En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 9 de noviembre de 2014

Un pequeño receso

     Hace un año, por estas fechas, tuve que dejar por un tiempo la actividad bloguera. Un hospital no es el mejor sitio para desarrollar tal cosa, además de la dificultad de acceder a las fuentes de información. En este caso es por motivos laborales, un trabajo que se desarrolla en esta época del año y que requiere una total dedicación. Así que durante un mes, más o menos, tomaremos unas vacaciones bloqueras.
     Pienso en las cuestiones que se tratarán aquí tras el receso, como continuar con la evolución onomástica en Villanueva de Córdoba, con los nombres que portaron sus habitantes en el siglo XIX. De la simplicidad de María, Juan, Pedro y Catalina en el XVI se pasó al barroquismo de Catalina Josefa a finales del XVIII, pero hasta lo visto el santoral no influía de forma determinante en la adjudicación del segundo nombre en los compuestos.
     El periodo entre Roma y al-Andalus es el que más testimonios arqueológicos nos ha dejado en el NE de los Pedroches, por lo que continuaremos indagando en él. Es muy interesante a este respecto lo que nos puede aportar el anñálisis de las tumbas excavadas en roca. En el estudio de este tiempo es claramente perceptible el divorcio entre los estudiosos de las fuentes literarios y de los arqueólogos: cada uno tira para su lado, sin intentar siquiera conjugar esfuerzos. En nuestro ámbito territorial es muy difícil, por la práctica ausencia de documentos que se refieran directamente a él, pero, como dijo el maestro, se hará lo que se pueda.
     Observo que no hemos tocado demasiado el tiempo de al-Andalus, más que nada por la pobreza de la información sobre él. Intentaremos subsanar el asunto, así que las entradas próximas estarán dedicadas a paisanos ilustres, aunque desconocidos para la mayoría, como el cadí Said ben Suleimán, natural de Gafiq (la actual Belalcázar), uno de los cuatro jueces que en todo el orbe musulmán adquirieron fama en el siglo X de hombres justos. O al abad Daniel, que en el año 930 (el primero del Califato de Córdoba) fue enterrado en la sierra cordobesa, muy cerca de donde tres siglos antes hubo otra inhumación en la que se depositó en la tumba el único vaso carenado con botón terminal, genuinamente franco, que se conoce en toda la península. (Por cierto, el que la única obra rigurosa sobre las incripciones de esta época haya tenido que hacerla el Deutsches Archäologisches Institut- Philipp Von Zabern (Mainz am Rhein), es francamente revelador.)
     También quedaron un tanto relegados los pueblos prerromanos del norte de la provincia cordobesa, otro asunto que hay que continuar.
     Estas son las intenciones, y espero que dentro de un mes volvamos a la devoción, porque ahora toca la obligación.