En el dolmen de Las Agulillas

viernes, 6 de diciembre de 2013

Anillo de Resurrección. (Paganismo y cristianismo en los Pedroches, II)

El periodo comprendido entre la crisis del Imperio romano a mediados del siglo III y el fin del Reino de Toledo a comienzos del siglo VIII ha dejado numerosos testimonios en los Pedroches, la comarca natural más septentrional de Andalucía. De los objetos de la vida personal usados en este tiempo se verán a continuación los anillos que conozco procedentes del NE de Córdoba, especialmente con el que comenzamos esta entrada.

       Una de las tumbas de la necrópolis de época visigoda de Huerta Barberos (Villanueva de Córdoba) contenía (junto a un jarro, plato de vidrio y chapa de plomo) este anillo de bronce:
(Dibujo tomado de Riesgo Ordóñez, 1936, 11.)

       Según su descubridor, Ángel Riesgo, se trata de un anillo de cobre o bronce muy rico en cobre, con un aro de 23 mm de diámetro y un disco, o chatón, de 11 mm de diámetro por 2 mm de grosor. En él se encuentran grabado, en hueco, dos aves de pico curvo puestas una frente a la otra, separadas por cuatro triángulos equiláteros separados, con sus vértices en el interior. El disco está orlado por una serie de puntos. Por su morfología se trata de un anillo signatario o sello, pues con él se crea sobre cera o lacre un vaciado en relieve con la figuración del sello.
       Con el resto de la Colección Riesgo este anillo pasó a los fondos del Museo Arqueológico de Córdoba (nº inventario 27841), formando parte de su exposición permanente. Puede verse en la Sala VI (dedicada al periodo visigodo), mesa 1.

       Los anillos, como objeto de adorno personal, fueron usados desde antiguo, pues ocho de ellos, de oro, fueron encontrados en la tumba de Tutankamon. En la Antigüedad grecorromana su uso varió con el tiempo. Cada ciudadano libre en Grecia, al menos en los primeros tiempos, parece que portaba un anillo, no sólo como adorno, pues era su sello personal; se llevaban en el cuarto dedo. Posteriormente, su uso se fue generalizando, siendo usados más como objetos de adorno que como de uso. También las mujeres griegas los portaron, aunque menos costosos que los de los hombres. Los espartanos, como no podía ser menos, los llevaban de hierro. (Una simbología que se ha mantenido dos milenios y medio, pues el actual Papa Francisco no lleva en el pecho una cruz de oro y joyas, como sus inmediatos predecesores, sino una sencilla de hierro. Su significado está claro.)
       Fueron conocidos y empleados igualmente en Roma desde tiempos de la monarquía. Al igual que en Grecia, al comienzo de la República cada ciudadano romano tenía derecho a tener uno, de hierro, para ser usado como sello personal. Después, se emplearon otros metales nobles para fabricarlos, pero se continuaron llevando los de hierro hasta tiempos finales de la República por personas que preferían la simplicidad de los "buenos viejos tiempos": el general Mario llevaba un anillo de hierro cuando derrotó a Yuguerta, y según Plinio varias familiar nobles se adhirieron a la antigua costumbre y nunca llevaron anillos de oro.
       Cuando en la primera etapa de la República algún senador era enviado como embajador ante un Estado extranjero llevaba un anillo de oro, quizá con alguna representación simbólica de la República que pudiera emplearse como sello para signar compromisos, mas era usado en público, pues en privado portaban sus anillos de hierro. Con el paso del tiempo los senadores y principales magistrados comenzaron a emplear el oro en los anillos como señal de distinción, ampliándose posteriormente a los equites.
       Durante siglos se mantuvo el derecho exclusivo de portar anillos de oro a senadores, magistrados y equites. En el periodo imperial la concesión de poderlos portar perteneció a los emperadores. Desde finales del siglo II los emperadores de la dinastía Severa concedieron su uso al ejército, ampliándose posteriormente a toda la ciudadanía. Isidoro de Sevilla dice que en tiempos de Justiniano los hombres libres llevaban anillos de oro y plata, y de hierro los esclavos y libertos.
       Parece ser que la difusión del cristianismo favoreció la generalización del uso de los anillos, "por haber sido muy estimado llevar anillos con inscripciones advocatorias y dedicatorias religiosas, así como con emblemas cristianos". Durante este tiempo "se nota una tendencia a nuevas formas, que permitían el empleo de mayor desarrollo en la decoración, como lo ofrecen los anillos con chatón, en cuya superficie se podía grabar figuras, inscripciones o ambas. La mayoría de estos anillos de todo el orbe cristiano lleva... emblemas cristianos, generalmente una paloma, un cordero, un pez, ancla o águila, un barco o una rama de palmera, así como los signos alfa, omega o el crismón. Entre las inscripciones abundan las advocatorias, como, por ejemplo, "VIVAS IN DEI", a veces abreviadas por las letras de "V D", o en monogramas, así como suplicatorias de la protección de Dios y semejantes" (Reinhart, 1947, 167-168).
       En la comarca de los Pedroches han aparecido varios anillos que se enmarcan en este ámbito cultural. Por ejemplo, éste encontrado también en la zona del Alto de los Barreros (Villanueva de Córdoba), aunque no exactamente en el lugar donde se encontraron las lápidas de Ilederico y Basilia del siglo VII:

Interpreto la inscripción como "S[alvo] (cruz) P[...]". "Salvo" y "Felix" son fórmulas que ya estaban presentes en la etapa altoimperial romana, siendo usadas con el cristianismo con un nuevo sentido. Así, en el Museo Arqueológico de Córdoba se conservan unos ladrillos con la fórmula cristiana antigua Salvo Avsentio" (Alejandro Marcos Pous, 1981). La cruz patriarcal del centro, con su doble travesaño, se expandió desde oriente a occidente, sobre todo a partir del siglo VI.
       También de bronce es el anillo que apareció al norte de Torrecampo (Córdoba), con el vaciado de la figura de un ave que ofrecía su relieve al aplicarlo sobre cera o lacre:

Por su morfología parece tratarse de una paloma. Ésta pertenece a lo que se ha denominado "fauna idílica de las catacumbas", los animales que aparecen con más frecuencia en las pinturas de las catacumbas cristianas: cordero, paloma, pez, ciervo y pavo real. "La blancura inmaculada y la dulzura de la paloma le valieron al pájaro de Venus el privilegio de convertirse en el símbolo de Cristo, del Espíritu Santo, del alma inocente blanqueada por la penitencia o purificada por la muerte". Pero esta ave adquirió este sentido con la nueva ideología cristiana, pues anteriormente había tenido un significado muy distinto: "Resulta curioso comprobar cómo el mismo pájaro tiene en la mitología pagana y en el simbolismo cristiano una significación no sólo diferente, sino radicalmente opuesta. La paloma uncida al carro de Venus era para los griegos la mensajera del amor y el símbolo de la voluptuosidad, pero en el arte cristiano se convierte, por inspiración de los bestiarios, en el emblema de la castidad, de la inocencia y de la fidelidad conyugal" (Réau, 2000, 101). Sí, verdaderamente es muy curioso este cambio.
       La rama de palmera es el adorno del chatón de este pequeño anillo (9 mm de longitud) de plata, apropiado para un niño de cuatro o cinco años. Procede de algún lugar entre Pozoblanco y Villanueva de Córdoba:


       La palma también adorna los dos exteriores de este anillo de bronce procedente de la misma zona, en el que una cruz potenzada es el motivo central de su chatón:


La palmera es una planta relacionada con Cristo: "La palmera, que en Grecia es el símbolo de Apolo y de la victoria, puede ser igualmente considerada como un árbol cristológico, en el sentido de que, como el fénix del que lleva el nombre en griego, sugiera la idea de inmortalidad, de resurrección... Es a la vez el símbolo del paraíso, que los cristianos representan como un fresco oasis en el desierto, y el emblema de las recompensas prometidas a los mártires" (Réau, 2000, 161).

       Los anillos del periodo que nos ocupa, la etapa visigoda, "con excepción de alguno de plata, son casi todos de bronce, con decoración sencilla, a veces tosca, o con algunas letras romanas, que aparentemente significan abreviaturas de palabras invocatorias" (Reinhart, 1947, 175), inscripciones que es muy probable, para los fabricados en la península, se deban al sustrato hispanorromano. Con la llegada a Hispania de los pueblos germanos se aportó otra tradición cultural, que se unió a la hispanorromana para crear un desarrollo artístico particular. Por esta razón la gran mayoría de especialistas niega que se pueda hacer una adscripción étnica a partir de los objetos de vestuario personal. Pero sí podemos reconocer, grosso modo, esa nueva tradición, caracterizada por su ornamentación geométrica. Así, Reinhart (1947, 177) califica de "típicamente visigodos" estos dos anillos, el segundo de los cuales procede de la necrópolis de Deza (Soria):


(Fuente: Reinhart, 1947, 176.)

       Un motivo decorativo similar lo podemos ver en este anillo de bronce que también procede de nuestra comarca de los Pedroches:


       Volviendo al tema central de esta entrada, en el anillo de Huerta Barberos, podemos distinguir varios elementos: la composición, la cruz central y las dos aves.

1.- Composición: La representación de dos motivos enfrentados (normalmente, animales) separados por una figura central tiene su origen en el Mediterráneo oriental, siendo usado en placas de cinturón, como en ésta de dos grifos afrontados bebiendo de la fuente de la vida (este placa de cinturón rígida, fechada a finales del siglo VI o comienzos del VII, procede de nuestra comarca de los Pedroches y está depositada en el Museo PRASA de Torrecampo):

       La composición también nos la encontramos en anillos, como éste procedente de la necrópolis de Marugán, en Sierra Elvira (Granada):

(Fuente: Reinhart, 1947, 176.)

y en este chatón de anillo que procede de la comarca de los Pedroches, con las dos aves afrontadas con la cruz central:

       Podemos observar la clara similitud compositiva entre estos anillos y el de Huerta Barberos

2.- Cruz central. Los cuatro triángulos equiláteros separados  con vértice convergente en el centro, que se encuentran entre las dos aves, los interpreto como una cruz patada:


pues es idéntica a la cruz que aparece en las monedas acuñadas por los reyes visigodos en Hispania, como en este detalle de un triente de Gundemaro (609-6012)

o en este tremís de Sisebuto (612-612):
(Las dos imágenes de las monedas proceden de http://www.maravedis.net/visigodos.html)

       Hay que aclarar que en la mayoría de los casos la cruz de las monedas se encuentra "cerrada", sus cuatro vértices están unidos en el centro, aunque también se acuñó la cruz "abierta", como vemos arriba. Siendo el chatón de un anillo y una moneda objetos de naturaleza, tamaño y forma parecidos, realizados en el mismo periodo con herramientas similares, parece lógico que los resultados sean afines. También se asemejan las monedas y el anillo en la orla que rodea toda la composición.

3.- Las dos aves: Ángel Riesgo las definió como "ibis", pues representan a unas aves de buen porte, cuello largo y pico curvo. La forma de las aves del anillo nos permite descartar a la paloma, y nos remite directamente al ave fénix. En la iconografía cristiana "el fénix está representado de dos formas diferentes: a veces como un pequeño faisán de larga cola y cresta, según la tradición egipcia; y otras con el aspecto de una zancuda de la misma familia que las grullas o la garza" (Réau, 2000, 111). Su origen está en la mitología del Antiguo Egipto.
       Bennu era el "nombre de un pájaro sagrado, emblema de la resurrección, consagrado a Osiris. parece haber sido el precursor del Fénix griego. Se le representa como un ave similar a la garza con dos plumas largas que salen de la parte posterior de la cabeza" (Brodrick y Morton, 2003, 40). Su patria estaba en Etiopía. Así aparece representado el Pájaro Bennu en los papiros:
(Fuente: Brodrick y Morton, 2003, 40).

       En realidad, "el ser que personifica el mito del fénix no es otro que el flamenco, y probablemente la imagen de sus colonias situadas en los paisajes atormentados, borboteantes, cáusticos y humeantes de los remotos lagos que tachonan la falla del Rift fue lo que movió a los antiguos egipcios a a creer que cada tarde los flamencos ardían en gigantescas hogueras mientras incubaban en sus cónicos nidos de sal y lava"( AA. VV., 1996, 1611). El nombre que le dieron los griegos al áve fénix, Phoenicopterus, "alas rojas", concuerda con las características alas rojizas de los flamencos adultos.
       De Egipto pasó a la Grecia clásica, donde el ave fénix era un animal fabuloso del tamaño de un águila, que vivía varios siglos. Era única en su especie y sólo podía reproducirse renaciendo de sus cenizas después de inmolarse a sí misma en una pira.
       Con tales características, los primeros cristianos hicieron del fénix uno de los símbolos de la resurrección, uno de los pilares dogmáticos de la nueva fe. Son frecuentes los "préstamos" de la mitología clásica a la iconografía de la nueva religión cristiana. "Sería bastante sorprendente, escribía el padre Delehaye, que, buscando propagarse en medio de la civilización grecorromana, la Iglesia hubiese creado, para hablar a los pueblos, una lengua enteramente nueva y que hubiese repudiado sistemáticamente todas las formas que hasta entonces habían servido para expresar el sentimiento religioso" (Réau, 2000, 68). (El crióforo griego, el oferente que desde el siglo VI a.C. llevaba un cordero a hombros, pasó a ser Jesús Buen Pastor; la Niké, diosa victoriosa y alada de Grecia, se convirtió, vertical, en el arcángel Gabriel de la Anunciación a Maria, y, horizontal, en el ángel anunciador del nacimiento a los pastores en el Portal de Belén; hasta para representar a Satanás se copian a los sátiros velludos y faunos lujuriosos.)
       En tiempos muy tempranos del cristianismo, hacia finales del siglo I o comienzos del II, Clemente de Roma utilizaba claramente el fénix como símbolo de la resurrección de Cristo en la Primera Carta a los Corintios, cap. XXV y XXVI. En los bestiarios medievales el fénix continuó empleándose como atributo de la resurrección.
       Con este mismo sentido interpretó que se fabricó el anillo aparecido en una tumba de Huerta Barberos (Villanueva de Córdoba). La cruz central, patada y abierta, similar a las de las monedas acuñadas a principios del siglo VII, le da un sentido cristiano a la composición, que se amplia y complementa con el atributo de resurrección que le otorga el fénix. Éste es el cuño que ofrecía al aplicarlo sobre cera:
(Fuente: Ángel Riesgo Ordóñez, 1936, 11.)