En el dolmen de Las Agulillas

martes, 1 de julio de 2014

El túmulo de Minguillo II, localizado. ¡Al fin!

Hay que recuperar el tiempo pasado con la movilidad reducida, así que me fui de buena mañana a intentar localizar un túmulo que me había esquivado más de doce años. El éxito ha sido rotundo, pues no sólo di con él sino que, además, que encontré con otro megalito que no se conocía hasta ahora. Días así dan gusto.


     Ángel Riesgo Ordóñez estuvo trabajando entre 1921-1935 en la extinción de las plagas de larvas defoliadoras que atacaron al encinar de los Pedroches, aunque los domingos y festivos los dedicó a su gran pasión: la arqueología. Aunque no fuese un profesional de ese gremio demostró una especial habilidad, pues localizó tres decenas de sepulcros megalíticos y tres centenares de sepulturas del periodo de la Hispania Tardía (siglos V-VIII).
     Como comentamos en la última entrada del blog en la zona del Minguillo (al NE de Villanueva de Córdoba, entre esta localidad y Conquista) Riesgo dio cuenta de dos megalitos. El primero, Minguillo I, era un tholos, de planta circular y cubierta de falsa bóveda, y pude conocer su emplazamiento gracias a don Alfonso Valero, a cuya familia había pertenecido la finca donde se encontraba; el otro, Minguillo II, se "resistió" a ser localizado; hasta hoy mismo.
     Escribió Riesgo en sus libretas de campo que Minguillo II era un túmulo formado por un informe montón de tierra y piedras, situado en la propiedad de un señor apellidado López, natural de Villanueva de Córdoba. Estaba al SE de Minguillo I, al sur de un cortijo de don Antonio Valero (padre de don Alfonso citado) y a un centenar de metros del camino de Villanueva de Córdoba a Fuencaliente. No fue explorado por Riesgo.
     No pude localizarlo durante años, porque mi planteamiento inicial era erróneo: supuse que la finca donde estaba Minguillo II era colindante a la de Minguillo I, pero no era así, pues donde se encuentra Minguillo I era propiedad entonces de Dª Carmen Martos. Pero el otro día, fiat lux!, me di cuenta de que muy cerca de Minguillo I tenía don Antonio Valero otra finca (que sigue en propiedad de sus descendientes) junto al camino de Villanueva a Fuencaliente, y que lindando con ella y el mismo camino tiene mi amigo José López Rico su propiedad, llamada Navalmoral. Todos los datos aportados por Riesgo cuadraban entonces, apellido de propietario, linderos y camino. Sólo era cuestión de comprobarlo.
     Dejé el coche en los portones de Nalvalmoral, y fui andando por el camino de Fuencaliente hacia la finca de don Antonio Valero. Desde el mismo camino divisé en Navalmoral una pequeña elevación en donde según las indicaciones de Riesgo debiera de encontrarse Minguillo II. Tanto José López como su esposa, María Dolores del Río, me dieron todas las facilidades y, acompañado de su hijo pequeño, José, nos dirigimos al promontorio que había visto desde el camino. Y allí estaba el túmulo de piedras y tierras de pequeño tamaño, dos metros de diámetro por 90 cm de cota, que había descrito Riesgo en sus libretas de campo como Minguillo II. Por si no se aprecia bien, lo marco en la fotografía de abajo:


    
     Revisado todo el lugar, este es el único sitio que se ajusta perfectamente a todas las indicaciones y descripciones de Riesgo, por lo que podemos completar el mapa dolménico de la zona (en rojo los tholoi y en azul los sepulcros de corredor o túmulos):


     Localizar este túmulo de los citados por Riesgo no iba a ser la única sorpresa del día. Cuando iba por el camino mirando reparé en un roquedo que había en la misma finca, Navalmoral, a unas decenas de metros del camino. Tras ver el túmulo de Minguillo II fuimos a él, y pude comprobar cómo aprovechando un afloramiento del batolito se habían colocado unos grandes ortostatos para completar, con todos los elementos, un recinto pétreo rectangular con un pasillo de entrada.



     ¡Es mucho!, pensé, otro sepulcro de corredor similar a Minguillo III, y a un par de kilómetros uno de otro, parecía demasiado. Pero no, la estructura era evidente, y la brújula marcaba 90º clavados en la entrada, exactamente lo que se esperaría teóricamente de un megalito de la época. ¡¡Otro!! Me comentó el pequeño José López, de once años, que tras visitar el museo local y aprender qué eran los megalitos, había pensado que podía ser eso. Esa fue la tercera sorpresa del día, saber que hay una buena "cantera" para la historia de los Pedroches.
     Este sepulcro de corredor megalítico, bautizado en el mismo día de su descubrimiento, hoy, como Navalmoral, exige una entrada para él solo en el blog, aunque requiere su tiempo, pues tiene el mismo problema que su primo Minguillo III: la mala sombra de las encinas que lo rodean, que no favorecen unas fotografías claras. Es solo encontrar el momento apropiado para hacerlas.
     Días así no es fácil que se repitan, pero, por mi parte, que no quede, voy a seguir intentándolo.