En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 19 de diciembre de 2013

El largo camino del cristianismo. (Paganos y cristianos en los Pedroches, IV)

 Aunque no aparezca explícitamente en las fuentes literarias de la época, el cristianismo tuvo un largo proceso hasta imponerse en la península durante la etapa visigoda. En la primera parte de la entrada se muestra el contexto general por medio de la mejor especialista en la materia, la profesora Rosa María Sanz Serrano. En una segunda parte se analiza este proceso en la comarca cordobesa de los Pedroches.


      Puede parecer paradójico que en una misma sepultura del NE de Córdoba del periodo visigodo aparezcan un anillo con iconografía de resurrección cristiana y una tablilla mágica de maldición, que la simbología cristiana y rituales de magia compartan el mismo espacio. En realidad, creo que es un magnífico ejemplo de la confrontación que mantuvieron durante la Hispania Tardía (siglos V-VII) paganismo y cristianismo.
       Desde comienzos del siglo IV Iglesia y Estado entablaron una alianza que "se define sobre todo en los Concilios, que gozan de la protección incondicional de las autoridades civiles y en la contrapartida de aceptación del poder secular por parte de la Iglesia, frente a un tercer poder que es lo que los paganismos significan y encierran. Porque el paganismo, como mezcla de pueblos, razas, estructuras políticas, culturas e ideas, carente de un programa común, se mostraba como la antítesis de lo que la idea de un estado universal, homogéneo y excluyente significaba en una época de importantes contrastes ideológicos y territoriales... Estas premisas... fueron las que facilitaron el entendimiento y la conjunción del Imperio con los ideales e intereses defendidos por algunas ramas del cristianismo... a través de una serie de pactos no explícitos que en su acumulación terminaron por precipitar la intolerancia política que culminó en el radicalismo religioso de finales del siglo IV" (Rosa María Sanz Serrano, 2003, 99).
       Así pues, para comprenderlo plenamente hay que tener en consideración que en este proceso no todo estuvo en función de los principios religiosos o espirituales. "El conflicto, que no siempre aparece bien dibujado en las fuentes literarias, supone una vez más la discrepancia entre el Estado y sus apoyos ideológicos por una parte, y, por la otra, los componentes sociales contrarios a ellos encabezados por ciertas aristocracias. Su trasfondo, no obstante, supera los límites de las diferencias religiosas y enmascara la lucha por el mantenimiento -en territorios bien definidos- de unos privilegios económicos, políticos y religiosos que estaban siendo cuestionados por otros grupos de poder cristianos, algunos de ellos de reciente composición, resueltos a hacer carrera en las provincias gracias a su adhesión a la religión del Estado...
       La cada vez mayor intolerancia religiosa que vemos reflejada en la radicalización de las leyes y en su puesta en marcha responde fundamentalmente a intereses políticos. Primero, porque permitía la promoción de nuevas familias de comerciantes, artesanos y militares enriquecidos frente a las antiguas oligarquías municipales, y después porque suponía la puesta en circulación de los bienes de los templos y de los paganos, muy necesarios a los emperadores para el mantenimiento de un ejército básicamente mercenario, para asegurarse la fidelidad de los grupos de poder cristianos y para poder mantener finalmente el boato y la complejidad de unas cortes caracterizadas como grandes consumidores de bienes... El cuerpo legislativo encierra los esfuerzos de los emperadores por evitar cualquier tipo de disidencia religiosa e impedir la creación de un tercer poder constituido por los paganismos tardíos, fundamentalmente en las provincias siempre dispuestas a desarrollar movimientos secesionistas..." (Sanz Serrano, 2007, 443 y 449-451).
       Los intentos de la Iglesia por quedarse con el monopolio espiritual de los habitantes de Hispania se truncaron con los sucesos del siglo V, tras la llegada de los germanos y la salida de la península de la órbita imperial. Se trastocó el orden social imperante, lo que permitió la persistencia, especialmente en las zonas rurales, de formas de religiosas no cristianas, y a quienes estas fuentes denominan, genéricamente, "paganas". Para la Iglesia hispana de este tiempo fue un drama el "derrumbamiento de la organización social y política con la consiguiente creación de poderes alternativos al Estado, en el que la Iglesia, que tenía en él su principal aliado, se veía terriblemente afectada al no contar todavía por sí misma con la suficiente infraestructura y fuerza como para imponerse en los diferentes dominios y, sobre todo, en los dominados por las aristocracias paganas; con lo que se explica la pervivencia del paganismo en amplios espacios peninsulares hasta al menos el siglo VII" (Rosa Mª Sanz, 2007, 461).
       Durante los primeros siglos de expansión del cristianismo por la península ésta fue la religión "de las élites, la que concedía la posibilidad de tener los derechos plenos de ciudadanía, de ejercer magistraturas, poder comprar, testar, heredar y vivir libremente: derechos, todos, que estaban vetados a los rústicos, ignorantes y miserables campesinos pobres, colonos, inquilinos, dependientes, libertos y siervos" que, cuantitativamente, formaban la mayor parte de la población. "En la polarización paganismo-cristianismo hubo un fuerte componente social y se sintetizó la existencia de dos mundos antagónicos aunque complementarios... Se presentó el paganismo como propio de una 'minoría' marginal, a pesar de ser una mayoría hasta al menos el siglo VI. Se trasladó el concepto de cantidad al de calidad, con lo que su menor capacidad económica e inferioridad intelectual convertía a los paganos en 'grupos minoritarios' " (R. Mª Sanz, 2009, 571).
       Las circunstancias para los intereses de la Iglesia se favorecieron con la llegada al trono de Recaredo, quien comprendió la conveniencia política de convertir la fe arriana de los godos en el catolicismo mayoritario de hispanorromanos en el III Concilio de Toledo de 589, a pesar de la reticencia de buena parte de la nobleza germana. Y si ellos, los que mandaban, iban a dejar sus principios arrianos por la estabilidad del Reino, no podían consentir que continuaran persistiendo creencias al albur de las cuales se crearan, o mantuvieran, grupos de poder alternativos al Reino de Toledo y la Iglesia. Ambas partes formaron una alianza, no tan feliz como se la ha pintado tradicionalmente, que se basaba en la existencia de unos mínimos intereses comunes. "El paganismo (o paganismos) se presenta una vez más como un problema propio del centralismo suevo y visigodo que vieron en la afinidad religiosa, como antes el estado romano, la garantía de una sumisión política" ( Sanz Serrano, 2003, 115).
       Con el apoyo del poder civil, la Iglesia consiguió imponerse. "Con la consolidación del reino godo se dio paso a una nueva actividad en este sentido [la prohibición del paganismo], que fue la que sentó las bases definitivas del éxito del cristianismo. Las operaciones tuvieron dos cauces principales, primero la creación de un ordenamiento legal especial para justificar la represión, y después actuaciones materiales muy concretas para finalizar el proceso... A partir de ese momento [unión de monarquía e Iglesia para la eliminación de paganos y herejes y la integración en el nuevo sistema de los arrianos] se establecieron las bases para la represión de los errores religiosos en las provincias por parte de sus gestores, duques, condes, vicarios, jueces y defensores de la ciudad que debían coordinar sus esfuerzos con la nobleza en el campo y con los obispos", que debían desarrollar las medidas represivas adoptadas en los concilios. Para los acusados de brujería, magia o paganismo "los castigos fueron tremendos: fuertes multas, flagelación, suplicios, decalvación, expropiación y caída en la esclavitud de los ingenuos, y la venta al otro lado del mar, como esclavos... Además, se pedía su exterminio radical bajo la amenaza de excomunión a quienes no llevasen a cabo esa labor con efectividad" (Rosa Mª Sanz, 2009, 581-584).
       El proceso fue largo, pues todavía en el XVI Concilio de Toledo, en el año 688, el rey Egica amenazaba con expulsar de sus cargos a todos los que no cumplieran con rigor y fidelidad su orden de perseguir a los paganos, sin importar ni el lugar ni la condición. Falto de dioses, de sacerdotes, de lugares de culto, el paganismo fue languideciendo, perviviendo sólo, "por lógica, en las zonas menos controladas [por obispos y nobleza católica] y principalmente en las apartadas del norte peninsular" (Rosa Mª Sanz Serrano, 2009, 585).

       Veamos ahora el recorrido del cristianismo en los Pedroches. Durante los cuatro primeros siglos de nuestra era fue un fenómeno esencialmente urbano, por lo que no es extraño que la primera referencia (y la única de fuentes literarias) al mismo en el NE de Córdoba sea la asistencia del presbítero Eumancio de Solia al Concilio de Elvira a comienzos del siglo IV. (Recordemos que Solia y Baedro son las dos únicas ciudades conocidas de la etapa romana imperial gracias a la epigrafía.) Su presencia pudo estar condicionada por ser el obispo cordobés Osio, su "jefe", el principal promotor de la reunión. Sabemos también que un siglo antes en la ciudad de Solia existió un culto a la diosa Deméter. Quizá las oligarquías municipales cambiaron culto, siguiendo la tónica de los tiempos.
       Para los siguientes siglos hay un silencio absoluto en las fuentes, tanto sobre Solia como sobre el cristianismo, y hay que esperar ya a finales del siglo VI (cuando el Reino de Toledo apoya decididamente su implantación como fundamento del orden social) para encontrarnos referencias a prácticas cristianas en los Pedroches, esta vez a través de lo que denominamos, eufemísticamente, registro arqueológico (algo que se ha visto anteriormente, aunque sólo con la descripción de los objetos).

       En el periodo visigodo había, probablemente, al menos tres iglesias en el noreste de Córdoba.

* La de El Germo (Espiel) se encontraba próxima a una vía romana que, cruzando la sierra, se dirigía hacia el batolito granítico de los Pedroches. Fue excavada por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid. En el lugar existió una necrópolis y de él proceden varias inscripciones funerarias del siglo VII.

* Ermita de Nuestra Señora de las Cruces (Majadaiglesia, El Guijo). En la sacristía de este lugar se conserva un baptisterio cruciforme:

Durante este periodo los baptisterios estaban asociados a una iglesia, y el bautismo se realizaba por inmersión, usualmente en personas adultas (como San Agustín a manos del obispo de Milán, San Ambrosio). Era también frecuente que los baptisterios estuvieran anexos pero fuera de los muros perimetrales del recinto sacro, pues entonces para poder entrar en una iglesia había que estar bautizado. En una sepultura próxima a la ermita se encontró una patena litúrgica de finales del siglo VII o comienzos del VIII, y que tuvo un evidente uso en funciones religiosas. Por estas razones es muy probable que la actual ermita se erija sobre una iglesia de época visigoda, pues un baptisterio aislado no tiene sentido.

* En la necrópolis de La Losilla (Añora), de cronología indeterminada aún pero que parecía desarrollarse durante la Antigüedad Tardía, comenzó a trabajar a finales del pasado siglo mi amigo Antonio Arévalo Santos. En su excavación topó con un muro de tendencia circular, lo que le hizo pensar en el ábside de una iglesia de época visigoda (Arévalo, 1994), semejante a la de El Germo u otras iglesias conocidas de esta época. Ante esa posibilidad, detuvo la excavación a la espera de una mejor oportunidad, que se presentó dos décadas después, también de la mano del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, quien ha comenzado a limpiar el lugar para proceder a una posterior excavación.

       Sobre las manifestaciones cristianas en el registro funerario, además de las inscripciones citadas volvemos a encontrarnos la cruz patada en un par de platos de vidrio depositados en dos sepulturas, una en la Loma de la Alcarria (12 km al sur de Villanueva de Córdoba) y otra en el Barranco del Hornillo (en el norte del término de Montoro que se adscribe a los Pedroches desde una variada perspectiva geográfica, ecológica, económica o cultural).

(Fuente: Marcos y Vicent, 1998, 215.)

       Se vuelven a traer al blog estos platos porque en dos de ellos hay grabada una cruz patada, lo que nos hace pensar en una funcionalidad, si no directamente relacionada, sí al menos compatible con prácticas cristianas. Cuáles pudieron ser éstas es difícil de precisar, pues en el IV Concilio de Toledo, celebrado el año 633 con la presidencia de San Isidoro, se decía que debía observarse por todos los religiosos una misma orden de orar, de celebrar las misas y los oficios para que en adelante no fuera diferente la costumbre cristiana profesando todos la misma fe y habitando en el mismo reino (cit. por Silvia Carmona, 1998, 195).
       En las sepulturas de la Antigüedad Tardía de la Bética son muy escasos los signos que se puedan atribuir al cristianismo. Sólo se conocen dos inscripciones en El Arrimadizo (Priego de Córdoba) y Torrox (Málaga), y unas cruces en la cara interna de las lápidas en Mesas del Algar (Cádiz) que son descritas así: "Cruces de brazos casi iguales, un poco más cortos los horizontales que los verticales que se ensanchan en sus extremos" (Carmona, 1998, 55), o sea, lo que se conoce como una cruz patada. Como decía el profesor A. Fuentes, han sido muchos los investigadores que han intentado relacionar las necrópolis tardorromanas con el cristianismo, cuando apenas existe registro material que se aproxime a él, algo que quizá se deba a que durante tiempo se consideró que el cristianismo había adquirido un claro predominio en la Hispania Tardía (S. V-VII). Esta visión ha ido cambiando desde el estudio de un gran especialista en la primitiva Iglesia hispana, Manuel Sotomayor, quien advirtió de la perduración de ritos y costumbres paganas (Sotomayor, 1981b) durante gran tiempo de la Tardoantigüedad, siendo refrendada por el excelente estudio de Rosa Sanz Serrano con el que se ha abierto esta entrada. Es posible también que esa ausencia de símbolos cristianos en las sepulturas de la época se deba a que, como denunciaba S. Isidoro, aún no se había producido una unificación del ritual.
       A excepción de las cruces grabadas en los dos platos de vidrio, no hay absolutamente nada en las sepulturas de los Pedroches que se pueda asociar al cristianismo, si exceptuamos los jarros cerámicos que se incluyeron como depósito ritual en muchas de ellas, a los que hay que dedicarles una entrada a ellos solitos (aunque se merecieran hasta un blog completo, incluso), pues algunos autores lo han asociado con el bautismo.

       Es la documentación arqueológica la que demuestra cómo el cristianismo se había implantado a finales del siglo VI. (Son objetos procedentes de hallazgos casuales, pues estamos a la espera de una excavación con rigor en los Pedroches, por los que le deseamos toda la suerte del mundo a la gente del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid en La Losilla.) Sempliola, Ilderico y Basilia, es decir, los pertenecientes a aquellas familias que podían en el siglo VII pagar una costosa lápida de mármol,  manifestaron expresamente al morir que eran famula-us Christi, cristianos a carta cabal. Esas familias también podían permitirse que un niño de cuatro años llevara un anillo de plata, en el que se mostraban motivos iconográficos cristianos: la doctrina cristiana ya no se limitaba solo a los adultos, como en los tiempos de San Agustín, sino que asimismo se hacía partícipe a los niños de los signos de la religión.
       Creo que una buena muestra del asentamiento del cristianismo en la comarca de los Pedroches durante la etapa visigoda es esta preciosa placa de cinturón articulada de perfil liriforme ("liriforme", a secas, en el argot arqueológico), y que volvemos a traer al blog:

       Las placas "liriformes" son características del siglo VII (y quizá del VIII, pues la conquista musulmana no supuso un cambio radical en el registro arqueológico, lo que sólo se constata casi un siglo después de su inicio). La cruz patada, ensanchada en sus extremos, es típica del periodo, apareciendo en coronas votivas, decoraciones arquitectónicas o monedas. Las letras alfa y omega, con significado de plenitud absoluta, de perfección, de la divinidad, en suma, se usaron desde los primeros tiempos de la Iglesia como el monograma de Cristo, convirtiéndose en su escudo; aparecen ya en monedas del siglo IV. La forma de representar la letra alfa mayúscula sin el travesaño horizontal es también representativa del periodo visigodo, como se comprueba en este triente de Recaredo (586-601) acuñado en Ispali: las letras "A" de "RECCAREDSV" (por "Reccadedvs") e "ISPALI" se representan como una "V" invertida. También podemos volver a ver la cruz patada, característica de este periodo.

       Quiero destacar de esa placa de cinturón liriforme que su ornamentación es cincelada; es decir, que pudo ser realizada ex profeso por el artesano a petición del comprador, sin necesidad de que hubiese salido así directamente de ningún taller. Me parece de interés para el asunto de estudio, la implantación del cristianismo en los Pedroches durante la Hispania Tardía (S. V-VII), que una persona, no necesariamente un religioso, decidiera portar signos tan visibles y reconocibles de su fe cristiana en un objeto tan común y tan personal como su cinturón, o que incluso un niño lo llevara su sello. Por estos motivos parece pertinente considerar que el cristianismo estaba implantado en los Pedroches durante la etapa del Reino de Toledo, al menos en las que podrían ser las capas más pudientes de los entonces habitantes de los Pedroches, y que disponían de los suficientes recursos como para adquirir objetos suntuarios (que se han conservado en el registro arqueológico) que se adornaban con iconografía cristiana.
       ¿Qué ocurrió con el paganismo en el NE de Córdoba en el tiempo de la Hispania Tardía? Pues si del cristianismo, que era la religión oficial y promovida por las autoridades, existen muy pocos vestigios, menos aún se conservan de posibles ritos o prácticas paganas, perseguidos inmisericordemente desde el año 589 tras el III Concilio de Toledo. Para intentar buscar una respuesta hemos de recurrir a la única fuente de conocimiento posible de la comarca, otra vez el registro funerario, para buscar algo más relacionado con el paganismo, además del muy probable plomo mágico de maldición. Pero, antes, los jarros sepulcrales.