En el dolmen de Las Agulillas

martes, 30 de septiembre de 2014

La controvertida cronología de las tumbas excavadas en la roca.

     En la entrada sobre los "protojarotes" de época visigoda incluía dos sepulturas excavadas en la roca muy próximas a Villanueva de Córdoba. Quizá a alguien le haya extrañado, pues este tipo de tumbas se dató tradicionalmente en épocas más tardías que la visigoda, por los siglos IX-XI. Pero, como decía el antiguo lema de la UNED, el conocimiento es la cosa más móvil de entre cuantas cosas se mueven (mobilior sapientia omnibus mobilibus), y desde el artículo de Alberto del Castillo que generó esa datación, publicado en 1970, hasta hoy nuestra información sobre ellas se ha incrementado notablemente y, a la par, ha variado la percepción sobre este tipo de enterramiento respecto al tiempo en que se hicieron.
     Para exponer, y argumentar, mi punto de vista hay que hacer un poco de historiografía. Las tumbas labradas en la roca natural están extendidas por la mayor parte de la Península Ibérica. Quienes primero se fijaron en ellas, a finales del siglo XIX, las consideraron de época ibera; no fue hasta bien entrado el siglo XX cuando se les reconoció su carácter altomedieval.
     Los primeros estudios llevados a cabo con rigor arqueológico los efectuó el equipo dirigido por Alberto del Castillo en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, en el noreste peninsular. Su trabajo no fue nada fácil, pues muchas estaban abiertas y contaban con muy documentos arqueológicos con los que trabajar.
     Este investigador consideró que se podía establecer con ellas una tipocronología: las que tenían forma rectangular, oval, de bañera o trapezoidal las situó, sin ambigüedad, en época visigoda, mientras que las de forma antropomorfa (con cabeza y cuerpos diferenciados, siendo éste de forma oval o trapezoidal) serían posteriores, de los siglos IX-XI.
     [Abajo puede verse distintos tipos de tumbas empleadas en el yacimiento burgalés de Cuyacabras:

(Roberto Rodríguez Violat, 2013, 13.)

     En los Pedroches la tumba de la Huerta del Rubio (arriba), en el cercado inmediato a las instalaciones de la Cooperativa San Miguel de Villanueva, es de forma rectangular. La que hay en la Cañada de la Viga (abajo), en el término de Pedroche y a unos 8 km al NE de Villanueva, puede considerarse antropomorfa: cabeza diferencia y cuerpo con perfil de trapecio alargado:]



     Como el trabajo de Alberto del Castillo y su equipo era muy amplio y realizado con rigor científico obtuvo un gran predicamento, quienes se interesaron por las tumbas en la roca lo utilizaron como referente y pronto se extendió la consideración generalizada de que eran de la época citada, siglos IX-IX. Aunque este autor estimó, como se ha visto, que las tumbas cuya forma no era la del cuerpo humano eran de época tardoantigua y visigoda, sus epígonos no parece que tuvieran esto en cuenta y, por un extraño mecanismo de sinécdoque, la parte se tomó por el todo: la mayoría de las sepulturas labradas en la roca, fuera cual fuese su forma, pasaron a convertirse en antropomorfas o, para mayor inri, antropoides.
     En Andalucía, en general, o los Pedroches en particular, quienes han reparado en estas tumbas han seguido los parámetros de arriba.
     El profesor Emilio Cabrera (1998-1999, 158), medievalista, tomó en consideración que la época en que se consideraba se labraron estas tumbas los Pedroches formaban parte de la administración territorial omeya, por lo que las labradas en los canchales de granito evidenciarían la presencia de núcleos mozárabes.
     Igual datación consideró Silvia Carmona Berenguer, quien al citar las sepulturas excavadas en la roca de Sanlucarejo, Cádiz, comentaba (1998, 55): "El tallado de las fosas con formas antropomorfas no es habitual documentarlo en la etapa que estudiamos [época tardoantigua y visigoda]. Este tipo de sepulturas se viene fechando entre los siglos IX al XII". Al tratar del mundo funerario en los Pedroches en ese tiempo, decía (1998, 61): "Un caso especial se recoge en la Colección del Valle de los Pedroches. Según el inventario de Riesgo, el conjunto de tumbas documentadas presentan [sic] sus fosas abiertas en la roca y con registro material adscrito a la cultura visigoda... Como ya hemos mencionado, las fosas talladas en roca y con tendencias antropomorfas responden a un periodo inmediatamente posterior al nuestro, enclavándose cronológicamente en el siglo IX y perdurando hasta el siglo XI". [Esto no es así, como ya comentamos en otra ocasión, y sólo se demuestra no haber leído el inventario que se cita. Ángel Riesgo descubrió tres centanares de sepulturas pero excavadas en el suelo, en su inmensa mayoría de tipo fosa con sus paredes revestidas con lajas de piedra y cubiertas por grandes losas de granito. También dio cuenta de 23 tumbas excavadas en roca, de las que escribió en sus cuadernos de campo: "Hasta la fecha, 1934, hemos podido localizar veintitrés sepulturas [talladas en la roca]. Todas ellas profanadas de tiempo inmemorial, cuyas tapas correspondientes no recuerdan los más viejos habitantes y pastores del valle haber visto ni una sola".
     Tampoco es correcto que las sepulturas labradas en la roca de los Pedroches sean en su mayoría antropomorfas, pues son más frecuentes otros tipos de planta, como se puede ver en la del Rosalejo (arriba), las Navas (centro) o la Serrezuela, todas a 4-7 km de Villanueva de Córdoba:]




     En el ámbito de los Pedroches se realizó el inventario de este tipo de sepulturas conocidas (nueve) en el término de Conquista, opinando los autores sobre su cronología: "La mayoría de las necrópolis excavadas en la roca ofrecen una cronología centrada, básicamente, en los ss. IX-XI, centurias en las que podrían encajar las tumbas de Conquista, sin descartar que pudieran existir algunos precedentes de época visigoda".
     En definitiva, en el estudio de este tipo de tumbas "la ausencia de un marco interpretativo coherente y sólido ha determinado que una parte relevante de los trabajos arqueológicos sobre las manifestaciones funerarias altomedievales haya tenido por objeto casi exclusivo la elaboración de cronotipologías a partir de la diversidad estructural de las arquitectura sepulcrales. Es posible, pues, que se haya confundido el fin con los medios, y las herramientas con los objetivos de trabajo" (Alfonso Vigil-Escalera, 2013, 267).
     Hoy contamos con más elementos de trabajo y, también con nuevas perspectivas.
     En primer lugar, sabemos que las tumbas excavadas en la roca no son exclusivas de la Península Ibérica. Se conocen igualmente en Italia, principalmente en la Toscana, con dataciones entre los siglos VI-VIII. También en Francia (Herault o Picardía), con una cronología similar, siglos VII-VIII. Más antiguas parecen ser las Tipasa (Argelia), entre los siglos IV y VI (R. Rodríguez Violat, 2013, 8-9). Estos datos desvirtúan por completo la posibilidad de que las sepulturas peninsulares fueran debidas a los mozárabes, de quienes mantuvieron la fe cristiana con el dominio musulmán. (En otros yacimientos de Argelia, como Constantina y Tebessa, hay tumbas excavadas en la roca "que podrían ser de época púnica o romana, ya que apenas hay diferencia en los ajuares desde el siglo II a.C. hasta el III d.C." (R. Rodríguez, 2013, 11).
     Igualmente, se ha constatado que personas de otras religiones diferente a la cristiana que habitaron en la península fueron inhumadas en tumbas talladas sobre la roca natural: es el caso de musulmanes en Marroquíes Bajos, Jaén, o de judíos en Lucena, Córdob
     Lo segundo es que se ha podido corroborar en diversos yacimientos, en los que estas tumbas han permanido intactas, la presencia en ellas de diferentes elementos de vestimenta personal y objetos de depósito ritual (como pendientes, pulseras, broches de cinturón, vasijas de jarro o vidrio), que denotan una cronología que se remonta, al menos, a finales del siglo VI o comienzos del VII. Se ha podido comprobar, repito, en numerosos lugares de la península, destacando en este aspecto como uno de los estudios pioneros el de Antonio González Cordero (1998) para la provincia de Cáceres. En la necrópolis de Sanlucarejo, Cádiz, que se citaba arriba (con sepulturas antropomorfas), las jarras cerámicas o un broche de cinturón de placa rígida, "apunta a una una necrópolis hispanovisigoda en uso al menos durante la primera mitad del siglo VII" (Mora, 1981, 76). En Fuente del Moro (Madrid) apareció un ungüentario de vidrio en una sepulturas de este tipo, y, en la misma necrópolis, broches de cinturón de placa liriforme y piezas cerámicas que databan la necrópolis entre finales del siglo VI y comienzos del VII. La especialista en vidrios hispánicos de época visigoda, Blanca Gamo Parras (1995, 305), se mostraba contundente: "Tradicionalmente, se ha pensado que las tumbas talladas en la roca son de época posterior al momento que estudiamos, de la Reconquista, pero la no aparición de materiales de esta cronología, y sí otros típicamente visigodos... zanja la cuestión de las cronologías".
     En tercer lugar, algunas de estas tumbasde la comarca de los Pedroches tienen en su estructura un elemento que indica que su cronología más reciente no supera el siglo VIII. Son unas hornacinas labradas a la derecha de la cabecera que, como ya observó Ángel Riesgo en sus cuadernos de campo, sirvieron con gran posibilidad para depositar ofrendas. Pueden verse en la Loma de la Higuera (arriba), entre Montoro, Cardeña y Villanueva de Córdoba; o en las Navas (abajo), unos 6 km al SE. de Villanueva:



     A la Iglesia nunca le gustó que se mantuvieran tradiciones como banquetes funerarios o libaciones por el difunto que, aunque fueran revestidas de cristianismo, tenían un indudable origen y tufillo pagano. El propio Isidoro de Sevilla exponía en el IV Concilio de Toledo (año 633) la diversidad de ritos empleados en el ámbito cristiano peninsular, reclamando una unificación de los mismos. En el siglo VIII acabaron por completo los banquetes y libaciones funerarias, y también la introducción de un depósito ritual en la sepultura. Comenta a este respecto un buen conocedor de este tipo de sepulturas, Iñaki Martín Viso (2007, 32): "En este cambio convergieron diversos factores, como el aumento de la estabilidad del poder local con la subsiguiente consolidación de los cauces de dominio y la influencia de la Iglesia, cuya proyección social permitió que buena parte de la inversión aristocrática destinada a fortalecer su estatus se dirigiera precisamente hacia ciertos centros de poder locales o hacia nuevas prácticas distributivas".
     Algunos autores siguen manteniendo que las sepulturas con forma antropomorfa son posteriores, del siglo VIII, pero Roberto Rodríguez Violat (2013) muestra un nutrido repertorio de lugares, tanto fuera como dentro de la península, en que sepulturas con tal forma son de los siglos VI-VII. Un ejemplo lo tenemos en la ciudad de Baelo Claudia, fundada por lor romanos y abandonada definitivamente en el siglo VII. En la cimentación de un mausoleo altoimperial se talló una tumba con forma netamente antropomorfa:

(Arévalo et al., 2006, 69.)


     Por lo expuesto, no puede seguir manteniéndose una datación sobre estas tumbas de los Pedroches basándose sólo en su forma, ni se pueden atribuir por completo a los mozárabes. Tampoco se puede considerar bajo un mismo modelo general lo que debieron de ser manifestaciones muy diversas, que sólo tuvieran en común la forma de enterrar en tumbas talladas en la roca natural. Por ejemplo, las agrupaciones de muchas decenas o incluso centenares junto a algún edificio religioso en el norte peninsular no parece que tengan demasiado que ver con las que se encuentran en los Pedroches, en su inmensa mayoría aisladas, a centenares de metros o incluso kilómetros unas de otras. Es más, hay que intentar relacionarlas con los procesos sociales del periodo postromano-preislámico, y aquí las tumbas en la roca de los Pedroches encajan perfectamente en los tiempos de la Hispania Tardía. Eso se merece otra entrada.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Más caminos de la Plata por los Pedroches


     Por la parte oriental de la comarca de los Pedroches, además del Camino Real de la Plata por Adamuz y Conquista, del que ya se trató en este blog, existen al menos otros tres que también comparten el mismo epíteto "de la Plata", y que tienen en común que parten de Montoro, la antigua ciudad romana de Epora, a orillas del Guadalquivir.
     Durante tiempo se consideró que el origen de esta denominación para algunos caminos, "de la Plata", provenía de tiempos de al-Andalus, haciéndola derivar de la palabra árabe "balat", "pavimento". Como explicaba el prestigioso arabista don Félix Hernández Jiménez (1959, 34-35), "según hizo constar el señor Saavedra. Dice este autor en su estudio La Geografía de España del Edrisi, p. 52: 'La palabra balat significa en árabe pavimento, y de ahí que se aplicara para designar las vías romanas de España, como lo prueba el vocabulario atribuido a Raimundo Martín, y se confirma por el gran número de Albalates que, esparcidos por toda España, señalan la posición y trazado de las antiguas calzadas' ". Esta fue la opinión generalizada que, por la inercia histórica, acabó por convertirse casi en dogma.
     A finales del pasado siglo G. García Pérez y J. Rodríguez Morales, de modo independiente desde la publicación especializada en caminería antigua El Miliario Extravagante, proponían otro origen etimológico: derivaría del latín tardío via o calciata delapidata, en el sentido de camino empedrado. (Escribía Isidoro de Sevilla en sus Etimologías XV, 16, 6: "Ipsa (strata) est delapidata, id est lapidibus strata": La calzada está además empedrada, es decir, recubierta de piedras).
     En la península no se conoce ningún topónimo "Albalata", que sería el primer paso en caso de derivar del árabe. Además, en español se mantuvo el artículo "al" para las palabras de origen árabe ("cotton", en inglés; "algodón", en castellano), por lo que de haber tenido ese origen debería de haber sido "de la Alplata".
     De todas formas, de lo que no dudaban los arabistas Saavedra y Hernández Jiménez es que con el término "de la Plata" se designaban a "las vías romanas de España". Vamos con las tres que comentábamos al principio.

Camino de Montoro a Fuencaliente: Partía desde Montoro en dirección norte, pasando por Cardeña y Azuel para proseguir por la provincia de Ciudad Real. El nombre se conservó en la primera edición de la hoja 882 a escala 1:50.000 del entonces Instituto Geográfico y Estadístico:


     A la altura de Venta del Charco, al sur de Cardeña (donde se apreciaban tramos empedrados en el camino antiguo), se bifurcaba, continuando uno de los ramales hasta Andújar, que aparece en las Relaciones Topográficas de Felipe II mandadas realizar en 1592.
     Es un camino que en opinión del profesor Vaquerizo Gil pudo estar en uso en época anterior a la romana, para dar salida al producto de las numerosas explotaciones mineras del sur de de Ciudad Real. La caja de este camino, poco antes de dejar la provincia cordobesa al cruzar el río Yeguas, demuestra un uso continuado durante siglos:


Via Epora-Solia: Es una calzada que no consta en ninguna fuente documental de la Antigüedad. Fue propuesta por el profesor de la Universidad de Córdoba Enrique Melchor Gil al realizar su estudio de vías romanas de la provincia. Es una via que tiene una gran lógica, pues por el trifinium de Villanueva de Córdoba sabemos que ambas ciudades eran colindantes.
     Planteaba que el fragmento de empedrado en la Fragua de Casillas, unos siete kilómetros al noroeste de Montoro, podrían pertenecer a esta vía. Disentí de esta opinión cuando descubrí un gran tramo empedrado, de varios centros de metros, unos cuatro kilómetros al NE de la Fragua de Casillas, sobre el Camino Real de Villanueva de Córdoba a Montoro, poco antes de llegar al río Arenoso, en la llamada Umbría del Quejigal:




     Se trata, evidentemente, de dos vías diferentes. En mi opinión, la que iba desde Epora hasta Solia (Majadaiglesia, El Guijo) transitaba por el camino de Montoro hasta Villanueva de Córdoba, prosiguiendo desde aquí hacia el NW para llegar a Solia. Antes de alcanzar Villanueva, unos 8,5 km al SE, cuando este camino atraviesa el arroyo de la Venta de la Cruz (límite entre Cardeña y Villanueva de Córdoba), hay otro tramo en el que se ha conservado el empedrado de la vía romana:


Via Epora-Baedro: El citado tramo empedrado en la Fragua de Casillas:


se encuentra sobre el Camino Real de Pozoblanco a Montoro o la Campiña, en uso documentado como vía pecuaria desde al menos el siglo XV, y que, los anteriores, tiene el sobrenombre de "de la Plata". Si el camino anterior corresponde a la calzada entre Epora y Solia, por la dirección que mantiene éste, hacia el NW de los Pedroches, podría corresponder a la vía entre Epora y la ciudad romana que había por esos lugares, Baedro, aunque su localización concreta aún está por descubrir (en el norte de Córdoba sólo se conoce, por la epigrafía, la existencia de dos ciudades en época romana, Solia  y Baedro. Parece lógico que la ciudad de Epora, a caballo entre la sierra y el valle del río Guadalquivir, tuviera calzadas que la comunicaran con dichas ciudades).
     Además del de la Fragua de Casillas, se conservan otros fragmentos empedrados, como cuando el Camino Real cruza el arroyo Navaltablado, límite entre Pozoblanco y Villanueva de Córdoba:


     Desde Pozoblanco su continuación, de ser la calzada entre ambas ciudades, habría sido por el camino viejo de Pozoblanco a Dos Torres, hacia donde se ubicaba el ager baedronensis. Hace once años, en un artículo sobre caminería antigua por los Pedroches que publiqué en El Miliario Extravagante, planteé la posibilidad de la que necrópolis de la Losilla (Añora), próxima a ese camino, estuviese vinculada a la via Epora-Baedro. Recordemos que la basílica del Germo (Espiel), del siglo VII, estaba situada junto una antigua calzada romana, revitalizada con la Mesta en el siglo XIII, la Cañada Real Soriana.
     Juan Ocaña Torrejón cita otro camino con este nombre, la "Senda de la Plata", que comunicaba Toledo con Sevilla y atravesaba el oeste de los Pedroches, pero no tengo información sobre ella, pues mi campo de trabajo son sobre todo los Pedroches orientales.
     En definitiva, por los Pedroches transitan, al menos, cinco antiguas calzadas romanas conocidas hoy como "caminos de la Plata".

lunes, 15 de septiembre de 2014

"Protojarotes" de época visigoda

     Se entiende por "jarote" natural o perteneciente a Villanueva de Córdoba (por estar situada la población en el corazón de la gran Dehesa de la Jara; incluso, popularmente, fue conocida hasta comienzos del siglo XIX como "Villanueva de la Jara").
     Debió surgir a finales del siglo XIV o comienzos del siglo XV, pues la primera referencia documental sobre ella es de 1437, mas quizá sus orígenes sean más remotos, pues se asienta sobre el antiguo camino del Armillat, Balat al-'Arus en su época, la vía de comunicación entre Córdoba y Toledo en época califal. En este camino y al sur del río Guadalmez, hacia la zona donde hoy está Villanueva, hubo en época de Abderramán III un manzil o posada denominada Calyena (Antonio Arjona Castro, 2003, 254). El sufijo "-ena" es de origen tardorromano, lo que indica una antigüedad anterior a la conquista musulmana, aunque no sabemos si hay relación directa entre Calyena y el sitio donde está hoy Villanueva de Córdoba.
     Sí sabemos que en dentro de lo que hoy es la población y en sus inmediaciones hay documentos arqueológicos de época visigoda que evidencian el poblamiento durante esta etapa. A estas personas no se las puede llamar en puridad "jarotes", pues entonces no había nacido Villanueva, pero sí se los puede considerar "protojarotes hispanovisigodos".



1.- Al hacer las obras de alcantarillado en la calle Córdoba en los años sesenta del pasado siglo se descubrió un tremís de Leovigildo, conservado en la actualidad en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba.

2.- En los Barreros, unos 650 m al suroeste de la cooperativa olivarera, se descubrieron dos inscripciones funerarias en mármol, que fueron recogidas por Ángel Riesgo. Corresponden a Basilia, fallecida en el año 650, y a Ilderico, muerto años después, en el 665. Debieron ser personajes de relieve en su entorno, pues las lápidas de mármol no eran frecuentes en esa época (sólo se conocen tres para los Pedroches, sin contar las de la basílica del Germo, Espiel).
Prácticamente, lo desconocemos todo de ellos excepto sus epitafios, pero sus mismos nombres son interesantes: Basilia es de claro origen griego, mientras que Ilderico es indudablemente germano.

3.- Lindando con el casco urbano, en la Huerta del Rubio (colindante a las actuales instalaciones de la Cooperativa San Miguel) existe una tumba labrada en la roca. Aunque, casi por principio, a todas las de esta naturalezas se las ha solido denominar "antropomorfas" (e incluso con el horrible epíteto de "antropoides"), su forma en nada imita o semeja al del cuerpo humano, sino que es muy ligeramente trapezoidal: 195 cm de longitud, 52 cm de ancho en la cabecera y 43 cm en los pies.

4.- A unos 700 m de las últimas casas de la calle Adamuz de Villanueva, en el conocido como Cercón del Niño Herruzo, existe otra de estas sepulturas labrada en el granito, que, en este caso, sí merece el carácter de "antropomorfa": además del cuerpo de forma ligeramente trapezoidal, tiene marcada la cabecera y los pies, aunque su estado de conservación es bastante deficiente.

     Tradicionalmente también, este tipo de tumbas se adscribió, sin más, a la Edad Media, siglos IX-XI. Es algo que hay que superar, pues hay pruebas evidentes de que comenzaron a usarse bastante antes, en la etapa visigoda. Esto merece que se trate con más detalle en otra entrada.

jueves, 11 de septiembre de 2014

¿De cuándo son los platitos de vidrio?

Retomamos el asunto de los peculiares platos (o cuencos) de vidrio depositados en sepulturas de los Pedroches en el periodo de la Hispania Tardía, intentando responder a otra de las preguntas básicas en Historia: ¿cuándo?


     No disponemos de ningún elemento (inscripciones, monedas) en las tumbas de los Pedroches en las que aparecieron estos cuencos (o platos) que nos permita obtener una cronología absoluta, una fecha de calendario; a lo máximo que podemos llegar, con los datos conocidos, es a una cronología relativa, aproximada. Para ello contamos con tres tipos de fuentes: la primera, los platos en sí; la segunda, los objetos que los acompañaban en las sepulturas; y la tercera los lugares donde aparecieron estas tumbas.

     En cuanto a la primera, los propios platos, el antecedente tipológico de estos platitos (como el de la fotografía de abajo, encontrado en la Alcarria,12 km al SSE  de Villanueva de Córdoba; v. en esta entrada los lugares donde se encontraron):

(Fotografía de Ángel Riesgo Ordóñez.)

está en unos recipientes similares, de cuerpo troncocónico, fabricados en el siglo IV d.C. y que tenían el borde cortado y pulido. Nuestros platos, sin embargo, se caracterizan porque su borde es más grueso y fue engrosado al fuego. Es por este motivo, por su tipología, por lo que ya comentamos que se pueden asimilar al tipo Feyeux 81 de platos merovingios del norte de Francia.
     Por lo que se ha estudiado de ellos en el norte de la Galia, este tipo de platos con el borde redondeado por la acción del fuego comienza a aparecer a mediados del siglo V, siendo más frecuentes desde finales de ese siglo hasta mediados de la siguiente centuria:

(Patrick Pèrin, 1995, 148)

     Una cronología similar tienen los que poseen decoraciones en la base con motivos cristianos, frecuentes tanto en el norte de la Galia como en el SE de Francia:

(Danièle Foy, 1995, 241)

     En los Pedroches se conocen un par de platos con una cruz patada labrada en la base, como éste aparecido en la Loma del Caballero (Montoro), y que su descubridor, Ángel Riesgo Ordóñez, regaló a la autoridad arqueológica de la época, Julio Martínez Santa-Olalla (actualmente, conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid):

(Alejandro Marcos y Ana María Vicent, 2000, 215)

     La segunda de las fuentes son los objetos que acompañaban a estos platos en las tumbas. El ritual empleado implicaba que no se inhumaba al cadáver con sus mejores galas o su "vestido de calle", pues no aparecen en las sepulturas broches de cinturón (como en numerosos lugares de la Meseta) que puedan ofrecer al menos una datación relativa. En realidad, hay muy pocos de estos objetos que puedan sernos de utilidad para la cuestión cronológica, básicamente producciones cerámicas estandarizadas de las que se conoce el tiempo de su producción.
     Se trata de dos cuencos de terra sigillata hipánica tardía hallados en dos sepulturas en el término de Villanueva de Córdoba, y en las cuales también se depositaron platitos de vidrio:

(Fotografías de Guadalupe Gómez Muñoz en www.http://ceres.mcu.es/)

     Este tipo de cerámica se produjo durante el siglo IV, y por lo que se conoce de yacimientos meseteños, especialmente de Madrid, llegaron al centro peninsular hasta mediados del siglo V, cuando el colapso del Imperio romano produjo una concatenación de cambios estructurales. Pero esto no significa que las tumbas sean de la misma época, sabemos que en el mismo territorio del NE de Córdoba apareció una cremación altoimperial romana en la que junto a un vaso de vidrio de inicios del siglo II d.C. había una lucerna de últimos tiempos de la República, es decir, que entre ambos mediaban unos 130 años. Pero mediados o finales del siglo V d.C. puede ser el término post quem para estas tumbas, y, por tanto, los cuencos de vidrio.
     Desde finales del siglo V, y durante los dos siguientes, en los yacimientos madrileños excavados proliferan las cerámicas realizadas a torno lento, que es la misma técnica que se empleó para fabricar la mayoría de jarros, ollas y cuencos de barro encontrados en las sepulturas de los Pedroches, y esto no nos ayuda en el objetivo de encontrar una datación más o menos precisa.
     Aunque se observan formas cerámicas similares entre los yacimientos del centro de la Meseta y los de los Pedroches. En Gózquez (Madrid) aparecieron unos cuencos carenados, cuya morfología derivaba de producciones antiguas de terra sigillata, y que se encuadran a finales del siglo V, y, especialmente, durante el VI. Producciones similares nos las encontramos en el norte de Córdoba:

(Ana María Vicent, 1999, 127; AA. VV. 2006, 492.)

(Una pequeña digresión: ¿cómo se explica que en Madrid y  y el norte de Córdoba aparezcan esta forma tan peculiar, ajena, por otra lado, a las conocidas en el resto de la provincia cordobesa? Se podría pensar en relaciones comerciales, desde algún centro donde se produjeran hasta cada uno de esos lugares, pero ya sabemos que el colapso del sistema romano basado en un mosaico de ciudades aumentó el proceso de ruralización, y la dispersión del poblamiento no es algo que favorezca el comercio. Pienso, más bien, en una red de artesanos ambulantes -como ya planteamos al tratar de dónde y cómo se hicieron los platos de vidrio- que se desplazaban periódicamente, adaptándose a la nueva demanda dispersa en aldeas y granjas. Al llegar a un lugar construían (o reutilizaban) el horno necesario en un sitio que hubiese lo que necesitaban: barro, agua y combustible. Producían lo necesario, o lo demandado, para los lugares de poblamiento cercano y, pasado un tiempo, marchaban a otro lugar. Como cada artesano tenía su estilo, este modelo podría explicar porqué aparecen formas cerámicas prácticamente idénticas en muy distintos lugares.
Conozco un tejar en la Bermejuela (14 km al SE de Villanueva de Córdoba) que tras la guerra civil estuvo fabricando tejas y ladrillos para los cortijos que se habían levando entonces por la zona. El lugar estaba tan aislado como podría haberlo estado mil años antes, por lo que esta hipótesis de alfareros ambulantes es coherente y lógica. Fin de la digresión).

     La tercera de nuestras fuentes de información son los lugares donde se encontraron las tumbas. La gran mayoría formaba parte de micronecrópolis asociadas a granjas; sólo las que se excavaron en la basílica del Germo (Espiel) pueden aportar luz en cuanto a la cronología. El lugar fue excavado en 1967 por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid bajo la dirección de Thilo Ulbert, aunque ya había sido objeto de otras intervenciones a principios de siglo por el propietario de la finca. De esa primera época procede este plato de vidrio, con una peculiar decoración en su base:

(Fotografía de Guadalupe Gómez Muñoz en www.http://ceres.mcu.es/)

     En las excavaciones del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid aparecieron más fragmentos de este tipo de cuenco:

(T. Ulbert, 1971, 168)

     Escribía sobre ellos T. Ulbert (1971, 179): "De los hallazgos en la basílica hay que destacar... dos fragmentos de platos de vidrio con ensanchamiento abultado en el borde. Platos de vidrio de este tipo se conocen en sepulturas del siglo VII, y también de Recópolis, lo que les da una localización temporal no anterior a finales del siglo VI". Del lugar proceden también algunos epitafios, el más antiguo del año 613. Su investigador considera que la basílica del Germo habría sido levantada hacia el año 600, manteniéndose en uso durante el siglo VII y quizá en época mozárabe.
     En definitiva, a tenor de los datos conocidos hasta hoy, no se le puede asignar una cronología absoluta a estos platos. Parece, eso sí, que su uso fue prolongado en el tiempo, desde finales del siglo V o comienzos del VI (similitudes con los platos de la Galia, terra sigillata hispánica tardía en muy escasas sepulturas), y manteniéndose al menos hasta el siglo VII.
     Aunque la gran pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué este tipo de cuencos es tan abundante en el norte de Córdoba y, sin embargo, se conocen muy pocos semejantes en el resto de la península? De entada, como hice con el vaso campaniforme carenado con botón terminal, forma Feyeux 52 (más merovingio que el chupete de Clodoveo, por cierto, y único conocido en Hispania), descarto radicalmente relaciones comerciales entre el norte de Córdoba y Renania en tiempos de Atanagildo. Alguna explicación debe de haber pero, por ahora, se me escapa...

jueves, 4 de septiembre de 2014

Mirando eternamente a la aldea (sepulturas en la roca del Mohedano, Villanueva de Córdoba)

     En numerosos lugares del norte de la península existen necrópolis de más de un centenar de sepulturas talladas en la roca, mas en el NE de Córdoba suelen estar aisladas o en grupos de dos o tres a lo sumo; el conjunto de nueve en la Haza de las Ánimas, en las cercanías del castillo de Almogábar (Torrecampo) es en esta tierra absolutamente excepcional:

(E. Márquez Triguero, 1985, 84.)

     Un ejemplo de estación con dos sepulturas de este tipo se encuentra en el Mohedano, en el término de Villanueva de Córdoba y a unos 6,2 km. al NE de la misma:



     Podría decirse que son gemelas,

 

pues sus dimensiones son prácticamente similares (181 y 178 cm de longitud). Se labraron sobre un pequeño canchal de granito que apenas si se eleva medio metro sobre el terreno. Aunque a este tipo de tumbas se les ha denominado genéricamente "antropomorfas" o, para mayor espanto, "antropoides", existen distintos tipos en función de su forma, como mostró Antonio González Cordero en su estudio sobre las tumbas excavadas en roca de la provincia de Cáceres:

(A. González Cordero, 1998, 281.)

     Estas del Mohedano corresponden al tipo II C de esta clasificación, rectangulares con cabecera tallada (de nuevo me he encontrado con una encina al sur de ellas que no ha facilitado unas fotografías sin sombras):


     Normalmente, los dos únicos aspectos considerados de estas sepulturas han sido su forma y su cronología. Algo que parece tan importante, y evidente, para su análisis, como es su función (el por qué), apenas si se considerado. Lo ideal es un estudio global, que abarque todos los parámetros posibles de valoración, y para eso creo que podemos empezar de abajo hacia arriba, desde las mismas sepulturas hasta su entorno inmediato, para elevarnos luego a un mayor nivel espacial.
     Las tumbas se labraron en uno de los numerosísimos canchales de granito que afloran en la superficie de los Pedroches, pero en sus inmediaciones no hay otros del tamaño de éste en los que poder tallar dos sepulturas de este tamaño. ¿Por qué se eligió este sitio en concreto? Tampoco está en un lugar que resalte en el paisaje, ni hay unas vistas prominentes desde el lugar; se encuentra en la parte inferior de una pequeña cañada que se eleva al sur, amesetándose, con una visibilidad general bastante reducida.
     Siguiendo el eje longitudinal de las sepulturas (lo que los allí depositados habrían visto) existe a un centenar de metros un villar, los restos de un antiguo lugar de hábitat de categoría y edad indefinida, pero de tamaño superior, más de sesenta metros de longitud, al que correspondería de una pequeña edificación o granja aislada. A unos 150 m al SE se encuentra otro villar, pero el que miraban eternamente los enterrados era el primero citado:


     Delatan lo que fue en tiempos antiguos los restos de construcciones, muros, y algún ladrillo de tosca factura, con unos desgrasantes gruesos y una tonalidad que corresponde al barro local:

 
 

     Se puede argüir, con razón, que no hay evidencias de que este lugar de vivienda y las tumbas estén relacionados, es más, tampoco se conoce la cronología (ni siquiera relativa) del sitio de hábitat, pues no se observan fósiles directores como las tégulas romanas que puedan ser orientativos al respecto. Pero, como comenté, las dos sepulturas están orientadas exactamente al villar, y como no creo en las casualidades pienso que se eligió precisamente aquel roquedo por esta circunstancia: para que los que fueron depositados en aquellos sepulcros pétreos pudieran estar viendo eternamente el lugar donde pasaron sus días:


     ¿En qué tiempo? Esa es otra cuestión. Pero podemos comenzar considerando que, aunque aparezcan en general aisladas por la penillanura de los Pedroches, no se escogieron al azar los lugares donde se tallaron estas sepulturas en la roca.