En el dolmen de Las Agulillas

sábado, 5 de abril de 2014

También los hay bizantinos (Broches de cinturón de época visigoda en los Pedroches, VI).

El registro arqueológico de la Hispania Tardía de los Pedroches es sumamente interesante, y no solo por su cantidad, también por su diversidad. Una muestra son estos tres broches de cinturón genuinamente bizantinos depositados en dos museos de la comarca.


     En el siglo IV el Imperio romano se dividió en dos, Occidente y Oriente. El de Occidente desapareció a finales del siglo V, surgiendo diversas estructuras políticas dominadas por distintos pueblos germanos (francos en la Galia, ostrogodos en Italia, vándalos en el norte de África, visigodos al final en Hispania). El emperador del Imperio romano de Oriente, Justiniano (527-565), proclamó solemnemente su intención de reconstruir la antigua unidad imperial del Mare Nostrum, la Recuperatio Imperii. Derrotó a los vándalos del norte de África, y a los ostrogodos de la prefectura de Italia. Desde aquí, según Jornades (Gotica, 58), envió a su general Liberio con 2.000 soldados a la península ibérica, desembarcando en Málaga en el 552.
     Según Isidoro de Sevilla, Atanagildo, en su conflicto con el rey Agila, firmó un tratado con Justiniano para que le enviara tropas de apoyo, y que luego no pudo conseguir que se retiraran. También se comentó en aquella época que Justiniano y Atanagildo habían firmado un acuerdo para repartirse el Mediterráneo entre ambos reinos. Considerando la política militarista y expansionista de Justiniano se desprende que su intención, desde el primer momento, era recuperar Hispania para su imperio renovado.
     Los bizantinos lograron asentarse en algunas zonas de la Bética y la Cartaginense, formando la denominada Marca Hispánica. No se conoce con seguridad cuál fue su extensión, quizá una amplia faja costera desde su base, Cartegena, hasta Cádiz. Algunos estudiosos consideran que Córdoba fue conquistada por los imperiales, aunque otros muchos consideran que los bizantinos no tomaron el Valle del Guadalquivir, y creo que así fue. Desde el desmembramiento del Imperio en Corduba e Hispalis el poder había sido asumido por la "aristocracia hispanorromana, acostumbrada por lo demás a actuar siempre autónomamente" y nada atestigua que "apelara a la ayuda de Justiniano, un emperador también católico, para contrarrestar la amenaza de los visigodos arrianos... De hecho la administración militar y fiscal de Bizancio era muy dura" (J. F. Rodríguez Neila, 1987, 144). Los cordobeses habían derrotado al rey Agila dos años antes de que los imperiales pisaran la península ibérica, y no lo hicieron para colaborar con los sueños de Justiniano, sino para seguir monopolizando el poder. (Cosa que consiguieron hasta que Leovigildo tomó la ciudad definitivamente para la monarquía de Toledo en el año 572.)
     Los imperiales aprovecharon en su beneficio los conflictos internos de los godos. Cuando Hermenegildo se rebeló en la Bética contra su padre (581), contó con su apoyo, y tras ser derrotado un par de años después en Sevilla, se refugió en Córdoba.  Escribe el profesor Juan Francisco Rodríguez Neila (1987, 146): "Los bizantinos debían de tener entonces en la ciudad una guarnición cuya presencia y efectivos serían importantes para la causa rebelde a tenor de un hecho. En efecto, en cuando Leovigildo consiguió sobornar al comandante bizantino con una fuerte suma [30.000 sólidos de oro] pudo apoderarse de Córdoba, quedando su hijo acorralado (584 d.C.)".
     La Marca Hispánica logro resistir casi ochenta años, hasta que durante el reinado del godo Suintila (621-631) y del emperador Honorio, los bizantinos abandonaron definitivamente sus últimas bases peninsulares. Durante este tiempo la frontera no fue una barrera infranqueable: "De hecho, a la Marca nunca dejaron de llegar comerciantes de todo tipo, que después viajaban a otras provincias y ciudades, como Mérica o Braga" (Rosa Mª Sanz, 2009, 241), y muchas influencias culturales y comerciales bizantinas penetraron hacia el interior de la península; mas no hay que olvidar que las principales relaciones, o las oficiales, entre godos e imperiales fueron a mamporros.
     Aunque la comarca de los Pedroches no se encontrara en primera línea de frente, sí estaba cerca del limes sureño; la lucha de los reyes de Toledo contra las principales ciudades rebeldes de la Bética, primero, y contra los imperiales, después, puede explicar la auténtica explosión arqueológica que se observa en la comarca desde mediados del siglo VI. Era una zona muy despoblada, por lo que la afluencia de numerosa gente no molestaría a nadie; su potencial de aprovechamiento agrario, especialmente pecuario, era notable; y, además, contaba con el factor estratégico de que por la comarca discurría la calzada que comunicaba de manera más rápida y corta a Córdoba con Toledo, el Camino Real de la Plata. Un buen lugar para que, al igual que en la Campiña cordobesa "quizá por primera vez, copiando también en ello el cercano ejemplo del enemigo, fueron instalados colones militares de forma permanente en tierras reales a cambio de sus servicios" (J. F. Rodríguez, 1987, 144).
     La proximidad a la Marca Hispánica puede explicar la presencia de objetos netamente bizantinos en los museos de los Pedroches, como unos característicos broches de cinturón. José Ángel Hierro Gárate me advirtió de la presencia de ellos en la colección del Museo PRASA de Torrecampo y, efectivamente, es así. (José Ángel, junto con Enrique Gutiérrez Cuenca forman el Proyecto Mauranus, un blog de obligada consulta para tener un conocimiento actualizado, riguroso y ameno de la arqueología cántabra). Se trata de dos broches de cinturón tipo "Hippo" de modalidad articulada (placa y hebilla son partes independientes que se unen, junto a la aguja, por medio de una charnela):

(El Museo. Boletín Informativo. Obra cultural grupo de empresas PRASA, nº 1, mayo 1998)

     (Pido disculpas por la calidad de la foto, pero la fotografía de la revista no es demasiado grande.) No son como los broches de cinturón de perfil liriforme, de diseño bizantino-mediterráneo y elaborados en Hispania, sino objetos fabricados en Oriente. La especialista en la materia, Gisela Ripoll López, cita en su obra de referencia (Toréutica de la Bética. (Siglos VI y VII d.C., 1998) otros dos broches de este tipo en la Península: uno en el Museo Romano Germano de Maguncia, procedente de una colección de bronces de la Bética:

 (G. Ripoll, 1998, nº 122.)

y otro descubierto en las excavaciones de la ciudad de Italica (la actual Santiponce), muy próxima a Hispalis (Sevilla):
(Zeiss, 1934, 16.13.)

     Los broches de cinturón netamente bizantinos, en todas sus variantes, son bastante escasos en la península (mientras que de las Baleares, que estuvieron bajo el control del Imperio Oriental, se conocen unas tres decenas). Mas frecuentes que los de tipo "Hippo", son los denominados por los especialistas tipo "Siracusa". En este caso son broches rígidos, en los que la hebilla y la placa forman un solo cuerpo. De la península se conocen cuatro ejemplares procedentes de la Bética depositados también en el Museo Romano Germano de Maguncia; otro en el Museo Arqueológico Nacional, en el conjunto de otra colección igualmente de la Bética; y un par de ellos de Cartagena, la capital de los bizantinos en Hispania:


     En el Museo de Historia Local de Villanueva de Córdoba se encuentra otro broche bizantino tipo "Siracusa":


     Presenta todas las características de este tipo. La hebilla es oval, destacándose de la placa por medio de dos apéndices triangulares laterales. La placa es casi circular, rematada en el extremo distal por un apéndice trapezoidal. La aguja de la hebilla desapareció, pues la que aparece en la fotografía, con la base en forma de escudo, está puesta en lo alto del broche y no corresponde a este tipo, sino que es propia de los broches de cinturón de placa rígida.
     Aunque para algunos investigadores estos objetos no presenten gran interés, Fernando Pérez Rodríguez-Aragón (1992, 239), escribe sobre ellos: "Los broches del cinturón constituyen uno de los elementos más significativos de la cultura material del momento de la transición entre el final de la Antigüedad y el inicio del Medievo. El cingulum -nombre latino del cinturón militar romano- era una parte integrante y esencial del uniforme bajoimperial, tanto en la paz como en la fuerra, hasta el punto de que este término llegaría a servir, por metonimia, para designiar el servicio militar mismo (omnes qui militant cincti sunt de lo cual hay una profusión de ejempllos en los Códices Teodosiano [año 438] y Justinianeo [529-534]".
     Por todo lo expuesto no creo que se debe valorar siquiera de que estos broches sean muestra de la presencia de tropas imperiales en los Pedroches. De todas las explicaciones posibles me seduce la hipótesis de que su presencia en el NE de Córdoba se debe a que se llevaron como trofeos de guerra, pues eran elementos característicos de los enemigos imperiales. Por poner un ejemplo, es como si en un fuerte de la Caballería en el Oeste americano aparecieran lanzas, flechas y hachas de piedra: no hay que entender que allí habitaran los comanches, pero sí gente que estuvo en relación directa con ellos.