En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 12 de junio de 2014

La endagodamia del grifo (evolución de la decoración de las placas de cinturón liriformes). Broches de cinturón de época visigoda en los Pedroches, VII.

Esto es un ensayo sobre la decoración de unos de los elementos más característicos de la Hispania visigoda plena del siglo VII: los broches de cinturón liriformes. 


     Las fuentes escritas no nos han dejado ninguna información de lo que ocurrió en el noreste de Córdoba durante la Hispania Tardía (siglos V-VII), y sólo contamos con tres inscripciones, sepulcrales todas, del siglo VII, por lo que si queremos acercanos a esa época hemos de recurrir a las sepulturas o a los objetos de uso cotidiano entonces, o sea, al registro arqueológico. Uno de los elementos más significativos de la Hispania del siglo VII, y especialmente abundante en los Pedroches, son los broches de cinturón con placa de perfil liriforme, de los que se conocen más de cuatro decenas en la comarca. Para hacernos una idea de este número podemos compararlos con los aparecidos en la gran necrópolis de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), en el extremo sur de la provincia, donde tras varias exhaustivas excavaciones en centenares de tumbas sólo se han encontrado dos ejemplares.
     Es un diseño bizantino, como estos dos magníficos ejemplares en oro que se encuentran en la actualidad en museos americanos, el de arriba en el de Ontario (Canadá) y el de abajo (descubierto en Hama, Siria) en el Walters Art Gallery de Baltimore (EE. UU.):


     Tal y como puede verse arriba, son broches articulados, en los que la placa y la hebilla son partes independientes, que se unen, junto al hebijón, por medio de una charnela. Reciben el nombre por su placa, en forma de lira, con el extremo distal redondeado. Desde sus orígenes orientales se extendió y se popularizó por todo el Mediterráneo, encontrándose desde Crimea y Egipto hasta Hispania. Vamos a destinar esta entrada a un motivo ornamental muy característico de estos broches liriformes: el grifo.

El grifo, miles de años de fabulosa existencia.

     El grifo es un animal que se compone del cuerpo de un león (cuadrúpedo, patas con garras, cola) en el que se injerta la cabeza (con su pico) y las alas de un águila. Es un monstruo aquiloleonino, en el que se combinan los dos animales más poderosos de la tierra y de los cielos.
      El grifo aparece representado en el arte de todas las grandes civilizaciones del Mediterráneo y del Próximo Oriente, aunque su origen parece controvertido. Para medievalistas y especialistas en iconografía habría estado en el antiguo Egipto, mientras que algunos egiptólogos lo atribuyen a las relaciones que se mantuvieron con las islas del Egeo desde inicios del II milenio a.n.e. Al menos en el palacio cretense de Cnosos [nº 1 de la imagen de abajo] aparece dibujado claramente uno de hacia el s. XVII a.C.; se distingue por presentar varias plumas en la cabeza. En Megiddo (Israel actual), una importante ciudad donde se dieron cita todas las grandes civilizaciones antiguas del Próximo Oriente y Mediterráneo oriental, apareció el relieve de otro friso datado en el siglo XIII a.C. [nº 2] y que también tiene las características plumas de esa época en la parte superior del cráneo. Muchos siglos después los persas siguieron manteniendo este motivo ornamental en sus palacios, tanto en cerámicas murales como en unas inquietantes esculturas del palacio de Persépolis de hacia el año 510 a.C. [nº 4]
   

     Los griegos fueron quienes más información nos dejaron sobre los grifos, un elemento ornamental que utilizaron con asiduidad. Heródoto (III, 116; IV, 13; IV, 27), a mediados del siglo V a.C., decía que los grifos eran guardianes del oro enterrado, al que defendían de los arimaspos, hombres con un solo ojo en la cara empeñados en conseguirlo. Igualmente, comentaba que Escilas, rey de los escitas, tenía un palacio con esfinges y grifos. El combate entre un grifo y un arimaspo a caballo puede verse en una cerámica ática de figuras rojas de hacia el siglo V a.C. [nº 3] [También de Heródoto procede la primera relación, aunque indirecta, entre los grifos y la Península ibérica (IV, 152): Coleo, capitán de una nave de Samos, arribó a las costas meridionales andaluzas. "Era entonces Tartessos para los griegos un imperio virgen y reciente que acababan de descubrir", y Coleo realizó negocios que le produjeron unas ganancias fabulosas. Con la décima parte de ellas ofreció como exvoto un "caldero de bronce a manera de pila argólica; alrededor de él había unos grifos mirándose unos a otros, y era sostenido por tres colosos puestos de rodillas, cada uno de siete codos de alto" (3,25 metros).]
     En la antigüedad el grifo fue emblema de la vigilancia, el guardián de tesoros ocultos, por lo que su presencia en palacios de muy distinto tiempo quizá se deba a su carácter apotropaico, protector.
     El primer cristianismo no empleó al grifo como motivo iconográfico, no aparece en la pintura de ninguna catacumba; los primeros fieles escogieron otros animales (cordero, paloma, ciervo...) para adornarlas. Continuando con su antiguo papel protector, en la tradición cristiana los grifos fueron considerados los guardianes del tesoro más preciado de los cristianos, las almas de los muertos, y por ende, como símbolo de la inmortalidad. También, al unir en sí el poder del cielo (águila) y la tierra (león), se tomó como símbolo de la doble naturaleza de Cristo. Aunque en la Edad Media tuvo un papel ambivalente: "Símbolo de Jesucristo, está considerado mucho más a menudo, sin embargo, como una de las encarnaciones de Satanás: 'Le gripons senefie diable' " (Réau, 2000, 142).
     El grifo aparece en sarcófagos paleocristianos y en mosaicos bizantinos, como el del palacio de Justiniano en Constantinopla, del siglo VI d.C. [nº 5] Es muy interesante un cancel de la iglesia de San Martín de Lillo (Asturias) [nº 6], que muestra un grifo tallado a bisel entre motivos florales de origen oriental. Aunque la iglesia es del siglo IX la iconografía del cáncel es anterior, por lo que se le considera de tradición visigoda, en torno al siglo VII. Puede comprobarse que este grifo es similar a los que aparecen en los broches de cinturón de placa rígida del mismo periodo y que se verán más abajo.
     Durante la Edad Media el grifo fue empleado en la escultura románica de las iglesias, aunque no hay que pensar que siempre tuviese un carácter simbólico, sino, que simplemente, resultaba un motivo ornamental la mar de resultón, como puede verse en el tapiz de Bayeux [nº 7] En el se tejieron dibujos, hacia el año 1077, que narraban la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador, estando adornado en sus partes inferior y superior por franjas en las que se representaron distintos tipos de animales, reales o mitológicos, como nuestro grifo. Mucho más enigmático es el grifo de la catedral de Pisa del siglo XI [nº 8] Se considera que fue llevado allí como exvoto por marinos pisanos de algún lugar dominado entonces por los musulmanes, el norte de África o, creo que más posiblemente, al-Andalus.
     Desde la época del románico el grifo ha mantenido su fabulosa existencia, especialmente en arquitectura y escultura. Por sus conocimientos de los tesoros antiguos es el emblema de la ciencia. Se mantiene vive también en la heráldica, siendo el escudo de Crimea.

Evolución del grifo en los broches de cinturón liriformes.

     Hacia finales del siglo VI los nuevos broches de cinturón articulados y con perfil de lira se imponen como la moda dominante durante la siguiente centuria y más en Hispania. Eran tiempos de cambio; la monarquía, junto a la Iglesia, intentaban conforman un modelo de Estado territorial, sin diferencias étnicas ni religiosas. Como apuntó hace años Père de Palol, esto habría afectado también a la indumentaria, los antiguos broches cuadrados de época arriana habrían quedado obsoletos. Aquellos fueron nuevos tiempos que se reflejaron en los nuevos tipos de las artes menores, como estos broches de cinturón procedentes de Bizancio.
     Uno de los temas de las placas originales bizantinas, la lucha entre un cocodrilo y una serpiente (G. Ripoll, 1998, 130), está tomada directamente del Physiologus, uno de los grandes bets-sellers de la Edad Media. Compuesto en griego hacia los siglos II-IV d.C., en el siglo IV se tradujo al latín y pronto tuvo una enorme popularidad (sólo superada por la Biblia y la Leyenda Dorada). Describía a diversos animales (muchos de ellos fantásticos), plantas o rocas, a partir de las cuales emitía distintas sentencias morales. Tuvo una enorme influencia durante todo el medievo, especialmente en la simbología de las imágenes religiosas cristianas.
     En el siglo VII talleres de la Península ibérica comenzaron a fabricar broches liriformes, y como la pericia y la imaginación del artesano también contaban, pronto surgieron numerosas variantes en forma y tamaño, aunque conservando su esencia básica. Hubo una gran diversidad asimismo en la decoración de las placas, pudiéndose reconocer dos grandes grupos (aunque no exclusivos): motivos geométricos y representaciones figuradas, aunque alejándose cada vez más de los modelos originales del Mediterráneo oriental, hasta el punto que la especialista en la materia, Gisela Ripoll, dice que en las piezas fabricadas en la Península "los motivos ornamentales nada tendrán ya que ver [con los originales bizantinos], aunque la forma externa de la pieza se mantiene. Finalmente, el tipo de motivo originario se abandona, adoptándose en su mayoría la ornamentación basada en los prótomos de grifos entremezclados, a veces, con ornamentos vegetales, aunque en muchos casos la esquematización alcanza tal grado de abstracción que si no se conoce el origen, la identificación resulta difícil" (G. Ripoll, 1998, 132). [El prótomo es el torso o parte anterior de un animal, empleada ornamentalmente, según dice el socorrido diccionario de arte de Fatás y Borrás, porque la palabra no la veo por el DRAE...] Un ejemplo de este motivo ornamental basado en prótomos de grifos desarrollado por los artesanos peninsulares es esta placa proveniente de los Pedroches conservada en el Museo PRASA de Torrecampo, y a la que luego le haremos la autopsia:

 (V. Serrano, 1999, 117.)

     No todos los especialistas piensan así. La escuela alemana, en gran parte, considera que son aves y que deben relacionarse con la decoración de volutas (Rankendekor, que le dicen por allí). Ya en los años treinta del pasado siglo Hans Zeiss decía respecto a la ornamentación que "los círculos pueden ser puestos de tal manera que producen la impresión de cabezas de ave aún toscas. En general, no es cuestión de cabezas de aves; pero piezas descubiertas en los últimos años parecen llevar cabecitas de verdad". Particularmente, coincido plenamente con la profesora Ripoll, no son fáciles de ver en un primer momento, pero, cuando los conoces, los prótomos de grifos aparecen nítidos en las placas; sólo es cuestión de saberlos distinguir, a ellos y a sus atributos, que pueden variar ligeramente la forma pero mantienen la esencia. Pero antes debemos preguntarnos los motivos por los que al menos un taller de la Bética (lugar de donde proceden la mayor parte de las placas decoradas con grifos, aunque están extendidas por toda la Península) escogió este motivo ornamental.
     Podrían haberse conjugado varias factores. Primero, el desconocimiento por parte del artesano de lo que estaba copiando de las placas bizantinas originales; Julián de Toledo o Isidoro de Sevilla podrían haber tenido el Fisiólogo a mano, pero es más difícil que estuviera en un taller. También habría influido el cambio en el soporte: mientras que los broches rígidos tenían una placa de buen tamaño y plana, fácil para trabajar con buril o troquel, ahora aparecían de muy pequeño tamaño, y en los broches que las tenían más grandes estaban divididas en varios campos que no permitían, o favorecían al menos, una representación figurada de buen tamaño. En tercer lugar, que era un elemento relativamente fácil de realizar para un artesano habilidoso con no demasiadas herramientas, consiguiendo numerosas variantes distintas sobre el mismo motivo. También, la tradición que el grifo había tenido en la decoración de las placas de cinturón rígidas, y que eran conocidas por toda Hispania, desde Álava a Jerez de la Frontera (Cádiz), y desde Vic (Barcelona) a los Pedroches (Córdoba):



     Pero los grifos representados en los broches en forma de lira no eran, como los de arriba, de tipo "germanizante", sino que se debían a "influencias de los talleres bizantinos que a su vez habían establecido contactos con talleres orientales". Estos grifos son también muy frecuentes en las tumbas ávaras centroeuropeas de los siglos VI al IX (G. Ripoll, 1998, 154). Como decía la profesora Ripoll, no es fácil distinguir al grifo en las placas de perfil de lira, pues las más de las veces están representados por sus atributos. Por tales se entienden los símbolos para reconocer una persona o cosa (por ejemplo, la balanza para la justicia). En muchas ocasiones los atributos tienen un origen simbólico, como los tetramorfos, la representación iconográfica de los cuatro evangelistas que puede verse en cualquier iglesia: el hombre para Mateo; el león de Marcos; el toro de Lucas y el águila de Juan. Los atributos de los grifos de las placas en forma de lira están tomados directamente de la anatomía del fabuloso animal: cabeza, ojo y pico (a veces también las alas) del águila; pelaje (y en ocasiones las orejas) del león. Atendiendo a cómo se representa el grifo podemos establecer varias categorías:

A.- Grifo con cuerpo completo.
B.- Prótomo de grifo con pico y orejas.
C.- Prótomo de grifo sin orejas, con la cabeza y la melena en distintos planos.
D.- Prótomo de grifo sin orejas, con la cabeza, melena y demás atributos dentro del mismo plano.
C.- Esquematización del prótomo de grifo.


A.- Grifo con el cuerpo completo.
     Es la forma menos frecuente de encontrar, quizá por falta de espacio en la placa. En la imagen de abajo lo tenemos en el rectángulo del extremo distal de una de ellas, reconocible con todos sus elementos: cuerpo cuadrúpedo, oreja de león, pico de águila:


     En la Península y otros lugares han aparecido broches con representaciones de cuadrúpedos que creo deben considerarse leones, pues no responden a la descripción de la quimera que dio Homero en su Ilíada: "ser de naturaleza no humana, sino divina, con cabeza de león, cola de dragón y cuerpo de cabra". La cola de dragón me confundió al principio, pero el pico del grifo es patente. Esto me reafirma en la creencia de que lo mostrado arriba es un grifo en toda regla.

B.- Prótomo de grifo con pico y orejas.
     Como ya se percató Gisela Ripoll, esta forma de representar al mitológico ser es fundamental para comprender de qué se trata: se caracteriza por una cabeza con un pico curvo y, sobre todo, por contar con unas orejas muy reconocibles que imposibilitan que podamos vincularlo con un ave. A esto se une que cuentan en el cuello con una franja rayada que hay que relacionar con el pelaje, que se hará más evidente en la categoría que veremos a continuación. Un bicho con cabeza de águila (pico curvo), orejas y pelo es un grifo, por definición. Podemos verlo abajo en dos placas procedentes de Hinojar del Rey (Ripoll, 1998, ) y la Vega Baja de Toledo:


     En alguna de estas placas las cabezas surgen de tallos vegetales, algo común en la denominada Tierornamentik, y de los que existen paralelos en cruces longobardas italianas del siglo VI o en decoraciones escultóricas peninsulares de los siglos Vi y VII.

C.- Prótomo de grifo sin orejas, con la cabeza y la melena en distintos planos.
     La forma más habitual de encontrarse al grifo en las placas de broches de cinturón liriforme, especialmente en los tipos F, G y H establecidos por Gisela Ripoll para las placas de la Bética. Los atributos básicos (ojo, pico y pelaje) aparecen siempre y, en ocasiones, las alas. Se caracteriza porque la cabeza y el pelaje están en dos planos distintos, como podemos ver en estos ejemplares de la Dehesa de la Casa (Cuenca), la del Museo PRASA que vimos arriba, y la tercera procedente de Amparo (Burgos).



D.- Prótomo de grifo sin orejas, con la cabeza, melena y demás atributos dentro del mismo plano.
     Lo que distingue y define a esta categoría es que todos los atributos están encerrados dentro del óvalo apuntado que representa la cabeza y el pico. Se mantiene una cierta representación figurativa del animal. Esta forma aparece sobre todo en los tipos de placas de mayor tamaño, tipos A, B y C de G. Ripoll.


E.- Esquematización del prótomo de grifo.
     Se abandona la representación figurada, y el grifo se convierte en un óvalo apuntado con un punto en su interior (el ojo) y varias líneas dentro (el pelaje). También es característico del tipo C de estas placas, acaso por adaptarse muy bien a la forma de los dos segmentos almendrados de su parte central, como puede verse en los broches procedentes de Arcas (Cuenca) y Albelda de Iregua (Rioja)


     Se pueden encontrar diferentes razones para explicar esta diversidad dentro de la uniformidad, mas hay una que me resulta muy atractiva porque tiene en cuenta tanto el tiempo de uso de estos objetos como la forma en que se produjeron en Hispania.
     Por los precedentes mediterráneos conocidos, podrían haber llegado al extremo occidental europeo a finales del siglo VI, mantiéndose durante todo el VII y llegando hasta bien entrado el VIII: en El Bovalar (Serós, Lleida) han aparecido broches liriformes datados en la segunda década del siglo VIII, cuando fue destruido por un incendio atribuible a la invasión musulmana. Hay que dejar claro que ésta no dejó muestra alguna en el registro arqueológico (a excepción de las monedas) durante casi el primer siglo, que la conquista de al-Andalus no supuso que, inmediatamente, aparecieran documentos arqueológicos atribuibles a los invasores, al contrario, hay que esperar bastantes décadas para conocer la primera inscripción, por ejemplo.
     Así que los cinturones con forma de lira habrían estado en uso durante un siglo y medio, aproximadamente. Fueron fabricados por talleres peninsulares que sólo conocían algunos modelos originales orientales. En el transcurso del tiempo pudo ocurrir lo que es bien conocido en genética con la endogamia: la información que se transmite generación a generación (de no haber aporte externo), se va perdiendo poco a poco. Creo que pudo ocurrir esto con los artesanos que fabricaban los broches, generación tras generación fueron copiando de copias anteriores, pero sin saber qué se estaba copiando. Según esta hipótesis, los tipos A y B serían más antiguos que el E.
     Es difícil de demostrar, pues la inmensa mayoría de broches están descontextualizados arqueológicamente, mas aunque sí lo estuvieran también sería labor ardua, pues establecer dataciones absolutas con escasas diferencias de decenios no es fácil. Y también es posible que mientras que en unos lugares los fabricasen de una forma en otros los hicieran de otras.

     ¿Qué significado o sentido pudieron tener estos grifos, o sus prótomos? Para sus hermanos mayores de las placas rígidas se les ha encontrado un sentido religioso cristiano: símbolos de Cristo (por su doble naturaleza), o de la inmortalidad, cuando dos de ellos beben, afrontados, de la Fuente de la Vida. Aunque el animal de la "fauna idílica de las catacumbas" relacionado con esta cuestión es el ciervo, basado en la poética imagen del salmo 41: "Como un ciervo brama por las aguas corrientes, así mi alma suspira por ti, ¡oh Dios! Mi alma tiene sed de Dios vivo". Quizá por el valor de la simetría o por influencias orientales, los primeros artistas cristianos no representaron un ciervo, en consonancia con el salmo, sino dos de ellos afrontados, con los ríos del paraíso, una crátera o una fuente de por medio. Un buen ejemplo está en el Mausoleo de Gala Placidia de Rávena (siglo V):

(http://images-01.delcampe-static.net/img_large/auction/000/055/465/524_001.jpg)

      Son los ciervos que beben (como los navideños peces en el río) los que tienen un auténtico pedigrí cristiano, del que carecen los grifos. En realidad, la representación de dos animales afrontados es frecuente en la tradición pesa-sasánida y bizantina, de donde se expandió hasta alcanzar Hispania. Además de los ciervos o los grifos, aparecen afrontados aves, pavos reales o cuadrúpedos, como en esta placa rígida del Museo Lázaro Galdiano de Madrid:

(http://ceres.mcu.es/pages/Viewer?accion=4&AMuseo=MLGM&Ninv=01843)

     Da la impresión de ser leones, aunque hechos por alguien que nunca había visto un león ni un grifo (Piolín hubiera dicho que eran dos lindos gatitos...) [Una digresión sobre este broche: hebilla y placa fundidas en una sola pieza, forma con bordes paralelos y extremo distal semicircular son propios de las producciones hispanas, pero el puntillado para decorar el fondo de las placas es característico de los broches de cinturón aquitanos del norte de los Pirineos.]
     No creo que haya que ver en la placa de arriba ninguna interpretación fuera de la estética. No hay que caer en la trampa de lo que se ha denominado "simbolismo extravagante", de considerar que "todos los animales que adornan las caras de los capiteles románicos, en todos los modillones..." o en las placas de los broches de cinturón tengan "un trasfondo simbólico o moral... Los leones, los grifos, los pavos reales afrontados no son a menudo más que copias de tejidos orientales, persas o bizantinos" (Réau, 2000, 83). Considero que un buen ejemplo de esto es la interpretación que hace Moosbrugger-Leu sobre el tema de los grifos bebiendo en un cántaro (G, Ripoll, 102-103): tienen su origen en la escena de Daniel en la fosa de los leones, uno de los temas preferidos del arte de los primeros cristianos. Los leones se habrían convertido en grifos, y Daniel, como por ensalmo, en fuente o cántaro. Más que una sesuda reflexión me parece una extravagancia de una noche de verano, por muy erudito que sea el que la exponga.
     Es decir, que no hay que asumir por principio que todos los grifos que aparezcan en un broche de cinturón deban de tener, obligatoriamente, un sentido simbólico o religioso; pueden ser simplemente elementos decorativos, por lo que no se puede generalizar, hay que valorar cada caso. Si junto a los animales mitológicos hay otros elementos claramente cristianos (cruces, inscripciones), podría pensarse en alguna relación, pero no dar por supuesto que representen ni la resurrección ni nada cristiano.
     Considero que los grifos que adornas los broches de cinturón liriformes no tuvieron mayor valor que el ornamental, y que quizá se pusieron de moda en Hispania por su carácter exótico.