En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 15 de junio de 2014

Minguillo III: otro megalito inédito de los Pedroches

La historia está en continua evolución. A veces la cuestión es volver a revisar las informaciones antiguas y valorarlas de acuerdo con los nuevos conocimientos. En otras, son nuevas piezas las que se ponen en juego. Esta entrada es de este tipo, otro sepulcro de corredor megalítico inédito en el NE de Córdoba.


     Hace unos diez años fui con mi amigo don Alfonso Valero para que me mostrara dónde estaba el famoso tholos Minguillo I. Médico ya veterano, en su infancia fue con su tío Bernardo Valero y Ángel Riesgo a las excavaciones que hizo éste en las fincas de la familia de don Alfonso, en una de las cuales se encuentra Minguillo I. (Digo famoso porque durante mucho tiempo fue el único tholos conocido del noreste de Córdoba. Esta es una construcción de planta circular y con falsa bóveda, mientras que los más frecuentes en los Pedroches son los sepulcros de corredor con cubierta adintelada, como este que traemos en esta ocasión.)
     Me quiso mostrar otros lugares, y al volver al vehículo me subí en unos peñascos próximos al camino para poder ver mejor el paisaje. Cuando, ya montado, miré hacia abajo mi sorpresa fue grande. Muy grande. Me percaté de que junto al roquedo natural se habían colocado unas grandes piedras verticales (conocidas como ortostatos en el gremio) que formaban una cámara, terminando en un estrechamiento o pasillo. Había que hacer la prueba del algodón y saqué la brújula apuntando a su entrada: 60º, ENE, hacia saliente. No había dudas, sin quererlo ni buscarlo me había topado con otro dolmen de los muchos que se levantaron en el batolito granítico de los Pedroches. Y otro más cuyo pasillo está orientado directamente a las serranías de Fuencaliente, lugar de una altísima concentración de arte esquemático rupestre.
     La verdad es que de lejos parece uno de los muchos roquedos de la comarca:


y en verdad fue eso primigeniamente, un afloramiento del majestuoso batolito granodiorítico que se aprovechó para crear un sepulcro megalítico, no sé si tallando el hueco o fabricándolo ex profeso:


     Tiene este megalito, para fotografiarlo, toda la mala sombra del mundo, literalmente, pues una hilera de encinas lo rodea de saliente a poniente, y se vaya por la mañana, mediodía o tarde, el resultado es el mismo, y el juego de sombras y luces dificulta una fotografía en condiciones. Sobre la roca madre natural (verde en las fotografías de abajo) al sur, se completó la estructura al oeste (color azul) y al norte (color rojo).



     Dimensiones:  Tiene 132 cm de ancho en la cabecera, junto al paramento oeste, y 125 cm al comienzo del pasillo, lo que nos indica que estamos ante un sepulcro de corredor con cámara de tendencia cuadrangular. La longitud total hasta el extremo del corredor es de 362 cm. El pasillo tiene 46 cm de ancho, quizá, como se ha apuntado, para que los que estuviesen dentro no tuviesen una salida fácil... No tiene la cubierta, que debió ser adintelada, ni el túmulo de tierra que, presumiblemente, lo cubrió. Tampoco se observa, como en la galería megalítica del Rongil (Villanueva de Córdoba), ninguna corona de piedras circundando la estructura para darle más resistencia al conjunto.
     La pared oeste está formada por dos piezas. La menor es un ortostato "típico", aplanado, con dimensiones 72 cm x 20 cm x 69 cm: El mayor es un bloque de forma casi cúbica, de 84 cm x 80 cm x 113 cm; está apoyado sobre otra roca más plana que no parece formar parte de la roca madre:



     La pared norte esta la componen cinco elementos, el cuarto de ellos tumbados y los restantes en su situación original. Los de mayor tamaño, situados junto a la pared este, tienen 102 cm y 90 cm de longitud.

     El entorno. Está situado en la cabecera de una cañada que se extiende al noroeste:


     No está en un punto orográficamente prominente, al contrario, y, sin embargo, a unos 300 m al oeste hay un otero desde el que se divisa con total plenitud las sierras del norte. Ni el relieve ni la vegetación permiten desde el lugar del megalito verlas bien. En la siguiente fotografía se acierta a divisar la inconfundible silueta del Puerto Viejo de Fuencaliente entre las encinas:


     Los que estuvieran dentro no tuvieron un magnífico y eterno paisaje para contemplar (como sus vecinos del dolmen de Torrubia):


     No parece que en la mente de quienes lo construyeron estuviese la idea de que destacase plenamente en el paisaje, sino al contrario, está plenamente incrustado en él, tanto que si no estás en lo alto de él no te das cuenta de lo que en realidad es. Aunque, quizá, cuando lo cubrió el túmulo de tierra fuera más visible.

     Situación general. A 750 m al SW del dolmen Minguillo III se encuentra el tholos Minguillo I, y a 2.150 m al SE, el otro tholos, Minguillo IV (en estos tholoi se han encontrado las únicas cerámicas campaniformes conocidas del norte de Córdoba, lo que apunta a que fueron usados, o reutilizados tiempo después de que dejaran de usarse los sepulcros megalíticos). A unos 2.600 m al ENE se encuentra otro sepulcro de corredor, Cañada Morena (que, como éste, no es conocido en referencia bibliográfica alguna), y 4,2 km al ESE otro megalito de cámara y pasillo diferenciados del que ya se dio cuenta en este blog por estar orientado a las pinturas esquemáticas de Fuencaliente. Igual ocurre con el que protagoniza la entrada, Minguillo III.
     Existen pues en esta zona seis megalitos (Minguillo II de Riesgo está aún por localizar), lo que supone una densidad de un megalito por cada dos kilómetros cuadrados, ciertamente elevada (con esta proporción, en los términos de Villanueva de Córdoba, Conquista y Cardeña deberían existir ¡491! megalitos). En el mapa de abajo (que comprende parte de los términos de Villanueva de Córdoba, Conquista y Cardeña) se muestran los sepulcros megalíticos, con círculos rojos los tholoi y cuadrados azules los de cámara y corredor:


     Minguillo III está a un kilómetro escaso al este del Camino de la Plata, (arriba e izquierda en el mapa) la vía más rápida y cómoda para comunicar el centro de la Meseta con el valle del Guadalquivir. El tholos Minguillo I está más cerca aún, a unos 600 m, y a similar distancia del camino se encuentra, más al sur, otro majestuoso megalito, el dolmen de las Aguilillas.
     El nombre de este dolmen merece una explicación, pues fui yo quien lo denominó así. Cuando comenzamos a indagar sobre el megalistismo de los Pedroches, hace unos treinta años, la única referencia que conocíamos entonces era un artículo de Juan Ocaña Torrejón: "Túmulos de los Pedroches", publicado en el Boletín de la Real Academia de Córdoba nº 87, de 1967. En el se decía que en la zona del Minguillo existían tres megalitos, por lo que cuando fue descubierto el segundo tholoi del lugar a finales del pasado siglo se le denominó Minguillo IV.
     Poco después teníamos conocimiento del artículo de Concepción Marfil Lopera sobre el megalitismo de la comarca, publicado en 1997, que ofrecía una versión distinta. Partiendo del estudio de los cuadernos de campo de Ángel Riesgo, que fue quien excavó los dólmenes entre 1921-1935, Concepción Marfil afirmaba que eran sólo dos los sepulcros megalíticos de la zona del Minguillo. Unos años después pude comprobar que era así: teniendo delante el artículo de Ocaña y las libretas de campo de Riesgo se constataba que aquél había copiado la información que daba éste (aunque sin especificar la fuente) con algunas pequeñas modificaciones como el nombre de los propietarios de entonces. También incluyó Juan Ocaña algún otro dolmen e interpretó a su modo lo que decía Riesgo de Minguillo I, creyendo que eran dos megalitos. No era así, y la confusión tiene una fácil explicación.
      Ángel Riesgo descubrió Minguillo I en una propiedad de (entonces) Carmen Martos (familiar de don Alfonso Valero), pero se le adelantó en la excavación Matías Moreno, propietario de Villanueva de Córdoba, que tenía una finca, precisamente, frente a la que Carmen Martos. Escribía Ángel Riesgo en sus libretas de campo: "Después de descubierto por mí este hermoso túmulo, exploración que aplacé por falta de tiempo y recursos, al regresar yo a Villanueva aquella misma tarde [20 mayo 1931] hallé en la estación del ferrocarril de Conquista a Peñarroya, llamada el Minguillo, a don Matías Moreno, farmacéutico y cacique, natural de Villanueva de Córdoba, fingido amigo, quien se enteró, por uno de sus peones, veníamos de descubrir un túmulo en dicha finca, colindante a la suya, y precisamente en lugar donde él tenía, desde hacía muchos años, como cazador, un excelente puesto de perdiz, casi sobre el mismo túmulo. Tomó el muy tuno buena nota y al día siguiente, pues él iba para su cortijo, le falto tiempo para con dos peones poner el túmulo patas arriba, soñando quizá con un tesoro dada su cultura histórica, no hallando lo que soñaba ni pudiendo apreciar, dejaba entre las tierras un buen y valioso ajuar de puntas de flecha...".
     También estuvieron por el tholos Minguillo I el matrimonio Leisner, que informaron de él en sus trabajos. De esta visita igualmente quedó constancia en las libretas de campo de Riesgo. Está claro el origen de la confusión, don Matías Moreno tenía su finca frente a la de Carmen Martos (donde se encontraba Minguillo I) y Juan Ocaña creyó que eran dos distintos, una en la propiedad de Carmen y otro en la de Matías. Pero la mención expresa de Riesgo a que la finca de Matías Moreno era conlindante a la de Carmen Martos, y la exploración de los Leisner en el mismo sitio, no deja lugar a dudas.
     Pero, como decía, cuando se descubrió el segundo tholos en el Minguillo se le puso "IV" siguiendo a J. Ocaña. Ya era conocido por el Área de Prehistoria de la Universidad de Córdoba con tal nombre, y cambiarlo hubiese supuesto numerosos problemas y confusiones. Y, sin embargo, era un nombre incorrecto. Así que el descubrimiento de este sepulcro de corredor por la misma zona solventaba todos los problemas: se le adjudicaba "III" por cognomem, pues sólo había dos conocidos en la etapa 1921-1935 por aquellos pagos; y se mantenía el "IV", ya legítimamente, para el último tholos descubierto. Como dicen por mi pueblo, aquí paz y después gloria. Pero no, no fue así, lo que dio lugar al episodio más chusco y bochornoso de toda la historiografía del norte de Córdoba, lo que habrá que tratar en otro momento.
      Quedémosnos, de momento, con este dolmen engastado en la misma alma granítica de los Pedroches: