En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 24 de agosto de 2014

Nombres de mujer, 1775-1790, en Villanueva de Córdoba

     En los nombres impuestos a las niñas nacidas en Villanueva de Córdoba entre 1775 y 1790 se aprecia la misma tendencia que en los nombres de varón, el gran incremento de los nombres compuestos, aunque existen algunos matices que diferencian a los nombres de ambos sexos. La otra característica de los nombres femeninos es el gran aumento porcentual de "María Josefa", que desbanca del segundo lugar de los más comunes a "Catalina".
     Como venimos haciendo, se ofrecen el total de los nombres que se les impuso a las niñas nacidas en la localidad en esta quincena de años, junto al porcentaje que cada nombre supone respecto al total de nacidas. (El desconocimiento de las cifras reales de población nos impide poder elaborar tasas respecto al conjunto de habitantes de Villanueva en este tiempo.)


 

     Se han recopilado los nombres de 1.493 niñas nacidas en este periodo, en las que se emplearon 261 nombres; ello implica una media de 5,72 niñas para cada nombre, cifra algo superior a los 4,76 de los varones, pero muy alejada de las 45 niñas por nombre de 1591-1610, y la mitad de las 10,32 mujeres por nombre de 1691-1710. Para la formación de los nombres, tanto simples como compuestos, se emplearon 107 nombres distintos. Las estadísticas se muestran en la siguiente tabla:


     Se aplicaron en las niñas menos nombre simples (30) que entre los varones (48), siendo el porcentaje de niñas con nombre simple respecto al total de nacidas de prácticamente la mitad, mientras que entre los varones era superior (61%). Esto indica, obviamente, que el número de niñas con nombres compuestos era superior al de los niños. Si entre los diez nombres de varón más frecuentes sólo había uno compuesto, entre lo de las mujeres hay cuatro, tres de ellos llevando como segundo nombre "Josefa". Este nombre es el auténtico protagonista del periodo de estudio. Aunque la "Reina" entre las mujeres siga siendo "María" (una de cada tres lo lleva en su nombre, el 19% de forma simple), el aumento de las "Pepas" es ciertamente notorio, sobre todo de las "Mari Pepas": una de cada diez niñas nacidas en este tiempo se llamará "María Josefa", el auténtico nombre en auge de la localidad en este tiempo.


     Josefa era un nombre desconocido en los primeros tiempos de Villanueva de Córdoba (recordemos, obtuvo el título de villazgo en 1553, y la primera referencia documental sobre la población -aunque con el nombre de Encina Enana- es de 1437). Según lo conservado en los archivos, la primera niña a la que se puso este nombre nació en 1656. Sería en las décadas finales del siglo XVII cuando apareció como compuesto en la forma "María Josefa", y todavía a mediados del siglo siguiente su importancia porcentual era escasa (1,65% de los nombres femeninos). Pero a finales del mismo la "moda" de este nombre se consolidó, hasta llegar a ser el segundo en cuanto al total de nombres de niñas impuesto, no sólo superando a "Ana" o "Isabel", sino incluso relegando al tercer lugar a "Catalina":



     "Josefa", como nombre simple, apenas si es relevante (el 1% de los nombres puestos), empleándose sobre todo para formar nombres compuestos:


     Como se observa en la tabla de arriba, "María", "Josefa" y "Catalina", en este orden, son los nombres preferidos para formar los compuestos. Josefa se encuentra en 31 de los 261 nombres utilizados, mas María lo está en 89. Respecto a los otros nombres más comunes ("Isabel", "Ana" o "Francisca"), no existen grandes variaciones según se usen como nombre completo o incluido en los simples y compuestos.
     Otro aspecto que es prácticamente idéntico al de los masculinos es que el santoral (el "santo del día") sólo influye en uno de cada cuatro nombres. Si los padres emplean tal profusión onomástica es por las mismas razones, el nombre de los abuelos y su gusto personal, en el que parece perseguirse el afán de identidad individual: 170 de los 261 nombres femeninos, el 65%, sólo será portado por una persona
      También, como los de los niños, son todos nombres de santos conocidos y reconocidos por la Iglesia. Todos proceden del Nuevo Testamento, pues tras la reforma protestante los herejes, que pasaban mucho del culto a los santos, empezaron a usar los nombres del Antiguo Testamento; y había no sólo que distinguirse, sino que militar en la contrarreforma incluso con los nombres de la gente.

[Una pequeña digresión sobre esta cuestión. No me lo ha contado nadie, lo vi yo personalmente al estudiar la mortalidad de la gente de mi pueblo en el Registro Civil. En 1939 murió en Villanueva un joven al que sus padres le pusieron por nombre Lenin. Resulta evidente que con este nombre estaban haciendo un reconocimiento explícito de su militancia política, que no pasaba, precisamente, por Acción Católica. Veinte años después, en 1959, tras el pertinente trámite burocrático, en el Libro de Defunciones se tachó su nombre de pila, "Lenin", y le pusieron "Francisco", obviamente también en honor del Generalísimo. No comprobé si el grado de majadería llegó a su página del Libro de Nacimientos, pero cambiarle el nombre a una persona veinte años después de estar muerto se califica por sí mismo. Valga como ejemplo del valor de los distintos contextos políticos o religiosos para la imposición de los nombres de las personas. Fin de la digresión]

     Desde que empezaran a aparecer con cierta frecuencia a finales del siglo XVII, los nombres compuestos tienen un proceso de formación. En este tiempo se consolidan, y aunque estén formados por dos simples, se consideran una unidad. Como en la deriva genética, algunos subsistieron mientras que otros se extinguieron. "Catalina Josefa", por ejemplo, que con una frecuencia del 2,75% de las niñas nacidas se situaba en el octavo lugar de las más frecuentes, no llegó hasta nuestros días. Otros, sin embargo, sí lo hicieron, por el mecanimo tradicional de transmisión abuela-nieta. Es el caso de "Ana Dolores", se le puso a una niña nacida en el tiempo de nuestro estudio y aún lo portan hoy en día mujeres de Villanueva descendientes suyas. Otro nombre que también se mantuvo (aunque ya se conocía a mediados del XVIII) es "Ana Josefa".
     Se puede destacar también la escasa presencia de advocaciones marianas en el repertorio onomástico femenino. "María + ... "Dolores", "Rosario", "Concepción", "Carmen", "Pilar", "Nieves" y "Luna" suponen sólo el 0,94% de los nombres de las niñas nacidas entre 1775-1790. Ya les llegará su tiempo, ahora es el momento del apogeo y auge de las "Mari Pepas".