En el dolmen de Las Agulillas

sábado, 28 de febrero de 2015

Los nombres masculinos en Villanueva de Córdoba, 1804-1820.

Hacia una Historia total (a modo de introducción).

     En la segunda mitad del siglo XIX comenzó a cambiar la manera de conocer la Historia, y hasta su mismo sujeto de estudio. Hasta entonces se consideraba que sólo podía haber conocimiento histórico por medio de los documentos escritos, pero por este tiempo comienzan a conocerse yacimientos habitados por gentes que vivieron mucho antes de conocerse la escritura, gentes que, como en Altamira, demostraban tener una capacidad intelectual semejante a la nuestra (aunque es cierto que se tardó tiempo en admitirse, y que entonces, como ahora, se cometiera el error de juzgarlos por su tecnología).
     También la Arqueología abandonaba definitivamente sus orígenes en anticuarios y coleccionistas para convertirse en una auténtica ciencia, que tenía como cometido el conocer el pasado a través del estudio de sus restos materiales.
     Prehistoria y Arqueología provocaron un cambio de la Historia, en el sentido de que el principal objeto de la misma ya no eran las élites que generaban la documentación conservada sobre instituciones, tratatos políticos o batallas, sino que era el género humano, en su conjunto. Por ejemplo, antes lo importante que debía conocer un probo alumno de bachillerato era la lista de reyes godos; la arqueología, sobre todo en los espacios de necrópolis, abría unas puertas al pasado que antes no se habían considerado.
     Ya en el siglo XX surgieron nuevas tendencias historiográficas, que modificaron por completo el modo de entender y estudiar la Historia. El materialismo histórico se basaba en la interdependencia de los fenómenos sociales, a la vez que se exponía una historia cuantitativa aparecida por la interacción de la historia con la economía y otras ciencias sociales (estadística, demografía, sociología...); mas sería la escuela de los Annales la que expusiera el nuevo modo de analizar los hechos del pasado. Su nombre provenía de una revista, Annales d'Historia Economique et Sociales, fundada en 1929 por Lucien Febvre y Marc Bloch. Negaban que sólo unos cuantos hechos (militares, políticos o diplomáticos) tuvieran categoría histórica: "Solo existe historia en su unidad". Si las acciones humanas son de tipo económico, cultural o político, todos estos elementos son indisociables, formando parte de una unidad.
     Se introducía en el mundo académico el concepto de historia total, comenzado una colaboración entre las diversas disciplinas de las ciencias humanas, como la economía, la sociología o la antropología. Así, y sobre todo en el espacio de la Historia Moderna (finales del siglo XV a inicios del XIX), para el que se contaba con una nutrida información documental, aparecieron estudios de historia económica (mundo agrario y urbano, intercambios comerciales, demografía histórica...), historia social (los distintos grupos sociales, privilegiados, burgueses, pobres y marginados, conflictos sociales; historia de la familia; o historia de la mujer, la gran olvidada de la historia), o una historia de la cultura y de las mentalidades.
     El objetivo es alcanzar la historia total, y para ellos los diversos estudios deben de ser como las celdillas de un panal, para lo cual es imprescindible la conexión dialéctica entre cada estudio parcial con las influencias e interpedencias de los campos tratatos.Como exponía Pierre Vilar, "en la difícil aproximación a la totalidad histórica, puede y debe servirnos toda investigacion que se inspire en los métodos más recientes de los psicólogos, sociólogos y de los economistas. Siempre y cuando el historiador no olvide su propia labor, consistente en establecer síntesis, en distinguir los episodios históricos que forman un todo, en no reducir la historia ni al largo plazo que deshumaniza ni al corto plazo que impide ver el crecimiento y el progreso. Labor que consiste, en definitiva, en el estudio de los mecanismos que relacionan los acontecimientos con la dinámica de las estructuras".
     Es lo que se pretende con el estudio de los nombres de las personas que nacieron en Villanueva de Córdoba desde finales del siglo XVI, algo que podría estar a caballo entre la historia de la familia y la historia de las costumbres.

Primeras décadas del siglo XIX: tiempo de crisis.

     He seleccionado el periodo 1804-1820 por su singularidad demográfica, más que por emplear unas cifras redondas. Es necesario contar con un número suficiente de registros para conocer las auténticas tendencias y evitar en la medida lo anecdótico; pero no puede tampoco ser un periodo demasiado amplio que distorsione los datos.
    Analicemos el siguiente gráfico. En él se muestra el polígono de frecuencias de las series anuales de bautismos (azul) desde 1770 a 1820 en Villanueva de Córdoba (no tenemos los datos del último decenio del siglo XVIII); la tendencia lineal del periodo (línea verde discontinua); y la media móvil para cinco años (color rojo):

 







     Se comprueba que la tendencia durante este medio siglo es de un ligero descenso en los nacimientos, aunque la media móvil nos permite afinar en sus distintas etapas. La década de 1780 fue desastrosa en todos los sentidos, con crisis de subsistencias y epidemias de tifus y paludismo, que provocaron no sólo una gran mortalidad, sino un descenso en los nacimientos (los registros de defunciones parroquiales de este tiempo no son válidos como elemento de estudio para la mortalidad general porque hasta 1801 no comenzaron a anotarse los entierros de "párvulos", de niños menores de siete años).
     Desconocemos las cifras para la siguiente década, pero parece que a comienzos del siglo XIX hubo un repunte en los nacimientos que se vio bruscamente frenado durante una década a partir de 1804. De nuevo se unieron el hambre y el paludismo. Hay que tener en cuenta que la malaria conllevaba "graves consecuencias sobre la actividad laboral en muchas poblaciones, dada la indisponibilidad casi total de los afectados; se sabe que una muerte por paludismo supone, por lo menos, dos mil días de enfermedad. El paludismo conduce... a la quiebra de la agricultura en una zona, a través del absentismo forzoso que provoca" (Vicente Pérez Moreda, 1980, 75 y 383). Además de las defunciones unos doscientos vecinos emigraron en busca de mejores oportunidades. Pocos años después estallaba la Guerra de la Independencia, que afectó a la economía y demografía. Todas estas circunstancias produjeron que se redujera notablemente el censo: de 1.417 vecinos en 1787 a 1.295 en 1812 (como la fuente para este último es del padrón parroquial realizado ese año, es un dato muy fiable). A partir de 1816 el aumento de los nacimientos muestra la reactivación demografica.
     Es pues un periodo de grandes crisis, en absoluto una etapa de crecimiento económico o demográfico.

Nombres de niños nacidos en Villanueva de Córdoba, 1804-1820: apogeo de los nombres compuestos.

     Se han analizado los nombres de 1.702 niños nacidos en estos años, a los cuales se les impuso un total de 851 nombres, lo que significa una media de 2 niños por nombre (entre 1775-1790 esta media fue de 4,76). De éstos, 37 son simples y 814 compuestos. Si en el periodo de 1775-1790 se usaron 275 nombres compuestos para los recién nacidos, en nuestro tiempo de estudio este número se ha más que duplicado.


      Lo significativo para este periodo es que 656 nombres (77% del total) fueron portados por un solo niño. Esto quiere decir que la gran mayoría de niños poseían un nombre que no lo tenía ningún otro. También hay un cambio en esto respecto al último periodo del siglo XVIII, cuando la mayor parte (61%) de los niños nacidos tuvieron un nombre simple, mientras que entre 1804-1820 son una manifiesta minoría (23%).
     Con esta abundancia onomástica pensé en omitir el listado completo de nombres, pero dado que es algo que venimos haciendo desde finales del siglo XVI es mejor incluirlo. Se muestra a continuación como se ha estado realizando anteriormente, la relación completa de nombres y su porcentaje de frecuencia respecto al total de nacidos (no podemos calcular, como actualmente el Instituto Nacional de Estadística, la tasa de cada nombre respecto a mil habitantes al no contar con el dato de la población que, por este tiempo, aún se mostraba en vecinos y no en habitantes):

Nombres simples y primero de los compuestos: variaciones de un mismo tema.

     Si comparamos las listas de los nombres simples más frecuentes y la del primero de los compuestos más abundantes, observamos que los cinco primeros son los mismos:


     El 60% de los niños tenían por primer nombre Juan, Francisco, Pedro, Antonio o Bartolomé. Entre 1591-1610 los cinco nombres más frecuentes (Juan, Francisco, Pedro, Alonso y Antón) supusieron el 57,56% de los varones de Villanueva de Córdoba. La diversidad en los nombres se reservó para el segundo de los nombres compuestos, en cuanto al primero los niños nacidos en Villanueva de Córdoba a comienzos del siglo XIX se llamaban igual que los que lo hicieron a finales del XVI.

La influencia de los abuelos en el primer nombre.

     Ha sido práctica habitual en nuestra sociedad, al menos desde la Edad Media, la de imponer a los recién nacidos el nombre de los abuelos. Hemos cuantificado en el periodo 1804-1820 esta relación, comparando los nombres que se les puso a los niños (los nombres simples y los primeros de los compuestos) con los de sus padres y abuelos, y el resultado habla por sí solo:



     De cada diez niños, cuatro llevaron el nombre de su abuelo paterno; tres, el del materno; uno, el mismo que su padre; y solo dos no tenían vínculo directo con ninguno de ellos. 
     Hemos analizado los nombres simples y el primero de los compuestos, pero la influencia onomástica de los abuelos se puede rastrear con nombres poco frecuentes en la localidad, como Toribio. Durante 1804-1820 nacieron unos niños que fueron llamados Alfonso Toribio, Andrés Toribio, Antonio Toribio, José Toribio, Miguel Toribio y Toribio Miguel: todos ellos eran nietos de Tomás González de la Serna

Y la del santoral en el segundo.

     A mediados del pasado siglo XX era también práctica frecuente la de escoger como segundo nombre de uno compuesto el del "santo del día". Para saber si esto era también así a comienzos del siglo XIX hemos ido comparando el nombre de los niños con el de la advocación celebrada en el día de su nacimiento. Para ello empleamos el Santoral completo del presbítero Ángel Fábrerga Grau, auténtica mano de santo (algo bien dicho, en este caso) para este menester.


      Aunque a veces se encuentra en el primer nombre (por ejemplo, en Sebastián Bartolomé, nacido un 20 de enero, día de San Sebastián), lo más usual es que la relación con el santoral fuera en el segundo de un nombre compuesto, en el 53,5% de los niños. En el 46,5% restante no hemos encontrado ningún vínculo entre los nombres de los niños y alguna advocación.
     Esta relación no es siempre exacta, coincidente con el día del nacimiento del recién nacido, sino que se extiende unos cuantos días más. Esta es la única explicación que encuentro para que un niño nacido un 16 de junio se llamase Francisco Fandila: San Fandila se conmemora el 13 de junio. Hemos comprobado esta circunstancia con nombres poco frecuentes en esta localidad, como el citado, Norberto o Sisenando.
     En casi la mitad de los nombres compuestos no hay relación entre el segundo y ninguna advocación. Por ejemplo, Pedro Luciano, nacido el 2 de marzo. San Luciano se conmemora en enero y mayo, así que si sus padres le impusieron tal nombre es, simplemente, porque les gustó.
     Hay que señalar igualmente la importancia del santoral exclusivamente cordobés en la imposición de algunos nombres, como Álvaro, Fandila o Teodomiro, los tres de los conocidos como mártires voluntarios del siglo IX, durante el reinado de los emires Abderramán II y Muhammad I.

Rompiendo tabúes: nombres el Antiguo Testamento y femeninos.

     Ya lo hemos comentado en otras ocasiones: en las visitas pastorales de los obispos a la parroquia de Villanueva de Córdoba a comienzos del siglo XVIII dejaban escrito que a los niños había que imponerles nombres de santos conocidos y reconocidos por la Iglesia. Esto era consecuencia de la Reforma y Contrarreforma del siglo XVI. Ante el rechazo a los santos o la Virgen de los reformistas los católicos reaccionaron tomando para sus hijos nombres exclusivos del Nuevo Testamento.
     Durante los siglos XVII y XVIII no me he encontrado ningún nombre del Antiguo Testamento entre los niños nacidos en este tiempo (a excepción de una niña, Susana, a comienzos del XVII), pero ahora, en los primeros años del siglo XIX, aparecen nombres como Elías, Ezequiel o Macabeo. Cuantitativamente son pocos, pero suficientes para romper ese tabú de siglos.
     Otro que también cae es que se impongan nombres femeninos en el segundo de los compuestos: Teresa, Ana, Irene o Bárbara.

domingo, 1 de febrero de 2015

Paisanos ilustres poco conocidos: Sa'id b. Sulayman y Sulayman b. Aswar, dos jueces de raza

"Al-Andalus no pertenece a la "nación árabe", como algunos teóricos de esta ideología vienen insistiendo machaconamente con el aplauso de quienes tal vez deberían saber mejor lo que se traen entre manos; ni es la contra-identidad islámica sobre la que se forjó la "nación española", como los defensores de las esencias patrias intentan irresponsablemente hacernos creer en estos tiempos de mezcla de culturas. Simplemente, se trata de un ámbito histórico a la espera de ser reclamado por todos aquellos que pretendan tener una conciencia crítica del pasado": Eduardo Manzano Moreno, Conquistadores, emires y califas, pp. 22-23.


     Tras el descanso bloguero, aquí henos, si no de Pravia sí desde la Jara, como siempre. Un nombre este, por cierto, que parece provenir del de un distrito cordobés de la época de al-Andalus, Wabuh al-Sha'ra, colindante con Fahs al-Ballut. Además, por eso de las casualidades, esta es la centésima entrada; el que estos modestos articulitos hayan de comenzar a numerarse con tres cifras en el sistema decimal merece algo especial. Así que he escogido un periodo auténticamente fascinante y poco tratado en este blog de historia, el tiempo de al-Andalus; y a dos paisanos que nacieron en los actuales Pedroches, Sa'id b. Sulayman al-Gafiqí y su sobrino Sulayman b. Aswad, jueces cuya fama de integridad traspasó los límites peninsulares.
     El periodo de al-Andalus en el norte de Córdoba es sumamente desconocido, al igual que la anterior etapa tardoantigua y visigoda. Mas existe alguna diferencia; si para el periodo postromano no hay ninguna referencia documental y para saber de él hay que recurrir a la interpretación del abundante registro arqueológico (especialmente funerario), para al-Andalus serán las fuentes literarias nuestro principal medio de información. El conocimiento arqueológico de esta etapa es mucho más limitado, aunque hay "fósiles directores", como la cerámica conocida en la jerga arqueológica como "verde-manganeso":

 
sobre el engobe blanco se trazaban líneas oscuras con manganeso, rellenándose estos espacios con mineral de cobre. Tuvieron un periodo de existencia muy concreto, siglos X y XI, lo que nos permite datar algún estrato o yacimiento.
     Son escasas las referencias bibliográficas actuales sobre al-Andalus para el norte de Córdoba. Son básicas para nuestro conocimiento de este periodo las aportaciones de don Félix Hernández Jiménez, tanto para la cuestión de los caminos que transitaban entre Córdoba y Toledo por los Pedroches como para la localización de ciudades de la época como Gafiq (hoy Belalcázar). También son de consulta obligada las referencias a este lugar en las obras de Antonio Arjona Castro, o los artículos de J. L. del Pino García y J. B. Carpio Dueñas sobre la población de Cuzna o el de R. Pinilla sobre la biografía de algunos naturales de este lugar durante al-Andalus. Y, claro está, las fuentes literarias de la época, destacando para la época califal el Muqtabis de Ibn Hayyan o, para esta entrada, la Historia de los jueces de Córdoba de al-Jusaní.
     Con tan parcos mimbres tejeremos lo que buenamente se pueda. Antes de entrar con los personajes en sí comenzaremos adentrándonos en el territorio de los actuales Pedroches en la época de al-Andalus, que durante este tiempo recibió distintos nombres, Fahs al-Ballut o al-Ballatita.
     De esa época han llegado hasta nosotros algunos nombres, especialmente abundantes en los hidrónimos, en los nombres de los ríos, bastantes de los cuales conservan el prefijo Guad-: Guadalmez, Guadamatilla, Guadarramilla, Guadiato, Guadamora, Guadalcázar ("Río del Castillo"), Guadalbarbo ("Río de los Bereberes") y Guadalmellato ("Río del [Monasterio del] Armillat"). También el Cuzna (nombre de una tribu berebere y de una ciudad que se levantó cerca de su nacimiento) y el río Zújar, del que mi amiga Marta Giménez (autora del blog Yacimientos en al-Andalus, de recomendable visita) me dice que puede significar piedras en árabe clasico صخر plural de صخرة

La etapa omeya: Fahs al-Ballut.

     "El año 92 H. / 711 J.C., un hecho militar (la invasión de Hispania) inició el surgir y establecimiento de una nueva entidad política, religiosa, social, jurídica, económica, fiscal, lingüística, cultural y artística: al-Andalus. No se trata de ningún 'alumbramiento fulminante', ya que lo 'viejo' no se desvaneció de la noche a la mañana y lo 'nuevo' tardará un cierto tiempo en imponerse y estructurarse", dice con acierto Pedro Chalmeta (2011, 115). Los objetivos de los primeros gobernadores (como los de cualquier gobernante de cualquier época) eran el control de los territorios y las personas, y la aplicación de una fiscalidad. La implantación de una articulación territorial facilitaría estos propósitos.
     Según diversos autores actuales los musulmanes habrían seguido en parte para ello la división político-administrativa y religiosa de las anteriores etapas romana y visigoda, aunque por el trifinio de Villanueva de Córdoba podemos descartar que la administración territorial andalusí en el norte de Córdoba fuera descendiente directa del sistema municipal romano, pues dos ciudades asentadas junto al río Guadalquivir (Epora y Sacili) extendían sus territorios hasta el emplazamiento de la actual Villanueva de Córdoba. Tampoco sabemos cómo se encuadraba el actual territorio de los Pedroches en la administración del reino de Toledo, aunque no parece que hubiera cambios en cuanto a su dependencia religiosa del obispado cordobés. Así pues, da la impresión de que el territorio de Fahs al-Ballut fue una creación de los conquistadores musulmanes, sin dependencia de municipios romanos anteriores o demarcaciones obispales.
     Por lo tanto, creo mucho más acertada la visión de Eduardo Manzano Moreno (2006, 106 y 425): "El marco territorial que impusieron los Omeyas en al-Andalus no tenía nada que ver con las antiguas divisiones romanas y visogodas. El país estaba dividido en un número de kuras o provincias que se configuraron de forma original... [Es a] mediados del siglo VIII cuando datan las primeras menciones a la existencia de una división en al-Andalus en circunscripciones territoriales que llevan el nombre de kuras. Al frente de esas kuras se encontraban siempre miembros priminentes del  yund", el ejército sirio que en el año 742 derrotó la rebelión bereber. No se le otorgaron tierras a estos soldados, sino que fueron asentados en algunas de estas circunscripciones que parece ya estaban instauradas antes de la llegada del ejército sirio a la península. Parece lógico que fuera así, pues las fuentes de la época dicen que los primeros gobernadores hicieron tres censos (quizá con la misma frecuencia de quince años que los bizantinos), y para ello era conveniente una articulación del territorio.
     La actual comarca de los Pedroches perteneció a la denominada cora de Fahs al-Ballut. "El término de Fahs se puede traducir bien por llano o por campo", explica Antonio Arjona (2003, 214). De la misma forma, Llano de las Bellotas, lo traduce Julián Rivera en su edición del libro sobre los jueces de Córdoba de al-Jusani; o Francisco Fernández González en la suya de la Historia de al-Andalus de ibn Idari. "Llano o Campo", y no "Valle", como algunos cucúrbitos y cenutrios se emperran en transcribir en su dolosa ignorancia. Comprendía todo el norte de Córdoba e incluía, además, el extremo SE de la actual Ciudad Real (Chillón y Almadén) y el SE de Badajoz (Cabeza del Buey). Al sur y sureste sus límites son más imprecisos, acaso las estribaciones septentrionales de las sierras de Obejo, del Castaño, Chimorra y la sierra de los Santos.

 (Según Antonio Arjona Castro, 2003, 284.)

     Fahs al-Ballut lindaba al suroeste con Firrish (Constantina, Sevilla); al NW, con Mérida; al NE, con Oreto-Calatrava, al este con Jaén y al sur con Córdoba.
     Tradicionalmente (Arjona, 2003, 214), se ha considerado que la primera mención expresa a la cora de Fahs al-Ballut es del año 863 (249 de la Hégira), durante el reinado de Muhammad I, en la relación de tropas que cada circunscripción territorial envió para la expedición militar de ese año contra Yilliqiya, los territorios cristianos del norte peninsular (ibn Idari especifica que fue contra los castillos de Alaba y Al-Quilé, Álava y Castilla). De los 21.713 jinetes pertenecientes a quince coras (sin contar los procedentes de la capital cordobesa), 400 eran de Fahs al-Ballut.
     Sin embargo, hay una cita literaria anterior a esta fecha, en la biografía de al-Jusani sobre uno de nuestros biografiados, Sulayman b. Aswad. Poco antes de morir mostró a unos amigos un documento: "era una carta dirigida por el monarca Hisam I a su juez, de la parte norte de Andalucía, del Llano de las Bellotas y comarcas vecinas, Aswad b. Sulayman en que se le ordenaba que recaudase las contribuciones que fuera preciso recaudar y que las distribuyera en la forma que se especificaba en aquella carta" [la negrita es mía]. Hisam I gobernó entre los años 788-796.
      Es posible que este Aswad b. Sulayman fuese juez militar, de la colonia militar árabe, pues los nativos hispanos cristianos tenían sus magistraturas propias.

     Aunque no existiera esta referencia también, indirectamente, se podía inferir su existencia segura tiempo atrás del año 863: en el año 818 se produjo en Córdoba el famoso "motín de Saqunda", que enfrentó a los habitantes de este arrabal de la orilla izquierda del río con el emir. Uno de los supervivientes exiliados fue Abu Hafs Umar b. Suayb al-Balluti, que adquirió gran protagonismo años después. Su nisba, al-Balluti, es auténticamente reveladora. La nisba es la parte el nombre árabe que hace mención al origen étnico, tribal, familiar o geográfico de una persona, por lo que puede traducirse balluti como "natural de Fahs al-Ballut". Dado que Umar al-Balluti debió nacer a finales del siglo VIII, quiere decirse que en este tiempo, coincidente con el reinado de Hisam I, ya existía un lugar con este nombre.
 
(Una pequeña digresión: cualquier persona nacida en la mayor y mejor dehesa del mundo mundial (que diría Carlos Herrera), la de los Pedroches cordobeses, sabe que el proceso de adehesamiento, de erradicación del matorral para favorecer el crecimiento de la arboleda y pastos, es muy largo, pues las encinas son árboles de crecimiento lento: las dehesas más jóvenes, las de los municipios de Cardeña y norte de Adamuz y Montoro, apenas si tienen poco más de un siglo de existencia. Por lo tanto, creo evidente que si en el siglo VIII los musulmanes llamaron a esta provincia o comarca el Campo o Llano de las Bellotas es porque cuando ellos llegaron ya existían los encinares. Autores como al-Razi en el siglo X, o al-Idrisi en el XII, continuarán citando a este encinar como lo auténticamente distintivo de los Pedroches actuales. Fin de la digresión.)


     Continuando con la administración territorial andalusí, cada provincia o cora se desglosaba en una serie de distritos (iqlim, plural aqalim), cada uno de los cuales comprendía una serie de aldeas (qarya), formando un sistema en tres niveles (qarya, iqlim, kura) muy similar al actual (municipio, provincia, comunidad autónoma). En estos niveles inferiores nuestro desconocimiento es muy grande. Algunos autores musulmanes citan a varios aqalim o distritos: Bitraws, con capital en la ciudad homónima (hoy Pedroche), y Usqufa, cuya capital era Gafiq (la actual Belalcázar). Es interesante el nombre de usqufa, que el arabista cordobés Antonio Arjona Castro transcribe como "Comarca del Obispo o del Abad", lo que podría "señalar la existencia en esta comarca de un monasterio mozárabe durante los primeros [tiempos] de la dominación musulmana de la zona" (Arjona Castro, 2003, 234).
     Otro iqlim, Bali, fue también considerado tradicionalmente como integrante de la cora de Fahs al-Ballut, pero Antonio Arjona Castro (2003, 220) ofrece sólidos argumentos de que es algo erróneo que se sacó de la manga un autor egipcio, "el compilador tardío (siglo XIII) Yaqut, que nunca visitó al-Andalus, creó la confusión sobre este lugar, al añadir de su propia cosecha... que 'Bali era un distrito agrícola en al-Andalus perteneciente a Fahs al-Ballut'. Por el texto de al-Idrisi del itinerario de Córdoba a Miknasa sabemos que Bali [o Bala] está a doce millas de Garlitos". Garlitos se encuentra en la margen derecha del Zújar, en la Siberia extremeña, por lo que debemos desterrar a Bali como integrante de Fahs al-Ballut. Antonio Arjona ubica a Bali hacia la actual Navalvillar de Pela (Badajoz)
     Las fuentes literarias citan a varias ciudades pertenecientes a Fahs al-Ballut, en lo que hoy son tres Comunidades Autónomas diferentes, Castilla-la Mancha, Extremadura y Andalucía. (Aún hoy en día estos territorios colindantes pertenecientes a diferentes regiones presentan grandes afinidades entre sí. En el caso particular de los Pedroches esta semejanza con las comarcas de Alcudia o Cabeza del Buey es claramente perceptible en lo que es el habla, arquitectura tradicional o folclore, por ejemplo. La relación de los Pedroches con la campiña cordobesa es de orden político y administrativo, culturalmente está mucho más próxima a esas comarcas de Extremadura y la Mancha.) En lo que son hoy los Pedroches cordobeses existieron varias núcleos de población:

* Santa EufemiaShant Ufimya. Santa Eufemia fue un lugar asimilado anteriormente, con muchas dudas, con Bali, aunque, como se ha dicho, tras la edición de la segunda obra de Idrisi el arabista Antonio Arjona (2003, 246) la ha situado en la Siberia extremeña, hacia Navalvillar de Pela (Badajoz).
* CuznaKuzna, unos 6 km al SE de Alcaracejos, en el término de Villanueva del Duque.
* Pedroche, Bitrawsh.
* Belalcázar, Gafiq.
Almogábar, cuyo nombre deriva del árabe al-mugawwar, el guerrero.
* Qalyana, un manzil o posada en el camino de Córdoba a Toledo, en el tramo comprendido entre el río Guadalmez y el monasterio del Armillat en el Guadalmellato. Antonio Arjona (2003, 254) lo sitúa hacia la zona de la actual Villanueva de Córdoba. El sufijo -ena indica que su origen es anterior a la dominación musulmana.

     Una cuestión que queda abierta es si fueron ciudades de nueva creación bajo el poder musulmán o si tenían algún tipo de vínculo con núcleos de población de épocas anteriores.

     Parece lógico considerar que el nacimiento de Fahs al-Ballut como cora se debiera a servir como glacis defensivo de la capital omeya, Córdoba. Algunos autores hablan en este sentido de "cora militarizada", dando la impresión de que había otro tipo de coras, algo con lo que un gran experto como Eduardo Manzano Moreno (2006, 431) no está de acuerdo en absoluto: "La hipótesis de Lévi Provençal en el sentido de que las kuras obedecerían a una especie de 'administración civil', mientras que las fronteras estarían sometidas a un régimen militar bajo el control de un caíd, es inexacta: tanto en una zona como en otra aparecen actuando los gobernadores, ummal, y tanto en una zona como en otra estos ummal tienen encomendadas funciones de tipo fiscal y militar". (En el año 973 el gobernador de Fahs al-Ballut y otras circunscripciones como Badajoz es denominado caíd, jefe militar, en las crónicas.)
     Lo cierto es que "la mayor parte de las kuras se encuentran en la mitad meridional de al-Andalus, lo que indica que la organización territorial del califato estaba más consolidada en esa zona... En otros territorios andalusíes carecemos de menciones a kuras y en cambio lo que encontramos son divisiones articuladas sobre las ciudades". La explicación a tal diferencia "radica en la forma peculiar en que tiene lugar la implantación de la autoridad omeya en las zonas fronterizas" (E. Manzano, 2006, 431): aquí los gobernadores, representantes de la autoridad omeya, se establecerían en las ciudades, mientras que los linajes aristocráticos locales con los que habían pactado se mantendrían fuertes en sus dominios rurales.
     Al frente de cada circunscripción había un gobernador (que las fuentes denominan con distintos nombres: sahib al-kura, amil (plural ummal), wali o caíd (este último nombre indica que tenían funciones militares). También existía una autoridad jurídica y religiosa, el cadí, juez.
     Algo que se ha de tomar en consideración es que "la organización territorial en kuras no era estática, cual si de una administración provincial moderna se tratase. A veces una kura aparece citada durante ciertos años y luego desaparece por completo, lo que lleva a pensar que sería integrada en otra. En algunas fechas, dos o incluso tres kuras podían ser agrupadas y puestas bajo el mando conjunto de un gobernador" (E. Manzano, 2006, 428-429). Por ejemplo, en el año 929/930 (317 de la hégira) ibn Hayyan da los nombres de los nombramientos de las principales coras y ciudades de al-Ándalus (34 circunscripciones en total), aunque comenta que también se nombraron otros 168 gobernadores más para pequeños distritos. Podía haber un gobernador en la capital de la cora, y otro (u otros) en los distintos distritos (aqalim) de la misma, o incluso dos hermanos que compartieran el gobierno de una cora.
     Esta "vocación del poder califal de controlar cada palmo de su territorio" (Manzano Moreno, 2006, 429) que se traduce en un alto número de gobernadores y su movilidad (en las coras de la mitad meridional de la península los gobernadores no solían durar más de dos años en el cargo) ha creado cierta confusión, y "algunos autores, basándose en los textos de al-Razi, llegan a defender que, al menos durante parte del siglo X, estas dos zonas [Firrish (Constantina, Sevilla) Fahs al-Ballut, dos coras colindantes] formaron una unidad político-administratriva... Otra cosa bien distinta es que durante ciertos periodos del Califato estuviesen ambas, junto con otras más, dirigidas por un mismo gobernador". Comparto plenamente esta opinión:
     El califa nombró en el año 934 a Abd al-Rahman b. Muhammad b. an-Nazzan como gobernador de Fahs al-Ballut, la cora de Firrish y los territorios de Laqant (Fuente de Cantos, Badajoz), Miknasa (acaso Zalamea de la Serena, Badajoz) y B.tr.l.sh (sin vocalizar), la actual Garlitos en opinión de Antonio Arjona. Poco después, en el año 941, Abd al-Rahman III destituía del cargo de gobernador de las coras de Fahs al-Ballut y Firrish a Ubayd Allah b. Muhammad al-Kuzni (quien, como indica su nisba, era natural de la comarca, de la ciudad de Kuzna), nombrando en su lugar a Muhammand b. Qasim b. Lubb. (Interesante el nasab, el "apellido" podría decirse, de este personaje, por el que se deduce que su abuelo fue un cristiano llamado Lope.)
     Según Emilio Cabrera y Ricardo Córdoba, medievalistas de la Universidad de Córdoba, lo expuesto "quizá ponga de manififesto no sólo la relativa semejanza desde el punto de vista geográfico de todos esos territorios gobernados por la misma persona, sino también un nivel de poblamiento inferior a lo normal, de lo cual deriva una menor fuente de ingresos -para el fisco y para quien lo administraba directamente- y, con toda probabilidad también, una menor dificultad real en la administración de ellos" (Cabrera y Córdoba, 1991, 202). Hay más opciones, como la opinión de Eduardo Manzano Moreno (2006, 430): "Es difícil saber a qué causas obedecían estos cambios. Una posibilidad es que estuvieran en relación con la personalidad del personaje nombrado, es decir, según el beneficiario del nombramiento. La otra posibilidad es que estos vaivenes fueran debidos a necesidades coyunturales motivadas por la situación en una determinada zona". De todas formas, para el caso del norte de Córdoba, esto no habría sido privativo de la época califal, pues a finales del siglo VIII Sulayman b. Aswad estaba al cargo de Fahs al-Ballut y comarcas vecinas.


( Mapa de las principales divisiones territoriales de época califal, según E. Manzano Moreno, 2006, 426. La inclusión de la cora de Fahs al-Ballut en rojo es aportación personal.)

     Si comparamos la lista de coras que enviaron guerreros a la expedición del año 863 y la lista de las principales circunscripciones que da ibn Hayyan en los primeros años del califato, se observa que la segunda ha ampliado la primera (incluyo en la lista de coras califales a Fahs al-Ballut, que no cita Eduardo Manzano en su relación):



     En la campaña del 863 no participaron las gentes de las ciudades de Sevilla o Mérida, que sí aparecen ya como coras tiempos después, con el primer califa. Por tanto, la administración en coras quizá sea un reflejo de hasta dónde llegaba el verdadero dominio de emires y califas omeyas: imponer a sus representantes, cobrar tributos y hacer que sus súbditos participaran en las campañas estivales (aunque tras la derrota de Simancas Abd al-Rahman III confió más en las tropas profesionales).
     Durante el tiempo del segundo califa, Al-Hakam II, se mantuvo la situación de una persona al frente de varias circunscripciones territoriales. (El volumen sexto del Muqtabis de ibn Hayyan no ha llegado a nosotros, por lo que desde el año 941-942 al 970-971 no tenemos las listas detalladas de gobernadores y cargos como de los primeros años del califato). En el año 973 a "Ra'iq b. al-Hakam, tío materno del príncipe Hixam, [le fue conferido] el cargo de caíd [jefe militar] de Badajoz, acumulando a los de Ramakaba (sic), Arus, Medellín y Umm Yafar al que ya desempeñaba en el Fahs al-Ballut" (Arjona, 1982, 166-167).
     En ese mismo año de 973 el cadí (juez) de Fahs al-Ballut Abd al-Malik b. Mundir b. Sa'id fue comisionado para investigar la denuncia que habían presentado los habitantes de Guadalajara contra su gobernador (A. Arjona, 1982, 161-162). Mal acabó el pobre hombre, por cierto, que con estos trabajos de "encargado de los abusos", sahib al-radd, se habría ganado un buen número de enemigos, pues acabó siendo crucificado por orden de Almanzor en el año 978-979 (E. Manzano, 2006, 480). Si la cora de Fahs al-Ballut hubiese desaparecido durante el califato, absorbida por otras, también habría dejado de existir su cadí. Es decir, en este año de 973 había un caíd, gobernador con atribuciones militares (pariente de la familia gobernante, por cierto) que junto a esta cora administraba otras más. El que esta cora, Fahs al-Ballut, se mantenía con entidad propia lo demuestra la existencia de un cadí (juez religioso) para este territorio, el desventurado Abd al-Malik b. Mundir.

 Las etapas almorávide y almohade: al-Ballatita.

     Tras el colapso del califato a comienzos del siglo XI, no sabemos bien qué ocurrió con Fahs al-Ballut. Es presumible que siguiera dependiendo de la taifa de Córdoba, y, con ella, pasara a formar parte de las taifas de Sevilla y Toledo, hasta que a finales de ese siglo los almorávides imponen su dominio.
     El geógrafo al-Idrisi, a mediados del siglo XII, nombra a la provincia al-Ballatita, plural de ballut, es decir, "[comarca de] las Bellotas". Destaca el encinar de la región, al que sus moradores cuidan por el provecho que de él sacan en años de necesidades, y la bravura de los habitantes de sus dos principales ciudades, Gafiq y Bitraws. A partir de la conquista de Toledo por Alfonso VI se acentúa la presión sobre el noreste de la actual provincia de Córdoba, llegando a conquistar Alfonso VII Pedroche, Santa Eufemia y otras fortificaciones de la zona, convirtiéndose en zona fronteriza entre los contendientes.
     Esto debió de hacerse sentir en la población, pues algunas fuentes indican que la fortaleza de Pedroche estaba deshabitada 1172.
     Quizá esta situación pueda explicar la división administrativa del reino de Córdoba en la etapa almohade, dividido en once distritos. Dos de ellos, Gafiq y Kuzna, formaban parte del antiguo Fahs al-Ballut, concretamente de su parte occidental; en la oriental Bitraws, Pedroche, no es siquiera citada, acaso por no estar bajo el dominio directo almohade..
     La conquista cristiana de Córdoba por Fernando III en el año 1236 marcó el final de al-Andalus en los Pedroches, aunque acaso no de forma inmediata, pues Obejo, en plena sierra y a mitad de camino entre la capital y los Pedroches, fue conquistado tres años después que la capital.

Sa'id b. Sulayman al-Gafiqí.

     En la época del segundo califa, Al-Hakam II, un autor, al-Jusami, escribía un libro sobre los jueces de Córdoba durante el emirato y los primeros años del califato. Decía allí de nuestro biografiado: "Cuatro personas han ejercido el cargo de juez, cuya fama, de hombres justos, ha corrido por todo el mundo: Donaim ben Elyatim, en Siria; Elharit ben Misquín, en Egipto; Sahnún ben Saíd, en Cairuán, y Abu Jalid Sa'id ben Solayman, en Córdoba".
     Comencemos por su nombre, que como el de cualquier persona árabe está compuesto por varias partes.

* Sa'id: el ism, es el nombre propio. (No parece apropiado en este caso decir que es su "nombre de pila"...) Significa "feliz" en árabe. En los nombres propios musulmanes los hay de origen árabe, como el más popular, Muhammad, o Umar. Otros proceden de la tradición bíblica: Sulayman, Salomón. Son muy característicos los teóforos, en los que intervienen apelativos divinos, como Abd al-Rahman, "esclavo del Misericordioso".
* b. Sulayman b. Sa'id b. Habib: el nasab, que se puede comparar con nuestro apellido. Muestra los nombres del padre, abuelo (paterno, claro) y demás ancestros (por línea paterna directa), unidos por ibn ("hijo de") o bint ("hija de") en el caso de las mujeres. Es frecuente encontrarlo traducido por ben, y lo es más aún verlo abreviado con la forma .b, como en este artículo. Por este nasab sabemos que el padre de esta persona se llamaba Sulayman, Sa'id su abuelo y Habib su bisabuelo.
* Abu Jalid: su kunya, parte que se forma con la palabra "padre", Abu, seguida de un nombre personal. En este caso significaría "padre de Jalid". La kunya es un signo de honorabilidad, correspondiente al de una persona capaz de ejercer la paternidad.
* al-Gafiqí: la nisba que, como se dijo, hacen mención al origen familiar, tribal, étnico o geográfico, que en nuestro caso derivaría de Gafiq, primero el nombre de una familia o linaje y luego el de una ciudad en Fahs al-Ballut donde, presumiblemente, se habría asentado la misma. (Tras la traducción de la obra de al-Idrisi, algunos, como el padre Fidel Fita hace más de cien años, creyeron que había que situar a Gafiq cerca de Pedroche, acaso en el castillo de Almogábar; pero el investigador don Félix Hernández Jiménez demostró que la actual Belalcázar fue denominada Gafiq durante al-Andalus.)

     Sa'id b. Sulayman era un árabe de pura cepa (al menos, paterna, pues viendo las biografías de los omeyas se observa que en un gran número las madres de los soberanos no eran árabes, sino cristianas). Según ibn Hazm la familia procedía de Gafiq b. al-Sahid b. Alqama b. Ak b. Adnan. Adnan es un personaje legendario, tradicional antepasado de los árabes del norte, centro y oeste de Arabia:

(http://es.wikipedia.org/wiki/Adnan)

     Los Banu Sulayman es, de hecho, como se apuntó, la única familia de origen árabe que se conoce que se asentara en el norte cordobés, y al menos desde finales del siglo VIII ocupaban cargos relevantes, como jueces. Ya hemos comentado que hay que descartar como originarios de Fahs al-Ballut de ella a los integrantes de otra familia árabe, los Bali (cuyo nisba distintito era al-Balawi).
     Cuenta al-Jusani que cuando Sa'id recibió la noticia de su nombramiento como cadí de Córdoba estaba arando con una yunta de bueyes sus tierras en el Llano de las Bellotas, aunque antes de tal designación ya había ocupado el cargo de juez en Mérida y otros lugares.

     (Otra pequeña digresión: en esto se observa una gran analogía con otro personaje ilustre de los primeros tiempos de Roma, Lucio Quincio Cincinato. Los romanos de tiempos republicanos eran muy reacios a la monarquía, pero cuando la patria se encontraba en peligro el Senado nombraba a un dictador durante seis meses que tenía plenos poderes, incluido el de la vida de los ciudadanos. En la guerra con sus vecinos ecuos en el año 458 a.C., éstos coparon al ejército romano, amenazando con aniquilarlo. Ante el peligro el Senado nombró dictador a Cincinato. Cuenta Tito Livio que cuando recibió tal noticia estaba arando su campo, como nuestro buen juez Sa'id. Cincinato dejó el arado (o azadón, según otros), armó a los ciudadanos que quedaban en Roma y salvó al ejército, derrotanto a los ecuos. Todo en seis días. Podría haberse mantenido en el cargo de dictador durante seis meses pero, cumplida su misión, cambió de nuevo la espada por el arado. Lucio Quincio Cincinato representó el espíritu cívico de los ciudadanos romanos. Los habitantes de las colonias inglesas de América del Norte consideraron a George Washington como el "Cincinato" de la revolución americana, y en honor de ambos llamaron Cincinnati a una ciudad en el estado de Ohio.
     Quincio Cincinato y Said b. Sulayman eran personajes ilustres y relevantes en sus respectivas sociedades, pero no se les caían los anillos por coger el timón el arado y trabajar con sus manos. Fin de la digresión.)

     El cargo para el que fue elegido por el emir Abd al-Rahman II ( y que continuó con su sucesor, Muhammad I) era el de cadí de la ciudad de Córdoba. Las competencias de esta magistratura era de materia religiosa y la legislación civil emanada de ella: herejías, herencias, divorcios, etc. Para las cuestiones penales existían otros cargos, que dependían del cadí como autoridad judicial suprema. Era juez de la comunidad musulmana, cristianos y judíos tenían autoridades judiciales propias. Por encima de él sólo se encontraba el emir (luego califa), que era quien lo nombraba o separaba.
     Su jurisdicción era la capital cordobesa y su ámbito territorial, en el demás coras o ciudades existía su correspondiente cadí, que no dependían orgánicamente del de Córdoba. Eso sí, ser el cadí de la capital omeya conllevaba una gran relevancia social.
     El nombramiento no hizo cambiar a Sa'id b. Sulayman. Dice al-Jusani que tras ser nombrado se presentó en la Mezquita con vestidos de lana blanca que empleaba la gente común, nada de trajes de seda o turbantes que portaban las élites. Los curiales (abogados y procuradores que intervenían en los pleitos que dirimía el cadí) le gastaron una broma pesada, y por eso de ser natural de Fahs al-Ballut, del Llano de las Bellotas, le rellenaron su cojín con cáscaras de bellotas. Sa'id se mosqueó soberanamente, y les dijo a los curiales que ya que eran tan graciosillos él se iba a comportar con ellos tan duro como la madera de la carrasca de su tierra, y durante un año les prohibió que asistieran a ningún juicio, con lo que no podían ganar nada de dinero.
     Su comportamiento era sencillo, y alejado de la ostentación de otros cadíes, que iban con vestidos lujosos montados a caballo, y acompañados de un gran séquito; él iba a pie, acompañado por algún amigo, a recoger personalmente su pan del horno.
     Al-Jusani cuenta una anécdota de este juez que muestra su carácter. Llegó a su casa el administrador de sus tierras, informándole que ese año habían producido siete modios de cebada y tres de trigo (el modio es una medida que parece equivale a unos 360 kg (Eduardo Manzano Moreno, 2006, 555). Estando allí ambos se presentó un matrimonio, cuya mujer quería separarse de su marido. La legislación indicaba que eso era factible si la mujer compensaba al hombre. Ella, que era pobre y no tenía ningún bien, se arrojó a los pies del juez suplicándole el divorcio. Pero la ley estaba clara y el marido no estaba dispuesto si no recibía una compensación. Sa'id b. Sulayman le preguntó a su administrador qué había traído de la cosecha: un modio de trigo y dos de cebada. El cadí calculó que aquellas eran provisiones para unos nueve meses, y le ofreció el resto (que era una buena cantidad, unas diecinueve toneladas de cereal) al marido si a cambio convenía en separarse de su esposa, a lo que accedió. Esto nos muestra a un juez compasivo, solidario (con sus propios bienes) con una mujer pobre que no podía comprar su libertad. También es un reflejo de la capacidad agrícola de las tierras de Fahs al-Ballut.
     Otra muestra de su comportamiento como juez es que cierto día, al llegar a su casa tras el trabajo en la mezquita, vino en su búsqueda el padre del eunuco Nasr "rodeado por los guardias que le solían acompañar", gritándole en romance que se detuviera para hablar con él. Sa'id le contestó que cuando volviera al atardecer a la mezquita a resolver los asuntos públicamente le atendería, pero no entonces. Nasr era de origen nativo y converso al Islam, que medró hasta convertirse en uno de los personajes más influyentes de la corte (hasta que, dicen, intentó envenenar al emir y le salió mal la jugada). El juez Sa'id no quiso tener para con él ningún trato de favor, a pesar de su influencia. Otro hecho a destacar en este pasaje es que siglo y medio después de la conquista un personaje destacado, aunque fuera el padre de un arribista, no sabía hablar árabe, solo romance.
     Su hijo, Jalid b. Sa'id b. Sulayman al-Gafeqí, continuó los pasos de su padre. Fue nombrado cadí en Elvira (Granada) y más adelante en Huesca. Fue también cadí de Fahs al-Ballut.

Sulayman b. Aswad b. Ya'is b. Yasib al-Gafiqí.

     En el tiempo en que Sa'id b. Sulayman era cadí de Córdoba, y su hijo Jalid lo era en Fahs al-Ballut, el sobrino del primero y primo del segundo, Sulayman b. Aswad, era cadí en Mérida.Fue nombrado cadí de Córdoba por el emir Muhammad I, quien lo conocía perfectamente. Según se dijo en su época fueron dos los hechos que motivaron tal designación.
     El primero es que cuando era cadí de Mérida, era gobernador de la ciudad el príncipe Muhammad, por mandato de su padre Abd al-Rahman II. Un guardia del príncipe secuestró a una joven, y su padre acudió al juez Sulayman implorando su protección. El juez le remitió una carta a Muhammad, comunicándole la denuncia, pero como se hizo el remolón y no dio respuesta alguna el cadí "montó a caballo y se plantó a la pueta del alcázar en Mérida y escribió al emir lo siguiente: 'Estoy dispuesto a marchar a Córdoba a decírselo a tu padre, si no corriges lo que tus guardias han hecho'. El emir Muhammad tuvo que acceder en justicia a lo que el juez solicitaba".
     El segundo, según dice también al-Jusaní en la traducción de J. Rivera, es que cuando fue destituido como juez de Mérida por el ya emir Muhammad I, le entregó a este una carta, en la que decía: "Tengo dinero que he ahorrado y reunido, procedente de mis sueldos, el cual me considero en la obligación de devolver al tesoro público, porque es la parte de mi sueldo que corresponde a los días feriados, de otros días en que he tenido faenas personales propias mías, y de otros en que teniendo yo el deber de acudir al juzgado, no he podido ir". El soberano le respondió que lo considerase como un regalo de su parte, pero el juez se negó y a final tuvieron que incautar esa cantidad.
     El cadí era garante de la tradición igualitaria musulmana, aunque (entonces como ahora) algunos que detentaban el poder se consideraban más iguales que los demás. Había que ser (ahora y entonces) valiente para enfrentarse a ellos y defender la igualdad ante la justicia. Sulayman lo fue en el caso de la herencia de Comes b. Antonian.
     Escriba al-Jusaní que era un cristiano converso al Islam (como se ve por su nasab su padre se llamaba Antonio...) que gracias a sus conocimientos y sus méritos medró hasta llegar a ser secretario del emir Muhammad I. Esto despertó la envidia y la inquina de Hasim b. Abd al-Aziz, visir y general del monarca, y uno de los personajes más importantes de su reinado. Al morir Comes el visir Hasim afirmó que poco antes de finar había apostatado y muerto como cristiano, uno de los crímenes más nefandos de la religión musulmana, y que por lo tanto su herencia debía ir al erario.
     Un breve apunte: Comes no es un nombre propio, sino el de la autoridad máxidad civil entre los mozárabes cordobeses; también denominado preceptor y defensor, su nombre en árabe era qumis. Llegó a tener cierta preeminencia sobre el resto de comites del resto de ciudades andalusíes por estar en la capital del emirato. "Al tener tan gran poder en la ciudad, era admitido en la corte del emir y solía ser un estrecho colaborador suyo en tareas de gobierno y de la administración del emirato" (Pérez Marinas, 2012, 180).
     El visir Hasim movió todas sus influencias para que la herencia de b. Antonian no llegase a sus hijos, incluidas declaraciones de testigos que avalaban la apostasía, e insistiendo ante el monarca que eran sólo aquellos testimonios los que había que valorar. Pero el cadí, Sulayman b. Aswan, se negaba a ello, reclamando al emir que valorase todo el expediente y todas las declaraciones recogidas. Al ver el considerable número de páginas que tenía el proceso, Muhammad le preguntó directamente al cadí cuáles eran en su opinión los hechos probados, y este le respondió que no había pruebas de que Comes b. Antonian hubiese renegado del Islam, que murió como creyente y que no había motivo alguno para que su herencia no fuera a sus hijos. El emir ordenó que así fuera, pese a los deseos de su visir y general Hasim.
     Sulayman b. Aswad fue depuesto del cargo de cadí durante un tiempo, por su convicción de ser justo y no plegarse a los deseos de los más poderosos. El emir Muhammad decidió adquirir una casa para uno de sus hijos, procedente de una herencia. Para ello envío a unos tasadores, quienes se ajustaron a los deseos del emir. Sulayman, como tutor legal de los herederos de la casa, se negó a admitir aquella tasación, estimando que valía el doble. El emir dijo que a aquel precio no le interesaba y no la compró. Poco después el cadí era depuesto, aunque tres años después volvía a ser nombrado para el cargo, que ocupó hasta la muerte de Muhammad.

     Es evidente que entre la sociedad andalusí y la actual hay grandes diferencias, y que no hay que caer en el error del presentismo. Pero, al recordar a gente como estos dos jueces, que fueron famosos por su integridad moral, parece demostrarse que hay valores universales que es conveniente tener siempre presentes. Así lo exponía Fernando Vallespín en El País de 27 enero 2015: "La primera frase de la Teoría de la justicia de [John] Rawis es bien elocuente: 'La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales', que prevalece sobre otras como la eficacia y la estabilidad". Y para que exista justicia es imprescincible que haya quien crea en ella y esté dispuesta a defenderla, sea con o contra quien fuere. En este sentido, Sa'id b. Sulayman y Sulayman b. Awad se convierten en gloriosos precedentes de otro juez heroico y paisano suyo, el juez cordobés José Castro.