En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 29 de diciembre de 2013

Jarritos sepulcrales ¿de cristianos? (Paganismo y cristianismo en los Pedroches, V)

       En las sepulturas de la Hispania Tardía (S. V-VII) es frecuente que se depositaran una serie de objetos con un significado simbólico, que se conoce como depósito ritual (no se incluyen dentro de él aquéllos pertenecientes al adorno personal y vestuario, como anillos, pendientes, collares, hebillas de cinturón, etc.). Se usaron de diferentes materias (especialmente barro y vidrio) y formas, siendo los jarros los más comunes en ellas. En las fotografías de abajo pueden verse algunos de la necrópolis de la Dehesa de la Casa (Cuenca), datados en el siglo VII:



o diversas formas cerámicas, en las que predominan los jarros, procedentes de varias necrópolis de Valladolid:

(Las imágenes han sido tomadas del catálogo de la exposición Hispania Gothorum, Toledo 2007.)

       En la comarca de los Pedroches, la más septentrional de Andalucía, como en el resto de Hispania, también los jarros son la forma cerámica más frecuente de las sepulturas de los siglos V al VII. De las 281 sepulturas que excavó Ángel Riesgo durante la Dictadura de Primo de Rivera y la II República obtuvo medio centenar de jarros, algunas de cuyas fotos ya se han publicado en este blog (no vamos a entrar ahora en las otras formas cerámicas aparecidas en esas tumbas, y que suponen casi otro medio centenar). Otro ejemplo de estos jarros es esta fotografía del propio Ángel Riesgo Ordóñez de un jarro encontrado por él en el Chaparral de Madueño (en el término de Adamuz, pero en su parte que se adscribe desde la ecología y la cultura a los Pedroches):

Se encuentra depositado en el Museo Arqueológico de Córdoba (nº inv. 27858). De Las Aguilillas (9 km al este de Villanueva de Córdoba), procede el jarro de la siguiente fotografía, conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (nº inv. 39260):
(Fuente: Izquierdo Benito, 1977a, 617.)

       Además de los jarros descubiertos por Riesgo se conservan bastantes más en los museos de la comarca, especialmente en el de Bellas Artes de Pozoblanco, por lo que el número de estos objetos procedentes de sepulturas del NE de Córdoba de los siglos V-VII puede acercarse al centenar, una cifra verdaderamente importante, a lo que se debe sumar que no proceden de una única necrópolis, sino de un gran número ellas, lo que hace que el conjunto de estas piezas sea muy significativo de los usos funerarios en el NE de Córdoba durante la Hispania Tardía.
       Las preguntas son: ¿por qué se introdujeron jarros cerámicos en las sepulturas, para qué, cuál era su funcionalidad? La respuesta está por descubrir, mas Jaime Vizcaíno y María José Madrid han realizado una excelente recopilación (en la que manifiestan expresamente su agradecimiento a uno de los "Grandes" de la Antigüedad en España, el profesor don Antonino González Blanco, por sus "interesantes sugerencias acerca de esta cuestión y su apoyo para el estudio de la misma") sobre la función del ajuar simbólico desde una perspectiva cristiana (Jaime Vizcaíno Sánchez y María José Madrid Balanza, 2006), que tomaremos como hilo conductor para esta entrada, añadiendo alguna hipótesis más.

* Periodo: Aunque existen muy pocas dataciones absolutas, a tenor de otros objetos encontrados en las tumbas la mayoría de autores que ha estudiado la materia coinciden en datarlos entre los V y VII. La presencia, o no, de depósitos funerarios condicionó durante tiempo el estudio de esta materia, según afirma Agustín Azkárate: "El interés por la arqueología funeraria... quedó generalmente supeditada a criterios de monumentalidad o riqueza de contenido arqueológico, las sepulturas merecían atención en función de la presencia o ausencia de estos ajuares y depósitos funerarios. Al reducirse éstos en época tardorromana, el interés por las necrópolis se redujo de forma proporcional. Revitalizados durante los siglos VI-VII, los enterramientos volvieron a ser objeto de trato privilegiado" (Azkárate, 2002, 116).
       A su vez, pueden convertirse en una cronología relativa: en algunas sepulturas excavadas en la roca aparece una hornacina en la parte superior, probablemente con la misión de acoger el depósito ritual. El uso de mismo en estas sepulturas las sitúa en esos siglos, pues a partir del siglo VIII desaparece el depósito ritual de las sepulturas cristianas.

* Distribución: se han encontrado jarros en sepulturas de Hispania, Ibiza, Córcega, Sicilia, Italia o el norte de África. Es decir, en lugares que estaban bajo el dominio de distintos poderes (germanos, bizantinos, aristocracias locales), por lo que no parece que fuera introducido por ningún pueblo, sino que es algo meramente cultural, sin contenido étnico.
       En Hispania fueron más frecuentes en el ámbito rural que en el urbano: ciñéndonos a la provincia de Córdoba, en las 150 sepulturas de Cercadillas, en la capital, sólo se hallaron 2 jarros; en la necrópolis de El Ruedo (Almedinilla) se encontraron 41 jarros en 139 tumbas. Ya hemos visto que son muy numerosos en el norte de Córdoba.

* ¿Paganos o cristianos?: Hay un aspecto muy a tener en cuenta: aunque no fuera lo más habitual, se han encontrado jarros en sepulturas en el interior de iglesias de este tiempo, y parece lógico imaginar que las autoridades religiosas hubieran impedido que se hubiesen realizado ritos paganos (o sea, no cristianos) en el interior de los templos. Por lo tanto, su significado debe incluirse dentro de la religión cristiana, aunque quizá no fuera único: hay también que considerar que todavía a inicios del siglo VII no existía un ritual unificado, como denunciaba San Isidoro en el IV Concilio de Toledo, y que sólo en el siglo siguiente pudo la Iglesia imponer su liturgia y modos en las costumbres funerarias.
       El argumento de Jaime Vizcaíno y María José Madrid, empero, es muy bueno: si las jarras aparecen en el interior de edificios de culto cristianos, "han de incluirse dentro de la religión cristiana" (Vizcaíno y Madrid, 2006, 450). Por ejemplo, de las sepulturas situadas en la basílica de El Germo, unos 6 km al este de Espiel, de principios del siglo VII, proceden una docena de jarros similar a éste:

(Ulbert, 1971, lámina 16.)

       Veamos ahora las distintas interpretaciones sobre la funcionalidad cristiana de los jarros que han sido propuestas:

* Contenedores de óleos sagrados para la unción de los difuntos. En algunas jarras de las necrópolis de Camino de los Afligidos (Alcalá de Henares) y Gerena (Sevilla) han aparecido algunas jarras con restos de sustancias oleaginosas, que se postula fueran óleos sagrados, empleados tras la defunción con el objetivo de "la santificación de la persona de cara a su salvación" (Vizcaíno y Madrid, 2002, 452).

* Por la misma razón de restos de sustancias oleaginosas en algunos (muy pocos) jarros ha llevado a considerar que se empleasen en un ritual cristiano postbautismal con intención apotropaica, es decir, para alejar el mal y propiciar el bien (I. Muñiz, 2000, 142). La principal objeción para estas dos hipótesis es que esos restos oleosos sólo se han recogido en muy pocos ejemplares.

* Otra interpretación que se le ha dado a la presencia de los jarros en las tumbas es de carácter lustral, de purificación. Por su analogía con los jarros litúrgicos de bronce, representarían a los recipientes que los textos denominan "urceola", y que fueron usados durante la misma para portar el agua y el vino o a servir para las abluciones simbólicas durante la liturgia. Es una hipótesis que propuso Luis Balmaseda (1997).

* Se ha considerado la posibilidad de que tuvieran un sentido inaugural. Février (1987), a partir del yacimiento hispano de Casa Herrera (próximo a Mérida), propuso que pudieron tener fines profilácticos, conteniendo agua bendita para asperger agua. En el área mediterránea M. Calvo Gálvez (2000) señaló que la presencia de jarros en sepulturas (incluso en aquéllas con más de una inhumación) vendría motivada por formar parte del ritual inicial que se celebraría en las primeras inhumaciones.

* Bautismal. Fue don Manuel Gómez Moreno quien, ante la analogía de estos jarros con los de bronce litúrgicos, consideró que estaban ligados a la administración del sacramento del bautismo. Es la hipótesis que más avales (y variantes) ha recogido, pero "hay una cuestión que se ha pasado por alto, y es el hecho de que durante el periodo objeto de nuestro estudio el bautismo se realiza aún de manera mayoritariamente por inmersión. La infusión, el bautismo 'in vas'. sólo se da de forma puntual, en buena parte motivado por problemas de dotación, sobre todo en medios rurales, generalizándose únicamente en un momento avanzado ya posterior a nuestra etapa" (Vizcaíno y Madrid, 2006, 454). El uso de los jarros desde esta perspectiva se ha considerado tanto de una manera simbólica como funcional.

* "Se ha defendido que la jarra que se deposita junto al difunto fuera la empleada en su momento para administrarle el sacramento, que ha conservado a lo largo de toda su vida, y que ahora se convierte en una evidente muestra de su condición cristiana" (Vizcaíno y Madrid, 2006, 454). En algunas sepulturas de los Pedroches, encontradas intactas, constató Riesgo al abrirlas que el jarro se introdujo ya roto. Esta hipótesis no concuerda en absoluto con el canon 23 del Concilio de Lérida de 546: "Todo presbítero que no pudiese tener fuente de piedra, tenga un baso a propósito solamente para bautizar, el cual no se ha poder sacar de la iglesia".

* Igualmente con una utilización simbólica del bautismo, al estudiar la necrópolis de El Ruedo (Almedinilla-Córdoba) Silvia Carmona considera que "la colocación de la jarrita junto a la cabecera sería señal de un nuevo cristiano" (Carmona Berenguer, 1998, 180).

* El profesor Ángel Fuentes (uno de los mejores conocedores de las necrópolis y vidrios del periodo preislámico) considera que la aparición de jarros de barro y cuencos de vidrio en el ritual funerario simbolizaría las pateras y oinochoe empleadas en la ceremonia del bautismo. Es una sugerente hipótesis, aunque, como reconoce el propio autor, es una relación poco frecuente en las necrópolis de la Meseta, y "es más posible que el ritual al que nos referimos se pudiera hacer con sólo una de las piezas candidatas" (Á. Fuentes, 1988, 254). En el noreste de Córdoba (incluyendo tanto los Pedroches como la Sierra) se conocen doce sepulturas en las que se hallaron juntos el jarro de barro y el plato de vidrio, como la aparecida en el cortijo de Maljago Bajo, Obejo:

(Catálogo artístico y monumental de la provincia de Córdoba. Tomo VII. Obejo, p. 213)

* Se ha valorado también que los jarros de las sepulturas fueran los empleados en el bautismo en el momento de la muerte (Vizcaíno y Madrid, 2006, 456). Durante los siglos IV-V el bautismo se realizaba, salvo casos extremos, en la edad adulta, como ocurrió con dos grandes santos del periodo, Ambrosio y Agustín, por lo que el ritual se efectuaba usualmente en baptisterios de inmersión. Dado que con el bautismo se perdonan todos los pecados, algunos catecúmenos retrasaban la administración del sacramento hasta el mismo momento de su muerte, con lo que se garantizaban la salvación, vida eterna y posterior resurrección. Como esto tenía un patente tufo a trampa, fue un acto denunciado y perseguido por las autoridades religiosas, y que terminó cuando se impuso el bautismo en las primeras edades de la vida.

* Los jarros pudieron ser usados en "el mismo bautismo de los difuntos, practicado por herejías como la arcóntica, cuyos seguidores, a pesar de negar el sacramento, derramaban agua y aceite sobre la cabeza de los muertos" (Vizcíano y Madrid, 2006, 457). Incluso, como se denunciaba en el III Concilio de Cartago (año 397) la comunión se administraba a los fallecidos. Esta interpretación y la anterior choca con que los jarros se han encontrado en basílicas y complejos episcopales como el de L'Almoina, Valencia.

* El que no todas las sepulturas contengan un jarro podría entenderse con "que no todos los inhumanos se acompañaran de ellos, sino tan sólo aquellos que no hubieran podido recibir el sacramento en vida" (Vizcaíno y Madrid, 2006, 458). Es una opinión tan buena como otra cualquiera, aunque particularmente pienso que la presencia o ausencia de depósitos rituales en las tumbas de la Hispania Tardía (siglos V-VII) se debió a cuestiones económicas, más que ideológicas o religiosas.

       En definitiva, sabemos mucho más sobre los respondones ushebti introducidos en las tumbas del Antiguo Egipto que sobre los jarros de las sepulturas de la Hispania Tardía. Casi lo único que tenemos meridianamente claro es lo siguiente: "Por la documentación geográfica que hemos visto [penínsulas ibérica e italiana, islas mediterráneas, norte de África], queda claro, en cualquier caso, que la deposición de la jarra no es una costumbre que se pueda considerar introducida por el pueblo visigodo; de la misma forma que tampoco se puede considerar como costumbre introducida por la Iglesia para identificar a los miembros de la comunidad cristiana, en cuanto el mismo carácter reducido de las piezas, aún en necrópolis enclavadas en basílicas, lo desmiente...
       Cabría preguntarse si quizá el carácter esporádico con el que se documentan estos recipientes sólo ha de considerarse como una de las muestras de que aún en este periodo no haya culminado el proceso de 'cristianización de la muerte', en tanto imposición de un modelo no único pero sí más generalizado, cuya reglamentación más firme parece tener lugar sólo a partir del siglo VIII d.C. ... 
       En lo relativo a su empleo, creemos necesario descartar la posibilidad de que estos recipientes puedan seguir siendo considerados como muestra de paganismo, y antes bien, habría que considerarlos, sea con la función que fuere, algo sobre lo que aún es problemático pronunciarse, pero para lo que parece pertinente admitir la coexistencia de diversos usos, insertos dentro de un ambiente cristiano, donde, no obstante, tampoco son preceptivos" (Vizcaíno y Madrid, 2006, 461-462).

       Las distintas hipótesis sobre la funcionalidad de los jarros en las sepulturas del periodo visigodo, desde una perspectiva cristiana, pueden compendiarse así:



       Otro aspecto que no se debe olvidar es que es posible que el depositar jarras en la tumba fuera algo común a rituales cristianos y a rituales paganos, aunque, evidentemente, con significados distintos. Porque en las sepulturas de esta época de los Pedroches no sólo aparecen jarros de barro y platos de vidrio, hay que añadir 28 ollas y 17 platos y pateras, formas cerámicas cuya aparición en los lugares sepulcrales no tiene nada que ver con lo que conocemos de los rituales cristianos, aunque es cierto que estas asociaciones se dan en pocos casos: dos de jarro más olla, y cuatro de jarro con plato de barro.
       En la tabla de abajo se muestran las tumbas del norte de Córdoba en la que aparecieron jarros. Excepto la última, de Obejo, publicada por Ana María Vicent (1982-1983), proceden de las excavaciones de Ángel Riesgo, a quien corresponden la numeración de las sepulturas y de los distintos objetos encontrados en ellas. Todas proceden de la comarca de los Pedroches (o áreas colindantes de Adamuz y Montoro), menos la de Obejo y las cuatro de Villaviciosa (al NW de la capital), en la sierra al sur de batolito granítico de los Pedroches: