En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 19 de abril de 2015

XVII, el siglo horrible (para la población de las Siete Villas de los Pedroches).

     La Historia puede asemejarse a una enorme operación de adición, en la que el resultado final está en función de los sumandos. Quiere decirse que si aparecen nuevos datos, o se reinterpretan los ya conocidos, el resultado que se obtenga será diferente al de otros estudios realizados anteriormente. No quiere decir esto que esos estudios estén mal, al contrario, en su momento fueronválidos y valiosos. Y, la verdad, es que esos trabajos anteriores son los que permiten avanzar. Para nuestro estudio aportamos datos inéditos, como la población de las Siete Villas en 1657, y otros que, aunque publicados, no han sido empleados demográficamente. Otra diferencia es que en nuestro análisis hemos deshechado dos censos muy empleados anteriormente, el de los obispos de 1587 y el de Tomás González de 1591.
     La primera entrada sobre la población de las Siete Villas de los Pedroches la dedicamos al primer siglo de existencia de las siete villas como tales, pues fue en 1553 cuando definitivamente se conformaron al constituirse como tales Villanueva de Córdoba y Añora. Entre 1561-1657 las dos localidades que perdieron efectivos humanos fueron Pedroche y, en menor medida, Torrecampo. Alcaracejos y Torremilano tuvieron un crecimiento muy pequeño, y más acentuado en Añora. Pero fueron Pozoblanco y, sobre todo, Villanueva de Córdoba, las que tuvieron un gran crecimiento en este periodo, del orden, respectivamente, de 9,2 por mil y 15,4 por mil anual.
     Nos proponemos seguir avanzando en el estudio demográfico de las Siete Villas en un periodo posterior, el siglo XVII. El principal problema, como ya se vio en la entrada citada, es determinar si los datos censales de la época pueden ser válidos para un análisis demográficos. O no, y, simplemente, deben rechazarse. No fueron realizados con el fin de dar a conocer el volumen exacto de una población, sino con otros fines, por lo que se debe contrastar si pueden sernos útiles para el estudio histórico de la población.
     La manera usual de hacerlo es elaborar unas tasas de natalidad a partir de los registros parroquiales de bautismos. Con ello no se persigue averiguar la población exacta, sino comprobar la verosimilitud de los censos. Empleamos los datos del archivo parroquial de Villanueva de Córdoba en la segunda mitad del siglo XVI, dado que el libro de bautismos correspondiente a los años 1621-1648 no se conserva.
     Comencemos exponiendo los nacimientos. En el gráfico de abajo se muestran los nacimientos de la segunda mitad del siglo XVII y comienzos del XVIII, pues uno de los censos a valorar es de 1713.
    

     La tendencia lineal (línea roja) de estos setenta años es de una muy leve subida. El polígono de frecuencias de nacimientos (línea azul) tiene unos dientes de sierra muy acusados, con niveles mínimos en 1679 y 1685 (con epidemias de paludismo y tifus, y una serie de malas cosechas que quedaron nítidamente marcadas en la secuencia de nacimientos). La media móvil para cinco años (línea de color verde) nos muestras las tendencias del periodo. Es casi de estancamiento demográfico hasta la primera mitad de la década de 1680. Quiere elevarse en el segundo quinquenio del decenio, para volver a mostrar un claro descenso en los últimos años del XVII y primeros del XVIII.
     En cuando a los censos, la verdad es que no disponemos de ellos en la misma cantidad que para la segunda mitad del XVI (algo que debemos a un rey burócrata, Felipe II). Como punto de partida tomaremos los indicados en las averiguaciones de alcábalas de 1590-1595, pues contrastando sus cifras con las series de bautismos dan tasas de natalidad muy factibles. Por esta misma razón rechazamos el de los obispos de 1587 o el conocido como de Tomás González de 1591, por obtenerse tasas muy poco factibles y porque contrastan demasiado con los de las alcábalas.

* Vecindario en el repartimiento de frutos de la Dehesa de la Jara, 1657. Ya lo vimos en la primera entrada de la materia. Ese año los distintos concejos aportaron el número de vecinos de cada villa para proceder al reparto de los beneficios generados por la comunal Dehesa de la Jara. Parece bastante fiable, pues cada vecindario debía ser aprobado por las otras villas. Ya indiqué también que este vecindario se siguió utilizando en años posteriores, y así la misma relación de vecinos que aparece en el Libro de Actas de Juntas de la Dehesa de la Jara de 1657 se empleó en un repartimiento en Pozoblanco en 1690 (García y Carpio, 1993, 297).

* Vecindario para la leva de 1694 (J. Calvo, 1983, 32-33). Se realizó para el reclutamiento de soldados, a razón de un dos por ciento en 1694 y un uno por ciento en 1695.

* Vecindario General de España de 1713.

     Tras convertir los vecinos en habitantes (empleamos dos coeficientes, 3,5 y 4,5 personas/vecino), calculamos las tasas de natalidad para Villanueva de Córdoba a partir del registro de nacimientos. Valores entre 35-45 por mil (para un coeficiente de 4,5) son admisibles para la época. 
      En vez de los datos del año en que se realiza el censo es mejor emplear la media de once, tomando como central el censal, para evitar las distorsiones que pueda tener un año concreto:

      Los resultados obtenidos, con valores entre 42 y 35 por mil (para 4,5 personas por vecino), son completamente admisibles para este época, por lo que (al menos para Villanueva de Córdoba en concreto), estos censos pueden ser considerados válidos demográficamente.
     Los resultados en datos absolutos del vecindario de estos cuatro censos, aunque como digo sobrepasan los límites del siglo XVII, son éstos:


     Y así se ven de forma gráfica:

     Se puede constatar que aunque las siete localidades formaran una unidad homogénea (lugares de realengo frente a los señoríos del occidente de los Pedroches); teniendo unos componentes humanos idénticos en cuanto a origen, cualificación, formación o cultura; y tuvieran una fuente de ingresos que gestionaban en común, la Dehesa de la Jara, su comportamiento demográfico es muy diferente. También se observa que éste es distinto en cada mitad del siglo. Es muy significativa esta disparidad en el comportamiento de la población, dentro de un grupo de municipios que, también, presentaba una gran homogeneidad.
     Podemos valorar el proceso a partir de los datos relativos, tomando como 100 la población incial de 1594:


     Durante la primera mitad del siglo XVII el conjunto de la población de los Pedroches se incrementa muy ligeramente, pero dos localidades, Pedroche y Torrecampo, pierden la tercera y la cuarta parte de sus vecinos, respectivamente. Alcaracejos y Torremilano prácticamente se mantienen, mientras que Añora sube ligeramente. Pozoblanco y Villanueva de Córdoba, sin embargo, tienen un crecimiento sostenido del 144% y 142% cada una.
     En la segunda mitad del XVII estos dos municipios serán los únicos que aumenten su población respecto a la de 1594. Los otros cincos pierden componentes, sobre todo Pedroche, que sólo conserva el 40,4% del vecindario de un siglo atrás. También es muy pronunciado el descenso de habitantes en Alcaracejos y Torrecampo.
     Para poder ver con más detalle esta evolución en el censo de 1694, hagamos otra relación, esta vez tomando como nivel 100 la población de 1657. El balance de estos 37 años es demoledor:


     Sólo Villanueva de Córdoba puede sostener su población, todas las demás pierden gente, sobre todo Alcaracejos y Añora.
    Si ampliamos la perspectiva hasta los años iniciales del siglo XVIII, el declive es completo para el conjunto de las Siete Villas de los Pedroches, aunque despues del desastre pasado Pedroche y Torrecampo comienzan a repuntar. La última década del siglo XVII y las dos primeras del siguiente fueron una auténtica calamidad para la población de las históricas Siete Villas de los Pedroches.

     Extendiendo un tanto los márgenes del siglo que nos propusimos estudiar (más que nada porque hemos de ajustarnos a los años de los que disponemos de datos censales), estas son las conclusiones entre 1594-1713:
     Quienes más se resintieron el paso del tiempo fueron Pedroche y Torremilano, que se dejaron más de la mitad de sus vecinos, y algo menos Alcaracejos. También perdieron entre el 30-40% Añora y Torrecampo.
     El saldo positivo en este tiempo, curiosamente casi similar, con un 118% y 119%, estuvo en Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. Aunque ambas tuvieran en 1713 menos vecinos que en 1697 (sobre todo Villanueva), en el saldo total de 120 años salieron ganando.
     La "cuenta de resultados del vecindario" de este siglo largo fue negativa para el conjunto de la demografía de los Pedroches: de los 4.025 vecinos de 1594 se descendió a 3.363 en 1694, y a 3.033 en 1713. El siglo XVII se llevó por delante a la cuarta parte de la población inicial. Pero, insisto, no se puede generalizar, este balance global hay que desglosarlo pueblo a pueblo, pues el resultado fue muy desigual.
     Se ha considerado que el espectacular crecimiento demográfico de Villanueva de Córdoba y Pozoblanco se debió a dos factores: primero, porque por su posición pudieron realizar un aprovechamiento mayor y más eficaz de los bienes comunales que el resto de las villas; segundo, una pujante actividad pañera en ambas localidades. Pero no me parece una interpretación correcta y ajustada a los datos disponibles.
     En cuanto al primero, en 1586 la renta agrícola de Pozoblanco era inferior a la de Torrecampo, Torremilano, Villanueva de Córdoba y Pedroche. A mediados del XVII la mayoría de las Siete Villas decidió que los productos de las dehesas comunales (hierba y bellota) se vendieran al mejor postor, fuera cual fuese su origen: el que quisiera meter ganado allí, tenía que pagar. El rendimiento se dividía entre las villas en proporción a su vecindario. Por lo tanto, un vecino de Alcaracejos y otro de Villanueva de Córdoba recibían lo mismo de la Dehesa de la Jara.
     Sobre el segundo, es cierto que en los siglos XVI y XVII se desarrolló en Pozoblanco una vigorosa industria textil, y que ésta, junto al comercio, eran la principal fuente de ingresos de sus habitantes. Pero en Villanueva de Córdoba la industria pañera fue muy pequeña, a mucha distancia de la desarrollada en el resto de las Siete Villas.
     Particularmente, considero que es evidente que las diferencias en la evolución demográfica de cada villa no se debieron a que hubiera diferencias entre las gentes, igual de válido era un gachero (natural de Pedroche) o noriego (de Añora) que un tarugo (de Pozoblanco) o un jarote (de Villanueva de Córdoba). Pero sí había diferencias en cuanto a la, simple, localización de cada localidad respecto al conjunto de las Siete Villas, y su "vecindario" (con el agobiante señorío de Santa Eufemia al norte y poniente en el siglo XV, por ejemplo). Determinada por estas cuestiones, y por el entorno general de la Castilla de los "Austrias Menores", la estrategia de adaptación al medio (tanto ecológico como social) de cada villa tuvo que ser distinta.
     Fue como una partida en la que el azar repartió sus cartas, y a las dos villas dos que les tocaron las mejores supieron hacerlas valer. Este es un análisis que ya entra dentro de lo que es la economía, y a ella dedicaremos las próximas entradas de esta sección, comenzando con la industria pañera de las Siete Villas de los Pedroches en los siglos XVI-XVII.