En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 31 de julio de 2014

La Venus Oronda del Pizarriense Reciente

Aunque ni siquiera cree la mayoría que necesiten más consejo para su tarea que la relativa habilidad que necesitan para andar, para ver o para comer, sino que piensan que es facilísimo y está al alcance de cualquiera escribir historia, con tal de ser capaz de explicar con palabras lo ocurrido. Pero tú sabes, sin duda, querido amigo, tan bien como yo, que la historia no es una de las cosas fáciles de manejar, ni de las que pueden componerse con negligencia, sino que necesita, como lo que más en literatura, mucha meditación, si se intenta componer, como dice Tucídides, un bien para siempre.” Luciano de Samósata (125 d.C. – 181 d.C.), Cómo debe de escribirse la historia, 5.


     Me comentó estos días un amigo que había oído hablar en la televisión unos peculiares petroglifos que se habían descubierto al sur de Villanueva de Córdoba. Comentaron, me dijo, de la existencia de una divinidad prehistórica de rotundas formas, lo que hacía suponer que entonces el ideal femenino de belleza era el de una moza tipo Rubens (apretá, que se decía hogaño). "¿En el programa de Íker Jiménez?", preguntéle; "No, eran científicos serios", me dijo. Bueno, pues entonces es que no han visto la cosa, sino que se basan en referencias que son cualquier cosa menos científicas. Como conozco el tema desde el primer momento y de primera mano, me siento obligado, aunque a disgusto, a escribir sobre él.

     Por abril de 2004 fuimos tres amigos a buscar gurumelos: Antonio Rodríguez (STTL), Javier Nevado (agente de Medio Ambiente de Cardeña) y yo. El gurumelo (Amanita ponderosa) es una seta hipogea a la que nunca se le había prestado atención gastrómica, pero desde finales del siglo pasado algunos aficionados comenzamos a reconocerla y recolectarla. Con ese objetivo fuimos a las Aguzaderas, unos 13,5 km al SSE de Villanueva, para mostrarle a ambos cómo se reconocían al estar enterradas en el suelo.
     El lugar está en la zona al sur del batolito granítico, sobre estratos sedimentarios entre los que destaca la pizarra. Fue la litología la que le dio nombre, llamándola popularmente "la Pizarra" desde al menos finales del siglo XVIII. Y "pizarreros" a quienes moran en ellas.
     Fue Javier Nevado el primero en percatarse de la presencia de unas figuras labradas en una lastra de pizarra. Helas, en la fotografía de hace diez años:


     De ellas destacaba la situada al oeste, a la izquierda en la fotografía:


     En la asignatura de Prehistoria de la UNED, que cursaba entonces, se instaba a desarrollar en el alumnado un cierto espíritu crítico. Con ese ánimo subí esta cosa a los foros de estudiantes de Historia de la UNED, donde hubo diferentes interpretaciones. Unos la veían como el epígono de la Venus de Willendorf, pero con orejas. Para otros, sin embargo, no eran orejas de soplillo, sino el precedente de las rodelas de la Dama de Elche. Hubo incluso quien creyó ver en la cosa un híbrido entre Bob Esponja y Mortadela, con numerosos paralelismos en las parades de Lavapiés. Al final se impuso la nominación de una compañera malagueña: la Venus Oronda, a tenor de la manía de los arqueólogos de denominar "Diosa" o "Venus" a cualquier representación femenina que no se sabe adscribir bien a algo.
     Mientras esto hubiera quedado dentro del saludable ámbito de la coña marinera no hubiera pasado nada, pues está demostrado que la risa es muy saludable. Lo malo es que hubo una persona que creyó que esa cosa eran unos petroglifos prehistóricos. Y no sólo lo creyó, sino que lo publicó en una revista cordobesa.
     Estando convencido de que había hecho un descubrimiento similar al de don Marcelino Sautuola, al menos, no hizo mención ninguna en el artículo a quién había descubierto la cosa, como hubiese sido lo legítimo de haber sido algo "bueno". En el título del artículo se decía haber encontrado unos petroglifos plasmando un sacrificio humano. Y, parece ser, relacionaba a la Venus Oronda con la famosa Venus de Gavá:


     Como dijo mi amigo José María, el mayor parecido está en las orejas... Ignoro también porqué se relacionó la cosa con la Prehistoria Reciente, y no con cualquier otra etapa. Como cada cual se siente libre para interpretar la historia, puede ver en el panel un sacrifio humano o la bajada de un marciano (mejor, marciana) con traje espacial, pero hay algo claro: las figuras no tienen pátina ni casi líquenes, y en la parte superior de la lastra donde se encuentran sí los hay en abundancia:


     Si las figuras fueran de la Prehistoria Reciente debieran tener líquenes en su superficie, pues ese tipo de roca es susceptible de albergarlos. Pero es que no son de ese tiempo, sino muchísimo más recientes. Hay varios factores que demuestran que esas figuras tienen una muy escasa antigüedad, que se basan en el sustrato donde se labraron. La cuarcita de Fuencaliente o el granito del dolmen del Torno sí permiten que pinturas prehistorias se hayan conservado durante milenios, pero no esta pizarra.
     Es de sobra conocido que la pizarra es una roca que tiene como principal característica su división en capas o láminas , y que por ello es muy deleznable. Además, la lastra donde se halla la cosa tiene otra característica que la hace más vulnerable a la erosión: sus láminas están en forma vertical. Esto es una consecuencia de los procesos geológicos de la comarca, pues la pizarra se forma, lógicamente, por acumulación horizontal de sedimentos. Al subir el batolito creó una gran presión en los estratos colindantes, algunos de los cuales se plegaron y tomaron esa forma vertical. Cuando están horizontales los superiores protegen a los inferiores, pero al estar verticales todos los bordes de las láminas se ponen en contacto con los procesos de dilatación y contracción térmica, efecto de las aguas, la acción biótica de los líquenes... En definitiva, que estando vertical las placas de pizarra son mucho más susceptibles a la erosión de lo que ya son de por sí. De lo que se deduce que la cosa no puede tener muchos años.
     A pocos metros de la lastra de marras existe una alambrada que sustutiye hoy a una pared de piedra de pizarra, y poco más abajo de ella hay dos canteras de donde se extrajo la piedra necesaria para construirla:


     Como está de sobra estudiado por el profesor Valle Buenestado, los cercados de piedra aparecen tras las desamortizaciones civiles de mediados del XIX; y también es por esas fechas cuando se produce la colonización agrícola de la Pizarra. Por lo que es a partir de ese tiempo cuando hay que buscar el origen de la cosa, que está en la construcción de dicha pared, pues en la fotografía de abajo se aprecia perfectamente a la izquierda que de allí se extrajo piedra para realizarla:


     Ya lo decía Luciano de Samósata, en cuestiones de historia cualquier indocumentado se cree capaz de hacer un reloj de palo, y que además dé la hora. Puede ocurrir, también, que un pollino toque una vez la flauta por casualidad, y se crea Mozart. Pero en este caso no hay duda posible, por los motivos antedichos la Venus Oronda pertenece al periodo Pizarriense Reciente, o sea, del tiempo de Pascual Madoz para acá.

sábado, 26 de julio de 2014

Hebillas y broches de cinturón peculiares de los Pedroches

     El Museo PRASA de Torrecampo ha enviado unas cuantas piezas de su colección a una exposición en París, entre las que se incluye una placa circular con tres botones, genuinamente merovingia. En el NE de Córdoba los objetos de este tipo que más abundan son los broches rígidos (donde hebilla y placa forman una sola pieza), y, sobre todo, los articulados con placa con perfil de lira de inspiración bizantina, y que corresponden al tiempo del Reino de Toledo y las primeras etapas de al-Andalus. Pero hay una decena de hebillas y broches de cinturón en distintos museos que son ciertamente peculiares, y que están dispersos por el blog. Aprovechemos la ocasión para hacer un compendio de ellos.

Hebilla de cuernos altoimperial romana. S. I d.c.



     Perteneció al uniforme de un legionario romano del siglo I d.C. Estas hebillas aparecen en las zonas donde hubo mayor actividad bélica en ese tiempo, como en Britannia o el limes del Rin-Danubio. Su principal característica es su escasez, pues incluso en esos lugares donde hubo una gran concentración de tropas aparecen en corto número. En Hispania sólo se conocen tres hebillas de este tipo, de Toledo, León y la que mostramos en la foto, encontrada en Villanueva de Córdoba y depositada en el Museo Arqueológico de Córdoba.

Broche de cinturón hispano tipo "Bienvenida". Finales S. IV - inicios S. V.



     Frente a la uniformidad de los primeros tiempos del imperio, los accesorios de los cinturones del Bajo Imperio romano se caracterizan por su variedad. En Hispania se crearon unos modelos de broches de cinturón propios (que no se dan en otras partes del Imperio), cuyas formas se derivan de tipos antiguos del equipamiento militar romano. Uno de estos tipos es el que se ve en la fotografía, con hebilla y placa independientes, caracterizándose por la concavidad de los lados más largos de su placa. Está depositado en el Museo PRASA de Torrecampo.

Broches de cinturón con placa rectangular, "germanos". Finales S. V - siglo VI.


     Son dos los objetos de este tipo que se conservan en el museo de PRASA y en el de Historia Local de Villanueva de Córdoba. Se caracterizan por su placa cuadrada o rectangular, con celdillas adornadas por piedras y vidrios de colores, bien ocupando el centro y las esquinas (las más antiguas), bien con toda la superficie rellena en cloisonnée (la de Torrecampo, por ejemplo) las más recientes.
     Es curioso observar cómo se han tratado estos broches a lo largo del tiempo. En principio, fueron considerados como genuinos representantes de los visigodos llegados a Hispania desde el siglo V. Así, cuando Himmler visitó España en octubre de 1940 las autoridades le obsequiaron con un hermoso broche. Después, con las nuevas tendencias historiográficas que negaban la capacidad de la arqueología para estimar la etnicidad, pasaron a sufrir numerosas interpretaciones, como que fueron portados por nativos hispanos que seguían modas germanas. Raro, raro, raro... La arqueología europea ha aportado una nueva luz, y, sobre todo, unos nuevos principios para entender los procesos. Fernando Pérez-Rodríguez Aragón (2008, 241-242) lo explica de maravilla:
"Últimamente, se tiende a reconocer la naturaleza fluida y heterogénea de las gentes bárbaras de los siglos IV y V, que no serían "pueblos" en el sentido biológico que se le suele dar a este término (esto es, un conjunto de personas más o menos emparentado y descendiente de unos antepasados comunes), sino contingentes poblacionales de carácter fundamentalmente militar y que podían llegar a ser sumamente heterogéneos. Se trataría, en realidad, de grupos de guerreros (y de sus familias) cohesionados alrededor de la obediencia a unos caudillos determinados. Las nuevas identidades étnicas de la Antigüedad Tardía se habrían fraguado a partir de un origen poliétnico, más o menos heterogéneo según el caso. Las gentes serían el resultado de un proceso a través del cual estas comunidades guerreras habrían acabado por asumir como propias una serie de tradiciones y creencias inventadas con este fin o privativas en origen de las familias de sus líderes... Desde este punto de vista, las identidades étnicas de la época de las migraciones serían una forma de movilización social utilizada por los caudillos "bárbaros" para conseguir sus fines políticos, aunque pudieran estar construidas sobre una cierta identidad cultural preexistente".
      Desde sus míticos origen escandinavos se puede seguir el rastro arqueológico de los godos en Pomerania y el Vístula en los dos primeros siglos de nuestra era. Desde aquí un grupo emprendió una migración hasta Ucrania a mediados del siglo III, extendiéndose a finales de ese siglo hasta Rumanía. La expansión occidental de los hunos provocó la "Gran Marcha" de los godos hacia Occidente.
     Cuando estuvieron entre el Don y el Danubio habrían entrado en contacto con otros numerosos pueblos de muy variadas tradiciones y orígenes. Fue en este lugar donde apareció en el siglo IV una moda entre la aristocracia, denominada "ponto-danubiana", que será el origen de la "indumentaria etnográfica" de los germanos cuando entraron en Hispania, como estos dos broches.
     Ahora bien, recuerdo que el primer director, y fundador, del Museo PRASA comentó que ese broche germano provenía de Granada. Mas sabiendo cuál es el origen de las piezas del museo de Villanueva de Córdoba, creo que es lo más probable que el segundo apareciera en tierras del norte de Córdoba. Podría corresponder a un germano de finales del siglo V y principios del VI. Debe advertirse que el hebijón que tiene en lo alto, con su base escutiforme, en absoluto corresponde a esta pieza, sino que es una ocurrencia de alguien que creyó que quedaría más mono así. Pues no.

Placas de cinturón francas. S. VI-VII.

     Son tres ejemplares, todos en el Museo PRASA de Torrecampo.
     Dos de ellos pertenecen a la misma categoría: placas se sección circular, con una pequeña escotadura en la zona proximal, la que se une a la hebilla. Tres remaches, tapados por botones de gran tamaño, unen la placa al cuero. La pieza de la izquierda es la que comentábamos ha ido a la exposición francesa:

(Para la piezas francesas: http://www.culture.gouv.fr/documentation/joconde/fr/pres.htm)

     Como se aprecia en la imagen de arriba, los artesanos francos se mostraron mucho más imaginativos que sus compañeros hispanos a la hora de realizar broches de cinturón. Los peninsulares los realizaron casi exclusivamente en bronce, mientras que los norpirenaicos emplearon muchas más técnicas y materiales.

     El tercer ejemplar es el fragmento de una placa trapezoidal, con tres apéndices circulares en cada lado y otro de gran tamaño rematando la zona distal, con otros tres más pequeños sobre él a modo de satélites: diez botones en total. La parte conservada en el ejemplar del museo de Torrecampo es casi la mitad de la zona distal, con la representación de un cuadrúpedo alado. La ornamentación con puntillado es propia de Aquitania, en el SW de las Galias:


Placas y broches bizantinos. Finales S. VI - VII.

     Resulta difícil explicar la presencia de cinturones de origen franco en el norte de Córdoba. Las de tipo bizantino sí parecen más lógicas, a tenor de los procesos históricos.
     Ya hemos comentado repetidamente en el blog la gran cantidad de materiales conocidos en los Pedroches de la Hispania Tardía (siglos V al VIII), frente a la escasez de los cuatro primeros siglos de la era. Una explicación plausible es que la baja densidad demográfica en el periodo imperial favoreciera la llegada de nuevas gentes, que no tendrían que competir con nadie por el espacio. Cuando a mediados del siglo VI los bizantinos toman posiciones en el sur peninsular, la comarca de los Pedroches adquirió un doble valor: logístico, como una segunda línea tras la frontera bizantina, que permitía el asentamiento de una población capaz de producir los excedentes necesarios para los combatientes, o para el descanso de éstos; y estratégica, al estar la comarca en el camino natural, más corto y rápido, el Camino de la Plata, para comunicar la capital del reino, Toledo, con las principales ciudades de la Bética, Córdoba o Sevilla.
     Esta cercanía, relativa, a las posiciones bizantinas puede explicar que en el Museo PRASA de Torrecampo existan dos placas de cinturón tipo Hippo-Regius, y una tipo Siracusa en el de Villanueva de Córdoba:

(Para la pieza francesa: artefacts.mom.fr/fr).

Hebilla rectangular de hierro del periodo visigodo. S. VII d.C. - inicios S. VIII.


     Apareció en una tumba cercana al Camino de la Plata, en Navalazarza (Cardeña), cuyo depósito ritual se componía de un cuenco elaborado a mano.
     Lo peculiar de esta hebilla es su material, fabricada en hierro, y que carece de anillas para unirse a una placa. Piezas semejantes han aparecido en la Meseta y Gerona en contextos de finales del siglo VII y comienzos del VIII.

     En definitiva, once piezas singulares procedentes, o conservadas, en museos de los Pedroches.

miércoles, 16 de julio de 2014

Un legionario romano en los Pedroches

Al menos eso es lo que parece desprenderse de la presencia en los Pedroches de una particular hebilla militar del primer siglo de nuestra era. La principal particularidad es un rareza: con ésta sólo se conocen tres de este tipo en Hispania.


     Roma tardó dos siglos exactos (del 218 a.C. al 19 a.C.) en dominar a los distintos pueblos de Hispania. En los primeros tiempos del Imperio las zonas de combate se habían desplazado a otros lugares (Inglaterra, rin-Danubio, Siria, norte de África), y siendo una zona pacificada en Hispania sólo quedó un contingente reducido (una legión y algunas fuerzas auxiliares).
     Desde los últimos tiempos de la República romana una parte del uniforme del legionario era el cinturón, de donde colgaban la espada y el puñal. Para ajustarlo se usaron hebillas de distinta tipologías. Las dos más frecuentes fueron las que tenían forma semicircular (como una "D" mayúscula), y las de forma de pelta (semicircular con puntas redondeadas):

(http://www.roma-victrix.com/armamentarium/cingvli_fibula_cingulae_pelta.htm)

     Otro tipo de hebillas es el que tenían forma más o menos cuadrangular. Un tipo específico de esta familia, que es la pieza de la que se trata, tiene unos remates globulares en sus esquinas, lo que le ha valido la denominación de "hebilla de cuernos". La pieza encontrada en Villanueva de Córdoba es ésta:



     Puede verse que su forma es ligeramente trapezoidal, con su lados rectos excepto el de la zona proximal, con una marcada concavidad, rematándose con dos apéndices semiglobulares. El travesaño cuenta con dos dos soportes anillados para insertar la charnela, parte de la cual (fabricada en hierro), se conserva. Esta charnela serviría para unir la hebilla con una placa decorativa.
     La principal particularidad de estas "hebillas de cuernos", es su escasez, pues aparecen en los mismos yacimientos de tipo militar que las hebillas peltiformes o en forma de "D", pero en mucho menor número. Y en todas las partes del Imperio tenían la misma morfología (algo típico de esta época, frente a la variedad de siglos posteriores). Se puede comprobar en Britannia (números 2 y 4 de la siguiente imagen), Germania (nº 3), los Balcanes (nº 7) o Suiza ( nº 5-6):

(1 a 4: J. Aurrecoechea, 2001, 148; 5 a 7: http://www.roma-victrix.com/)

     En Hispania sólo se conocían dos hebillas de este tipo, una de la provincia de Toledo (nº 1) y otra de León, por lo que la hallada en el término de Villanueva de Córdoba es la tercera, y la única hasta el momento de la Betica. Lo más probable es que perteneciera a un soldado del primer siglo de nuestra era, sin poder saber más sobre las circunstancias que llevaron a que este objeto se encontrara en el noreste de la provincia de Córdoba. En la actualidad, se encuentra en el Museo Arqueológico de Córdoba.

domingo, 6 de julio de 2014

Hebilla de hierro de epoca visigoda de los Pedroches

     Entre 1921 y 1935 Ángel Riesgo Ordóñez localizó tres centenares de sepulturas de inhumación de los Pedroches correspondientes a la etapa de la Hispania Tardía (siglos V a inicios del VIII). Dado que su actividad laboral se centraba en los encinares de la comarca la mayoría de estas tumbas se encontraban en lo que son hoy los términos municipales de Villanueva de Córdoba, Cardeña y norte de los de Montoro y Adamuz.
     La mayor concentración se dio en dos pagos colindantes, Aguilillas (Villanueva de Córdoba) y Navalazarza (Cardeña), unos diez kilómetros al este de Villanueva; 82 sepulturas en total (alto número que se explica porque por esos lugares transitaba Camino de la Plata, la vía de comunicación más corta y cómoda entre Toledo y Córdoba).
     De una peculiar hebilla encontrada en una de las tumbas Navalazarza es de lo que se trata en esta entrada, aunque antes hay que aclarar que esta es la única pieza de su categoría que se halló en todas las sepulturas descritas por Riesgo. En realidad, los objetos de adorno personal son escasos en ellas, registrándose sólo docena y media de pendientes y siete anillos (aunque alguno tan interesante como el que ya vimos de los ibis.) Esto contrasta con el centenar y medio de objetos de barro y vidrio que formaron el depósito ritual. Interpreto estos datos como consecuencia de determinados ritos en los que no se inhumaba al cadáver con su ropa habitual, al contrario, por ejemplo, de las necrópolis de la Meseta norte contemporáneas o algo anteriores, donde los broches de cinturón o las fíbulas son muy abundantes.
     También es característico de estas sepulturas que en su gran mayoría se agrupaban en muy pequeñas necrópolis, de dos a seis tumbas. De un grupo de dos de Navalazarza escribió Ángel Riesgo en sus libretas de campo: "Sepulturas tipo corriente, obteniendo de una:
1 cacerola Nº 53 [27923]. Arcilla ocrosa, muy tosca y de irregular forma, rompiendo su boca y un lado al cavar. Mide 9 cm de diámetro, 31 cm de perímetro en la panza, altura irregular, la máxima 7 cm, y
1 hebilla de hierro Nº 55 [27851]".
     Algunas observaciones a estos apuntes:
* "Sepulturas tipo corriente": la gran mayoría de las que encontró Riesgo en el NE de Córdoba estaban formadas por una fosa excavada en el suelo, las paredes revestidas de lajas verticales y cubierta por grandes losas horizontales.
* La numeración es la del orden que llevó Riesgo de los objetos hallados.
* Los números entre corchetes corresponden al del inventario del Museo Arqueológico de Córdoba, donde se encuentran depositados estos objetos.

     Tanto la morfología de la sepultura como la urna de barro corresponden a la etapa visigoda. La hebilla en concreto es ésta (que conserva la etiqueta manuscrita de Ángel Riesgo):


     Se caracteriza por su forma rectangular, con los lados mayores ligeramente cóncavos, y también algo curvos los menores. No tiene anillas para ajustarla a una placa, por lo que supongo que se asía directamente al cuero. El hebijón ha perdido la base, pero parece ser una aguja de base recta. Si no fuera porque se encontró en un contexto cerrado, una sepultura que abrió Ángel Riesgo, cuya forma y contenido nos permite establecer una cronología relativa, podría confundirse con objetos similares pero ya del siglo XVII.
     Es una hebilla poco frecuente, en primer lugar por el material en que se realizó. La gran mayoría de broches de cinturón y hebillas realizadas en Hispania durante la etapa visigoda se realizó en bronce, aunque, por ejemplo en la gran necrópolis del Carpio de Tajo (Toledo) se encontraron unas hebillas de hierro, aunque ovales. La forma tampoco es frecuente, mas en la misma necrópolis de Carpio de Tajo había algunas de forma cuadrangular, y también hay algunos precedentes de hebillas con formas rectangulares en el mundo bajoimperial romano. Eso sí, aunque tanto la forma como la materia no son las más abundantes en Hispania, existen varios yacimientos españoles en donde se han encontrado hebillas prácticamente idénticas en Soria, Gerona y Valladolid. (Agradezco de nuevo la generosa colaboración para con este blog de José Ángel Hierro, quien, con Enrique Gutiérrez Cuenca, son los creadores del Proyecto Mauranus.)


* En Osma (Soria) existió un un campamento militar de morfología imperial. Entre los objetos encontrados en él (Carmen García Merino, 1996) hay una hebilla de hierro con una morfología idéntica a la de Navalazarza.

* La Cueva Larga del Cañón de la Horadada sobre el río Pisuerga (Mave, Palencia) merece que nos detengamos en ella. En su interior se depositaron al menos cuarenta cadáveres, posiblemente más, sin indicios de estructuras individuales de inhumación: la impresión es que fueron allí depositados sin más. El depósito ritual es muy escaso, apenas fragmentos de vasijas de barro (tipo olla y cuenco). Hay también unos pocos elementos de vestido, herramientas de carpintero y una hebilla de hierro que es también similar a la de Navalarzarza.
     Pero lo auténticamente peculiar, y hasta sorprendente, de este yacimiento es la distribución de la mortalidad por grupos de edad:

(M. Santoja Gómez, M. Santoja Alonso y G. Alcalde, 1982, 356.)

     Hasta hace prácticamente un siglo (en España, en el norte de Europa el cambio es anterior) la distribución de la mortalidad normal de una población por grupos de edad presentaba un perfil cóncavo, más elevado entre los menores de cinco años y los mayores de cuarenta. En la Cueva Larga, sin embargo, es lo contrario, la mitad de los fallecidos tenían entre diez y veinte años de edad. Esto, como ya vimos en este blog, es característico de una mortalidad catastrófica en "tierras vírgenes", es decir, la sobrevenida por el contacto de una población con un germen patógeno con el que no habían tenido contacto anteriormente. La peste en la Europa medieval, la viruela entre los nativos americanos en el siglo XVI o entre los islandeses en el XVIII, producían hecatombes de tintes apocalípticos, del orden de 300 defunciones por cada 1.000 habitantes.
     La cronología por radiocarbono del yacimiento en dos muestras es dispar, 510 y 795 d.C. En unas fechas intermedias entre ambas, finales del siglo VII y comienzos del VIII, las fuentes literarias hablan de epidemias de peste, como la que obligó al rey Witiza a abandonar Toledo en el año 701. Si la peste hubiese sido la causante de la muerte de los inhumados en la Cueva Larga (que vivían en asentamientos al otro lado del río) es lógico el pánico entre los supervivientes, y que hubiesen querido quitárselos del medio lo más rápido posible, metiéndoles dentro de la cueva y echando cal para acelerar la descomposición. El ámbito cronológico es similar al de la tumba de Navalazarza, la etapa visigoda.

* En dos yacimientos de Gerona también han aparecido este tipo de hebillas de hierro (García y Vivó, 2003). En St. Julià de Ramis se edificó un edificio bajoimperial de carácter militar que se mantuvo hasta el fin del dominio visigodo de la zona. Puig Rom es un poblado rodeado de un sólido recinto amurallado, que tuvo su origen en la revuelta en Septimania contra el rey Wamba (año 673). Su final, como St. Julià, se produjo a inicios del siglo VIII, coincidiendo con la conquista musulmana del NE peninsular.
     Los autores del estudio consideran que estas hebillas rectangulares de hierro fueron empleadas en la caballería, pero su presencia en las inhumaciones de la Cueva Larga o de Navalazarza invita a pensar en otras opciones.

     Esta datación más concreta de Puig Rom nos permite pensar que la cronología de la tumba de Navalazarza donde se encontró la hebilla de hierro pudiera estar entre finales del siglo VII y comienzos del VIII, lo que encajaría con la cacerola de barro, tosca, hecha a mano, que describe Ángel Riesgo. Este recipiente no es el típico jarro de barro al que se ha le ha dado una interpretación cristiana, sino que indica ritos que no parecen tener relación con esta religión, que prohibió las libaciones y banquetes funerarios por sus aires, evidentemente, paganos.
     Sea como fuera, esta hebillita, humilde y sencilla, que para la gente del Arte no tendría demasiado mérito, y ningún precio para los anticuarios, me encanta por estar repleta de historia, aunque desconozcamos buena parte de sus detalles.

martes, 1 de julio de 2014

El túmulo de Minguillo II, localizado. ¡Al fin!

Hay que recuperar el tiempo pasado con la movilidad reducida, así que me fui de buena mañana a intentar localizar un túmulo que me había esquivado más de doce años. El éxito ha sido rotundo, pues no sólo di con él sino que, además, que encontré con otro megalito que no se conocía hasta ahora. Días así dan gusto.


     Ángel Riesgo Ordóñez estuvo trabajando entre 1921-1935 en la extinción de las plagas de larvas defoliadoras que atacaron al encinar de los Pedroches, aunque los domingos y festivos los dedicó a su gran pasión: la arqueología. Aunque no fuese un profesional de ese gremio demostró una especial habilidad, pues localizó tres decenas de sepulcros megalíticos y tres centenares de sepulturas del periodo de la Hispania Tardía (siglos V-VIII).
     Como comentamos en la última entrada del blog en la zona del Minguillo (al NE de Villanueva de Córdoba, entre esta localidad y Conquista) Riesgo dio cuenta de dos megalitos. El primero, Minguillo I, era un tholos, de planta circular y cubierta de falsa bóveda, y pude conocer su emplazamiento gracias a don Alfonso Valero, a cuya familia había pertenecido la finca donde se encontraba; el otro, Minguillo II, se "resistió" a ser localizado; hasta hoy mismo.
     Escribió Riesgo en sus libretas de campo que Minguillo II era un túmulo formado por un informe montón de tierra y piedras, situado en la propiedad de un señor apellidado López, natural de Villanueva de Córdoba. Estaba al SE de Minguillo I, al sur de un cortijo de don Antonio Valero (padre de don Alfonso citado) y a un centenar de metros del camino de Villanueva de Córdoba a Fuencaliente. No fue explorado por Riesgo.
     No pude localizarlo durante años, porque mi planteamiento inicial era erróneo: supuse que la finca donde estaba Minguillo II era colindante a la de Minguillo I, pero no era así, pues donde se encuentra Minguillo I era propiedad entonces de Dª Carmen Martos. Pero el otro día, fiat lux!, me di cuenta de que muy cerca de Minguillo I tenía don Antonio Valero otra finca (que sigue en propiedad de sus descendientes) junto al camino de Villanueva a Fuencaliente, y que lindando con ella y el mismo camino tiene mi amigo José López Rico su propiedad, llamada Navalmoral. Todos los datos aportados por Riesgo cuadraban entonces, apellido de propietario, linderos y camino. Sólo era cuestión de comprobarlo.
     Dejé el coche en los portones de Nalvalmoral, y fui andando por el camino de Fuencaliente hacia la finca de don Antonio Valero. Desde el mismo camino divisé en Navalmoral una pequeña elevación en donde según las indicaciones de Riesgo debiera de encontrarse Minguillo II. Tanto José López como su esposa, María Dolores del Río, me dieron todas las facilidades y, acompañado de su hijo pequeño, José, nos dirigimos al promontorio que había visto desde el camino. Y allí estaba el túmulo de piedras y tierras de pequeño tamaño, dos metros de diámetro por 90 cm de cota, que había descrito Riesgo en sus libretas de campo como Minguillo II. Por si no se aprecia bien, lo marco en la fotografía de abajo:


    
     Revisado todo el lugar, este es el único sitio que se ajusta perfectamente a todas las indicaciones y descripciones de Riesgo, por lo que podemos completar el mapa dolménico de la zona (en rojo los tholoi y en azul los sepulcros de corredor o túmulos):


     Localizar este túmulo de los citados por Riesgo no iba a ser la única sorpresa del día. Cuando iba por el camino mirando reparé en un roquedo que había en la misma finca, Navalmoral, a unas decenas de metros del camino. Tras ver el túmulo de Minguillo II fuimos a él, y pude comprobar cómo aprovechando un afloramiento del batolito se habían colocado unos grandes ortostatos para completar, con todos los elementos, un recinto pétreo rectangular con un pasillo de entrada.



     ¡Es mucho!, pensé, otro sepulcro de corredor similar a Minguillo III, y a un par de kilómetros uno de otro, parecía demasiado. Pero no, la estructura era evidente, y la brújula marcaba 90º clavados en la entrada, exactamente lo que se esperaría teóricamente de un megalito de la época. ¡¡Otro!! Me comentó el pequeño José López, de once años, que tras visitar el museo local y aprender qué eran los megalitos, había pensado que podía ser eso. Esa fue la tercera sorpresa del día, saber que hay una buena "cantera" para la historia de los Pedroches.
     Este sepulcro de corredor megalítico, bautizado en el mismo día de su descubrimiento, hoy, como Navalmoral, exige una entrada para él solo en el blog, aunque requiere su tiempo, pues tiene el mismo problema que su primo Minguillo III: la mala sombra de las encinas que lo rodean, que no favorecen unas fotografías claras. Es solo encontrar el momento apropiado para hacerlas.
     Días así no es fácil que se repitan, pero, por mi parte, que no quede, voy a seguir intentándolo.