corredor diferenciado, llegó intacto hasta nuestra época, cubierto por su majestuosa cubierta tumular, siendo abierto por Ángel Riesgo en 1924).

       En el interior de los recintos fueron depositados unos objetos, conocidos como "ajuar" o "depósito ritual", con el presumible fin de que fueran empleados por los finados en el Más Allá. Algunos tipos de ellos, como las puntas de proyectil y cuentas de collar del tholos de Minguillo I (fotografía de su tercer excavador, Ángel Riesgo),

platos de borde almendrado o ídolos-falange, nos permiten establecer una cronología relativa (no se ha hecho ninguna datación absoluta, tipo C14 o termoluminiscencia en ningún megalito de los Pedroches) para las estructuras megalíticas de los Pedroches en el Calcolítico, el periodo intermedio entre el Neolítico y la Edad del Bronce. Es precisamente en el amplio tiempo entre estas dos edades cuando se desarrolla, en unas partes o en otras de la península, el fenómeno megalítico. (Un apunte: esas pequeñas puntas de flecha, de entre uno y dos dos centímetros, son un alarde de habilidad al estar fabricadas con herramientas de piedra, hueso o asta).
       Fueron las dataciones radiocarbónicas las que revelaron que el origen del megalitismo del occidente Europeo no estaba en la llegada de colonos del Egeo, sino que era un fenómeno que tenían su origen en el mismo área occidental europea, aunque no se tiene claro si su origen fue único o múltiple, su significado o sus causas. Ya no se tiene la concepción del megalitismo como un fenómeno unitario europeo, ni se habla de la cultura megalíticas, sino de culturas con megalitos.
       En el sur peninsular la expansión de los megalitos durante el Calcolítico se ha interpretado como consecuencia de la presión demográfica consecuente a la implantación de la agricultura y la ganadería, aunque en el caso concreto de los Pedroches creo que había otro motivo muy atractivo: los numerosos filones de cobre que afloraban por doquier en el batolito; aunque de pequeño tamaño, eran de fácil laboreo y gran riqueza mineral. Algo muy importante en plena "Edad del Cobre".

jueves, 5 de septiembre de 2013

Esculturas romanas de Majadaiglesia

       De Majadaiglesia proceden varias muestras de esculturas romanas, a las que dedicamos esta entrada. No se incluirán en ella dos fragmentos de carácter funerario porque se recogerán en otra entrada posterior sobre epigrafía del yacimiento.

1.- En el estudio que hicieron Juan Ocaña Torrejón y Antonio Rodríguez Adrados en 1962 sobre Majadaiglesia incluyen el fragmento de un capitel de orden corintio de alabastro, y conservado en el Museo de Villanueva de Córdoba. Está incluido como "Bien Mueble" en el Decreto 62/2010, de 16 de marzo, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, el yacimiento de Majadaiglesia.


(Fuente: Ocaña Torrejón  y Rodríguez Adrados, 1962, fig. 4.)

2.- En el mismo decreto se incluye también el fragmento de una escultura sedante, tipo togado, de mármol blanco, y con una datación cronológical general del periodo romano.

3.- Otro bien mueble incluido en el decreto es muy interesante. Se trata del fragmento de un tablero correspondiente a un ara o altar a la diosa Deméter (el Director del Museo de Córdoba, D. Samuel de los Santos, consideró que podría tratarse del fragmento de un sarcófago, pero valoró la opinión de Almagro Basch de que se trataría del único caso conocido de un sarcófago hecho exprofeso en varios trozos reconstruibles.) Sus dimensiones son 72 cm de alto, 75 cm de ancho y 16,5 cm. de grosor. El material es mármol blanco y las técnicas aplicadas en su elaboración cincelado, alisado, esculpido y desbastado. En el  Decreto 62/2010 es datado en el siglo III d.C., durante el Bajo Imperio Romano.
(Fuente: de los Santos, 1948, 51.)
     
       Fue encontrado en el lugar denominado "El Coto", perteneciente al término de El Guijo, de donde fue llevado a una casa de la calle Teresa Cejudo de Pozoblanco, empotrándose en una de sus paredes. En la posguerra, con objeto de realizar obras urbanas, hubo de demolerse la casa donde estaba, y el abogado y alcalde de Pozoblanco, D. José Estévez Rodríguez la entregó al Museo de Córdoba en 1941.
       El relieve es una representación de los misterios eleusinos, en el que, en la lectura de J. Beltrán Fortes y Mª L. Loza Azuaga, aparecen Deméter, Perséfone y Triptólemo, junto a una cuarta figura femenina interpretada como la madre del último, Metáneira.
       Deméter (Ceres en su equivalente romano) era la diosa de la naturaleza y la fecundidad. A diferencia de Gea, que representa a la tierra en sentido cosmogónico, Deméter es la diosa de la tierra cultivada, la que alimenta a los hombres. Con su hermano Zeus tuvo una hija a la que adoraba, Core. Pero Hades, dios de los Infiernos, se enamoró de ella. Un día que Core recogía flores en las praderas de Sicilia la tierra se abrió, saliendo un carro tirado por cuatro caballos negros que arrastró a la joven al reino de las sombras. Su madre escuchó sus gritos, y, angustiada, pasó nueve días y nueve noches buscándola en vano. Helios, que todo lo ve, le reveló la verdad, y presa del desconsuelo, Deméter se negó a regresar al Olimpo, errando hasta llegar a Eleusis, donde sus reyes le ofrecieron su hospitalidad. Agradecida, quiso hacer inmortal al hijo de los reyes, pero sorprendida una noche por la reina Metáneira, dejó caer al niño y abandonó el palacio, haciendo saber antes quién era y reclamando la construcción de un templo. (Triptólemo era hermano de ese niño, y desde entonces siempre fue relacionado con Deméter en los misterios eleusinos; en otras versiones, es un héroe que aprendió de Deméter el arte de la agricultura y se la enseñó a los griegos.)
       Durante el tiempo que Deméter estuvo desaparecida la tierra se sumió en la desolación, con los campos yermos y hombres y bestias a punto de perecer. Ante el desastre, Zeus ordenó a su hermano Hades que liberase a la joven, pero éste, arteramente, consiguió que Perséfone (Proserpina entre los romanos), que era el nombre que Core recibió en los infiernos, comiera un grano de granada, sellando su destino: nadie que hubiese comido en el reino de los muertos podría salir ya de él. Como Deméter seguía insistiendo en recuperar a su hija, Zeus, en plan salomónico, encontró una solución de compromiso: Perséfone permanecería junto a su esposo Hades la tercera parte del año, pero volvería a subir a las moradas olímpicas, junto a su madre, el resto del año. Así, en primavera Deméter cubre a la tierra con un manto de vegetación que se mantiene durante el verano, cuando las semillas caen al suelo y se hunden en la tierra, volviendo la desolación del invierno.
       Se hace evidente el sentido del mito: el misterio de la germinación, el ciclo de la vegetación, al alternancia de las estaciones, confirmando, a la par, la profunda relación entre el alimento, fuente de la vida, y la muerte. Esa alternancia que se aprecia en la naturaleza es un reflejo del destino del hombre, quien al abrirse a la idea de muerte y de resurrección accede a la vida eterna. Ésta era la revelación que recibía un iniciado en los misterios de Eleusis, que constituían el elemento fundamental del culto a Deméter.
(Fuente: AA. VV., 196, 752.)

       Los "misterios de Eleusis" recibían tal nombre porque no eran ritos abiertos a todos los ciudadanos, como los cultos cívicos, sino que se accedía por una opción voluntaria de participar, para lo cual era necesario un rito de paso llamado iniciación. El conocimiento sobre los mismos es defectuoso precisamente por su carácter privado; algunas de sus partes no podían revelarse. Dado su vínculo con la agricultura se ha supuesto que podría tener su origen en el Neolítico, aunque parece confirmada su existencia desde el menos el siglo VI. a.C., hasta que Teodosio los prohibió (como al resto de religiones no cristianas) a finales del siglo IV d.C.
       Como explica Alberto Bernabé (U. C. M.), "todo apunta a que en los orígenes de estos ritos mistéricos pueden estar, por una parte, ritos de iniciación y por otra, ritos agrarios, y que la unión de iniciación, exaltación agraria y sexo pueden ser los vehículos de representar en el rito el triunfo de la vida sobre la muerte... Antes que cualquier otra cosa, la iniciación en los misterios es una experiencia. Una gran experiencia que opera por vívidos contrastes: vida/muerte, luz/oscuridad, terror/felicidad. Tales contrastes, producidos bruscamente, someten al espíritu a un fuerte shock no racional, que libera de la propia identidad y hace que cada individuo se comunique con una realidad superior. Se siente así situado en la naturaleza del cosmos, como si al fin lograra comprender sin palabras el lugar del hombre en el mundo, el sentido de su vida y su destino futuro en el más allá, del que la iniciación viene a ser una especie de ensayo general. Un instrumento, en suma, para liberar de incertidumbres y zozobras y aceptar la situación y el destino del hombre en este mundo y en el otro".
       Aunque antes se creyera lo contrario, hoy se considera que es un falso prejuicio que esta religión mistérica preparase el camino al cristianismo. Si se acepta la cronología, siglo III d.C.; y presuponiendo que este altar a Deméter perteneciera al ámbito de la ciudad romana de Solia, significaría la existencia en este tiempo de cultos paganos, es decir, no cristianos.

4.- Una pieza que no ha sido citada ni en el Catálogo artístico y monumental de la Provincia de Córdoba (AA. VV., 1986), ni en otros artículos de referencia sobre el yacimiento (AA. VV., 1993; Rosas Alcántara, 2006), ni en el Decreto 62/2010 de la Junta de Andalucía, pero sí en el trabajo de Ocaña Torrejón y Rodríguez Adrados (1962, 126), es el fragmento (pierna y pie) de una estatua romana: "Empotrada en el arco de entrada al cortijo de Majadaiglesia existió un fragmento de una estatua de mármol blanco de gran tamaño; comprendía un pie, pierna hasta hasta poco más arriba de la rodilla con ligera inclinación hacia delante, y pliegues de la túnica; hace años fue trasladada a Córdoba por un particular". En la nota 3 de su obra (pág. 142) amplían la información: "Los detalles que sobre esta pieza nos han sido facilitados coinciden con los de un fragmento de estatua que forma parte de la colección privada de la familia Romero de Torres, de Córdoba)". Con esta clara referencia sería cuestión de (intentar) indagar sobre este objeto.
       En realidad, la primera cita sobre este fragmento de estatua procede de los cuadernos de campo de Ángel Riesgo Ordóñez, quien fue el primero que intentó excavar en el lugar. Escribió en ellos: "Majadalaiglesia o Nª  Sª  de las Cruces. Torrecampo [sic]. 1926... Al hacer la cimentación del pajar del cortijo se halló una estatua de hermosa talla, en mármol blanco, tamaño natural de mujer sentada, quizá una diosa. Talla de tipo de las romanas halladas en Mérida, a juzgar por una pierna y pie que se conserva en la fachada del cortijo embutida en la pared. Según manifestaciones de albañiles, peones y pastores de la finca, fue hallada entera y rota en pedazos para utilizarla como piedra para la construcción, ante el temor de que yo me enterase suspendiese las obras e hiciese allí excavaciones, asunto que supe después de construido este edificio, no logrando hallar aquellos restos, ni aun la cabeza, a pesar de demoler y picar algunos lienzos de pared…". El texto de Ángel Riesgo es suficientemente explícito, no precisa de glosa alguna.