En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 26 de septiembre de 2013

¿Celtíberos en Majadaiglesia? (I) Uy, qué raro

Las lenguas indoeuropas


       Al contrario que las etapas Calcolítica, de la Antigüedad Tardía y del periodo visidogodo, de la Protohistoria de los Pedroches se conocen muy pocos documentos arqueológicos. Con el término Protohistoria se hace referencia a aquellas comunidades ágrafas que estuvieron en contacto con pueblos que ya conocían la escritura. No es exactamente igual que la Protohistoire de los franceses o la Frühgeschichte de los alemanes, que se equiparan a la Edad de los Metales. En España se emplea para el Bronce Final y la Edad del Hierro.

       Después de ver repetida tres veces la misma referencia sobre la presencia de célticos (o celtíberos) por el norte de Córdoba, en Majadaiglesia, pensé en escribir algo sobre la cuestión, pero me he dado cuenta de que el asunto requiere una faena larga, tanto por las connotaciones que se pudiera pensar que se traen (en nuestro caso, sólo son históricas) como por la confusión terminológica. Antes de entrar en la materia habría que definir antes qué es lo celta o lo céltico, pues ambos términos suelen confundirse como si definiesen a lo mismo. Y, para abundar más en el embrollo, también se emplea el vocablo "indoeuropeo" como sinónimo de "celta", cuando no lo es. Así que hay que obrar al contrario, primero, las lenguas indoeuropeas, pues la palabra "indoeuropeo" fue en principio de orden lingüístico y hacía referencia a un conjunto de lenguas con unas características comunes; después, los pueblos "indoeuropeos" que usaron esas lenguas ("indoeuropizados", como los llama con acierto el profesor Roldán Hervás); luego, los celtas, una gente que habló una lengua indoeuropea; y, por último, los (presuntos) célticos de los Pedroches.

        Vayamos al comienzo. En 1786 estaba destinado en Calcula un juez inglés, sir Willian Jones, persona con una gran erudición y orientalista por afición. Ese año dio a conocer en una conferencia algo que ya habían aventurado antes otros estudiosos, pero que él demostró fehacientemente: la lengua sánscrita (en la que estaban escritos los textos de los hindúes) y el griego y latín clásicos tenían una "afinidad tan fuerte que la que se hubiera podido quizá producir por mero accidente. Tan fuerte que ningún filólogo podría analizar las tres lenguas sin llegar a la convicción de que proceden de una misma fuente, que quizá ya no exista" (Renfrew, 1990, 17). Junto a estas tres lenguas podían unirse otras con características similares como las germánicas o el persa. En 1813 el erudito inglés Thomas Young empleó el término de "indoeuropeo" para referirse a este grupo de lenguas emparentadas (los alemanes prefirieron "indogermánico" para expresar lo mismo).
         Si se compara el presente de indicativo del verbo to bear (llevar en inglés) en distintas lenguas indoeuropeas se comprueba claramente que es similar la forma de conjugar el verbo, y que existe también un gran parecido en la forma misma de la palabra:
(Fuente: Renfrew, 1990, 18.)
       
       También podemos cotejar determinados vocablos en distintos idiomas, en concreto aquellas palabras que "mejor se conservan en el transcurso del tiempo, como los números uno, dos y tres, los términos que designan las partes del cuerpo... Muchas de estas palabras son las primeras que aprende un niño, lo que contribuye a hacer que estén menos sujetas a variaciones" (Cavalli-Sforza, 1999, 188). En el siguiente cuadro se recogen los algunas de estas palabras en dieciocho lenguas indoeuropeas [azul]; tres europeas de la familia urálica [verde]; y en vasco [negro], idioma que no se ha adscrito a ninguna familia conocida, pero parece que emparentado con las lenguas habladas en el Cáucaso. De las lenguas indoeuropeas dos son de la familia celta (irlandés y galés); cuatro germánicas (danés, sueco, inglés y alemán); cuatro romances (italiano, francés, rumano y español en el primer renglón); tres eslavas (polaco, ruso y búlgaro); dos europeas aisladas de las demás (albanés y griego; véase la última tabla de esta entrada, tipo cladograma lingüístico); las dos lenguas tocarias que se hablaron en lo que es hoy el oeste de China, y el sánscrito en la India.
      (Fuente: Renfrew, 1960: 62; Cavalli-Sforza, 1999, 188; Mallory, 2002, 141)

       En el cuadro de arriba se aprecia la falta de parecido del vasco con el resto de lenguas. Las tres lenguas urálicas se parecen bastante entre sí (el húngaro, algo menos), pero en estos ejemplos casi nada a las indoeuropeas, que muestran una gran afinidad entre sí. 
       Los primeros estudios sobre la cuestión indoeuropea fueron de carácter lingüístico. Primero se compararon el vocabulario y la gramática de las lenguas indoeuropeas conocidas (como hemos visto en los dos cuadros anteriores), para entrar en otra fase: como se suponía que los parecidos entre estas lenguas podían explicarse por derivar todas de una lengua primigenia, los estudiosos se lanzaron a intentar reconstruir este idioma "protoindoeuropeo", por definir de algún modo a la posible lengua original de la que surgieron todas las indoeuropeas, estudiando en las palabras afines en los distintos idiomas los elementos comunes. Por ejemplo, está la palabra alemana"burg", la inglesa "borough" o la hispana "briga" para referirse a ciudades. Sabiendo las leyes que rigen la transmutación de sonidos en las distintas lenguas, la palabra originaria de la que habrían surgido ambas habría sido *bheregh [el asterisco es un signo convencional que indica que esa palabra ha sido reconstruida, y no existe en ninguna lengua conocida], "alto, elevado", con la idea de "elevación", "fortaleza", por lo que indicaría una "altura fortificada como lugar de refugio" (Pokorny, 1959, 140-141).
       En la reconstrucción del lenguaje protoindoeuropeo se observó que había palabras relacionadas con los animales domésticos, con la agricultura y con los carros, lo que indicaría que sus hablantes compartieron un vocabulario neolítico común; ergo, se consideró, mayoritariamente, que la dispersión lingüística habría sido posterior, o contemporánea, a esta época.
       Ha habido objeciones a este intento de buscar un lugar de origen para las lenguas indoeuropeas. Por ejemplo, el arqueólogo francés Jean-Paul Demoule ha negado que realmente exista un grupo de lenguas indoeuropeas, mas no ha recibido ninguna consideración porque las tablas comparativas, como las que se han puesto arriba, son muy elocuentes por sí solas.
       El soviético Troubetzkoy propuso que no es que hubiese una lengua protoindoeuropea originaria, sino que las similitudes entre las distingas lenguas se intensificaron con el tiempo, estableciéndose un proceso de convergencia a través del contacto. La verdad es que me parece otra frivolidad, aunque más elaborada que la de Demoule, porque sería muy extraño que todos esos contactos convergieran en unas lenguas con similares vocabularios o gramáticas. Más extraño aún es que hubiese habido en la Prehistoria contactos tan íntimos desde Irlanda al oeste de China. Y está en abierta contradicción de que sí sabemos a ciencia cierta de los contactos entre lenguas, como el vasco y las lenguas romances.
       La hipótesis más admitida es que la lengua vasca es anterior a la entrada en la península de las lenguas indoeuropeas. Durante milenios ha estado en contacto con ellas y entre una y otra se han establecido "préstamos" de vocablos. Por ejemplo, palabras castellanas con posible origen en el vasco son aquelarre, órdago, cencerro, urraca o chaparro. Pero aunque el vasco haya aumentado su vocabulario con términos de origen indoeuropeo, no por ello ha modificado ni su gramática ni su peculiar estructura verbal.
       Julio Caro Baroja explicó cuál era el carácter más identificativo de la lengua vasca: "En vasco no existe un verbo transitivo como el del latín y otras lenguas romances; hay, en cambio, unos verbos intransitivos y otros que en punto a su relación con su sujeto y complemento se comportan como el verbo pasivo o romance". Por ejemplo: "'El herrero ha vendido el caballo" y 'El herrero ha vendido los caballos'. En vasco la traducción es Arotzak zaldia saldu du y Arotzak zaldiak saldu ditu". En castellano el sujeto no es "caballo" ni "caballos", porque ninguna de estas palabras modifica al verbo, sino "herrero"... [En vasco] "las palabras que ejercen influencia preponderante sobre la forma verbal son zaldia = el caballo o zaldiak = los caballos, y no arotzak = herrero (agente(, ya que en la segunda frase el verbo ha tomado la forma ditu que expresa pluralidad, para estar acorde con zaldiak = los caballos. Los verdaderos sujetos son, pues, zaldia y zaldiak, que están en nominativo, mientras que arotzak tiene la k del activo, de otro caso de la declinación que en castellano puede interpretarse como equivalente a un complemento de agente precedido por la preposición por. Así, Arotzak zaldiak saldu ditu tendría su traducción literal en la que sigue: 'Por el herrero los caballos han sido vendidos" (Caro Baroja, 1975, 70).
       Sólo por sentido común la hipótesis más plausible es la que lanzó sir William Jones. Asumiendo que todas las lenguas indoeuropas, actuales o del pasado, procedían de una misma fuente, los estudiosos se lanzaron a buscar el lugar de su origen. Hubo muchas propuestas, aunque en la actualidad son tres los modelos fundamentales sobre los orígenes indoeuropeos.
       El primero de ellos sugiere que en el Paleolítico o Mesolítico (es decir, en el periodo inmediatamente anterior al Neolítico), por el interior de gran parte de Europa y Oriente Próximo, existió una gran patria indoeuropea. Esta propuesta parece hecha a medida de los arqueólogos alérgicos a explicar cambios culturales por migraciones de grupos humanos, pero tiene como principal inconveniente de que la lengua protoindoeuropea se hablaba al menos en los estadios finales del Neolítico, por su vocabulario de herramientas y plantas y animales domésticos.
       En 1987 el prestigioso arqueólogo británico sir Colin Renfrew exponía otra hipótesis diferente: las lenguas indoeuropeas se habrían difundido con los agricultores neolíticos desde la península anatólica. En su opinión, como había una muy baja densidad de población en las tierras europeas que encontraron los colonos, no tuvieron motivo para cambiar de lengua. Esto habría sucedido hacia el año 7500-7000 a.C., y esta alta cronología no ha sido acepta con alegría, precisamente, por la comunidad de estudiosos. Tampoco explica la existencia de las lenguas indias e iránicas. Para Renfrew, las lenguas europeas de la Antigüedad, o actuales, que no pertenecen a la familia indoeuropea serían las empleadas por los pueblos anteriores a la colonización neolítica: ibero y vasco en Hispania; etrusco en Italia; picto en Escocia. Se podría aceptar en los casos de los vascos y los pictos escoceses, pero es más difícil de admitir para los iberos y etruscos.
       La hipótesis que tuvo avales más prestigiosos y mayor número de adeptos es la que sitúa la cuna de las lenguas indoeuropeas en la parte de la inmensa estepa que está a caballo entre los continentes asiático y europeo. Una de las opiniones que tuvo más crédito fue la de Marija Gimbutas, quien consideró que el lugar de origen estuvo al norte del Mar Negro, asociando los (presuntos) primeros pueblos indoeuropeos con la civilización de los kurganes. En este lugar la domesticación del caballo habría permitido que estos pueblos sobrevivieran en la estepa, poco apta para el tipo de agricultura que se empleaba entonces. Además, el empleo del caballo y de carros de guerra habría dado a estos pueblos una ventaja guerrera. Desde el 4000 al 3000 a.C. estos pueblos se habrían expandido al sureste, hasta alcanzar Persia, Pakistán e India; y al oeste, para llegar a la Europa central y septentrional.
       El modelo más detallado de la "hipótesis kurgan" sugiere tres olas de expansión indoeuropea, y no depende tanto de movimientos de poblaciones como de cambios sociales. Las instituciones sociales indoeuropeas eran más agresivas que las que había entonces en Europa. La aristocracia indoeuropea que se desarrolló en la región del Volga y los Urales, y que combatía en carros, pudo imponerse militarmente al resto de las etnias vecinas, expandiéndose hacia el este y el sur, para formar las élites de la India e Irán durante la Edad del Bronce (Mallory, 2001, 143).
       El genetista Luigi Luca Cavalli-Sforza (uno de los pioneros en aplicar la genética al estudio de la Historia) consideró que las hipótesis de Gimbutas y la de Renfrew no eran contradictorias, sino que se reforzaran y complementaban (Cavalli-Sforza, 2000, 160-161). Es posible que las lenguas indoeuropeas procedieran de varias expansiones distanciadas en el tiempo, pero con un mismo origen. Es una hipótesis muy interesante, pues podría explicar las diferencias que existen entre las distintas lenguas indoeuropeas, dentro de su uniformidad. La forma de comprobar si esto pudo ser posible o no es comparando a las distintas lenguas.
       En 1992 un estadístico, Kruskal, y dos lingüistas, Dyen y Black, realizaron el primer análisis moderno cuantitativo y completo del parecido entre las lenguas indoeuropeas. A partir de estos datos Cavalli-Sforza y su equipo realizaron un árbol de relaciones entre las distintas lenguas indoeuropeas (similar a un cladograma de los seres vivos), obteniendo el siguiente resultado:
(Fuente: Cavalli-Sforza, 2000, 166).

       Las lenguas que están más alejadas del resto, albanés, armenio y griego, son precisamente las que están más cercanas al presunto lugar de origen, entre el Mar Negro y la península de Anatolia, y podrían deberse a la primera expansión de época neolítica. En el resto de lenguas se aprecia un agrupamiento entre las europeas y las asiáticas, quizá consecuente a una posterior expansión de la civilización de los kurganes, tanto al este como al oeste.

(Como en los folletines del XIX, Continuará...)