En el dolmen de Las Agulillas

viernes, 22 de noviembre de 2013

Nombres masculinos, 1741-1760, en Villanueva de Córdoba

       Durante estas dos décadas se aplicaron 133 nombres a los 2.078 niños nacidos durante este periodo, lo que supone una media de 15,62 niños por cada nombre, algo superior que la media de las niñas. Se observa una clara ampliación del repertorio de nombres de pila en siglo y medio, pues hacia 1600 la media por cada nombre fue de 34 niños y 45 niñas. Se aprecia, igualmente, una mayor profusión y diversidad entre los nombres de niñas que en los de los niños.
       Abajo se muestran los nombres de varón impuestos durante este periodo y su porcentaje de frecuencia:


* De los 133 nombres, 51 fueron sencillos y 82 compuestos, siendo el porcentaje de niños que portaron nombre compuesto respecto al total de 6,60%, muy pequeño y casi la mitad del porcentaje de niñas con nombre compuesto. Esto quiere decir que aunque se hubiese incrementado notablemente el número de nombres compuestos, la proporción de niños que tenían un nombre sencillo era abrumadora, superior al 93%. Si con los nombres compuestos cabe entenderse un deseo de identificación o de singularización de una persona, esto se produce casi el doble entre las niñas que en los niños.
* Como el porcentaje total de nombres compuestos sigue siendo muy pequeño, cabe entenderse que es una nueva "moda" que se va introduciendo desde finales del siglo XVII poco a poco, siendo mayoritaria a mediados del XVIII la costumbre de imponer nombres sencillos (siendo la principal norma para aplicarlos a los recién nacidos los nombres de los abuelos).
* Juan y Francisco son los nombres masculinos más empleados, aunque el primero pasa de un 20% de frecuencia en 1591-1610 al 14% en 1741-1760. En el gráfico siguiente se muestran los ocho nombres masculinos más frecuentes aplicados a los niños nacidos en Villanueva de Córdoba hacia mediados del siglo XVIII:



* Se vuelve a insistir en que el segundo nombre de uno compuesto no está siempre en función directa del santoral, y que el "santo del día" es a veces el responsable del primero de ellos. Es el caso de un niño llamado Antonio Francisco y nacido el 13 de junio, festividad de San Antonio de Padua. Son también muy frecuentes los nombres compuestos que no tienen que ver nada con los santos del día del nacido. No hay ninguna norma fija que seguir para imponer los nombres compuestos, como ocurrirá tiempo después.
* El nombre que más incrementa su frecuencia es Antonio, que desbanca del tercer lugar a Pedro, que venía ocupándolo desde finales del siglo XVI. En este gráfico se muestra cómo fue evolucionando la frecuencia de los nombres masculinos más abundantes a lo largo de siglo y medio:



* Si tomamos en consideración todos los nombres, sencillos y compuestos, no existen grandes diferencias al compararlos con los nombres completos. El porcentaje de los más frecuentes no varía demasiado, aumentando algo Antonio y José, los dos nombres más usados para formar compuestos. En la tabla siguiente se muestran las variaciones de porcentajes de los diez nombres más comunes, según se tomen completos o sumando los sencillos y compuestos:


* Al igual que con los nombres femeninos, era condición sine qua non que el nombre impuesto a un niño recién nacido fuera el de un santo conocido y reconocido por la Iglesia católica, y a esta norma no escapaban los nombres bíblicos del Antiguo Testamento (que eran, precisamente, los preferidos por herejes calvinistas y reformados). Faltan más de dos siglos para que se prodiguen Raúl y David.
* Como comenta D. Plácido en su Introducción al mundo antiguo: problemas teóricos y metodológicos, al ampliarse los campos de estudio histórico (políticos, sociales, militares, culturales, económicos...) se cae en el riesgo de caer en compartimentos estancos, lo que se puede salvar si existe la pretensiónde establecer las influencias e interdependencias que existen entre los distintos campos. Es lo que se conoce como "conexión dialéctica". En la materia en que tratamos esto es evidente, quedaría en algo simplemente anecdótico si no se relacionase con el espíritu de los tiempos. Desde esta perspectiva hay que entender lo dicho en el párrafo anterior, y permite explicar la aparición de nuevos nombres en este periodo, como Roque, aunque su frecuencia (0,14%) sea más que discreta. En 1738 se produjo una gran epidemia de tifus en Vilanueva de Córdoba, que incrementó notablemente la mortalidad. Nos cuenta Juan Ocaña en su Callejero de Villanueva de Córdoba que ese mismo año se creó en la localidad una cofradía bajo la advocación de San Roque. Éste era, junto con San Sebastián, uno de los tradicionales santos protectores contra la peste, y aunque no fuera esta enfermedad la que provocara la pandemia (los Pedroches estuvieron libres de la peste desde mediados del siglo XVII), parece que escogieron a San Roque por su "especialidad" en las enfermedades epidémicas. Tras fundarse la cofradía de San Roque, aparecieron algunos años después los primeros niños con este nombre.