En el dolmen de Las Agulillas

viernes, 29 de noviembre de 2013

Inscripciones de época visigoda en los Pedroches

       Resulta interesante comprobar la disparidad que existe en los Pedroches entre los registros arqueológico y epigráfico de los dos grandes periodos anteriores a la etapa islámica. Para el primero, República y Alto Imperio romanos, hay poca constancia arqueológica, mas el número de inscripciones es elevado, tres decenas. Para la época posterior, tardoantigüedad y época visigoda, los documentos arqueológicos (especialmente sepulturas y sus depósitos rituales) se cuentan por centenares, pero sólo se recogen en la bibliografía especializada tres inscripciones, además de las dos de Majadaiglesia.

CIL II2/7, 791             
       A mediados del siglo XIX escribía Luis María Ramírez y las Casas-Deza en su Corografía de la provincia de Córdoba que al abrir en 1767 los cimientos para levantar la ermita de Nuestra Señora de Loreto de Dos Torres se encontraron una lápida de mármol blanco de media vara de anchura, que posteriormente se empotró en la pared de esa ermita. En la actualidad, se encuentra desaparecida.

       (Crux) Sempl[io]
       la famula
       (Christi)
       vixit an-
       nos LXXV
       requievit
       in pace e-
       ra DCLI (año 613)

       Es decir, que Sempliola, famula Christi falleció en paz a los 75 años en el año 651 de la era [hispánica], que equivale al año 613 de nuestro calendario** [véase la nota final].

CIL II2/7, 780             


       A finales del siglo XIX apareció en el Alto de los Barreros (a unos seiscientos metros al SW de la Cooperativa Olivarera de Villanueva de Córdoba) esta inscripción en mármol blanco. Fue llevaba al domicilio de don Pedro Benito Moreno, y ahí la vio Ángel Riesgo, quien la recogió. En la actualidad, se encuentra empotrada en la pared de una de las salas dedicadas al periodo visigodo del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (nº de inventario 62292).
       El texto es el siguiente:
       (crux) ILDERICUS FAMULUS PX(CHRIST)I VIXIT
       ANNOS PLUS MINUS L RECES
       SIT IN PACE SUB DIE SEXTO K(A)L(EN)D(AS)
       IULIAS (A)ER(A) DCCIII <TERTIA>

       Ilderico es un nombre genuino germano: proviene de "Hild", combate, y "Rik", jefe o caudillo, por lo que significa "El que es caudillo en el combate". También se llamaron así el penúltimo rey vándalo del norte de África y el conde visigodo de Nimes que se rebeló contra el rey Wamba en el año 673. Poco antes, el 26 junio 665, falleció nuestro Ilderico en el Alto de los Barreros. No debió de ser un personaje irrelevante, pues las inscripciones de mármol que conocemos de esa época  en los Pedroches son muy escasas.

CIL II2/7, 779             


       También en el mismo lugar que la anterior, el Alto de los Barreros de Villanueva de Córdoba, se descubrió otra lápida de mármol del periodo visigodo. Al haber sido empleada en un hogar se encuentra muy deteriorada. Igualmente, pasó a manos de Ángel Riesgo, y tras su muerte se encuentra en el Museo Arqueológico de Córdoba (nº inventario 27753). Lo que se puede leer de tu texto dice:

       (crux) BASILIA FA
       MULA [PX(CRIST)I ---]
       INV[---]
       SVA[---]
       CEM[---]
       CONIUGALI  [SO]
       CIETATE ANN(O)S
       XXX RECESSIT
       IN PACE S(U)B D(IE) II N(O)N(AS)
       N(OVEM)BR(E)S (A)ERA DC
       LXXXVIII

       En este caso, Basilia, se trata de un nombre de etimología griega. En este yacimiento se conjugan los dos grandes grupos sociales de la época (o al menos eso indican sus nombres), el germano y el hispanorromano (con personas que portaban nombres indígenas o provenientes de las culturas griega, romana y judeocristiana). Basilia falleció el 4 noviembre 650.

* * * * * * *

       Finalizo con la que se consideró también una inscripción de esta época de Pedroche, dada a conocer por Juan Ocaña Torrejón (1962, 113). Escribía que en las proximidades de la confluencia del arroyo del Muerto en el arroyo de Santa María hay una inscripción de la que ofreció la siguiente lectura:

"IL(d) EFONSVS (sub)SASA A S(uo) S(erv)O
SE(pultus) ANN(no) XPISTI 626"
"Ildefonso, bajo estos peñones, por su siervo sepultado. Año de Cristo 626".

       En esta interpretación hay algo que delata a las claras que hay algo mal, o la lectura o el año: ningún visigodo (ni, incluso, ostrogodo) empleó jamás de los jamases la numeración indo-arábiga, que se conoció en la península siglos después de que el último rey visigodo reinase en Hispania; durante el periodo hispanogodo siempre se empleó la numeración romana (I, V, X, L, C...). Armin U. Stylow (1986, 260) localizó el lugar y, como especialista en reconocer inscripciones difíciles de leer, encontró un texto bien distinto:

"Llegó aquí el agua año de 1626".

       Debe descartarse que se trate de una inscripción de época visigodoga, por lo que debemos contentarnos con ocho: dos de Majadaiglesia, una en Dos Torres,  dos en Villanueva de Córdoba, y las tres inéditas de las que se dio cuenta en este blog.

       (Las fotografías proceden de la página del CIL II de la Universidad de Alcalá de Henares.)

** Nota: Años de la Era Hispánica, equivalencia a nuestra datación.
       En el año 38 a.C. Octavio Augusto daba por finalizada la conquista de Hispania, decretando el comienzo de la Aera Hispanica (Era Hispánica), estableciendo esa fecha como año 1. No se sabe cuándo comenzó a emplearse como sistema de datación temporal, pero sí que fue empleada en la documentación y epigrafía de la era visigoda. Se siguió empleando durante la Edad Media, aunque no tuvo la misma duración en todos los lugares. En los condados catalanes se empleó hasta 1180; en Aragón y Valencia, hasta 1350 y 1358, respectivamente; en Portugal, llegó hasta 1422, y durante todo el siglo XV en Navarra. En Castilla dejó de emplearse a instancias de Juan I, decidiendo las Cortes reunidas en Segovia en el año 1421 de la Era Hispánica que oficialmente estaban en el año 1383

martes, 26 de noviembre de 2013

Inscripciones latinas de Majadaiglesia (II)

       Teniendo este blog como uno de sus cometidos el recopilar los datos más relevantes sobre la arqueología y epigrafía de los Pedroches, se completa ahora la relación de inscripciones anteriores a la conquista islámica pertenecientes al entorno de Majadaiglesia, de las que ya se ofreció la primera parte. Reconozco que estas materias me resultan a veces algo tediosas, que hay otros temas mucho más gratificantes, pero conocer bien estas inscripciones es imprescindible para poder valorar el yacimiento de Majadaiglesia en su justa medida. Y digo que es imprescindible porque la lectura errónea de estas inscripciones por parte de Ocaña Torrejón y Rodríguez Adrados se ha mantenido en la bibliografía del yacimiento, llegando incluso al Boletín Oficial de la Junta de Andalucía.
       Antes de proseguir, debo mostrar también mi agradecimiento a Pura Blasco Valero, pues al estar la obra de referencia en alemán, ha realizado la traducción del original.

CIL II2/7, 762             
       Escribe Armin Ulrich Stylow (1986, 256) que Luis Delgado había encontrado algunas páginas de los registros perdidos en la guerra de su abuelo, Ángel Delgado. Este erudito, natural de Belalcázar, fue el corresponsal en el norte de Córdoba del gran epigrafista de inicios del siglo XX, el jesuita P. Fidel Fita. D. Ángel Delgado escribió diversos artículos sobre las vías romanas en el norte de Córdoba, exhibiendo una nueva forma de conocer la historia: abandonando el gabinete y yendo a buscarla directamente al campo. El señor Delgado le remitió abundante información al padre Fita sobre inscripciones y otros objetos de los Pedroches y de Majadaiglesia.
       D. Ángel Delgado murió en la guerra civil de 1969-1939, perdiéndose igualmente los registros manuscritos donde dejaba constancia de sus hallazgos, pero su nieto Luis encontró en 1986 algunas páginas que hizo llegar a A. Stylow, quien por entonces se encontraba haciendo el trabajo de campo para realizar el corpus de las inscripciones latinas del norte de Córdoba.
       Entre estas páginas se encontraba el dibujo de una inscripción que, como la CIL II2/7, 759, podría haber estado situada en el umbral de la ermita de Nª Sª de las Cruces. Su texto es el siguiente: El texto es:
       [D(is) M(anibus) s(acrum )]
       [Fu]IVIA · C(ai) · f(ilia)
       [R]ufina
       [an(norum)] XX h(ic) s(sita)
       est · s(it) · t(ibi) t(erra)
       l(evis) 
       
       Stylow en 1986 leía en la segundo línea "[Fu]lvia", mas "IVIA" es lo que aparece en el referente oficial, la página de la Universidad de Heidelberg. Se fecha en el siglo II d.C.


CIL II2/7, 762a





       La única referencia que tengo de esta inscripción es que consta en la segunda edición del CIL. También es de carácter funerario, y su texto es éste:
       Vibia
       Q(uinti) f(ilia)
       Gaetula
       an(norum) LXXX
       h(icI s(itaI <e=T>(st)

       Está datada en la primera mitad del siglo I d.C., entre los años 1-50 d.C.

CIL II2/7, 763
             
       Corresponde a una lápida de granito, rota por arriba y el resto fragmentado posteriormente en dos partes.

       Los dos fragmentos se encontraban al menos hasta 1962 en la puerta de entrada del caserío (según describen Rodríguez Adrados y Ocaña Torrejón ese año), desapareciendo después e ignorándose su paradero actual. Stylow aclara que la parte de abajo (que Ocaña apunta erróneamente como la superior) muestra la imagen de una flor parecida a las hojas estilizadas de la CIL II2/7, 758. Este autor la sitúa en el siglo II d.C., y también es de carácter funerario; la interpretación del texto que ofrece la segunda edición del CIL es el siguiente:
       /---]us
       [pius in] suis 
       [---]via 
       [---] con
       [iugi s]uo f(aciendum)
       [c(uravit)] h(ic) s(itus) 
       [e(es)]

CIL II2/7, 764        
   
       "En el cortijo [de Majadaiglesia] se conserva una plancha de pizarra de gran tamaño en la que aparece grabada, en bajorrelieve, una 'R' de gran tamaño" (Ocaña Torrejón y Rodríguez Adrados, 1962, 126). Los especialistas en epigrafía la han datado entre los años 501 y 700 (de nuestra era, ni que decir tiene).
       Hay que destacar esto porque es importante: esta es la única inscripción lapídea procedente de Majadaiglesia que se puede adscribir al periodo visigodo.

CIL II2/7, 765             


       La última inscripción conocida de Majadaiglesia no tiene como soporte a la piedra, sino que está contenida en un objeto que constituyó una de las primeras entradas de este blog: la magnífica patena litúrgica del siglo VII descubierta en una sepultura por don Ángel Delgado; publicada por el padre Fita a comienzos del siglo XX, Père de Palol la describió y publicó otra fotografía suya en 1950. En esa obra la conocí yo, aunque quienes se habían interesado antes por el yacimiento la hubiesen considerado desaparecida. Por eso, cuando la vi en la página de la Universidad de Heidelberg pensé iba por buen camino, si con mis escasos conocimientos y medios llegaba a los mismos sitios que ellos.
       Se fecha entre los años 671-730 d.C., y su texto está escrito en latín y griego, por lo que copio y pego desde el enlace de la Universidad antedicha:

       Vita // Θε[ο]ῖς κατα[χθονίοις] 

       (Todas las fotografías han sido tomadas de la página del CIL II de la Universidad de Alcalá de Henares.)

viernes, 22 de noviembre de 2013

Nombres masculinos, 1741-1760, en Villanueva de Córdoba

       Durante estas dos décadas se aplicaron 133 nombres a los 2.078 niños nacidos durante este periodo, lo que supone una media de 15,62 niños por cada nombre, algo superior que la media de las niñas. Se observa una clara ampliación del repertorio de nombres de pila en siglo y medio, pues hacia 1600 la media por cada nombre fue de 34 niños y 45 niñas. Se aprecia, igualmente, una mayor profusión y diversidad entre los nombres de niñas que en los de los niños.
       Abajo se muestran los nombres de varón impuestos durante este periodo y su porcentaje de frecuencia:


* De los 133 nombres, 51 fueron sencillos y 82 compuestos, siendo el porcentaje de niños que portaron nombre compuesto respecto al total de 6,60%, muy pequeño y casi la mitad del porcentaje de niñas con nombre compuesto. Esto quiere decir que aunque se hubiese incrementado notablemente el número de nombres compuestos, la proporción de niños que tenían un nombre sencillo era abrumadora, superior al 93%. Si con los nombres compuestos cabe entenderse un deseo de identificación o de singularización de una persona, esto se produce casi el doble entre las niñas que en los niños.
* Como el porcentaje total de nombres compuestos sigue siendo muy pequeño, cabe entenderse que es una nueva "moda" que se va introduciendo desde finales del siglo XVII poco a poco, siendo mayoritaria a mediados del XVIII la costumbre de imponer nombres sencillos (siendo la principal norma para aplicarlos a los recién nacidos los nombres de los abuelos).
* Juan y Francisco son los nombres masculinos más empleados, aunque el primero pasa de un 20% de frecuencia en 1591-1610 al 14% en 1741-1760. En el gráfico siguiente se muestran los ocho nombres masculinos más frecuentes aplicados a los niños nacidos en Villanueva de Córdoba hacia mediados del siglo XVIII:



* Se vuelve a insistir en que el segundo nombre de uno compuesto no está siempre en función directa del santoral, y que el "santo del día" es a veces el responsable del primero de ellos. Es el caso de un niño llamado Antonio Francisco y nacido el 13 de junio, festividad de San Antonio de Padua. Son también muy frecuentes los nombres compuestos que no tienen que ver nada con los santos del día del nacido. No hay ninguna norma fija que seguir para imponer los nombres compuestos, como ocurrirá tiempo después.
* El nombre que más incrementa su frecuencia es Antonio, que desbanca del tercer lugar a Pedro, que venía ocupándolo desde finales del siglo XVI. En este gráfico se muestra cómo fue evolucionando la frecuencia de los nombres masculinos más abundantes a lo largo de siglo y medio:



* Si tomamos en consideración todos los nombres, sencillos y compuestos, no existen grandes diferencias al compararlos con los nombres completos. El porcentaje de los más frecuentes no varía demasiado, aumentando algo Antonio y José, los dos nombres más usados para formar compuestos. En la tabla siguiente se muestran las variaciones de porcentajes de los diez nombres más comunes, según se tomen completos o sumando los sencillos y compuestos:


* Al igual que con los nombres femeninos, era condición sine qua non que el nombre impuesto a un niño recién nacido fuera el de un santo conocido y reconocido por la Iglesia católica, y a esta norma no escapaban los nombres bíblicos del Antiguo Testamento (que eran, precisamente, los preferidos por herejes calvinistas y reformados). Faltan más de dos siglos para que se prodiguen Raúl y David.
* Como comenta D. Plácido en su Introducción al mundo antiguo: problemas teóricos y metodológicos, al ampliarse los campos de estudio histórico (políticos, sociales, militares, culturales, económicos...) se cae en el riesgo de caer en compartimentos estancos, lo que se puede salvar si existe la pretensiónde establecer las influencias e interdependencias que existen entre los distintos campos. Es lo que se conoce como "conexión dialéctica". En la materia en que tratamos esto es evidente, quedaría en algo simplemente anecdótico si no se relacionase con el espíritu de los tiempos. Desde esta perspectiva hay que entender lo dicho en el párrafo anterior, y permite explicar la aparición de nuevos nombres en este periodo, como Roque, aunque su frecuencia (0,14%) sea más que discreta. En 1738 se produjo una gran epidemia de tifus en Vilanueva de Córdoba, que incrementó notablemente la mortalidad. Nos cuenta Juan Ocaña en su Callejero de Villanueva de Córdoba que ese mismo año se creó en la localidad una cofradía bajo la advocación de San Roque. Éste era, junto con San Sebastián, uno de los tradicionales santos protectores contra la peste, y aunque no fuera esta enfermedad la que provocara la pandemia (los Pedroches estuvieron libres de la peste desde mediados del siglo XVII), parece que escogieron a San Roque por su "especialidad" en las enfermedades epidémicas. Tras fundarse la cofradía de San Roque, aparecieron algunos años después los primeros niños con este nombre.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Espiritualidad y sociedad en el Calcolítico, 2.

       En la actualidad, se considera que el  desarrollo cronológico del arte megalítico abarca las mismas fechas que los propios megalitos, iniciándose en la península hacia el V milenio cal. BC., y continuando hasta entrado el II milenio a.C. Por el lugar donde se desarrollan, de carácter funerario, supone que constituyen un complejo sistema de mensajes que no sólo codifican el espacio material, sino el espacio simbólico de las gentes que construyeron los megalitos.
       Además, los mismos temas, asociaciones y técnicas del arte megalítico se encuentran en el arte rupestre contemporáneo conocido como arte esquemático; en la decoración del ortostato de un megalito de Soto (Huelva) hay una grafía idéntica a los particulares ídolos muebles.
       Sobre la extensión del arte megalítico en la provincia de Córdoba, Beatriz Gavilán y Juan Carlos Vera citan restos de pintura roja en el dolmen de Casas de Don Pedro y en el de Delgados I, en el alto Valle del Guadiato, al noroeste de Córdoba. Al noreste de la provincia, en los Pedroches, además del menhir de Los Frailes ya se comentó que tenemos las pinturas del sepulcro de corredor de El Torno, que se pueden apreciar mejor si se fuerza el color con el Photoshop:


       También se ha comentado que este icono es muy frecuente en los abrigos decorados con arte esquemático en las estribaciones de Sierra Morena al noreste de los Pedroches con centro en Fuencaliente, como estas pinturas de las vertientes de la Sierpe (Fuencaliente, Ciudad Real):


(Fuente: Breuil, 1933-1935, fig. 37.)


       Esta coincidencia iconográfica es cuanto menos significativa. También es muy a tener en cuenta la especial orientación hacia Fuencaliente del corredor de un sepulcro megalítico en Torrubia (Cardeña), alejándose del este como es usual en la inmensa mayoría de ellos para mirar directamente a esta zona. En este caso considero que la arquitectura representa la necesidad espacial, no solo en lo material, sino en lo ideológico, lo que reflejaría la importancia que hubo de tener este lugar para la gente que construyó ese megalito, especialmente abundante en paneles al aire libre decorados con arte esquemático.
       Desde una perspectiva global, han de valorarse conjuntamente las culturas de la Prehistoria Reciente y sus producciones gráficas. Además del indudable carácter ideológico que tuvieron que tener, estas grafías pueden revelarnos aspectos sociales de quienes las emplearon. Estos marcadores gráficos "suponen la acotación de un espacio psicológico argumentado por la tradición. Las pinturas de los abrigos, los grabados de las rocas, los menhires, recogen los símbolos de los antepasados que permiten el uso y tránsito de los distintos nichos ecológicos, con la seguridad que otorga su clara definición y marcación como terreno que pertenece al grupo".
       Hay que considerar que aunque el arte megalítico esté extendido por toda la península, en absoluto está presente en la totalidad o mayoría de megalitos. También debe valorarse que en la actualidad se considera que si bien los sepulcros megalíticos fueron colectivos, tampoco estaba abierto su acceso a todos los miembros de la comunidad, sino que a ellos sólo tenían derecho de acceso unos pocos. Por este motivo, "el código gráfico que preside el espacio funerario recoge la simbología comunal y la utiliza en un ámbito privado. En este aspecto, es la evidencia de la acaparación, por parte de unos pocos, de la tradición como elemento de cohesión social, para justificar la preposición predominante de una parte del grupo... La selección social que significa la presencia del arte megalítico en contenedores funerarios determinados nos remite, una vez más, a la valoración de los grupos megalíticos como conjuntos jerarquizados, en los que clanes concretos detentarían los principios de cohesión social" (Bueno y Balbín, 2003, 306-307). "Los símbolos colectivos que señalizan las zonas de pastos, de adquisición de madera o de agua, son utilizados en algunos enterramientos por una parte del grupo, precisamente los que han conseguido que la conservación de sus restos obtenga un consenso social que otros segmentos de la sociedad no alcanzan" (Bueno, Balbín y Barroso, 2006, 59). "El desarrollo mismo de la idea de la inmortalidad o de la vida en el más allá... cobra cuerpo con intensidad en el marco de la consolidación de lo que podríamos considerar espíritu o conciencia de clase en el seno de sociedades desarrolladas y jerarquizadas. La posibilidad de la inmortalidad o de la vida de ultratumba se configuró como un privilegio que acapararon los individuos preeminentes... Que un individuo preeminente pudiera sobrevivir en el más allá, aparte de que fuera una creencia confortable para el sujeto mismo en vida, era una garantía añadida a la continuidad de lo que éol mismo representaba, trasladada a sus herederos" (Bendala, 2000, 28).
       Como se comenta, no todos los sepulcros megalíticos están decorados, o se depositaron ídolos muebles, piezas exentas, en su interior. De los sesenta dólmenes de los que tengo conocimiento en los Pedroches sólo sé de dos casos, las pinturas del sepulcro de corredor de El Torno y los ídolos-falange de El Atalayón de Navalmilano. Curiosamente, ambas sepulturas están a menos de tres kilómetros en línea recta una de otra, por lo que me planteo si ello podría suponer un indicio de emulación o competencia entre los grupos destacados enterrados en cada lugar, porque es curioso que entre seis decenas de sepulcros megalíticos en una amplia extensión sólo conozcamos manifestaciones artísticas en dos muy cercanos.

       Otros aspectos, que parecen estar relacionados entre sí, son el del origen y la extensión del arte megalítico. Con unas fechas de inicio del V milenio cal. BC hay que plantearse de dónde procede esa tradición cultural, y si es cierto, como dijo V. Gordon Childe, que ex Oriente, lux, mas ya vimos en la entrada anterior de la materia que está presente en la Europa atlántica: Francia (sobre todo Bretaña, islas británicas, Dinamarca y Alemania).
       El arte megalítico sería "un código gráfico asociado al entramado cultural del megalitismo europeo. Es tan antiguo como las primeras arquitecturas y posee una amplitud semejante a la del arte paleolítico, con lo que transluce una interacción entre las culturas de la vieja Europa que parece constante, cuando menos, desde el Paleolítico Superior. La reiteración de formas y asociaciones... deja patente la importancia del mantenimiento de la tradición, muy posiblemente como sistema de cohesión social... Las decoraciones gráficas... son el soporte gráfico de esa tradición". Las grafías del arte megalítico serían el código reconocible de una conducta institucionaliza para mantener la tradición dirigida a las generaciones siguientes. "Si la geografía cultural del arte megalítico constata relaciones entre los pueblos productores europeos, desde cuando menos el V milenio cal BC, la ideología que reflejan los contenedores funerarios difícilmente puede explicarse por el tradicional modelo colonizador oriental. Más bien habríamos de pensar en procesos complejos, en los que las culturas occidentales poseyeron un papel más importante que el de meras receptoras, que se les ha atribuido tradicionalmente" (Bueno y Balbín, 2003, 293). Esta opinión tiene otro aval si se tiene en cuenta que la implantación del arte megalítico está sobre todo en la zona atlántica y que no hay constancia de él (al menos no la conozco) en las islas mediterráneas donde también existió el fenómeno megalítico.
       Desde una perspectiva amplia de la geografía cultural del arte megalítico, sus grafías pueden mostrarnos las conexiones ideológicas entre distintos grupos (sin que ello quiera decir que no hubiera existencia de diferencias regionales). "Los marcadores gráficos se insertan en el contexto arqueológico, de modo que las culturas de la Prehistoria Reciente y sus producciones gráficas forman un todo que no debería analizarse de modo parcial", (Bueno y Balbín, 2003, 306). En este sentido se encamina el trabajo de Julián Bécares.
       En su trabajo analiza todos los tipos de manifestaciones artísticas, bien pinturas procedentes del arte esquemático y del arte megalítico, bien "ídolos" muebles, de los que existe una numerosa tipología (que los taxonomistas han elaborado, sobre todo, a partir del soporte donde fueron realizados). La hipótesis básica de J. Bécares Pérez es que "la abundante y variada tipología... pudieran hacernos olvidar, o al menos enmascarar en parte, la uniformidad conceptual que puede reconocerse en la gran mayoría de estos motivos" (Bécares, 1990, 87). En este dibujo resume su idea sobre uniformidad conceptual en los ídolos del Calcolítico peninsular:
(Fuente: Bécares Pérez, 1990, 94.)

       Considera que para realizar estos ídolos se utilizan básicamente dos elementos, bien de forma aislada bien asociados, sin que se pueda saber si ambos elementos pertenecen al mismo ente o a entes diferenciados. Estos dos elementos son el cuerpo y la cara, representados de forma distinta.
       Para el cuerpo se toma como icono un bitriángulo equilátero, con los vértices unidos en el centro y las bases en las partes superior e inferior. "De este modelo básico y las posibilidades de realización plástica o de simple insinuación sobre distintos materiales, surgen un buen número de variedades tipológicas, diferentes según nos refiramos a materiales muebles o a representaciones sobre la roca, o sobre otros soportes como la cerámica, etc." (Bécares, 1990, 88), como se puede apreciar en el esquema de arriba.
       Cuando la figura es tridimensional, el modelo es el de bicono, consecuente a la rotación del bitriángulo equilátero. Buscando esta forma es por lo que se seleccionaban objetos concretos concretos, como las falanges de los dedos de animales domésticos. Particularmente, esta forma me evoca a esas canciones que comparan el cuerpo femenino con una guitarra, por ejemplo, y esta impresión se acrecienta con la expresiva decoración del ídolo-falange nº 2 del Atalayón de Navalmaestre (Villanueva de Córdoba), resaltando los atributos femeninos:

(Fuente: Murillo Redondo, 1988, 88.)

       Me parece ostensible que el artista escogió la falange del dedo de un suido porque su propia anatomía tiene la apariencia de un cuerpo femenino, que se resaltó marcando los pechos y el triángulo púbico.

       El segundo elemento común que dice J. Bécares en la iconografía de los ídolos calcolíticos peninsulares, es el rostro, especialmente los ojos. Al tratar de los ídolos-falange de El Atalayón de Navalmilano ya se comentó que hay unos tipos caracterizados precisamente por resaltar en ellos los ojos, como en el detalle de éste de la fotografía siguiente conservado en el Museo Arqueológico Nacional:

       En el ídolo-falange nº 2 de El Atalayón también se muestra este mismo motivo, expresado por puntos rodeados de líneas radiales. Es característico en la representación de los ídolos peninsulares el énfasis puesto en los ojos. "Algunos autores han pensado que podría ser la representación de una lechuza y, desde luego, no están faltos de razón", escribe un especialista en tipo de arte mueble, Víctor Hurtado, por ser la lechuza un ave nocturna y poder representar a la muerte. Aunque este mismo autor advierte que el tema oculado se encuentra desde el Mediterráneo oriental a Italia o Dinamarca, lo que supone que es un "tema que adquiere profundidad y que marcha parejo en la iconografía religiosa del Mediterráneo" (V. Hurtado, 1980, 182).
       Los ojos resaltados se encuentran en las inquietantes estatuas neolíticas de Ain Ghazal (Jordania), fechadas entre 7250 y 5000 a.C.:

     o en el arte sumerio, como esta estatua del ufano Intendente Ebih-Il de la ciudad de Mari (mediados del III milenio a.C.):
       
      Manuel Bendala Galán plantea la posibilidad de que el mito griego de la gorgona Medusa, de ojos petrificadores, surgiera cuando los marinos del Egeo arribaron a la península y conocieron la peculiar representación de los ídolos de esta tierra (Bendala, 2000, 63-64), en la que se resaltan sobre todo los ojos.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Espiritualidad y sociedad en el Calcolítico, 1

[Cuando estaba ultimando esta entrada he tenido conocimiento de una conferencia en Villanueva a cargo de Rodrigo de Balbín Berhmann y Mimí Bueno Ramírez. Rodrigo de Balbín es uno de los "Grandes" del Paleolítico Superior de la Península ibérica. Mimí Ramírez es la principal responsable de la concepción que se tiene actualmente del arte megalítico, como veremos posteriormente. Es un acto más que recomendable para asistir, de no existir otras causas de fuerza mayor, claro].

       Me planteaba qué podemos conocer de los distintos aspectos (economía, sociedad, ideología) de la vida de las gentes que habitaron en los Pedroches orientales en el tiempo en que se levantaron y emplearon los monumentos megalíticos. La información de la que se dispone proviene casi exclusivamente de los propios megalitos y de los objetos aparecidos en ellos. El desconocer sus lugares de hábitat, donde vivieron, nos imposibilita adentrarnos en su componente material. Nos encontramos en un tiempo en que ya hay una economía de producción, agricultura y ganadería, pero resultaría interesante conocer qué especies animales y vegetales emplearon; la aportación de los recursos naturales (caza o bellotas, por ejemplo) a la subsistencia diaria; o, siendo los Pedroches una zona con numerosos filones superficiales de cobre, la importancia o el desarrollo de la metalurgia. Estando estos megalitos asociados al Mundo de la Muerte, quizá a partir de ellos podamos conocer algo de la ideología y sociedad de aquellos grupos humanos.
       El elemento que parece ser más antiguo es el menhir de Los Frailes.


       En la Europa atlántica la erección de grandes menhires es anterior a la construcción de las primeras construcciones funerarias. Sobre la cronología de los menhires, en general, algunos de ellos de Bretaña y peninsulares han sido datados en el VII milenio a.C. (Bueno y Balbín, 2003, 309), aunque es un tipo de monumento que perduró en el tiempo, pues el burgalés de  La Cuesta del Molino, se levantó en la segunda mitad del III milenio. Como ya sabemos, los menhires son piedras alargadas, en bruto o toscamente talladas, con una parte enterrada en el suelo y dispuestas verticalmente. Algunos menhires fueron trabajados de forma antropomórfica, aunque en este caso se denominan estelas, ídolos o estatuas-menhir.
       Este menhir en concreto de los Pedroches está realizado sobre piedra granítica porfírica, local, sobresaliendo 110 cm del suelo. Sus caras miden 40 cm y 48 cm, y su cúspide aparece roma, advirtiéndose los retoques laterales. Como es común en este tipo de monumento megalítico, está decorado con cazoletas (pequeñas oquedades).


       Del carácter espiritual de los menhires no cabe duda, pues no son algo que "den de comer", sino, al contrario, exigen una notable inversión de esfuerzo en tallarlos, decorarlos, transportarlos, hacer el hoyo y erigirlos. Algunos de ellos están en relación con sepulcros megalíticos, lo que los haría pertenecer al mundo funerario. No sabemos si es así en este caso, pero sí que a pocos centenares de metros del menhir se encuentran cuatro sepulcros megalíticos de distinta tipología, estando dos de ellos alineados con el menhir. Ángel Riesgo, el primero en dar a conocer el megalitismo en los Pedroches, cita otros cinco sepulcros megalíticos a no más de tres kilómetros del menhir de los Frailes.
       Las distintas formas de sepulcros megalíticos (cista simple, galería, sepulcro de corredor) a pocos centenares de metros del menhir me recuerda a la propuesta de Chapman para la necrópolis de Los Millares (Almería) de que cada tumba pertenecería a un grupo de linaje amplio, que tendrían en el menhir, o en lo representado en el menhir, su nexo de unión.
       En realidad, no se conoce cuál fue la funcionalidad de los menhires, su significado para la sociedad que los creó y empleó. Pero algo tuvo que significar para que una persona se afanase en labrar en una de sus caras esas oquedades o cazoletas, aunque no sepamos concretamente el qué. Sí parece muy probable que el menhir forma parte de un código transmisor de mensajes en un territorio controlado socialmente mediante una serie de códigos.
       Los elementos más abundantes relacionados con la espiritualidad en el noreste de Córdoba son las seis decenas de sepulcros megalíticos que conozco. Por ejemplo, éste tipo galería en El Rongil, a 15 km al SE de Villanueva de Córdoba. (La ubicación de este megalito también es interesante: se encuentra fuera del batolito de los Pedroches, en los materiales sedimentarios del Carbonífero, pero en un lugar donde ese mismo batolito emitió a un par de kilómetros de él una bolsada granítica, con cuyos materiales se construyó el sepulcro.)

       Al igual que en otros enterramientos de distintos lugares y tiempos, desde el Señor de Sipán en Sudamérica al emperador Qin Shi Huang de China, se depositaron en los dólmenes una serie de objetos. Es lo que se conoce (en la jerga arqueológica, que no en el DRAE) como "ajuar", o, quizá más apropiadamente, depósito ritual. Del mismo sólo nos han llegado aquéllos elaborados en materiales capaces de resistir el paso de los milenios, como piedra, hueso o cerámica.
       Sólo excepcionalmente se han conservado todos los elementos originales del depósito ritual. Es lo que ocurrió en Cueva Sagrada, un yacimiento de la sierra de la Tercia (Lorca, Murcia). En una sala aislada de la cueva, y sobre la misma superficie, reposando en una estera de esparto, se descubrió un enterramiento compuesto por un cráneo infantil, junto al que se depositó un plato de madera de roble con una bellota y una semilla de uva; un vestido compuesto por dos piezas grandes de lino; cuentas de collar en gran número, alfileres de hueso para el cabello; tres punzones de cobre; un huso de madera de pino y un ramo de flores. Además, se encontró en el yacimiento un ídolo oculado similar a la de los de la cultura de Los Millares (Almería). El análisis de C-14 dio una datación de 1920 a.C. [datación sin calibrar, v. la nota final].
       En los ajuares funerarios de las sepulturas megalíticas de los Pedroches aparecen sobre todo puntas de proyectil, muchas elaboradas con la técnica de retoque plano:
(Fuente: R. Mª Martínez Sánchez, 2007).

       También se depositaron otros objetos como alargadas láminas de sílex (útiles para cortar); pequeñas hachas pulimentadas; alisadores de astas de proyectil; cuentas de collar de diversa tipología y materiales; piezas de cerámica; objetos claramente simbólicos como ídolos-falange. La explicación más lógica para que fueran depositados allí es que se hicieron con el deseo de que fueran empleados por los finados en el Más Allá. Ahora, bien, aunque fueran sepulcros colectivos el derecho a acceder a ellos estaba limitado, lo que plantea la existencia de un sistema social con grupos destacados.
       Los sepulcros megalíticos de la Península, en general, tienen "un recorrido temporal que abarca desde el V milenio cal.[***] BC al II milenio [a.C.  ]" (Bueno y Balbín, 2003, 297), es decir, desde el Neolítico hasta los inicios de la Edad del Bronce, dependiendo de los lugares. Si, grosso modo, se adscriben los megalitos de los Pedroches al Calcolítico es por la similitud de sus ajuares con los de otros yacimientos que sí han podido ser mejor estudiados y datados. Además, no se conocen en los Pedroches los más característicos elementos de la cultura material de esos periodos
       A partir de los elementos artísticos provenientes de los megalitos podemos continuar en el intento de adentrarnos en la ideología y la sociedad de estos grupos humanos, pues, como expresó D. Plácido, las formas expresivas que conforman la Historia del Arte contienen una funcionalidad inmediata, bien sea decorativa bien para indicar las necesidades de diferenciación y prestigio. Son un eficaz vehículo para desarrollar los aspectos más íntimos del imaginario colectivo e individual. Los especialistas distinguen entre el arte mueble y el arte megalítico. De ambas modalidades se conocen ejemplos en los Pedroches.
       El arte mueble, formado por objetos que pueden transportarse, está representado en los ídolos-falange de El Atalayón de Navalmilano, un tipo de objetos sobre los que nos hemos detenido en otra entrada. Las muy interesantes pinturas del sepulcro de corredor de El Torno se adscriben al arte megalítico. Vamos a detenernos en este tipo de manifestación artística, tanto por lo que nos atañe para la historia de los Pedroches como por el radical cambio que ha tenido su interpretación en los últimos treinta años.
       Hasta prácticamente la década de los ochenta del pasado siglo se consideraba que el arte megalítico, es decir, pinturas y grabados que ornan los sepulcros megalíticos y menhires, eran propios del Noroeste peninsular, formando el resto de la península una enorme "área marginal" de este fenómeno. En esta visión se impuso "una línea de interpretación de fuerte contenido nacionalista" (Bueno, Balbín y Barroso, 2006, 59). Se suponía que en el norte los menhires y ortostatos de los monumentos megalíticos estaban decorados, pero no los del sur; y que, en cambio, los sureños poseían piezas exentas, "ídolos", ausentes en los del norte. El magnífico trabajo realizado a partir de entonces (en el que hay que destacar a Mimí Bueno) puso de manifiesto que no era así, sino que se debía a algo más prosaico: se había investigado poco en otros lugares. En la recopilación sobre el arte megalítico que hizo E. Shee en 1981 se recogía este tipo forma plástica en el noroeste y zona atlántica peninsulares. Tras el trabajo realizado desde entonces (en el que, insisto, hay que destacar a Mimí Bueno) se ha comprobado que el arte megalítico está presente en todo el territorio peninsular donde existen megalitos, y en otros lugares del continente europeo (SE de Francia, Alemania y Dinamarca). En el mapa de abajo, con puntos verdes están representados los puntos conocidos con arte megalítico en 1981; con triángulos rojos, de los que se sabe hoy en día:

(Fuente: Bueno y Balbín, 2003, 302.)

       Lejos de la visión de los historiadores nacionalistas galaico-portugueses de la primera década del siglo XX, con supuestas zonas marginales peninsulares, "Andalucía se presenta como una de las regiones más ricas del sur de Europa desde el punto de vista gráfico" (Bueno, Balbín y Barroso, 2006, 59), como se aprecia en este mapa de la distribución del arte megalítico en Andalucía:
(Fuente: Bueno, Balbín y Barroso, 2006, 33.)

Quedan cosas aún por contar, y para evitar tochos, continuamos en otra entrada.

[*** NOTA SOBRE CALIBRACIÓN DEL CARBONO 14: En la cita se habla de una datación de C-14 calibrada, y de otra sin calibrar. Esto hay que aclararlo. Cuando se comenzó a emplear la proporción de isópoto de carbono 14 contenida en las muestras orgánicas para su datación temporal, se consideró que la proporción de ese isótopo había sido constante en el tiempo, pero se ha demostrado falso, pues ésta varía por diversos factores, como la actividad solar. Para adaptar las lecturas del carbono 14 a fechas de calendario se emplean diversos métodos, que es a lo que se conoce por calibración.]




jueves, 7 de noviembre de 2013

Una página de la memoria histórica

       Una tarde de 2008 recibí la llamada de una chica francesa, Marie Deniot, que hablaba un castellano muy correcto. Me contó que su abuelo había nacido en Villanueva de Córdoba, y que tras la guerra civil se había exiliado a Francia; estaba embarcada en la búsqueda de su familia española. Me preguntó si a partir de los datos del archivo de la parroquia de San Miguel podría ayudarla. Por lo menos se iba a intentar, mas cuando conocí los antecedentes mi compromiso se hizo más fuerte. Esta es la historia de una búsqueda y un encuentro.
       El abuelo de Marie, José del Pozo González, nació en la calle Cañada Alta de Villanueva de Córdoba en 1911. En tiempos de los II República emigró a Madrid, donde se casó en la parroquia de Nª Sª de los Ángeles con Clotilde García en 1935, teniendo pronto a una niña, Francisca.
       José del Pozo participó en la guerra en el bando republicano. "En 1939 el abuelo José, republicano y opuesto [al régimen de Franco] debió de huir de España dejando atrás a su mujer embarazada y a su hija Francisca de unos cuatro años. Es así como mi abuelo llegó al suelo francés en febrero de 1939, para ser dirigido inmediatamente hacia el Campo de Argelès, situado a algunos kilómetros de Perpignan. Más tarde, Clotilde, que se había quedado con sus hijos, decidió reunirse con él en este campo. A su llegada Clotilde dio a luz en 1939 a su hijo Juan del Pozo García. Muy rápido, las autoridades del campo intentaron tutelar a Francisca y a Juan con el fin de instalarlos en un hospicio. Clotilde, que no quería ser separada de sus hijos, decidió volver a España" **. Las dos partes de la familia no volverían a encontrarse jamás.
       José del Pozo fue obligado por las autoridades colaboracionistas francesas de Vichy a formar parte de las Agrupaciones de Trabajadores Extranjeros, que trabajaron en la realización de proyectos militares planificados por las autoridades nazis. José estuvo en la construcción del Muro del Atlántico, para evitar el desembarco aliado, hasta que logró fugarse en 1944.
       Concluida la II Guerra Mundial trabajó en Francia en diversos oficios, aunque eligió no nacionalizarse francés. En 1946 conoció a Marie-Thérèse Deniot, quien tenía un pequeño de dos años fruto de un matrimonio anterior. Ambos reemprendieron una nueva vida juntos, aunque José nunca se olvidó de su mujer e hijos españoles. "Mi abuelo nunca ha ocultado nada de su situación familiar. Siempre hemos sabido que en su tierra, en España, tenía una mujer y dos hijos. Por ello, mis abuelos nunca han podido casarse... El abuelo nunca dejó de pensar en su familia que quedó en España. Según mi padre, el abuelo siempre hablaba de sus hijos y había colocado incluso sobre su cama una fotografía en la que estaban uno junto a otro. Le habría gustado volverlos ha ver. Habría deseado volver un día a su país, pero la guerra, el régimen franquista y los horrores que eso generó le daban un miedo terrible. Siempre decía que si volvía, le cortarían la cabeza. Las guerras han hecho sufrir a familias, hombres, mujeres y niños".
       José del Pozo y Marie-Thérèse Deniot tuvieron tres hijos, Jean-Jacques, Michel y François, y era una hija de Michel, Marie Deniot, quien se había puesto en contacto conmigo. Marie Deniot, nacida en 1980, no conoció a su abuelo (fallecido en 1973), y comenzó una tenaz búsqueda de su familia española. Hasta le envió una carta a todas las mujeres españolas que pudo localizar con apellidos del Pozo García:


       ¿Cómo no sentir empatía por ella y por su labor? Toda mi experiencia de trabajar cuatro décadas en archivos, mi formación de historiador uneco, se pusieron a disposición de la investigación.
       En la partida de bautismo de José del Pozo figuraba que se había casado en Madrid, así que el primer paso fue llamar al archivero de la parroquia Nª Sª de los Ángeles. Lamento no conocer su nombre para citarlo, pero sí que me atendió con la mayor amabilidad y que me facilitó datos imprescindibles para continuar: la hija española de José del Pozo, Francisca, también estaba bautizada en esa parroquia, y en su partida figuraba el nombre de su esposo. Afortunadamente, el segundo apellido del mismo era poco frecuente, de origen vasco, y mi compañera de la UNED Marta Giménez me informó que sólo había dos personas en Madrid con dichos apellidos.
       Al llamar al primero de ellos, ¡¡premio!! El señor que me atendió al teléfono me dijo que conocía a la persona que buscaba, Francisca del Pozo García, por haber estado casada con un hermano suyo, aunque Francisca había fallecido en 2001. Pero que podía facilitarme el teléfono de su hija, también llamada Paquita.
       Mi búsqueda había concluido, había localizado a la familia española de Marie Deniot, pero antes de llamar a Paquita me paré a considerar cómo lo iba a hacer. ¿Cómo se le dice a una persona que tiene una prima hermana, y más familia, de la que ignoraba por completo su existencia, que está intentando ponerse en contacto con ella? Creo que con la mayor delicadeza y tacto para causar el menor impacto posible.
       Aun así, la impresión fue fuerte para la nieta española de José del Pozo, Paquita. Ignoraban por completo qué había sido de su abuelo después de que su abuela volviera del campo de concentración a España, e incluso desconocían que su retorno había sido por su propia decisión. Cualquiera comprende a una madre que se niega a que le arrebaten a sus hijos, y su vuelta a España sola, con una niña de cuatro años y un bebe, esposa de un republicano exiliado, no tuvo que ser nada de fácil, pero consiguió sacar arriba a su familia. Sus hijos, Francisca y Juan, siempre pensaron que su padre, José del Pozo, los había dejado tirados, pero ahora le decía no fue así: fue Clotilde la que quiso volver para que no le arrebataran a sus hijos, y José no pudo regresar.
         Por teléfono, notaba la impresión que le había producido a Paquita el conocer estos nuevos datos de su historia familiar. Esta chica francesa, le dije, os está buscando con ahínco y con muy buena fe. Si ahora rechazas su petición quizá dentro de un tiempo te preguntes si hiciste lo correcto; el "no" siempre lo tienes abierto, podéis poneros en contacto y ya decides qué hacer después de hablar. Superado el impacto inicial, así lo hicieron, ambas, Marie y Paquita, hablaron por teléfono y, después, los genes hicieron el resto. Las dos familias, española y francesa, de José del Pozo se encontraron, primero en Madrid y más tarde en Francia.
        Si el final fue el mejor de los esperados, se debió sobre todo a la tenacidad de Marie Deniot por encontrar a su familia española. Y, la verdad, que me congratulo por haber participado en la búsqueda.

** Las citas en cursiva y color azul corresponden al libro escrito en castellano por Marie Deniot, De España a Francia... de Francia a España, del que tuvo la gentileza de regalarme un ejemplar.

martes, 5 de noviembre de 2013

Nombres de mujer, 1741-1760, en Villanueva de Córdoba

       Al aumentar la población tanto en su número de habitantes como en el de nombres, y con el fin de evitar entradas demasiado largas, a partir de este periodo, 1741-1760, desglosaremos el estudio de la onomástica de Villanueva de Córdoba por sexos, comenzando por los nombres que se les impuso a las niñas nacidas en esta localidad a mediados del siglo XVIII.
       En el tiempo de estudio se han tomado los nombres de las 2.059 niñas nacidas en él. Se impusieron 155 nombres, lo que supone una media de 13,28 niñas por nombre.
En la siguiente tabla se muestra la relación completa de los nombres impuestos a las niñas nacidas entre 1741 y 1760, junto a su porcentaje de frecuencia:



       Tras la auténtica revolución onomástica que supuso la profusa aparición de nombres compuestos a finales del siglo XVII, la década de 1740 supone un retorno a los nombres simples: de las 281 niñas nacidas entre 1741 y 1743 sólo a seis se les puso un nombre compuesto.
       Más que un cambio de costumbres (como la que se produjo cuando tras la crisis de 1679-1685 surgen en Villanueva los nombres compuestos con fecundidad barroca) creo que el factor más determinante para este hecho fue el hábito de imponer a los niños los nombres de sus abuelos que, a inicios del periodo de estudio (década de 1740) portaban nombres simples. En la década de 1750 los nombres compuestos volvieron a surgir con la misma fuerza que la hierba tras unas abundantes lluvias otoñales: si entre 1741-1753 sólo a una niña se la llamó María Josefa, entre 1754-1760 este nombre se le puso a otras 23 niñas. Muchos abuelos de hacia 1750-1760, que habían nacido por el cambio de siglo, llevaban nombres compuestos, que transmitieron a sus nietos. Así se explica la continuidad intergeneracional de nombres como Ana Josefa, que ha llegado hasta nuestros días.

* De los 155 nombres femeninos, 45 fueron sencillos y 110 compuestos. El porcentaje de niñas con nombres compuestos es muy pequeño respecto al total, 11,41%. O sea, que aunque el número de nombres compuestos fuera muy abundante, no lo era el conjunto de mujeres que lo portaban, algo más de once de cada cien
* María prosiguió siendo el nombre femenino por excelencia, llevándolo un tercio de las niñas nacidas en el periodo. María, simplemente, pues de María en compuestos trataremos después. En segundo lugar continúa Catalina (9,86%), e Isabel en el tercero (7,48%). Estos tres nombres suponen la mitad de todas las niñas. En la etapa 1591-1610 los tres nombres más frecuentes significaban el 60,6% de todos los nombres. Entre 1741-1760 Isabel ha desbancado del tercer lugar a Ana, que desde finales del XVI había sido el tercer nombre más frecuente.
En el gráfico siguiente se muestra el porcentaje de los nombres más frecuentes en los distintos periodos estudiados:



* Los nombres preferidos para formar compuestos son María (50 nombres compuestos en que forma parte) y Josefa (23 nombres).
* Los dos nombres femeninos que más ascienden en porcentaje respecto a inicios del siglo XVIII son Isabel, con el 7,85%, y Josefa, con un 3,84% y séptimo lugar de frecuencia.
* Debe destacarse el notable aumento de "Josefa", muy de moda desde que apareciera en Villanueva a mediados del siglo XVII. Tomado tanto como nombre simple como componente de uno compuesto, supone el 6,76%, pasando al quinto lugar de los nombres más frecuentes.
En esta tabla se muestran los nombres más frecuentes, bien completos bien incluyendo los recogidos en nombres simples y compuestos:



* Otro nombre que apareció a finales del XVII, Rosa, se mantiene y amplía su repertorio a Rosa María. Como ya hemos visto en otras entradas de la sección, en la España de la época había una auténtica militancia católica, que se trasladaba a los nombres de pila impuestos a los recién nacidos: sólo podían ser de santos conocidos y reconocidos por Roma, como respuesta al ninguneo al santoral que aplicaron los herejes luteranos y calvinistas, pasando de santos y tomando como referente el Antiguo Testamento. A partir de la canonización en 1671 de Santa Rosa de Lima había una santa que amparaba que este nombre, bonito y original entonces, pudiera aplicarse.
* Algo similar ocurrió con Rita, nombre que se le impuso a dos niñas nacidas en Villanueva a mediados del siglo XVIII. En 1627 fue beatificada la llamada en el siglo XV Margherita Lotti, por lo que "Rita" parece el hipocorístico del nombre de pila original. Aunque no fuera canonizada hasta el año 1900, alcanzó una gran popularidad, que se trasladó al nombre de algunas niñas.
* La forma de imponer los nombres compuestos sigue siendo bastante aleatoria. El segundo de los nombres compuestos no está siempre en función del santoral (como ocurrirá en tiempos posteriores), aunque en algunos casos sí lo determina. El "santo del día", también, puede ser responsable del primero en los nombres compuestos. Pero la norma es que no hay norma para los nombres compuestos, como (insisto) ocurrirá años después, cuando el "santo del día" sea el segundo en los nombres compuestos. Por ejemplo, a mediados del XVIII se pusieron nombres como Josefa Francisca, Ana Antonia o Gregoria Florencia a niñas nacidas en días que no tenían relación alguna con ninguno de sus santos tocayos. Creo, por tanto, que lo que se buscaba con esos nombres era la originalidad y la afirmación de la individualidad de la persona recién venida a este mundo. Aunque, en el conjunto de todos los nombres, estos compuestos tan particulares son minoritarios, del orden de uno por cada diez. Domina la tradición en la transmisión de los nombres propios, pero soplan vientos de cambio.
* Tan significativas como las presencias son las ausencias, en este caso de advocaciones marianas (Carmen, Dolores, Concepción...).